Día 22 Lunes 20-9-2012
16ª etapa Poksundo River (3.820 m)-Ringmo-Poksundo Lake (3.820 m.)
Con razón Nietzsche estaba enamorado de las alturas y de las altas montañas. Cuando casi nadie esquiaba ni escalaba ni apreciaba la nieve, cuando no había estaciones de esquí ni turistas molestos, cuando no había telesillas ni telecabinas ni funiculares, Nietzsche pasaba algunos meses del verano en Sils María, en la Alta Engadina, lo que hoy es St. Moritz. No es extraño que dijese en "Así habló Zaratustra" que se encontraba a dos mil metros sobre el nivel del mar y a muchos más sobre los asuntos humanos. Esa era su gran tarea filosófica.
Ha llovido toda la noche, para variar, pero hemos dormido mejor a menos altitud y sin el ruido de todos los ríos. Despertado, abrir la tienda y ver el lago Poksundo es un placer superlativo de primer orden, el color turquesa, las montañas que lo rodean, un tronco varado en la playa de piedras pequeñas, una roca, también algunos árboles inclinados hacia el agua. Es como un lago zen exacto; si existiese la perfección estética debería estar cerca de este lugar en el que nos encontramos.
Llueve sobre el lago, se producen pequeñas ondas concéntricas que se van ampliando; una ligerísima brisa produce unas pequeñas olas. El reino de la serenidad debe ser este. Y eso que sólo vemos la mitad de las montañas, la parte superior ha elegido las nubes y la niebla para protegerse. No merecemos del golpe toda la belleza.
Abetos verticales, abedules que se inclinan sobre el agua como narcisos, somo seres enamorados de los espejos de altura.
Durante estos días he estado leyendo "El leopardo de las nieves", de Peter Mathiesen, que se perdió con un equipaje cuando se cayó la mula; nuestra motivación para venir aquí. "Historia menor de Grecia", de Pedro Olalla, una manera originalísima de entender la literatura y la historia. "La playa de los ahogados", de Domingo Villar, una novela policíaca ambientada en Galicia. Toda una búsqueda en espiral para alcanzar la verdad. Ahora tengo en mis manos el pequeño libro "Inglés para viajar", al que no hago mucho caso; no logra interesarme ese idioma tan necesario. En el próximo viaje llevaré más libros y más sonrisas.
Como decía Miguel Hernández, "no perdono a la vida desatenta", de ninguna manera.
menos de cuatro horas, con paradas, fotografías, descansos y descalzarnos para pasar un río, todo eso para
llegar a Ringmo, que también se encuentra a la misma altura, en el lago Poksumdo.
El camino es complicado, sube muchísimo sobre el nivel del lago para salvar paredes casi verticales y desde las laderas se descubre un paisaje delicioso y perfecto que no disminuye por la lluvia ligera que cae, ni por la niebla que nos impide ver las cumbres.
El lago es de origen glaciar, con un color azul-verde turquesa tan especial que casi parece pintado entre las montañas, de las alturas vienen arroyos que casi caen verticales. Cuando se lleva casi la mitad del camino se ve Ringmo y el monasterio, todo tan perfecto y tan bien situado en su sitio por la naturaleza que parece imposible mejorarlo. Al llegar a Ringmo nos damos cuenta de que la pequeñísima población podría mejorar en la recogida de basuras y que todavía les falta algo para ser como Suiza.
Dicen que el lago tiene 200 metros de profundidad, pero más que un valle inundado entre montañas parece que las laderas de las grandes montañas comienzan en sus aguas, que flotan, que se colocan con cuidado a su lado para nacer con calma.
Ese color azul-verde turquesa que tanto nos gusta parece que irradia de su interior, con una iluminación propia, una especie de radiación estética (no peligrosa ni radiactiva) de primer orden.
Por la tarde fuimos al monasterio budista de la secta "bom" y estaba cerrado; el lugar es espléndido. También dimos un paseo por el pueblo, entre lluvia; están construyendo más lodges (hoteles) y fuentes que sitúan a Ringmo como entrada del parque Nacional de Poksumdo.
Después encendimos una hoguera en una especie de "portal" que se hace para cocinar y dormir. Hemos cenado al lado del fuego. Más interesante.
Tampoco tengo hoy mucho más que decir, algunas palabras olvidadas, un rumor incesante de vitalidad y dos o tres ambiciones de esas que parecen imposible alcanzar. Sigue siendo imposible recuperarse de la belleza que se sitúa más allá de los límites.
Ahora sabemos que la geografía inventada es otra rama de la literatura fantástica, igual que la Filosofía; en cualquier caso parece que hay vida por encima de los lugares que podemos imaginar.
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