Escribía el domingo pasado en El País mi admirado Gustavo Martín Garzo un luminoso artículo titulado "Una casa de palabras". Entre otras maravillas citaba a dos grandes escritores:
"Paul Valéry dijo que la ternura era la memoria de haber sido tratados con atenciones extraordinarias a causa de nuestra debilidad. Ningún niño se olvida de esas atenciones."
“Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.
Día tras día,
año tras año
pueden transcurrir sin ella.
A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido”
Wislawa Szymborska.
Al leerlo les agradecí a los tres que me hubiesen iluminado, cuánta falta nos hacen las palabras que nos explican lo que sentimos y tan torpemente entendemos. Ahora podemos asegurar y confesar que, en algunos momentos de nuestras vidas, hemos sido tratados con atenciones extraordinarias, tal vez a causa de nuestra debilidad, y que nunca olvidaremos aquellas atenciones.
De aquella epifanía surgió nuestra alma, que todavía disfrutamos a veces.
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