Cuenta mi querido y admirado Salvador Pániker un chiste muy interesante:
Se encuentran dos amigos y uno le dice al otro, “Me he aficionado a practicar la meditación”. “¿Ah, sí? ¿Y cómo te va?”. “ Bien, antes estaba muy deprimido”. “¿Y ahora?”. “Ahora sigo deprimido pero ya no me importa”.
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De su "Cuaderno amarillo" me gusta recordar algunas citas: su cita de Diógenes (no soy griego ni ateniense, sino ciudadano del mundo - yo del universo -), de Einstein (me siento tan solidario con todo lo que existe que el tema de mi existencia particular me deja indiferente), de Heidegger (los filósofos y los poetas son los vigilantes de la morada), de Whitman (no sé de nada que no sea un milagro). Me complace evocar el personaje de Huxley que busca en un cuarteto de Beethoven la prueba de la existencia de Dios - sin darse cuenta de que Beethoven y su música ya lo son, añado yo -. me conmueve saber que Salvador, como yo también, ama la música y detesta los conciertos porque quiere esculpir el tiempo musical a su aire y se resiste a quedarse sin dioses, sin mitos, sin música y sin amor. Me inquieta reflexionar sobre su interrogante "¿alguna vez hemos amado a alguien o siempre hemos amado al amor?". Me ratifico con él en que en alguna parte y con alguna persona hay que poder jugar a la verdad -para no enloquecer, creo -. Sonrío con su cinismo: "el matrimonio hace extraños compañeros de cama". Me confirma que con la libertad, la compasión y la curiosidad intelectual es difícil ir a las barricadas y que los títulos universitarios, como los productos farmacéuticos, deberían tener fecha de caducidad.
ResponderEliminarY agradezco que nos proponga el "cogito interruptus" mientras el Alzheimer no nos tapie la memoria. Y... y.... y....