El Dios más humilde dejó de existir.
A menudo los dioses se olvidan de la entropía. Y es que parece que los dioses también envejecen, se agrietan, de desmoronan, se erosionan, se olvidan de sí mismos y tal vez se mueren mientras sigan siendo inmortales.
El Dios exponencial creció hasta el infinito, abarcó los números transfinitos y llegó a superar todos los límites y noúmenos concebibles. Entonces dejó de imaginar.
Si aceptas un solo regalo de los dioses, estás perdido; ya nada ni nadie te salvará de la infinita codicia que se apoderará de ti. Cómo podrás vivir sin la Belleza armoniosa, sin la Verdad inteligente, sin la Bondad piadosa. El problema de este tipo de desmesura nos afecta a todos, la grandiosidad es tan exagerada que nos determina a imitarla.
Cuando los dioses aprendieron a escribir leyeron e inventaron a Cervantes, así crearon quijotes y sanchos por todas partes; por desgracia también crearon iglesias, duques, poderosos altivos, ricos, gentes sin pena ni gloria.
Hay una niña en el cielo de Gijón que todavía sigue hipnotizada por la sonrisa radiante que le regaló una mujer feliz hace ya unos años. Su vida está determinada para siempre por este hallazgo, por la sorpresa de saber que se puede ser inmensamente alegre y dichosa en esta vida. Tal vez por esto la niña buscará siempre ese regalo.
En vez de santos, el nuevo calendario de Polombia dedica cada día del año a una Diosa o a un dios. La única condición que ponen es que sea benefactor, que no haya tenido contacto con sufrimientos, dolores, torturas, cruces ni muertes. Consideran que es hermoso que el dios sea desconocido, si la diosa es extranjera la acogen todavía con más dulzura. Saben por experiencia que es muy difícil sobrevivir al contacto con una diosa indescifrable.
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