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lunes, 10 de febrero de 2014

Juan Carlos Mestre

Juan Carlos Mestre, el viernes 7 de febrero de 2014, en el Centro Niemeyer.

A veces puede dar la impresión de que haber nacido en El Bierzo es una especie de ventaja; ahí están -aparte de los Best- Amancio Prada y Juan Carlos Mestre, poeta, actor, recitador, pintor y excelente dibujante.
Mestre, tan joven como nosotros y cien siglos más sabio que algunos que gobiernan, conoce los secretos de la poesía y sabe que las estrellas sólo son para quien las merece, para quien las trabaja. Sabe que nuestros antepasados también inventaron y anhelaron imposibles y que amaron lo inverosímil con la misma fuerza que los árboles.
Con un pantalón negro y una camisa blanca inmaculada por encima del pantalón, recitó maravillas y cantos de nuestro monte de los pájaros; al sentarse se descubrieron sus calcetines rojos y los cordones rojos de sus zapatos negros, señales inequívocas de sus saltos sorprendentes a las alturas más elevadas, signos rotundos de sus raptos y de sus éxtasis poéticos.
Al final, entre sus entusiastas seguidores, de un simple bolsillo, fue capaz de extraer estrellas que tenían la forma de confetis. Así se llega al alma, así se entiende casi todo.
Estaba acompañado por un músico prodigioso, Cuco Pérez, capaz de llenar de mundos el escenario con una acordeón electrónica; nos regaló sonidos y efectos de ángeles, de orquestas completas entregadas al divino don de la paz, nos trajo violones, flautas y vientos con árboles.
Así debería ser el mundo, tan perfecto; sólo faltaban las lunas, el sol y las estrellas; por eso, a los que tuvimos la suerte de que nos dedicara un libro, nos iba dibujando y pintando con acuarelas de colores, líneas saltarinas y palabras encendidas y llenádonos de elogios agradeciéndonos a todos, espectadores, oyentes y escuchantes, que seamos refugio vivo de poetas. Algunos eran poetas en silencio y él los animaba a seguir escribiendo.
Así cualquiera vive, tan bien acompañado.
Juan Carlos Mestre, siempre necesario.

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