Después de la felicidad (de la tempestad, de la libertad...) a veces viene la calma, pero lo más difícil es saber qué llega después de la calma, después de la imperturbabilidad, del silencio, de la nieve...
Tal vez sólo eso, el silencio y la nieve a la la máxima altura.
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Después ya no llega nada porque eres tú el que ha llegado a la nieve silenciosa ad aeternum. ¿Quién me aseguró que quien ha sido feliz lo ha sido para siempre? ¿Dónde está la humildad que ensalzas y persigues? Debe ser útil para conformarse con los desvaríos ilimitados ya vividos, paladearlos en el recuerdo, y estar profundamente agradecido a la memoria que así te deleita, hasta el momento crucial en que la boca se nos llene de esa nieve silenciosa que te decía, de esa hostia gélida que maniatará nuestra lengua y apagará nuestras palabras para siempre, con un chisporroteo rebelde. (Hecho, que, por otro lado, le pasará desapercibido al universo. Te juego lo que quieras, filósofo).
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