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domingo, 1 de septiembre de 2019

Las Islas Nómadas-V



1701-1800

La isla más tímida siempre está escondida o sumergida, pero se mantiene a flote gracias a su poderosa alegría.
La isla sumergible, la isla submarina, la isla apenas existente que solo dialoga con las ballenas.
Las ballenas son islas evolucionadas, como los baobabs y las jirafas voladoras.
La isla griega más apolínea está pintada al óleo áureo más refinado.

La isla de Islandia o de Holandia es la más difícil de encontrar, de ver y de contemplar.
Cuando Fabiano y Ángel llegaron a la isla lo primero que hicieron fue abandonar toda pretensión de aumentar su conocimiento, simplemente se dejaron llevar por todo lo aprendido, por lo que vieron como dinamismo, encanto y perfección. Por primera vez aparecieron los árboles y las praderías, los manzanos, los avellanos y los nogales. Una montaña casi vertical acentuaba su encanto, casi era imposible imaginar una isla como Es Vedrà que, con una base que no superaba el kilómetro de longitud, sin embargo se elevaba 7.777 metros sobre el nivel del Mar Erráneo en la provincia de Asturania.
Pero no eran sus praderías con sus frutales ni su montaña gigantesca lo que acentuaba su carácter de paraíso natural, su encanto radicaba en las gracias  derramadas, según el dictamen de San Juan de la Cruz.
La solución estaba delante de sus ojos, pero no sabían reconocerla. La verdad estaba allí y no la entendían. La Belleza residía en la isla y no sabían celebrarla. La bondad los transformaba, pero no podían hacer nada con ella.
Cuando Fabiano decidió plantar una secuoya al botánico de la expedición le pareció una buena idea, cuando empezó a crecer delante de sus ojos todos quedaron fascinados. Ángel calculó que estaba creciendo de una manera extraordinaria, mil metros en la primera hora hasta llegar a 7.777 metros en algo menos de ocho horas. La misma altura que la montaña, el mismo número de islas, eso indicaba algún tipo de significado que debía ser analizado y descubierto.
Al terminar el día Ángel y Fabiano todavía no salían de su asombro. Allí permanecieron 77 días y 77 noches que, a efectos prácticos, no quedaron registrados ni en el cuaderno de bitácora del capitán del barco ni en la novela que algún cervantino deseaba estar escribiendo para uso y disfrute de las siguientes generaciones, ya que con la actual, calculaban que habría muy pocas posibilidades de relatar algo interesante sin interrupciones.
Y bien estará indicar aquí que, pese a todas las dificultades geográficas y de navegación, Ángel y Fabiano se atenían en todo lo posible al plan establecido ya que esas eran las órdenes y los plazos marcados.
Nadie sabe muy bien cómo ni de qué manera lograron que sus paradas prolongadas en algunas islas no se anotasen como duración, no se contabilizasen como días sucesivos del calendario y no constasen como paso del tiempo. Siempre había algo misterioso en las islas, sobre todo en esta isla tan afortunada como desconocida.


1801-1900

Una isla nunca tiene solución. Sobre todo cuando desea ser istmo con todas sus fuerzas o ser península o continente o planeta sólido completo.
La ambición lo estropea todo, excepto las sonrisas bondadosas. E incluso las sonrisas con el tiempo se hacen flores inmarcesibles que se marchitan.
La vida del viajero se parece en todos los momentos de la historia, a veces se trata de llegar, a veces desea detenerse, en algunas ocasiones comprende el dolor y la felicidad de los otros. Pero no siempre.

La isla Intemporal no padecía ningún fenómeno meteorológico extremo, no llegaban tormentas ni borrascas, ni tempestades ni galernas. Es lógico, pensaron Fabiano y Ángel, una isla Intemporal no puede tener temporales, una isla Eterna no puede convivir con el tiempo, una isla inmune al paso del tiempo no puede verse sometida a la acción y a la erosión de las olas y del viento. Por no les extrañó que, en vez de playa, la isla tuviese horizontes; que en lugar de límites, la isla estuviese rodeada de anillos de Saturno que giraban a su alrededor y a 777,7 metros de altura.
El astrónomo de la expedición intentó calcular la posibilidad de que un acontecimiento semejante se pudiera dar en la Tierra y llegó a la conclusión de que lo que estaban viendo era imposible.
–Si estos anillos son imposibles entonces la eternidad es imposible, dijo Ángel.
–Si lo que vemos con nuestros propios ojos no es posible, entonces la Intemporalidad es imposible, le respondió Fabiano.
–Lógico, dijo Ángel, lo in-temporal es im-posible.
–Eso quiere decir que fuera del tiempo no hay nada posible.
–Eso me cuesta mucho aceptarlo, es posible que fuera del tiempo haya posibilidades que no imaginamos.
–O que fuera de lo que podemos imaginar existan otras temporalidades y hasta eternidades intermitentes.
–No lo sabemos.
–Es cierto, no lo sabemos, pero podemos sospechar que el tiempo es un obstáculo para la eternidad.
Al acabar el día (que no se terminaba en la isla Intemporal) prosiguieron su viaje, aunque ellos nunca abandonaron aquella isla. 
1901-2000

Cuando llega el silencio a la isla de la Música Dorada todos los náufragos se reúnen alrededor del Círculo de Luz. Entonces la isla se convierte en atolón y dibuja y constituye un círculo perfecto.
De esa forma surge la armonía ascendente y las aves mayores consuelan a los ciervos vulnerados. Ya no se producirán más  abandonos.
Todo es tan perfecto que no falta quien lo considera aburrido, predecible y falto de interés. Es posible que granice y nieve a la vez, que llueve y salga el sol simultáneamente, que el arcoíris se muestre en plena noche con luna llena. Es posible todo.
El archipiélago es como un coro de olas celestiales movido por la mejor música.

Ángel y Fabiano no podían creer que en el Mar de Dudas que rodeaba a la Isla de la Evidencia se pudiera caminar sobre las aguas, como decían que a su debido tiempo había hecho Jesucristo.
En cualquier caso lo que más les impresionó de su estancia en la isla que se rinde a la Evidencia era que la luz era como de atardecer y las estrellas estaban literalmente al alcance de la mano. De hecho las más bajas estaban a 1,777 metros de altura y las más altas, según calcularon, a 7,771 metros. Pero, más importante que las mediciones exhaustivas a las que estaban obligados por contrato era la experiencia de tener mundos en sus manos, los podían tocar y mover, aunque cariñosamente regresaban a sus órbitas y posiciones originales. Esas pequeñas luces y esos pequeñas esferas que giraban en torno a las estrellas del microcosmos debían ser uno de los regalos más originales del cosmos, pero no eran proyecciones de luz como en los planetarios, ni simulaciones en holograma como en una escena de una película de la mal traducida como “La guerra de las galaxias”. Se parecían muchísimo más a las esculturas móviles del gran artista Alexander Calder.
Mucho tuvo que insistir el capitán del barco para que, al finalizar el día y el plazo de estancia en la isla, ellos, Fabiano y Ángel, aceptaran abandonarla. De alguna manera embarcaron, pero se dice que durante años su mente, su alma, su espíritu y su imaginación continuaron jugando con aquel universo tan a su alcance, seguían disfrutando de todo lo vivido a manos llenas, sin interferencias, sin penas ni olvidos.


2001-2100

En estas zonas del mundo las islas disimulan su origen y no le cuentan a nadie ni su condición ni su estado.
A este fenómeno se le ha dado en llamar islismo, que parece ser más un movimiento de una nueva vanguardia artística que una moda social.
Los íslicos son seres que prefieren no sufrir demasiada compañía, sobre todo de los que hablan demasiado.
Los que saben lo que se debe hacer no tienen problemas, pero algunos tienen dudas.

En esta isla sonaba la “Danza de los Bienaventurados”, de la ópera “Orfeo y Eurídice” de Gluck, que daba nombre a la isla, isla Gluck o isla  de Gluck. Lo que no vieron por ningún lado es el célebre paralepípedo o monolito negro de la película “2001. Una odisea en el espacio”. En el centro de la isla, como en muchas del archipiélago lineal, había una esfera de 7,777 metros de diámetro.
Su odisea no estaba siendo muy complicada, no se encontraron con nadie, ¿es posible que todas las islas estuvieran deshabitadas?, ¿o es que su reciente aparición hacía imposible que hubieran sido descubiertas y colonizadas? Los náufragos son como espíritus hiperbóreos y ya no se cuentan entre las personas que habitan el mundo terrestre.
Era posible que ellos fueran los primeros visitantes, los primeros en pisar sus playas y superficies, los primeros en admirarlas.
Ángel no sabía por qué sonaba esa música divina, tan celestial y perfecta. Fabiano comentó que esa serenidad solo se conquistaba en la madurez de seres no pervertidos ni contaminados por la riqueza, que conocían de alguna manera la virtud y comprendían el valor de la amistad y el amor. Pero a Ángel todas esas palabras le sonaban a músicas celestiales, incluso demasiadas veces le habían parecido ya palabras bastante vacías y metáforas demasiado poéticas.
Fabiano a veces creía en las palabras, pero no siempre. También él había sido castigado por la realidad.
¿Encontrarían alguna vez la manera de creer en lo que estaban buscando?, ¿sabían lo que estaban buscando?, ¿si lo encontrasen lo reconocerían?, ¿si lo reconociesen sabrían acercarse?, ¿si se acercaran llegarían a alguna parte?, ¿y si llegasen a alguna parte, qué pasaría?
2101-2200

El catálogo general de las islas ya no está disponible, la tarea de completarlo era tan infinita como imposible e inabarcable dada tanto la natural disposición de estas islas para el cambio como la brevedad de la vida humana.
Si a esto añadimos que un sinnúmero de icebergs también querían ser catalogados y clasificados como islas efímeras, entonces podemos imaginar la magnitud del problema y la dinámica del asunto.
El hecho de que algunos quieran hacer exposiciones enciclopédicas y catálogos razonados con todas las islas conocidas y reconocibles no hace más que confundirlo todo, ya que una cosa es la geografía y otra un Museo de Arte Contemporáneo.

La isla del Descanso es una de las más raras, dado que el mundo se ha visto invadido por mil millones de maneras de perder la atención y el tiempo.
Dicen los que hasta aquí han llegado que, en una ocasión, todos los habitantes de la isla se acercaron a sus playas en un atardecer nublado, que parecía que todos pretendían suicidarse a la vez pero que, en un instante, un imprevisto y potente rayo de sol tan amarillo como naranja los dejó tan fascinados como asombrados e indefensos. Desde entonces la luz es su más poderoso estímulo vitalista, su cómplice en la captación de la alegría y su fuente de optimismo, su debilidad es ahora su máxima fortaleza.
Ahora pueden descansar del torbellino imparable del mundo, ahora no necesitan las invenciones constantes y los descubrimientos permanentes. Ahora se han escapado del tiempo y no permiten que sus agujas giren cortando su eternidad en cómodos pedazos que antes llamaban milenios, siglos, años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos… Ahora no mencionan nada relativo a su pasado temporal y, si lo hacen, hablan de milenios de eternidad, siglos infinitos, años de permanencia, meses de duración, semanas de continuidad, días perennes, horas perpetuas, minutos inmortales, segundos inolvidables, sonrisas en constante desarrollo… que no les falte la risa.
Los que han llegado hasta este nivel no son precisamente muy jóvenes y parece ser que todos conservan en su interior todo aquello que no han sabido hacer bien.
En ese proceso de maduración y depuración saben que solo deben dedicar su atención a las mayores y mejores realizaciones del espíritu, del arte, de la filosofía, de la ciencia, del conocimiento y de todo lo que sea de la misma sustancia y condición.



2201-2300

Se alejan las islas del ajedrez y de la gramática más lógica, improvisan, se hacen absurdas o surrealistas, o consideran seriamente ignorar su condición de seres reales aislados, solitarios, únicos e inconformistas.
Además han decidido desconfiar de cualquier narrador humano, son conscientes del peligro que corren cuando su historia es contada por náufragos cuentistas sin escrúpulos, muchas veces huérfanos de todo y sin ninguna vocación definida.
Entre las islas y los humanos no han ido siempre bien las cosas.

La isla de Platón es ideal, por eso no es fácil de encontrar ni de reconocer, acostumbrados como estamos los seres humanos a traficar con la parte más material y cotidiana de la realidad insistente.
La isla Ideal no resuelve nada, pero enseña mucho; no soluciona nada, pero parece explicarlo todo; no está en nada, pero parece elevarse hasta el infinito.
Pocos son los habitantes de esta isla; una, dos, como mucho tres personas divinas que se van sucediendo y que, en raras ocasiones, pueden convivir en la perfecta armonía del preludio del aire más puro y elevado.
Cuando llegaron Ángel y Fabiano estaban en la isla tres diosas idealizadas, bienaventuradas, que se habían despojado de toda materia reconocible y en las que solo permanecía la dulce armonía de los seres serenos y felices.
–Dichoso es el día en el que unos humanos como nosotros gozamos del inmerecido placer de contemplar tan elevadas bellezas, dijo Ángel.
–Y feliz el que puede decir: confieso que lo he vivido, aunque solo sea un momento, añadió Fabiano.
–No debéis hablar con nosotras desde tan abajo, somos seres como vosotros, y estamos sometidas a las mismas leyes de la naturaleza que nos gobiernan a todos, dijo la primera diosa.
–También tenemos enfermedades y envejecemos como vosotros, dijo la segunda diosa.
–No somos especiales, concluyó la tercera.
–Lo que vemos afirme lo contrario, este despliegue de luz sonriente y cálida solo puede surgir de lo perfecto, afirmó Ángel.
–Apariencias, dictaminó la primera diosa. Lo que veis solo son quimeras  e invenciones vuestras, alucinaciones debidas a un deseo de hallar algún tipo de prodigio.
–No son apariencias y, si lo fuesen, benditas apariencias, hermosas y gozosas y placenteras manifestaciones de lo que debería ser una divinidad enteramente dichosa, dijo Fabiano.
–No exageréis, esta isla produce estas distorsiones y muestra a los pocos navegantes que hasta aquí llegan, lo que más desean elevado a su máxima potencia, afirmó la segunda diosa.
–Sea como sea y se produzca como se produzca está claro que un átomo  de esta perfección es más valioso y preferible que muchos miles de universos tan sólidos como anodinos e insustanciales, insistió Ángel.
–No debéis creer lo que creéis estar viendo, esto no es más firme y duradero que una aurora hiperboreal, aseguró la tercera diosa.
–Aunque tuviese la misma duración que un pétalo de un humilde cerezo del sendero menos transitado del pueblo más olvidado de Japón, seguiría teniendo sentido, volvió a insistir Ángel.
–No debéis hacerlo, dijo la tercera diosa.
–¿Qué es lo que no debemos hacer?, preguntó Fabiano.
–No debéis entregaros en cuerpo y alma, por completo, a esta ilusión, contestó la tercera diosa.
–¿Qué tiene de malo?, preguntó Ángel.
–Lo que tiene de malo para vosotros es que, si os entregáis por completo a la idealización, después no sabréis vivir en vuestro mundo y empezaréis a nombrarlo como mundo de abajo, respondió la segunda diosa.
–¿Y si queremos correr ese riesgo?, preguntó Fabiano.
–Tenéis que saber entonces que pocos resisten el regreso a su mundo, que lo vais a considerar inferior, inválido y poco apreciable, dijo la primera diosa.
–Somos como somos y lo que queremos es contemplaros, la ausencia que sintamos después es cosa nuestra. Debemos asegurarnos de que la Biblioteca existe y que la hemos visitado y recorrido, que la Belleza existe y la hemos contemplado, que la Verdad existe y la hemos escuchado, que la Bondad existe y la hemos vivido, dijo Ángel.
–Todo eso suena muy bien pero, en la realidad las cosas no son tan fáciles, dijo la primera diosa.
–Sea fácil o difícil nosotros seguiremos insistiendo y no nos importa que las auroras boreales sean apariencias efímeras, que la realidad sólida y física lo sea solo durante un tiempo, que la vida no sea duradera, que el cosmos-universo-mundo evolucione aparentemente durante miles de millones de años, que el ser muestre permanencia, que Dios y los dioses aparenten eternidad y hasta que las palabras que usamos sean temporales e históricas, concluyó Fabiano.
–Es que la isla ideal es un inmenso camino iluminado por luciérnagas, dijo Ángel.
–La luz solo es un simulacro, dijo la primera diosa. Una ilusión más en esta isla de ilusiones.
–Maravillosas ilusiones son estas y, como diría Don Quijote, “yo sé y tengo para mí” que esto es lo más correcto, digno, virtuoso, inteligente, verdadero y bello que puede vivirse, dijo Fabiano.
–Ahora sí que estáis perdidos, dijo la última diosa.





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