martes, 5 de junio de 2012
Cálculos
Todo empezó cuando calculaba en la frase la posición del sustantivo, se detuvo para situar mejor el tiempo del verbo y, aunque no contaba con un sujeto adecuado, se atrevió a poner en marcha los puntos suspensivos.
Así siguió todo hasta que salieron a saludarlo una miríada de signos de admiración.
La cosa se puso tan fea que tuvo que abandonarlo todo por una avalancha de subordinadas demasiado adjetivadas con las que no contaba.
Desde entonces, antes de empezar a escribir, a leer, a pensar o a hablar, se encomendaba a todos los sonidos y a todos los dioses del sentido.
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