Pensando en las medidas que nos limitan y concretan, se me ha ocurrido una tontería. Que la vida es un conjunto de operaciones matemáticas: en la primera mitad de ella abundan las sumas y multiplicaciones; en la segunda, las restas y divisiones. De cuando en cuando aparece una derivada que trastrueca toda tu existencia y te pone patas arriba el alma. Hay momentos integrales, en los hasta el diámetro del universo resultaría escaso como unidad de medida del sentimiento. Y, a veces, cuando la teoría de conjuntos se humaniza, logras intersecciones prodigiosas: entonces, la matemática se nutre de la química celular y de la física de la atracción gravitatoria (por lo menos).
Pensando en las medidas que nos limitan y concretan, se me ha ocurrido una tontería. Que la vida es un conjunto de operaciones matemáticas: en la primera mitad de ella abundan las sumas y multiplicaciones; en la segunda, las restas y divisiones. De cuando en cuando aparece una derivada que trastrueca toda tu existencia y te pone patas arriba el alma. Hay momentos integrales, en los hasta el diámetro del universo resultaría escaso como unidad de medida del sentimiento. Y, a veces, cuando la teoría de conjuntos se humaniza, logras intersecciones prodigiosas: entonces, la matemática se nutre de la química celular y de la física de la atracción gravitatoria (por lo menos).
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