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jueves, 26 de enero de 2012

Dostoievski

Decía Dostoievski que si Dios no existe, todo está permitido. Cualquier estudioso de la Historia de la Humanidad puede ver que casi siempre parece que todo está permitido. Algo parecido puede empezar a suceder en este país, si algunos que han sigo juzgados son declarados no culpables por la ley, todo estará permitido y el sentimiento de desolación, de injusticia y de vergüenza se puede apoderar de los mejores ciudadanos.

Que los sinvergüenzas prosperen con tanta habilidad en este mundo, podría demostrar la inexistencia de Dios o, al menos su indiferencia por los asuntos humanos. En cualquier caso nunca dejarán de asombrarnos los partidarios de la santa desvergüenza, los corruptos y sus hábiles abogados, la maldad tan refinada, la capacidad para retorcer la verdad con todas las mentiras posibles...¡tan difícil es ser honesto en esas altas esferas!

¡Qué conductas tan ejemplares!, ¡qué modelo para las siguientes generaciones! y qué atentos los arzobispos de algunas religiones que predican la pobreza evangélica para no decir nada sobre estos comportamientos.

Va a ser verdad lo que decía aquel epitafio en el que estaba escrito que aquella persona había vivido como Dios, "que el bien lo había hecho mal y el mal lo había hecho bien".

1 comentario:

  1. Si Dios no existe, sólo está permitido que cada uno de nosotros se transmute en dios, que vivamos como dioses, que nos cuidemos como dioses, que nos amemos como dioses, que hagamos tan bien el bien que el mal, como Dios, no exista ni en las peores contingencias.
    Hay más de 300 no culpables de haber asesinado a muertos irremediables, y asesinos culpables disfrutando del buen vino mientras sus víctimas sólo pueden brindar con las gotas de lluvia que se filtran por las rendijas de sus tumbas asoladas.
    Esos fraudes de ley sí que me quitan el sueño y me duelen mucho más que 4 cortes de franela pública. ¡Por la supremacía de la vida privada! Y porque los jóvenes no nos encuentren nunca mirando para el lado de la ceguera o del olvido. ¡Amén, señor obispo! Dios le guarde.

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