301-400
Todos
los geógrafos que han dedicado su vida a tratar de entender el archipiélago han
sucumbido a la tentación de vivir en la isla que les ha llenado de pasión y no
solo de reflexión y entendimiento, produciéndose así el extraño fenómeno de ver
que todas las islas están pobladas de geógrafos, cartógrafos, viajeros
intrépidos y exploradores de lo intacto.
Tan
curiosa circunstancia hace que otros geógrafos, cartógrafos y exploradores (así
como psicólogos, filósofos y antropólogos) de otras universidades y universos
se acerquen a esta extraña colección de islas habitadas con la finalidad, noble
sin duda, de entender el origen de tanta fascinación.
Dicen
que algunos llegaron diciendo que esperaban lo inesperado, otros que pretendían
explorar lo inexplorado, alguno -más extraño y sutil- pretendía inexplorar lo
explorado como el geógrafo místico que sabía que para ir donde no sabes hay que
ir por donde no se sabe. Tampoco faltaron los que intentaron olvidar lo
inolvidable, explicar lo inefable, nombrar lo inimaginable o, simplemente,
aliviar lo incurable.
¡Extrañas
criaturas son los náufragos!
¡Extraños
prisioneros son los navegantes solitarios!
Hera
asegura que el fuego es el origen de todas las islas actuales, que en el pasado
todo surgió de volcanes y erupciones y que, en demasiados casos, ese fuego
interior se ha apagado. También dice que lo que cambia y lo que permanece es lo
mismo. Por eso todo fluía hasta representarse como escultura cinética.
Y
esos volcanes, activos cuando quieren, son creadores de nuevas formas que se
endurecen y se templan en su contacto con las aguas del mar, generando nuevas
posibilidades que la imaginación inteligente ha de tener en cuenta si quiere
seguir los mejores indicadores de la realidad.
Lo que no saben Fabiano
ni Ángel es ayudar al que no se deja ayudar, lograr que sea autónomo el que
solo desea ser libre a costa de los demás, o suavizar el carácter del que
siempre se cree en posesión de la verdad y la afirma imperativa e
imperiosamente.
En EL CUARTO GRUPO DE
ISLOTES y en LA CUARTA ISLA los dos sospecharon que lo que en realidad estaba
sucediendo era que 99, 530 o 7.777 verdades estaban pugnando por salir a la
superficie a la vez, que todas las posiciones querían sobresalir y destacarse,
que todas las ideas querían llegar, que hasta las opiniones deseaban asomarse a
la superficie, que una erupción de verdades, de multiplicidades y de realidades
estaba a punto de estallar ante sus ojos. Terremotos, maremotos, huracanes, todos
los instrumentos del barco indicaban tensiones y estallidos.
El capitán del barco
les advirtió de todos los peligros, pero ellos tenían que desembarcar en la
isla circular de 400 metros de diámetro compuesta de 40 anillos concéntricos de
10 metros cada uno que giraban a distintas velocidades en sentidos
aparentemente caprichosos, por lo que los 200 metros para llegar al centro les
hizo girar en el sentido de las agujas de un reloj o en el sentido contrario
cada vez que cambiaban de anillo.
No era fácil saber si
era una especie de diana geográfica, un laberinto circular, una máquina de
precisión para hacer girar a las tormentas en el océano o uno de los más
sofisticados relojes de marea que se hayan diseñado y construido.
401-500
Es
ridículo suponer que una isla puede crecer como una columna o una chimenea, o
que otra se sorprenda al ver una mañana que le han crecido anillos concéntricos
como atolones (que sin duda recuerdan a los admirables anillos de Saturno); sin
embargo eso es lo que sucede todos los días según el evangelio más optimista o
la interpretación de los hechos que pueden estudiarse (o no) aislados.
También
puede parecer ingenuo que todavía existan islas enamoradas capaces de hundirse
en la depresión más obscura de la Fosa de las Marianas porque otra isla o
islote o istmo o península Barataria las haya dejado solas, abandonadas a su
suerte y a la amenaza de olas desprovistas de ternura, de corrientes sin gracia
y de mareas sin encanto.
En
este sentido nadie espera encontrar ilusiones desmesuradas, emociones
desmedidas, pasiones desorbitadas, proyectos volcánicos ni decisiones
embriagadoras. Los años pasan su factura y ya todo se ve como si fuese esta la
única realidad.
Y
ya se sabe que la realidad, como la verdad (y como el personaje de ficción
Antonio Mairena), también se inventa.
Parmen
es partidaria de la permanencia, si alguien ha nacido en una isla ese es su ser
y en él debe permanecer. No es posible cambiar por más que lleguen noticias de que
existen más puertos, más modelos de barcos y nuevas rutas comerciales.
Perseverar es una forma de misticismo.
Esa
estabilidad es responsable de que las esferas sean lo que son.
LA QUINTA ISLA también
era circular, medía 500 metros de diámetro y en el centro tenía un profundo
pozo de cinco metros de diámetro que parecía de bronce y era perfectamente vertical,
no se veía el fondo y por eso decidieron dejar caer una piedra en su interior.
Según sus cálculos, en cinco minutos la piedra volvió a aparecer surgiendo del
interior de la galería vertical. Sin que hicieran nada la piedra se elevó hasta
cinco metros de altura y volvió a caerse al interior de la sima circular,
volviendo a reaparecer a los cinco minutos. Eso se repitió varias veces. Poco
después les llegó el aviso del Servicio de Anomalías Geológicas en el que se
les comunicaba que en su antípoda se había originado un cráter circular de
cinco metros de diámetro por el cada cinco minutos aparecía una piedra que se
elevaba cinco metros y volvía a caer.
Alguien estaba jugando
con la gravedad, pero ellos no sabían lo que estaba pasando.
–Son demasiadas
razones, dice Fabiano.
–El día que discutimos,
contesta Ángel, fue el peor de mi vida.
–Sí, tienes razón, no
sé por qué caemos en la tentación de querer tener toda la razón.
–Ya sabes lo que decía
Lutero de la razón, que se va con cualquiera, le recuerda Ángel.
–Lo sé, pero también la
fe, la ciencia, la filosofía, el arte, el éxito, el dinero y la suerte se van
con cualquiera.
–También es verdad,
concluye Ángel.
–Y hasta es posible que
todos tengan razón o, al menos, su razón con minúscula, igual que tienen su
cuerpo, su materia, sus sueños, sus alegrías…
–Todo está distribuido
y, tarde o temprano, nos puede tocar, nos puede caer en suerte o en desgracia.
–Esto de existir no
deja de ser peligroso, dice Fabiano.
–Pero la alternativa,
no existir, parece bastante peor, dice Ángel sonriendo.
–Tal vez no sea peor,
sencillamente no es, no sería.
–Y, si te digo la
verdad, no ser es una cosa que no me apetece nada.
–Nunca mejor dicho, si
no eres entonces está claro que nada te puede apetecer.
–¡Lógico!
–El problema es que, si
no existiéramos, seguiríamos imaginándonos viendo las infinitas posibilidades
de la existencia y eso despertaría nuestras apetencias y emociones.
–Lo normal, la vida es
más interesante que el infinito no estar en el no ser, concluye Ángel muy
serio.
–¡Menudas expresiones!
–Solo trataba de
expresarme correctamente.
–Te entiendo, creo que
te entiendo, dice Fabiano.
–Y eso que hay
demasiadas maneras de entender cualquier cosa.
501-600
No
se sabe a ciencia (ni a filosofía ni a poesía ciertas) si las islas eran
exactamente 7.777 o mil, como las más de mil gracias derramadas, o mil y una
como las célebres noches de amor y cuentos encantados. No sabemos contarlas,
tampoco importa demasiado. Las islas son inquietas, cuánticas, y cuando crees
haberlas contemplado en todo su esplendor, en su longitud y latitud concretas,
resulta que al día siguiente, o ese mismo día por la tarde, se han marchado y
son ilocalizables, dejando a los pobres islógrafos aturdidos y desorientados.
No
es extraño que muchos de estos especialistas en describir territorios inciertos
hayan abandonado su ciencia -que antes dominaban con exactitud y rigor- por una
inexplicable combinación de Poesía, Filosofía e Historia del Arte. Entendiendo
que la Historia del Arte para ellos, que ya han vivido y viajado lo suyo,
empieza en Ciágara, continúa en Solón y no termina nunca de sorprenderles.
Empe
sostiene en realidad que toda isla es un volcán encendido y apasionado. Un
volcán de bronce y oro. Un volcán de aire y oro evaporado. Un volcán de agua y
tierra apasionada.
Otros 99 islotes
iguales y una SEXTA ISLA que el radar dibujaba como circular, con 600 metros de
diámetro, pero que estaba como perdida en la niebla. Solo nubes, vapores y
brumas habitaban aquella superficie lisa y fría, deshabitada y poco acogedora.
–¿Y qué haremos para
que eso no nos vuelva a ocurrir?, preguntó Ángel.
–No sé, tal vez ser un
poco más escépticos, más relativistas, menos dogmáticos y nada fanáticos.
–Podría ser una
solución.
-¿Solo “una solución”?,
preguntaba ahora Fabiano.
–Lo cierto es que no
sabemos cuántas soluciones hay.
–Ni cuántos problemas.
–No sabemos mucho.
–No, mucho no, pero con
lo poco que sabemos podemos hacer maravillas, contestó sonriente Fabiano.
–Sí, siempre se puede
hacer algo.
–Fíjate, ni siquiera
sabemos por qué hay siempre exactamente 99 islotes entre cada isla y por qué
siempre están a distancias regulares unos de otros.
–Tienes razón, si la
isla tiene cien metros de diámetro ya solo les quedan 900 metros a los 99
islotes y han de distribuirse y
disponerse a la distancia adecuada.
–¡Cuántos islotes!
–¡Cuántas distancias!
601-700
La
primera isla que aparece cuando te acercas por el este es de una maravillosa
roca caliza y tiene la playa de arena más suave, como el beso más dulce y
prolongado, como si quisiera entregarse de lleno al contacto con otros seres delicados
llegados de lugares insospechados del universo.
Que
esta isla posea los dos árboles verdes más grandes y hermosos de todo el
archipiélago de deseos no es más que una profecía autocumplida. Desde siempre
los investigadores atentos han intuido que -si realmente se desean- la verdad,
la belleza y la bondad acaban apareciendo; lo que de alguna manera parece
explicar que los que esperan mentira, fealdad y maldad terminan encontrándolas.
Por eso, creen algunos, siempre se debe aspirar a lo mejor; por eso estas islas
solo pueden ser islas y han de flotar lejos de territorios masificados.
La
última isla está tan cerca del continente que no puede distinguirse ni
diferenciarse de él. El islote apenas mira, por vergüenza, por educación, por
timidez, por cobardía, por dejar hacer, por no molestar.
Todas
las islas tienen faros invisibles.
Ágoras
considera que las islas son las semillas de las que surgieron los continentes y
que los continentes no son más que islas complicadas.
Los dos se pusieron de
acuerdo, al ver la SÉPTIMA ISLA, que podía ser la famosa Ínsula Barataria, pare
ellos sería la isla en la que no tendrían que discutir más, solo intercambiar
razones, argumentos, emociones, comentarios, interpretaciones; pero sin
discutir, sin enfadarse, sin alzar la voz, sin distanciarse, sin dejar de
hablarse, sin tensiones innecesarias, sin banderas, sin fronteras, sin
conflictos.
Sería mucho imaginar un
episodio en el que tanto Ángel como Fabiano tuviesen que juzgar las intenciones
de Sancho Panza, sin saber muy bien si pretendía enriquecerse con el gobierno
de la ínsula o si lo que pretendía era hacer justicia al nivel de los hombres
que, como él, vivían de su trabajo y solo se sustentaban del esfuerzo que
hacían.
Llegados al caso imaginado
Sancho se presentaría ante ellos en actitud humilde pero no servil, digna pero
no orgullosa. Los dos miembros del Alto Tribunal Baratario le preguntarían
sobre sus hechos e intenciones. A lo que Sancho, sin duda tan astuto como
avispado, contestaría con su proverbial habilidad tan llena de refranes como de
proverbios. Al final los descolocaría un poco al decirles que “todos los
refranes trabajan a la vez”. Ángel diría entonces que esa especie de
meta-refrán que se refiere a todos los refranes y a sí mismo es un tanto
pretencioso. Comentaría algo sobre la expansividad general tan extraordinaria
de ese super-refrán, mientras que Fabiano consideraría que ese refrán tan
especial encajaría perfectamente en su idea de un universo complejo donde no
solamente existen muchísimas cosas sino que ocurren y transcurren e
interaccionan a la vez. Como ejemplo pondría, si Sancho tuviese a bien
considerarlo -a pesar de que faltasen cuatro siglos para que ocurriese y fuera
pertinente su elección- mencionar el atentado contra las Torres Gemelas de
Nueva York, en el que no solo ocurrirán u ocurrieron (según se mire) muchas
cosas, aviones que chocan, estructuras que se rompen, incendios que se producen,
cascotes, muertos, heridos, explosiones, derrumbes… sino que todo eso sucederá
o sucedió a la vez y que es precisamente eso lo que nos cuesta tanto entender.
Cómo es posible que
todo ocurra a la vez y que las Leyes de la Naturaleza, las de la Física y la
Química y la Biología y… estén tan atentas
que nunca se olvidan de ejercer su oficio ni de estar pendientes de su
tarea, que nunca se descuiden ni retrasen en su aplicación.
El mismo Sancho,
bastante espabilado, se sentiría aturdido y hasta confuso, cuando viese el caos
en el que se estaba metiendo. Todo, y todo a la vez y todo observado,
comentado, hablado, comunicado, pensado por todos simultáneamente.
–Esta forma nueva de
volverse locos no me convence nada, diría Sancho; es más, considero que sería
más lógico y más sencillo intentar entender una y solo una de las acciones humanas
o la simple caída de una piedra que ese maremágnum de destrucciones, números,
desequilibrios, ruidos, roturas y grandezas.
–No está mal pensado,
contesta Ángel.
–Si quieren hacerme
caso, háganlo, y si no allá ustedes, pero tengo por seguro que mi buen señor
Don Quijote habría hecho justicia a tantos bellacos, malandrines y seres
retorcidos con sus malas intenciones, ya que no es de recibo considerar verdaderamente
humanos a los que están más cerca de la peste que de la inteligencia sensible.
–Difícil tarea la de
ser humano, añade Fabiano.
701-800
Cualquier
cosa no es una isla; por ejemplo, una puerta, por sugerente que sea y por más
abierta que esté, no es una isla.
La
isla Paradoja no es una isla cuántica, por más que el nombre indique una
existencia posible para ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo espacio.
Esta isla está cerca de la isla de las Contradicciones.
De
todas las dimensiones imaginables la sonrisa es la más importante y la amistad
la más necesaria.
De
todas las islas la más necesaria se constituye alrededor de la isla Alegría,
sobre todo si es contagiosa, si es disparatada, si es dicharachera,
benevolente, gozosa y camina como ingrávida.
De
todas las vidas la más necesaria es la isla Sonrisa.
Democrio
afirma que todas las islas son materiales, que los mares y océanos no son más
que la separación necesaria para que existan islas.
Nuestros dos
investigadores llegaron a LA OCTAVA ISLA, también llamada Isla de la Ilusión
(en el pasado denominada La Atlántida), y comprobaron que se sostenía sobre
cimientos de ensueños, utopías y quimeras, sobre pilares de ficciones, deseos y
espejismos, y sobre soportes de alucinaciones y anhelos.
Allí comprendieron que
la ilusión de la vida se convierte en brevedad, la ilusión del arte se vuelve
fotografía pasajera, la ilusión de la duración se torna inestabilidad, la
ilusión invulnerable de la juventud llega a la madurez un tanto erosionada.
Sin embargo Ángel y
Fabiano no discuten sobre la impermanencia de todas las cosas ni sobre las
desilusiones, hablan sobre ese saber mantenerse por encima del espacio y del
tiempo, de la estabilidad que baila sobre el terremoto, de la permanencia que
se manifiesta por encima de la estabilidad. Como si de una apuesta se tratara,
una especie de compromiso para ser eterno durante 108 años y por saber que no
hay más que beneficios en la paz interior de los volcanes hambrientos de
catástrofes. Y así, como si de una esfera eterna se tratara, giran, hablan y se
mueven, pero solo avanzan de forma helicoidal. La isla Ilusión es helicoidal,
como una escalera que gira sobre sí misma y sobre sí misma asciende y desciende,
sin término.
Mucho trabajo les costó
a los dos abandonar esta isla ilusionada e ilusionante, tal era su poder de
atracción que, muchos años después, todavía seguían recordándola.
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