Jaciento Antón escribía en el diario El País hace pocos días:
"La vida a veces te brinda regalos inesperados. Este final de verano que no parecía ofrecer más que agrias perspectivas... ha aparecido en mi jardín una pareja de oropéndolas... La oropéndola, especialmente el macho, es un ave que al maravilloso, sensacional color amarillo de su plumaje (su nombre en latín oriolus oriolus proviene del latín aureum, dorado) añade que, paradójicamente, es dificilísima de observar dado su carácter escurridizo (parecen estar siempre escondiéndose) y su vuelo discreto. Así que ver una, ni que sea fugazmente, como un rayo de sol atravesando el aire, resulta una alegría para el corazón de cualquier aficionado a los pájaros y en realidad para todo amante de la naturaleza y de la belleza en general..."
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