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martes, 26 de septiembre de 2017

Energía desperdiciada

¡Cuánta energía desperdiciada en dividir y en separar!, ¡cuánta derrochada en excluir y en rechazar!, ¡cuánta en afirmar para negar y en negar para sentirse más!
Es raro que no existan otros asuntos humanos que hayan logrado tanta atención. 
Es curioso que el paro, la injusticia, la miseria, el dolor, la desigualdad... no hayan logrado casi nunca esta dedicación como la que parece que se reúne en torno a la definición de una bandera, de una frontera, de un país, de una nación, de un estado...
Es extraño que los que desobedecen sigan  obedeciendo a cierta autoridad bien establecida, a cierta clase social dominante, a cierta iglesia que habla de amor y de unidad...
Es sorprendente que muchos antisistema colaboren con el sistema y que todo el sistema evite pronunciarse sobre corrupciones, recortes, ajustes...
¡Qué pena que todo ese entusiasmo sea solo para segregar!

viernes, 22 de septiembre de 2017

Oropéndola


Jaciento Antón escribía en el diario El País hace pocos días:
"La vida a veces te brinda regalos inesperados. Este final de verano que no parecía ofrecer más que agrias perspectivas... ha aparecido en mi jardín una pareja de oropéndolas... La oropéndola, especialmente el macho, es un ave que al maravilloso, sensacional color amarillo de su plumaje (su nombre en latín oriolus oriolus proviene del latín aureum, dorado) añade que, paradójicamente, es dificilísima de observar dado su carácter escurridizo (parecen estar siempre escondiéndose) y su vuelo discreto. Así que ver una, ni que sea fugazmente, como un rayo de sol atravesando el aire, resulta una alegría para el corazón de cualquier aficionado a los pájaros y en realidad para todo amante de la naturaleza y de la belleza en general..."

sábado, 16 de septiembre de 2017

Creerse mejores

Decía Rousseau:

"No es malo mejorar, lo malo es creerse mejores".

Los nacionalismos tiene mucho de soberbia, de desmesura, de creerse distintos y mejores. 
¡Y qué poco me importan ya los que se sienten menos que seres humanos, cosmopolitas o  europeos!, ¡qué pereza da saber que todavía hay españoles, italianos, alemanes y franceses... asturianos, gallegos, catalanes y extremeños... avilesinos, ovetenses, gijoneses...!


"El vivir ilusionado", Gustavo Martín Garzo

Martín Garzo ha escrito otro maravilloso artículo de lo que nos gustaría vivir:
El vivir ilusionado
Ahora que han concluido los actos que conmemoraron el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote, puede que no esté de más preguntarse, ya en silencio de la lectura, por el misterioso encanto de un libro que no ha dejado de maravillar al mundo desde que se publicó...
Francisco Rico afirma que, más allá de su poderoso sentido simbólico, la razón de ese éxito radica en que El Quijote es una obra divertida, sin aparentes complicaciones, que entretiene y da felicidad a quien la lea. Y ciertamente el comportamiento de don Quijote recuerda mucho al de los niños en sus juegos. Torrente Ballester, en su libro El Quijote como juego, abunda en esta tesis al afirmar que lo que hace Alonso Quijano cuando sale al mundo vestido de caballero andante es ponerse a jugar con las cosas. Y así, por ejemplo, cuando dice que los molinos son gigantes no es tanto que confunda a éstos, los gigantes, con aquellos, los molinos, como que juega a que es así, como haría cualquier niño cuando afirma que una silla es su caballo. Y jugar para los niños no es otra cosa que dar cuenta en el mundo de la vida de sus deseos, llevar su verdad a la vida real.
Las extravagancias que tanto abundan en este divertido y hondo libro tienen que ver con la incapacidad de don Quijote, y en esto también se parece a los niños, para aceptar una vida no marcada por lo excepcional. En la mística iraní se piensa que el nacimiento de cada hombre está presidido por un ángel llamado Daena, que tiene la forma de una niña bellísima. El rostro de ese ángel no permanece inalterable a lo largo de la vida sino que se va transformando imperceptiblemente con cada uno de nuestros gestos, palabras o pensamientos. Al final de la vida, cuando nos encontramos por fin con él, se ha transformado en un ser bellísimo o en una criatura monstruosa según han sido nuestros actos. En El Quijote es Dulcinea quien representa a ese ángel secreto y es a ella a quien nuestro caballero dedica sus aventuras, pues un caballero no es nada sin una dama a quien amar. Llevar a la realidad la vida de sus sueños más secretos, tal es la búsqueda esencial de los caballeros enamorados.
Nos dan a elegir entre la justicia y el amor, escribe Elías Canetti. Yo no quiero, yo quiero las dos cosas. Es justo eso lo que hace don Quijote. Por eso libera a los galeotes, da la razón a la pastora Marcela, defiende a un pobre criado de la brutalidad de su dueño y devuelve con sus palabras la dignidad a venteros, prostitutas y pastores. Y no me cabe duda de que de haber contemplado este invierno las filas de refugiados sirios bajo la nieve, don Quijote habría arremetido sin dudarlo contra los guardianes de las fronteras de Europa, porque ¿acaso la ley que se ha invocado como justificación de esas fronteras es algo sin el amor que permite ver en el desamparo de tantos una muestra más de nuestra propia humanidad herida? El corazón de una sociedad es la ley, dijo Roberto Rossellini, el de una comunidad es el amor.
En uno de sus breves apólogos, Kafka nos habla de un hombre que manda a sus criados que dispongan su caballo para su salida inmediata. Cuando éstos, extrañados por sus prisas, le preguntan que adónde va, él les contesta que eso qué importa. Salir de aquí, esa es mi meta, exclama. También a don Quijote le mueve el mismo deseo de escapar, de abandonar cuanto antes la triste casa donde pasa sus días para vivir sus aventuras. Porque ¿qué es la aventura sino el deseo de tener un corazón? Todos los personajes que lo intentan deben pasar por pruebas dolorosas y noches oscuras. Tener un corazón nos hace enfermar porque el corazón es el lugar del extrañamiento, de la apertura hacia lo Otro. Alonso Quijano ha perdido el suyo, y malvive aburrido en su pobre hacienda hasta que vuelve a escuchar sus latidos en las páginas de los libros de caballerías. Leer es apostar por los latidos de ese corazón hipotecado, entrar en el mundo de la ilusión.
Ese vivir ilusionado es el que encarna don Quijote, y lo que tanto necesitamos nosotros. Harold Bloom dice que leemos movidos por una necesidad de belleza, de verdad y de discernimiento. Es decir, buscando el esplendor estético, la fuerza intelectual y la sabiduría. Añadiría un cuarto motivo: buscando un poco de locura, pues ¿qué es la vida sin locura? Hacer posible lo que no lo parece, restablecer el reino de la posibilidad, es lo que entiendo por locura. Lo que más sorprende de don Quijote es su candor, su maravillosa disponibilidad, pero también que, a pesar de los líos en que se mete, raras veces pierda la cabeza. Tal es la paradoja de las bellas historias, que cuanto más maravillosas y locas son más discretos y razonables vuelven a quienes las escuchan. Esta alianza entre fantasía y razón es la que da al libro de Cervantes su encanto imperecedero. Goya lo explicó en su famosa glosa al Capricho 43, El sueño de la razón: “La fantasía, abandonada de la razón, produce monstruos imposibles: unida con ella, es madre de las artes y origen de sus maravillas”. Rindamos pleitesía una vez más al valeroso Caballero de la Fantasía.En su libro Breve tratado de la ilusión, Julián Marías nos recuerda que la palabra ilusión procede del verbo latino illudere, que significa jugar. Aparece en todas las lenguas románicas con un significado negativo relacionado con la ficción y el engaño. Lo ilusorio es lo que no existe en la realidad; el ilusionista es un vendedor de humo; el iluso, alguien que tiene esperanzas infundadas. Pero esta palabra ha adquirido en nuestro idioma un valor muy diferente. Ese cambio, continua diciéndonos Julián Marías, es parecido a lo que sucedió con la palabra sueño. Cuando Calderón afirma que la vida no es más que sueño, lo que quiere decirnos es que no es verdadera realidad. “Pero en el siglo XVII se opera en Europa, en los filósofos y en los poetas, el descubrimiento del sentido positivo del sueño y la ficción, no como opuestos a la realidad, sino como formas de realidad, y precisamente aquellas que reflejan la condición de hombre”. Tener ilusiones, para nosotros, no será ya refugiarse en quimeras, sino vivir queriendo otras cosas. La ilusión tiene que ver con lo que Marías llama la condición indigente o menesterosa del ser humano; es decir, con el hecho de que nuestra vida sea un proceso lleno de necesidades que tenemos que satisfacer. Y la ilusión es la expectativa de que lo podemos conseguir. Vivir en mundo sin cosas, como les pasa a los niños, esa es la búsqueda de la ilusión.

Gustavo Martín Garzo es escritor.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Para los no fanáticos

Para los ciudadanos catalanes y también para los que no quieren caer en el fanatismo, para los que no quieren seguir la nueva "religión" del "nacionalismo obligatorio", para los que no desean más banderas ni más fronteras ni más excusas para odiar, para los que se creen de izquierdas siguiendo una doctrina de derechas... no estaría mal releer esta letra de una canción de Serrat: 

"Algo personal".

Probablemente en su pueblo se les recordará 
como cachorros de buenas personas, 
que hurtaban flores para regalar a su mamá 
y daban de comer a las palomas. 

Probablemente que todo eso debe ser verdad, 
aunque es más turbio cómo y de qué manera 
llegaron esos individuos a ser lo que son 
ni a quién sirven cuando alzan las banderas. 

Hombres de paja que usan la colonia y el honor 
para ocultar oscuras intenciones: 
tienen doble vida, son sicarios del mal. 
Entre esos tipos y yo hay algo personal. 

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad, 
viajan de incógnito en autos blindados 
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad, 
a colgar en las escuelas su retrato. 

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar 
espías, listas negras y arsenales; 
resulta bochornoso verles fanfarronear 
a ver quién es el que la tiene más grande. 

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz, 
juegan con cosas que no tienen repuesto 
y la culpa es del otro si algo les sale mal. 
Entre esos tipos y yo hay algo personal. 

Y como quien en la cosa, nada tiene que perder. 
Pulsan la alarma y rompen las promesas 
y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer 
nos ponen la pistola en la cabeza. 

Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar 
van a cagar a casa de otra gente 
y experimentan nuevos métodos de masacrar, 
sofisticados y a la vez convincentes. 

No conocen ni a su padre cuando pierden el control, 
ni recuerdan que en el mundo hay niños. 
Nos niegan a todos el pan y la sal. 
Entre esos tipos y yo hay algo personal. 

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión 
de declarar públicamente su empeño 
en propiciar un diálogo de franca distensión 
que les permita hallar un marco previo 

que garantice unas premisas mínimas 
que faciliten crear los resortes 
que impulsen un punto de partida sólido y capaz 
de este a oeste y de sur a norte, 

donde establecer las bases de un tratado de amistad 
que contribuya a poner los cimientos 
de una plataforma donde edificar 
un hermoso futuro de amor y paz.