En el siglo XVII, cuando era sólo un poco más joven que ahora, al terminar de estudiar en el Instituto, estuve dudando entre estudiar Arquitectura, Bellas Artes o Filosofía; al final acabé estudiando Filosofía, dedicando mi tiempo libre a la pintura y a la escultura cinética y soñando con la mejor Arquitectura.
Cuando vuelva a ser veinteañero y me encuentre a punto de acabar la carrera seguro que estudiaré Arquitectura, pero no una arquitectura cualquiera, una que sea hedonista y utópica, que piense en la alegría, el bienestar, la felicidad y el placer de los habitantes que van a vivirlas y no en los intereses de los promotores inmobiliarios; una de calidad, que sepa envejecer con dignidad y se mantenga en su sitio a pesar del paso del tiempo; una que cumpla los deseos del final de esa imprescindible y maravillosa obra de Italo Calvino que se llama "Las ciudades invisibles":
"El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es peligrosa y arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".
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Hola Faustino:
ResponderEliminarSoy estudiante de Arquitectura –por poco tiempo más, si el Profesor quiere-, y es una carrera muy bonita, aunque a veces merece el apodo de Arquitortura que muchos estudiantes usamos. También me divierto a menudo diciéndome que estudio Arquitextura o, mi consentido, Artitectura.
Quizás se deba a mis veintipocos, pero esa Arquitectura hedonista y utópica es la que sueño, y aspiro construir, como tantos de mis compañeros. La mayoría de nosotros somos más o menos sensibles a las texturas, los recorridos, la percepción de los espacios, las relaciones volumétricas, ¡¡¡¡la luz!!!! y la combinación de materiales. Muchos a la integración de, y relación con la naturaleza, y unos cuantos al bienestar de las personas. Nuestra tarea más bonita, y quizás compleja es conseguir integrar y dar la importancia equilibrada a todos estos aspectos.
Ya que te gusta el arte… ¿Has intentado alguna vez reproducir las ciudades que Italo Calvino describe? Sería interesante verlas en escultura cinética, y además –acabo de caer-, posiblemente sería el mejor medio para representarlas.
Permaneceré en mi búsqueda y reconocimiento de los paraísos en medio del infierno. Afortunadamente tengo una buena maestra, con larga vida de experiencia, que no podría estarme formando mejor . :)
Hola Pilu,
ResponderEliminarPor lo que veo dentro de poco serás una gran arquitecta con tu título bajo el brazo y con un fino sentido del humor. Lo de Arquitortura, Arquitextura y Artitectura no lo conocía, prueba con Filotectura y con Arquisofía.
Bien está que tú y tus compañeros soñéis y penséis con construir un mundo mejor, un poco menos preocupados de las texturas, de los recorridos, de los espacios, de los volúmenes, de la luz (Tadao Ando), de los materiales… y que todos nos preocupemos más de las personas y de la naturaleza.
Observo que conoces “Las ciudades invisibles”, ¡estás salvada!; es una obra bellísima y la verdad es que no se me había ocurrido que pudiera representarse mediante la escultura cinética. Gracias por la idea.
Sigue buscando, como decía Juan Sebastián Bach en su “Ofrenda Musical”, Quærendo invenietis ("Buscando encontrarás"). Por cierto, si tu maestra es la persona que creo puedes y debes seguir sus consejos, posee una gran inteligencia, sensibilidad y experiencia.
Dice el refrán popular que 'Dios los cría y ellos se juntan'. Para mí que la escultura cinética del ADN los construyó a medio camino entre las especies humana y divina, y en la luna se toparon para deleite, disfrute y apoyo mutuo, como corresponde a ilusos, inocentes y utópicos hedonistas irremediables. ¡Salve, compañeros selenitas!
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