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domingo, 1 de septiembre de 2019

Las islas Nómadas-I















LAS ISLAS NÓMADAS


Faustino López
























FIN


No quiero modificar la eternidad con mi presencia, pero podéis contar conmigo para prolongar el infinito un segundo y un milímetro más, aunque no sé si debo permanecer más tiempo en este estado. El universo debería haber intervenido ya y eliminado todas las perturbaciones planetarias que le impiden generar y mostrar el resplandor definitivo, la gloria imperecedera, la Belleza absoluta de la luz más risueña.
Si la alegría es posible, debería ser ahora. Si el Cosmos es probable, debería hacerse y configurarse ahora mismo según su palabra.
Pero ignoramos qué palabra es la que pondría todo en marcha. Ángel desconoce la realidad y solo habla  de la materia de la que están hechos los + +sueños. Fabiano ignora el mundo y cree que todo es un juego, pero no sabe qué juego es ni qué reglas tiene, ni siquiera sabe quiénes juegan en este acertado y curioso tablero.
Por otra parte dicen que en el Archipiélago de los Náufragos solo se percibe la mitad de la ilusión.


Cuando a Ángel y a Fabiano les encargaron investigar la aparición de las 7.771 islas en el Océano Atlántico nadie sabía las preguntas que había que hacer, las sospechas que deberían establecerse ni las consecuencias de todo aquel estudio.
Estaba claro que no era una aventura de ínsulas ni de encantamientos, ni siquiera parecía un episodio, únicamente parecía un trabajo más.
Les dieron 77 días para descubrir por qué, cómo y de qué manera, sin la menor explicación geológica ni lógica, habían aparecido las 77 grandes islas y los aproximadamente 7.700 islotes. Pero nadie sabía si eran 7.771 o 7.777 islas, islotes y atolones.
El método que se propusieron emplear, una vez que les plantearon la cuestión en el Ministerio de Asuntos Totalmente Exteriores, les pareció el más adecuado. Irían parando cada día en una isla, deteniéndose para observar, analizar e investigar, tanto la isla como los islotes, intentando dar con una explicación verosímil de todo lo acontecido. No es cierto que el mundo no tuviera problemas más importantes, graves y urgentes que resolver, pero no dejaba de ser una curiosidad imperiosa descifrar el enigma de las Islas Nómadas, de ese archipiélago de náufragos que había aparecido así, sin más ni más, sin ton ni son, sin razones ni argumentos, sin causas ni antecedentes, sin premeditación.
La primera hipótesis que descartaron fue la de suponer una extraña estrategia militar, una amenaza de un país enemigo que quisiera ocupar el mar y conquistar todo el tráfico oceánico. Es cierto que las islas habían aparecido a una distancia regular, exactamente a un kilómetro unas de otras, lo que no dejaba de ser un capricho curioso, una obsesión matemática, una disposición enigmática que requería una buena justificación y razonamiento o, al menos, una solución adecuada.
Necesitaron  77 días y 77 ideas para conseguirlo.
No es normal que unos días antes una persona como Ángel haya expulsado a Fabiano, su mejor amigo, de su casa. Lo lógico sería ser amables, educados, agradecidos, sonrientes, tratables. Pero no siempre somos lógicos ni amigos, ni siquiera logramos a veces ser naturales y necesarios. Hay momentos en los que parece que no somos, simplemente seguimos pareciendo humanos.
Piensa Ángel que a los seres humanos debería gustarles presentar las cosas con cierto orden, eso que se llamaba presentación, nudo y desenlace. El problema es que ahora tenemos demasiadas presentaciones, muchas introducciones, excesivos nudos e infinitos desenlaces. Todo son problemas y la cuestión es que tenemos que vivirlos, visitarlos durante un tiempo, traspasarlos por nuestra subjetividad. Y Ángel piensa todo esto porque ve que el mundo es como es y que está como está, es decir, bastante mal, y poco inclinado para dedicarse a la contemplación estética y poética.
Lo mejor de la vida de Ángel son sus encuentros con su amigo Fabiano que, entre otras cosas, fabrica láminas de papel inmaculado, que puede ser empleado para todo tipo de dibujos, pinturas, manchas y disposiciones. Y, a pesar de todo eso, un día, no se sabe bien cómo ni por qué, se enfadaron.
Ángel y Fabiano son amigos desde que coincidieron en el instituto y ya han pasado más de 40 años desde ese feliz encuentro. Los dos son todo lo felices, optimistas, alegres y vitales que las circunstancias les permiten. El único problema es que viven a varios kilómetros de distancia, por eso procuran verse cada dos meses, más o menos, y esos encuentros son tan imprescindibles como necesarios.
Los kilómetros que los separan (y los unen) son como islas que componen el archipiélago de los náufragos, cada isla existe por sí misma y, a la vez, forma parte de un delirio superior. Alguna vez han pensado juntos que cada ser humano es un náufrago, a veces huérfano, como lo es cada isla, cada continente, planeta, satélite, asteroide, estrella, sistema solar, galaxia, cúmulo de galaxias, universo, mundo, cosmos… y que de ese inmenso naufragio solo se salva la amistad, el amor, la ironía, el buen humor, la inteligencia, el arte, la belleza, la ayuda, el cuidado y tal vez alguna cosa más que ahora se les ha olvidado.


1-100

El náufrago estaba esperando una señal, una solución, un mensaje en una botella para cambiar de isla, de vida, de conversación o de órbita.
Fabiano, como todos los náufragos, también espera algo. Todos los náufragos esperan a Godot y Godot espera que no haya más náufragos.
Ángel esperaba una isla. La isla estaba esperando un signo, que no fuese un cuadrado ni un polígono ni un nuevo poliedro regular, esperaba un círculo perfecto, una esfera de oro, una clepsidra sin arena y sin tiempo, o una escalera sonriente para cambiar de náufrago. También podría servir una corona o anillo circular, un anillo de luz.
Desde que había llegado se había mantenido ocupado, habitaba en el mundo de los cuidados y de las atenciones, primero una cueva, después una choza construida con restos de madera que recogía en la playa, más tarde una cabaña de piedra. Siempre atareado, tal vez para no pensar demasiado, ya solo mantenía la mitad de la ilusión, y con esa mitad es difícil vivir del todo.
Tal es su situación que todo a su alrededor es agua, ondas suaves, mar de oro. También existen teorías insinuando que alrededor del agua todo son islas, archipiélagos o trampantojos.
Sabe que la isla está alejada del tráfico marítimo y aéreo, lejos de cualquier lugar habitado, de cualquier cultura y civilización, de la actualidad, de las noticias y de los comentarios. La isla no sale en los mapas ni en las cartas de navegación, no aparece en las imágenes que toman los satélites, nunca ha sido localizada, es como si no existiese, tal vez no exista, lo que no significa que no sea necesaria.

La primera isla es la palabra, cada palabra es una isla que se comunica y relaciona con las demás dentro del laberinto oceánico.
Las palabras nos dicen como nos sale la vida, ¡la vida!, ese es el principal negocio en el que estamos todos comprometidos, piensa Ángel. Pero la meta es el olvido, lo escribió Borges, y olvido somos y desmemoria y desencuentro y desmesura, y algunos hemos llegado antes, pronto, demasiado pronto, piensa Fabiano.
Hace años Ángel le planteó a Fabiano, medio en broma, medio en serio, dar clases de felicidad. Hay tanta gente despistada que apenas sabe cómo salir de los conflictos y embrollos en los que ellos mismos se han metido, sin acertar, después, a encontrar la salida de la botella -como decía Wittgenstein de los problemas filosóficos- es decir, de los problemas. Plantear bien las cosas ya es mucho, casi es medio camino o media solución.
Ahora estaban rumbo a la primera isla, recorriendo en barco los primeros 99 islotes. Al llegar a la primera isla hicieron, sin lugar a dudas, las primeras averiguaciones, o tal vez las segundas, si consideramos que salieron del Ministerio llenos de mapas, archivos, fotos de satélites, observaciones de aviones, datos de posición y ordenadores portátiles con todos los datos técnicos necesarios para no tener que preguntar demasiado y para empezar a extraer consecuencias y conclusiones.
Había una cosa clara, lo que provocó la aparición de las islas conocía las regularidades matemáticas, solo una de cada 100 era una isla, los otros 99 eran islotes más o menos irregulares y así teníamos, vistas desde aviones y satélites, 77 islas circulares perfectas. Y siempre en el mismo orden: 99 islotes, 1 isla, noventa y nueve islotes, una isla…Así repetido 77 veces, empezando desde Surinam, antigua Guayana holandesa, hasta Holanda. Otro enigma, otra tarea para descifrar.
EL PRIMER ISLOTE, a un kilómetro de Surinam, medía un metro de largo y de ancho, una roca que sobresalía en un mar que hasta el 29 de febrero del año 2020 nadie había visto  con anterioridad. Midieron la profundidad del mar y comprobaron que el islote parecía el capitel plano de una larga columna cilíndrica vertical de un metro de diámetro que emergía desde el fondo del mar. Ángel llegó a pensar que, si todos los islotes fueran columnas, podríamos encontrarnos ante el primer templo clásico lineal, alargado, sin profundidad, en el que todas las columnas formarían una sola fachada, un solo plano, un solo perfil, una única dimensión de lo sagrado ahora sumergido bajo las aguas del océano de una hipotética y antigua Atlántida.
Fabiano pensaba que deberían dibujar un mapa (aunque fuese inventado) de un territorio (aunque fuese inexistente) de un océano (aunque fuese cambiante).
Explorado el primero, los 98 islotes restantes eran iguales. LA PRIMERA ISLA era un círculo perfecto de 100 metros de diámetro, según sus mediciones.


101-200

Desde Olanda, la estrella que supuestamente siguieron los Reyes Magos, (Holanda en el mundo más o menos terrestre) hasta Surinam (antigua Guayana holandesa) han ido apareciendo 7.77 islas e islotes  que parecen formar el archipiélago de los isleños involuntarios. Para ser precisos hay que decir que de las 7.777 solo 77 son islas, el resto son islotes. Para ser más precisos también habría que añadir que de las 77 islas solo 7 tienen valor histórico, artístico y sentimental. Y, si hay que definirse y pronunciarse, de las 7, solo una es necesaria.
Cada una ha elegido la longitud y la latitud que ha querido, el clima frío, cálido o templado que ha deseado, así como la altitud, el grado de serenidad y hasta el grado de estupidez que están dispuestas a soportar.
Cuando alguien pasea por alguna de estas islas se encuentra siempre con personas educadas, sensatas y prudentes que caminan despacio por la vida como si lo hubieran entendido todo y supieran ya verdaderamente lo que es importante. Algunas veces pasean con un perro y se muestran amables y conciliadoras.

Fabiano recuerda que Anax consideraba que en el fondo todo es indefinido, impreciso, sin claridad ni distinción, como si no estuviera acabado del todo y se necesitasen los últimos ajustes para presentarlo como es debido. Pero Fabiano sigue trabajando y Ángel siempre le ayuda y le acompaña.
Lo que casi nadie sabe es que todas las islas e islotes están acompañados por icebergs majestuosos, inmensos, con formas tan extraordinarias y abstractas que son la envidia de los mejores escultores humanos. Algunas veces los icebergs son reproducciones en hielo de las mismas islas a las que acompañan sin hundirse ni fundirse.
Este museo de escultura al aire y al mar libre confirma al pie de la letra lo que había dicho el escultor Henry Moore, y es cierto, el mejor escultor es el mar. Aunque siempre podría añadirse que también el tiempo ayuda, y la imaginación, y la fantasía… Incluso un simple tropezar puede dar una idea.
Tampoco es fácil saber si se debe empezar por la coherencia o por los valores, si la coherencia es valiosa, si los valores deben ser coherentes, o si, simplemente, tenemos que aceptarnos con esa colección de incongruencias que se van asentando en nuestras vidas.
En este sentido piensa Ángel que, si eres de izquierdas o progresista o, al menos, no te satisface el sistema actual, no es muy conveniente vivir de las rentas, de tus apellidos, de tu familia o de las tradiciones. Se supone que se debe predicar con el ejemplo y que decir una cosa y hacer otra contraria no es muy presentable que digamos.

El segundo grupo de islotes, del 101 al 199, les pareció disparatado, absurdo y molesto, ya que no encajaba en su hipótesis del día anterior. Los islotes que emergían sobre la superficie del mar eran esferas doradas de un metro de diámetro.
LA SEGUNDA ISLA tenía la forma de un anillo o de una corona circular de 200 metros de diámetro. En el centro justo había un círculo, un “0” (cero) o una “O” gigantesca, una circunferencia o rueda perfecta que parecía parte de un potente y grandioso mecanismo de observación y cálculo de la deriva de los acontecimientos marítimos y terrestres.
Tanto Ángel como Fabiano observaron que el círculo era de bronce dorado, tan bien realizado y terminado que indicaba que solo con un instrumento perfecto se pueden hacer observaciones perfectas y adecuadas. Ángel, un poco más atrevido, llegó a pensar que lo mismo podía suceder con la percepción y el pensamiento humanos, solo un espíritu o una mente atenta, concentrada y perfecta podía liberarse de la disipación y tener la serenidad, la objetividad y la posibilidad de hacer observaciones neutrales sobre el infinito, sobre los dioses, la eternidad o la duración de los relámpagos. Hasta los místicos podrían aceptarlo y creerlo.
Fabiano no estaba muy de acuerdo. Según él las tormentas que se desataban alrededor de la segunda isla y que generaban tifones, torbellinos y tornados se debían a las irregularidades del mundo y siempre se calmaban en el centro de la isla, dada su superficie pulida y sin irregularidades de la isla. La calma y la tranquilidad también necesitan un punto de apoyo y anclaje.
No debemos descartar serias discusiones entre los dos ya que los que investigan en el espacio y en el tiempo siempre acaban observando algunos fenómenos diferentes o terminan interpretándolos de modo distinto. Si Ángel buscaba regularidades matemáticas y geométricas, Fabiano ansiaba encontrar algún ritmo oculto y desconocido que no se dejara atrapar fácilmente. Detrás, delante, arriba, debajo, dentro o fuera de las apariencias, de las ilusiones o de los engaños tenía que haber otro nivel más cercano a lo que los antiguos llamaban verdad y ellos denominaban estabilidad adecuada. Ángel discutiría la adecuación entre sus ideas, sus palabras y los hechos; Fabiano la estabilidad de sus conclusiones, los dos las circunstancias en las que estaban envueltos.





201-300

Unas islas crecen y se transforman en continentes, en planetas, en galaxias, en mundos, en universos, en cosmos, en multiversos… otras disminuyen hasta acabar siendo como rocas perdidas en el océano. Y no falta quien imagine que los planetas son como islas perdidas en el espacio.
Unas se sumergen con timidez para no ser vistas ni cartografiadas y otras se elevan como volcanes altivos, ávidas de alturas y de experiencias viajeras.
Unas se acercan para formar microarchipiélagos como si quisieran abrazarse, mientras otras se alejan de la irresistible adicción que genera el poder según las circunstancias cambiantes.
Unas se comunican como las rocas casadas de Japón (Meoto Iwa) y otras se dan la espalda porque no tienen ni un grano de arena que compartir ni qué decirse.
Unas son soleadas como si fueran residencia de la luz y otras se envuelven en nieblas hiperbóreas delicadas.
Unas son de arena amarilla dorada y están como recién bañadas, otras de arena negra quieren alcanzar la vitalidad tropical de las que acaban de aparecer sonrientes.
Unas son silenciosas y acogedoras y mágicas, otras rugientes y vulgares como multitudes; unas amorosas e inolvidables, otras molestas e intratables.
No todas las islas son habitables, pero  eso solo se sabe después de vivir en ellas muchos años. Y algunos años son como islas incomunicadas.

Fabiano recuerda que Menes considera que la isla es Aire, que la solidez es una pura apariencia, que la apariencia se esfuma a la mínima de cambio, que el cambio es el que convierte todo en todos los elementos, que los elementos evolucionan, que la evolución no descansa…

“El mundo es independiente de nuestra voluntad”, decía Wittgenstein. El deseo tarda mucho y demasiadas veces no logra hacerse real, la vida es dura, piensa Fabiano.
En cualquier caso hay que vivir, le dice Ángel. Esa es la tarea, disfrutar todo lo que se pueda sin hacer daño a nadie.
EL TERCER GRUPO DE ISLOTES, formado por los que numeraron del 201 al 299, y LA TERCERA ISLA, la número 300, tenían propiedades magnéticas, eran potentes imanes de neodimio y el barco que los llevaba tuvo serios problemas para poder resistir tal nivel de atracción magnética.
Ángel y Fabiano discutieron sobre lo que podía significar que solo esos islotes y esa isla tuvieran esa propiedad. Mientras Ángel consideraba que era demasiado pronto para descubrir algún significado, Fabiano insistía en que era adecuado que cada día, cada islote y cada isla tuvieran su oportunidad, su sentido, su encaje en un hipotético sistema en el que a las islas se les permitiese mudar, cambiar y ser nómadas. Si muchos humanos viven como anclados y detenidos, como sin vida y sin gracia, por qué no iba una isla a concentrar en sí misma toda la energía de las tormentas, del viento y de la lluvia y, así, poder moverse.
LA TERCERA ISLA era un círculo apoyado sobre una base cuadrada, parecía como si sobresaliese de una de las caras o superficies de un hexaedro o cubo. Medía 300 metros de diámetro y exactamente 30 metros de altura sobre el mar. Las aguas del océano a su lado no se atrevían a moverse ni a tener dudas ni a formar ondas. En sus cuatro lados no había olas ni mareas ni corrientes, ningún percebe ni mejillón ni lapa ni animal ni alga había podido fijarse a su superficie, tal era su poder y su extravío.
¿Qué podía significar todo esto? En el Cuaderno de Resultados los dos apuntaron sus conclusiones después de un largo e interesante debate.
“El conjunto de la tercera isla es un misterio tan indescifrable como cualquier otro”, escribió Fabiano.
“Se podrían decir muchas cosas, pero ninguna tendría sentido ahora”, apuntó Ángel.
El barco que los transportaba tuvo que poner al máximo todos sus motores para poder alejarse del lugar y superar aquel intenso poder de atracción magnética. También los marineros y los oficiales del barco empezaron a  sentirse mejor en cuanto abandonaron su zona de influencia.




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