Era perfecto y le había añadido por su cuenta y riesgo una buena colección de virtudes extraordinarias, también su ilusión le adjudicó maravillas y otras manifestaciones de encanto irresistible.
El conjunto era más que excelente pero, por si fuera poco, le sumó por su parte ideales estratosféricos y sonrisas de una belleza superlativa, y así se formó la idea en la que todo eran ventajas de un ser inolvidable.
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