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miércoles, 3 de octubre de 2012

El Himalaya y otras alturas superiores-10

10º día  miércoles 8-8-2012

4º jornada de expedición        Lahini (3.475 m.)- Pigo Phu Cave (3.650 m.)

Nos despertamos, como siempre, a las 6, con un té y con "TATO PANI" (agua caliente. para lavarnos). Como señores.
Empezamos a tomar Edemox para prevenir el mal de altura.
Salimos a las 8 y caminamos más de 3 horas por senderos de vértigo, al lado de desfiladeros angostos por donde circula un río impetuoso. Montañas de más de 5.000 metros aparecen por todas partes. Bosques de abetos, paisajes espectaculares, es como si al terminar un valle empezase otro más elevado.
A las 15,15 llegamos a Pigo Phu, montamos las tiendas y, mientras algunos descansan, uno decide subir unos 500 metros de altura por el cauce seco de un riachuelo. La roca es metamórfica, suelta y difícil. A las 17,15 se encontraran todos, los que descansaban y el que había subido, todos deciden hacer una "espera", una observación silenciosa de los animales que puedan aparecer por la zona. Buscamos un promontorio para mirar y vemos en la cornisa de la montaña de enfrente los primeros bharales.
Escribimos desde el lugar de observación, divisamos desde aquí a la izquierda el campamento unos 200 metros más abajo, el río que desciende y unas montañas escarpadas con poca vegetación. Lentamente el río, justamente debajo de donde estamos, ha ido d ejando durante miles de años millones de piedras como sedimentos, como regalos redondeados.
Seguimos encontrando mucha suciedad, envoltorios de plástico, de papel de todos los productos industriales de consumo (zumos, chicles, caramelos...).

¿Qué es necesario para ser una montaña del Himalaya?
Sobre todo no tener vértigo, querer ascender a la máxima altura, desafiar todas las leyes de la gravedad, atreverse a erguirse, desafiar los límites de la resistencia geológica y de la imaginación. estas montañas son el mayor museo de escultura al aire libre de este planeta, el más grandioso, el más espectacular. Y, por encima de todo, siempre hay que seguir subiendo y amar la nieve y el hielo y jugar con los glaciares y sentir que toda erosión es una cosquilla graciosa que embellece más todavía la vida de las alturas.

Para los que no posean ninguna belleza ni atractivo especial, para los que no son artistas ni se sienten especialmente interesantes, para los que aburren a las piedras con su propia mediocridad... es necesario tener un tesoro (de oro) en su interior, o una montaña elevándose.

El sacrificio:
En el lugar que comimos vimos a unos hombres que cargaban con unas vigas de madera de 4 o de 5 metros de longitud, que pesarían unos 70-80 kilos. Por subirlas a Tarap, a 15 kilómetros de distancia, les dan 400 rupias. Nos dicen que el sueldo medio en Nepal es de 900 rupias (9 euros). Daba pena y dolor ver a aquellos pobres hombres sacrificados bajo aquellos pesos imposibles de soportar, haciendo equilibrios imposibles para llevar a la espalda esas vigas, sujetando todo el peso desde la frente -como se hace aquí, en Nepal-. Si existe un trabajo inhumano, este es un buen ejemplo. Parece ser que, cuanto mayores son las cargas, más les pagan; pero deben ir inclinando las vigas hacia arriba o hacia abajo para que no choquen contra las paredes de estos estrechos caminos de montaña.
Me temo que deben sufrir más que lo que cuentan de Jesucristo llevando su cruz. Este parece un calvario más largo y prolongado, unos Sísifos nepalíes.

El Himalaya como obra de arte
Dos mil kilómetros de longitud, decenas de miles de montañas, las más altas, las más peligrosas, las más bellas y vertiginosas. Aquí se puede decir con razón lo que afirmaba Rilke sobre la belleza (de los dioses, de los ángeles)... "la belleza es el comienzo de lo terrible, que apenas conseguimos soportar, y la admiramos tanto porque, serenamente, desdeña destruirnos".

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