Lo peor del gobernante raquítico, como el de cualquier tipo de reduccionismo mental, es que llega a creer que sus pobres, torpes, grises, mortecinas y cortas ideas son las únicas posibles. Por eso intenta reducir el mundo a su mínimo nivel.
Aunque se miente a sí mismo, es posible que a veces se dé cuenta de que su desvergüenza está llegando al máximo, igual que su beneficio personal.
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