Escribe Walter benjamin:
"Hay un cuadro de Paul Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso."
¿Qué es lo correcto?, ¿volver el rostro hacia el pasado?, ¿detenerse e intentar recomponerlo?
De la eternidad, tal vez no del Paraíso, un viento repleto de meses lo aleja del pasado y aunque ya no percibe vuelo ni alas ni magia ni gracias derramadas, sabe que la música existía en el Palacio del Cielo, que lo que hoy son ruinas y huracanes fueron ángeles nuevos que entonaban aleluyas que permanecían, que saludaban sonriendo, agradecían la Belleza y la elegancia y no se disolvían en la nada.
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