1701-1800
La
isla más tímida siempre está escondida o sumergida, pero se mantiene a flote
gracias a su poderosa alegría.
La
isla sumergible, la isla submarina, la isla apenas existente que solo dialoga
con las ballenas.
Las
ballenas son islas evolucionadas, como los baobabs y las jirafas voladoras.
La
isla griega más apolínea está pintada al óleo áureo más refinado.
La isla de Islandia o
de Holandia es la más difícil de encontrar, de ver y de contemplar.
Cuando Fabiano y Ángel
llegaron a la isla lo primero que hicieron fue abandonar toda pretensión de aumentar
su conocimiento, simplemente se dejaron llevar por todo lo aprendido, por lo
que vieron como dinamismo, encanto y perfección. Por primera vez aparecieron
los árboles y las praderías, los manzanos, los avellanos y los nogales. Una
montaña casi vertical acentuaba su encanto, casi era imposible imaginar una
isla como Es Vedrà que, con una base que no superaba el kilómetro de longitud,
sin embargo se elevaba 7.777 metros sobre el nivel del Mar Erráneo en la
provincia de Asturania.
Pero no eran sus
praderías con sus frutales ni su montaña gigantesca lo que acentuaba su
carácter de paraíso natural, su encanto radicaba en las gracias derramadas, según el dictamen de San Juan de
la Cruz.
La solución estaba
delante de sus ojos, pero no sabían reconocerla. La verdad estaba allí y no la
entendían. La Belleza residía en la isla y no sabían celebrarla. La bondad los
transformaba, pero no podían hacer nada con ella.
Cuando Fabiano decidió
plantar una secuoya al botánico de la expedición le pareció una buena idea,
cuando empezó a crecer delante de sus ojos todos quedaron fascinados. Ángel
calculó que estaba creciendo de una manera extraordinaria, mil metros en la primera
hora hasta llegar a 7.777 metros en algo menos de ocho horas. La misma altura
que la montaña, el mismo número de islas, eso indicaba algún tipo de
significado que debía ser analizado y descubierto.
Al terminar el día
Ángel y Fabiano todavía no salían de su asombro. Allí permanecieron 77 días y
77 noches que, a efectos prácticos, no quedaron registrados ni en el cuaderno
de bitácora del capitán del barco ni en la novela que algún cervantino deseaba
estar escribiendo para uso y disfrute de las siguientes generaciones, ya que
con la actual, calculaban que habría muy pocas posibilidades de relatar algo
interesante sin interrupciones.
Y bien estará indicar
aquí que, pese a todas las dificultades geográficas y de navegación, Ángel y
Fabiano se atenían en todo lo posible al plan establecido ya que esas eran las
órdenes y los plazos marcados.
Nadie sabe muy bien
cómo ni de qué manera lograron que sus paradas prolongadas en algunas islas no
se anotasen como duración, no se contabilizasen como días sucesivos del
calendario y no constasen como paso del tiempo. Siempre había algo misterioso
en las islas, sobre todo en esta isla tan afortunada como desconocida.
1801-1900
Una
isla nunca tiene solución. Sobre todo cuando desea ser istmo con todas sus
fuerzas o ser península o continente o planeta sólido completo.
La
ambición lo estropea todo, excepto las sonrisas bondadosas. E incluso las
sonrisas con el tiempo se hacen flores inmarcesibles que se marchitan.
La
vida del viajero se parece en todos los momentos de la historia, a veces se
trata de llegar, a veces desea detenerse, en algunas ocasiones comprende el
dolor y la felicidad de los otros. Pero no siempre.
La isla Intemporal no
padecía ningún fenómeno meteorológico extremo, no llegaban tormentas ni
borrascas, ni tempestades ni galernas. Es lógico, pensaron Fabiano y Ángel, una
isla Intemporal no puede tener temporales, una isla Eterna no puede convivir
con el tiempo, una isla inmune al paso del tiempo no puede verse sometida a la
acción y a la erosión de las olas y del viento. Por no les extrañó que, en vez
de playa, la isla tuviese horizontes; que en lugar de límites, la isla
estuviese rodeada de anillos de Saturno que giraban a su alrededor y a 777,7
metros de altura.
El astrónomo de la
expedición intentó calcular la posibilidad de que un acontecimiento semejante
se pudiera dar en la Tierra y llegó a la conclusión de que lo que estaban
viendo era imposible.
–Si estos anillos son
imposibles entonces la eternidad es imposible, dijo Ángel.
–Si lo que vemos con
nuestros propios ojos no es posible, entonces la Intemporalidad es imposible,
le respondió Fabiano.
–Lógico, dijo Ángel, lo
in-temporal es im-posible.
–Eso quiere decir que
fuera del tiempo no hay nada posible.
–Eso me cuesta mucho
aceptarlo, es posible que fuera del tiempo haya posibilidades que no
imaginamos.
–O que fuera de lo que
podemos imaginar existan otras temporalidades y hasta eternidades
intermitentes.
–No lo sabemos.
–Es cierto, no lo
sabemos, pero podemos sospechar que el tiempo es un obstáculo para la
eternidad.
Al acabar el día (que
no se terminaba en la isla Intemporal) prosiguieron su viaje, aunque ellos
nunca abandonaron aquella isla.
1901-2000
Cuando
llega el silencio a la isla de la Música Dorada todos los náufragos se reúnen
alrededor del Círculo de Luz. Entonces la isla se convierte en atolón y dibuja
y constituye un círculo perfecto.
De
esa forma surge la armonía ascendente y las aves mayores consuelan a los
ciervos vulnerados. Ya no se producirán más
abandonos.
Todo
es tan perfecto que no falta quien lo considera aburrido, predecible y falto de
interés. Es posible que granice y nieve a la vez, que llueve y salga el sol
simultáneamente, que el arcoíris se muestre en plena noche con luna llena. Es
posible todo.
El
archipiélago es como un coro de olas celestiales movido por la mejor música.
Ángel y Fabiano no
podían creer que en el Mar de Dudas que rodeaba a la Isla de la Evidencia se
pudiera caminar sobre las aguas, como decían que a su debido tiempo había hecho
Jesucristo.
En cualquier caso lo
que más les impresionó de su estancia en la isla que se rinde a la Evidencia
era que la luz era como de atardecer y las estrellas estaban literalmente al
alcance de la mano. De hecho las más bajas estaban a 1,777 metros de altura y
las más altas, según calcularon, a 7,771 metros. Pero, más importante que las
mediciones exhaustivas a las que estaban obligados por contrato era la
experiencia de tener mundos en sus manos, los podían tocar y mover, aunque
cariñosamente regresaban a sus órbitas y posiciones originales. Esas pequeñas
luces y esos pequeñas esferas que giraban en torno a las estrellas del
microcosmos debían ser uno de los regalos más originales del cosmos, pero no
eran proyecciones de luz como en los planetarios, ni simulaciones en holograma
como en una escena de una película de la mal traducida como “La guerra de las
galaxias”. Se parecían muchísimo más a las esculturas móviles del gran artista
Alexander Calder.
Mucho tuvo que insistir
el capitán del barco para que, al finalizar el día y el plazo de estancia en la
isla, ellos, Fabiano y Ángel, aceptaran abandonarla. De alguna manera
embarcaron, pero se dice que durante años su mente, su alma, su espíritu y su
imaginación continuaron jugando con aquel universo tan a su alcance, seguían
disfrutando de todo lo vivido a manos llenas, sin interferencias, sin penas ni
olvidos.
2001-2100
En
estas zonas del mundo las islas disimulan su origen y no le cuentan a nadie ni
su condición ni su estado.
A
este fenómeno se le ha dado en llamar islismo, que parece ser más un movimiento
de una nueva vanguardia artística que una moda social.
Los
íslicos son seres que prefieren no sufrir demasiada compañía, sobre todo de los
que hablan demasiado.
Los
que saben lo que se debe hacer no tienen problemas, pero algunos tienen dudas.
En esta isla sonaba la
“Danza de los Bienaventurados”, de la ópera “Orfeo y Eurídice” de Gluck, que
daba nombre a la isla, isla Gluck o isla
de Gluck. Lo que no vieron por ningún lado es el célebre paralepípedo o
monolito negro de la película “2001. Una odisea en el espacio”. En el centro de
la isla, como en muchas del archipiélago lineal, había una esfera de 7,777
metros de diámetro.
Su odisea no estaba
siendo muy complicada, no se encontraron con nadie, ¿es posible que todas las
islas estuvieran deshabitadas?, ¿o es que su reciente aparición hacía imposible
que hubieran sido descubiertas y colonizadas? Los náufragos son como espíritus
hiperbóreos y ya no se cuentan entre las personas que habitan el mundo
terrestre.
Era posible que ellos
fueran los primeros visitantes, los primeros en pisar sus playas y superficies,
los primeros en admirarlas.
Ángel no sabía por qué
sonaba esa música divina, tan celestial y perfecta. Fabiano comentó que esa
serenidad solo se conquistaba en la madurez de seres no pervertidos ni
contaminados por la riqueza, que conocían de alguna manera la virtud y
comprendían el valor de la amistad y el amor. Pero a Ángel todas esas palabras
le sonaban a músicas celestiales, incluso demasiadas veces le habían parecido
ya palabras bastante vacías y metáforas demasiado poéticas.
Fabiano a veces creía
en las palabras, pero no siempre. También él había sido castigado por la
realidad.
¿Encontrarían alguna
vez la manera de creer en lo que estaban buscando?, ¿sabían lo que estaban
buscando?, ¿si lo encontrasen lo reconocerían?, ¿si lo reconociesen sabrían
acercarse?, ¿si se acercaran llegarían a alguna parte?, ¿y si llegasen a alguna
parte, qué pasaría?
2101-2200
El
catálogo general de las islas ya no está disponible, la tarea de completarlo
era tan infinita como imposible e inabarcable dada tanto la natural disposición
de estas islas para el cambio como la brevedad de la vida humana.
Si
a esto añadimos que un sinnúmero de icebergs también querían ser catalogados y
clasificados como islas efímeras, entonces podemos imaginar la magnitud del
problema y la dinámica del asunto.
El
hecho de que algunos quieran hacer exposiciones enciclopédicas y catálogos
razonados con todas las islas conocidas y reconocibles no hace más que
confundirlo todo, ya que una cosa es la geografía y otra un Museo de Arte
Contemporáneo.
La isla del Descanso es
una de las más raras, dado que el mundo se ha visto invadido por mil millones
de maneras de perder la atención y el tiempo.
Dicen los que hasta
aquí han llegado que, en una ocasión, todos los habitantes de la isla se
acercaron a sus playas en un atardecer nublado, que parecía que todos
pretendían suicidarse a la vez pero que, en un instante, un imprevisto y
potente rayo de sol tan amarillo como naranja los dejó tan fascinados como
asombrados e indefensos. Desde entonces la luz es su más poderoso estímulo
vitalista, su cómplice en la captación de la alegría y su fuente de optimismo,
su debilidad es ahora su máxima fortaleza.
Ahora pueden descansar
del torbellino imparable del mundo, ahora no necesitan las invenciones
constantes y los descubrimientos permanentes. Ahora se han escapado del tiempo
y no permiten que sus agujas giren cortando su eternidad en cómodos pedazos que
antes llamaban milenios, siglos, años, meses, semanas, días, horas, minutos,
segundos… Ahora no mencionan nada relativo a su pasado temporal y, si lo hacen,
hablan de milenios de eternidad, siglos infinitos, años de permanencia, meses
de duración, semanas de continuidad, días perennes, horas perpetuas, minutos
inmortales, segundos inolvidables, sonrisas en constante desarrollo… que no les
falte la risa.
Los que han llegado
hasta este nivel no son precisamente muy jóvenes y parece ser que todos
conservan en su interior todo aquello que no han sabido hacer bien.
En ese proceso de
maduración y depuración saben que solo deben dedicar su atención a las mayores
y mejores realizaciones del espíritu, del arte, de la filosofía, de la ciencia,
del conocimiento y de todo lo que sea de la misma sustancia y condición.
2201-2300
Se
alejan las islas del ajedrez y de la gramática más lógica, improvisan, se hacen
absurdas o surrealistas, o consideran seriamente ignorar su condición de seres
reales aislados, solitarios, únicos e inconformistas.
Además
han decidido desconfiar de cualquier narrador humano, son conscientes del
peligro que corren cuando su historia es contada por náufragos cuentistas sin
escrúpulos, muchas veces huérfanos de todo y sin ninguna vocación definida.
Entre
las islas y los humanos no han ido siempre bien las cosas.
La isla de Platón es
ideal, por eso no es fácil de encontrar ni de reconocer, acostumbrados como
estamos los seres humanos a traficar con la parte más material y cotidiana de
la realidad insistente.
La isla Ideal no
resuelve nada, pero enseña mucho; no soluciona nada, pero parece explicarlo
todo; no está en nada, pero parece elevarse hasta el infinito.
Pocos son los
habitantes de esta isla; una, dos, como mucho tres personas divinas que se van
sucediendo y que, en raras ocasiones, pueden convivir en la perfecta armonía
del preludio del aire más puro y elevado.
Cuando llegaron Ángel y
Fabiano estaban en la isla tres diosas idealizadas, bienaventuradas, que se
habían despojado de toda materia reconocible y en las que solo permanecía la
dulce armonía de los seres serenos y felices.
–Dichoso es el día en
el que unos humanos como nosotros gozamos del inmerecido placer de contemplar
tan elevadas bellezas, dijo Ángel.
–Y feliz el que puede
decir: confieso que lo he vivido, aunque solo sea un momento, añadió Fabiano.
–No debéis hablar con
nosotras desde tan abajo, somos seres como vosotros, y estamos sometidas a las
mismas leyes de la naturaleza que nos gobiernan a todos, dijo la primera diosa.
–También tenemos
enfermedades y envejecemos como vosotros, dijo la segunda diosa.
–No somos especiales,
concluyó la tercera.
–Lo que vemos afirme lo
contrario, este despliegue de luz sonriente y cálida solo puede surgir de lo
perfecto, afirmó Ángel.
–Apariencias, dictaminó
la primera diosa. Lo que veis solo son quimeras
e invenciones vuestras, alucinaciones debidas a un deseo de hallar algún
tipo de prodigio.
–No son apariencias y,
si lo fuesen, benditas apariencias, hermosas y gozosas y placenteras
manifestaciones de lo que debería ser una divinidad enteramente dichosa, dijo
Fabiano.
–No exageréis, esta
isla produce estas distorsiones y muestra a los pocos navegantes que hasta aquí
llegan, lo que más desean elevado a su máxima potencia, afirmó la segunda
diosa.
–Sea como sea y se
produzca como se produzca está claro que un átomo de esta perfección es más valioso y
preferible que muchos miles de universos tan sólidos como anodinos e
insustanciales, insistió Ángel.
–No debéis creer lo que
creéis estar viendo, esto no es más firme y duradero que una aurora hiperboreal,
aseguró la tercera diosa.
–Aunque tuviese la
misma duración que un pétalo de un humilde cerezo del sendero menos transitado
del pueblo más olvidado de Japón, seguiría teniendo sentido, volvió a insistir
Ángel.
–No debéis hacerlo,
dijo la tercera diosa.
–¿Qué es lo que no
debemos hacer?, preguntó Fabiano.
–No debéis entregaros
en cuerpo y alma, por completo, a esta ilusión, contestó la tercera diosa.
–¿Qué tiene de malo?,
preguntó Ángel.
–Lo que tiene de malo
para vosotros es que, si os entregáis por completo a la idealización, después
no sabréis vivir en vuestro mundo y empezaréis a nombrarlo como mundo de abajo,
respondió la segunda diosa.
–¿Y si queremos correr
ese riesgo?, preguntó Fabiano.
–Tenéis que saber
entonces que pocos resisten el regreso a su mundo, que lo vais a considerar
inferior, inválido y poco apreciable, dijo la primera diosa.
–Somos como somos y lo
que queremos es contemplaros, la ausencia que sintamos después es cosa nuestra.
Debemos asegurarnos de que la Biblioteca existe y que la hemos visitado y
recorrido, que la Belleza existe y la hemos contemplado, que la Verdad existe y
la hemos escuchado, que la Bondad existe y la hemos vivido, dijo Ángel.
–Todo eso suena muy
bien pero, en la realidad las cosas no son tan fáciles, dijo la primera diosa.
–Sea fácil o difícil
nosotros seguiremos insistiendo y no nos importa que las auroras boreales sean
apariencias efímeras, que la realidad sólida y física lo sea solo durante un
tiempo, que la vida no sea duradera, que el cosmos-universo-mundo evolucione aparentemente
durante miles de millones de años, que el ser muestre permanencia, que Dios y
los dioses aparenten eternidad y hasta que las palabras que usamos sean
temporales e históricas, concluyó Fabiano.
–Es que la isla ideal
es un inmenso camino iluminado por luciérnagas, dijo Ángel.
–La luz solo es un
simulacro, dijo la primera diosa. Una ilusión más en esta isla de ilusiones.
–Maravillosas ilusiones
son estas y, como diría Don Quijote, “yo sé y tengo para mí” que esto es lo más
correcto, digno, virtuoso, inteligente, verdadero y bello que puede vivirse,
dijo Fabiano.
–Ahora sí que estáis
perdidos, dijo la última diosa.
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