A veces dudaba de si existirían los dioses de arriba, con los de abajo, con los de todos los días, no lograba entenderse.
No era extraño que alguno dijese aquello de que su reino no era de este mundo; ni que otros, más simples, le diesen la vuelta a la frase y afirmaran que su mundo no era de este reino.
Ni reinos ni mundos, nos conformaríamos con un cosmos agraciado.
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