Un párrafo muy lúcido de un libro muy inteligente, "El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales", de Carlos Granés. Ed Taurus:
"Estos jóvenes no quieren cambiar su estilo de vida; tampoco piden mayor libertad sexual ni más espacios lúdicos. Piden lo contrario de lo que pedían los sesentayochistas. Quieren entrar en el sistema alienante, quieren un Estado de Bienestar tan burocrático como deba serlo siempre y cuando garantice educación, salud y prestaciones de desempleo; quieren un trabajo estable y perspectivas económicas que les permitan proyectarse hacia el futuro con algún grado de certeza. Antes había que hacer un gran esfuerzo para rechazar las costumbres y estilos de vida de la burguesía; hoy, por lo visto, lo difícil es ser burgués, así se tengan todas las credenciales para serlo –carreras universitarias, posgrados, viajes, intercambios, compromiso ciudadano–. Todo lo que rechazaron los vanguardistas, desde las carreras profesionales hasta un futuro asegurado, pasando por la propiedad y el reconocimiento social, es lo que ahora piden los jóvenes. Ya probaron una vida libérrima; ya probaron la crisis de autoridad en los colegios y universidades; ya probaron las excitantes aventuras que ofrece una vida al margen, sin nada garantizado, con todo en contra, y no les gustó. No se convirtieron en superhombres, como hubiera pronosticado Nietzsche, sino en desempleados frustrados que no pudieron lograr aquello que más anhelan: tener una casa y un trabajo, ser ciudadanos modelo que se preocupan por el medio ambiente, conviven amistosamente con sus vecinos inmigrantes y pagan cumplidamente sus impuestos. Uno de los lemas colgado en la Plaza del Sol recogía con acierto este sentimiento: “No somos antisistema, el sistema es antinosotros”.
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Pues en las aulas donde se me permite convencer a los alumnos de la magia y la poesía de la Ciencia con mayúscula, me engancho a miradas que no otean horizontes llenos de seguridad y narcisismo, sino de esfuerzo y compromiso. ¡¡¡Los jóvenes!!! Los hay así, y asá; incluso locos imbatibles que sostendrán el mundo cuando los doctores que ahora juzgamos seamos sólo humus y, con suerte, recuerdo amoroso en alguna de esas cabezas que presuntuosamente ahormamos.
ResponderEliminarPor cierto, dile a tu amigo del día 16 - el sistema no me deja entrar en las intimidades softwarescas de ese día - que:
Si olvidar o recordar fueran actos voluntarios, cabría plantearse el dilema. Pero, a veces, los recuerdos acometen cual tsunami y arrancan las hojas al manual del olvido con furia huracanada. Un aleteo, una luz apenas, un crepitar de hojas secas, un olor, la silueta embrumada de un paisaje evocan lo vivido. El pasado es más verdad entonces que el latido actual del universo.
Después de todo, quiza sea necesario recordar, aunque sea braceando en el dolor, justo hasta que se conjure el riesgo de enloquecer si se transita el realismo vacuo del olvido. Y, mientras tanto, apurar el presente hasta la hez.