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martes, 13 de diciembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-37

Luis quiere superar la condición humana y situarse A escala de la estrella roja:

—A su escala también el micrometeorito reflejaba el impacto que sufrió al acercarse tanto a la explosión de la gran supernova roja; ahora en el centro de su alma se aprecia una especie de cráter circular con fondo plano. Si se presta mucha atención se puede notar la vibración de una especie de latido constante, un ritmo que manifiesta una vida que de ninguna manera quiere renunciar a seguir existiendo, a pesar de que ahora apenas pueda disfrutar de los placeres espaciales, de las alegrías planetarias o de las felicidades terrenales y cósmicas; aunque ahora apenas se divierta en su nueva y excéntrica órbita y todo se parezca cada día más a un prosaico aburrimiento interestelar.

Juan quiere vivir Una aventura literaria:

—En P, cuando querían empezar a contar una historia, siempre se permitían el lujo de introducir ciertas expresiones escépticas sobre la importancia que se le suele conceder a la relación causa-efecto, sobre la línea imaginaria que uniría hechos probados y consecuencias e, incluso, sobre las célebres unidades de acción, espacio y tiempo.
Vivir tantos años y en tantos lugares, asistir a tantos acontecimientos, moverse tanto por el mundo... suele dar una perspectiva un poco más dinámica de la existencia, poco respetuosa con la uniformidad de los modelos vigentes y bastante inclinada hacia el relativismo de cualquier principio sostenido con insistencia. Por eso, cuando quiso relatar lo sucedido, no podía ni quería ni sabía, si hemos de ser sinceros, seguir las indicaciones que, a este respecto, habían propuesto Homero, Shakespeare y Cervantes; ni siquiera las de algunos más contemporáneos, como Italo Calvino. Borges, García Márquez o Luis Landero, le servirían en esta ocasión.
Se necesitaba ser casi del todo inconsciente (cosa que él conseguía con mucha facilidad), dejarse llevar por la historia, seguir la vida sin indicaciones, porque cualquier darse cuenta de la posición de un adjetivo, cualquier advertencia de la falta de subordinación de una frase, cualquier vacilación semántica... haría imposible describir lo que ahora mismo estaba intentando.
Sabiamos todos que tenían la cabeza llena de palabras, de hermosas palabras juguetonas, de libros eminentes, de ideas brillantes, de imágenes, de películas emocionantes, de paisajes y de viajes perfectos... y que eran demasiadas; sabíamos que nadie puede digerir tantos estímulos sin ser palabrista o constructor de móviles calderianos; sabíamos que, tal vez, no estaban predestinados el uno para el otro pero que, cuando se conocieron, se estremecieron todos los orígenes del cosmos y todos los asientos.
Como personas curtidas por la vida, ya habían pasado por la ingenuidad y la poesía adolescente, por la madurez y la sensibilidad, por el placer y la dicha, por la alegría y la felicidad, y todo eso les había hecho merecer ser como dioses en la tierra, sin perder la inocencia más profunda, ya que sus desengaños no habían afectado todavía al alma de los colores y podían sentir aún latidos de entusiasmo entre los días que se alargan con el cariño más atento de las manos perfectas.
Es cierto que él la miraba como si no pudiera creer lo que estaba viendo, pero también lo es que ella era tan maravillosa que le devolvía abrazos con los ojos. No negaremos que respiraron juntos; también está probado que la lluvia no perjudicó su primer café en el que aprendieron a descifrar sus palabras y a acompañarse con exquisita atención, ya que estaba cerca el hermoso delirio de las luces de navidad y recordaban los dos que los niños y los seres más deliciosos disfrutan incluso de lo que no puede entenderse. Comieron juntos y se dieron la mano en los postres, él le regaló entonces un puente sonriente para poder estar siempre en contacto. Poco después ella ya lo sostenía completamente y él le construyó un mundo alegre y dionisíaco, un Universo feliz y lleno de colores que quería ser la cartografía de su sonrisa espléndida. Desde allí pasearon juntos por el viento, se besaron como huracanes contenidos y se amaron como volcanes tiernos. Todo hacía suponer que aquel nuevo inicio sería recordado durante siglos y milenios, que los proyectos para vivir en un hexaedro minimalista con luz angelical sería acompañado de un traslado de todos los libros y discos y pañuelos para su cuello sensible y delicado. Todo apuntaba a una reunión definitiva del alma con el cuerpo, a un estallido general de la razón, al encuentro armonioso con Godot, a la lectura atenta de todos los relatos; tenían tanto que vivir que ahora no había tiempo para escribirse demasiado, sentían tanto placer juntos que casi no había momentos para leerse; incluso su felicidad se reflejaba en aquella camarera tan atenta que les atendía siempre sonriente al lado del mar.

Sebastián quiere Encontrar:

—Estaban allí, el aleph superior, el quid de la cuestión, las afirmaciones absolutas de los condicionales, la aproximación definitiva a la voluntad de amar, los mejores argumentos sobre el atomismo de la mente, el crecimiento espiritual de los colores, el paseo tranquilo del escepticismo, el divertido e infalible don para resolver las cuestiones secundarias, el deseo sin razones ni categorías, las diferencias culturales entre el dilema y la duda alabeada, los grados de la experiencia, la ilusión de los valores, el sentido de todas las vidas vividas hasta ahora, el santo grial de la sonrisa, el éxtasis divino en unos ojos, la meditación sonriente y sin prisas, la piedra filosofal de los veranos, el juego de los mejores abalorios, el secreto mejor guardado y escondido, el alfa y el omega rojo y blanco, el principio del comienzo y del origen, la sustancia y el destino de todo lo creado y ocurrido, el silencio interminable y el vacío debajo de todos los puentes optimistas, la meditación interior de los sabios que sienten, los imprescindibles móviles de Calder, el don extenso y apacible, la medida del minimalismo, la naturaleza de la historia interminable, los descuentos y todos los cuentos y relatos disponibles, el milagro de la gran explosión en la diana, el encuentro del tiempo recobrado, la pasión máxima del viaje a ítaca, la vía láctea en las manos, la materia de los dioses, los encuentros en la enésima fase, el génesis de la totalidad, el encuentro con la vida dionisíaca, el dinamismo de la existencia encantada de encantarse, la fe en las miradas virginales, la energía deslumbrante de todas las vivencias, los árboles que desean ser ailantos, el uno primordial ahora accesible, la síntesis de todo lo perfecto, el sagrado devenir de los torrentes, las metamorfosis necesarias, el cambio incesante de lo mismo, las partículas elementales de la inocencia, la impermanencia del ser, la sed de universo cósmico, la unión mística con el infinito, el sentido celestial de cada día, la excelencia de lo humano, la explicación integral del atlas de la antropología, la teoría general del todo, el orden y el caos implicados en el mundo, la evolución del nirvana inteligente, la entrada al paraíso delicioso, el aventurero e ingenioso hidalgo, el evangelio según san Juan Sebastián, la esperanza que es vida, lo que hacen los peregrinos con el sentido de la Tierra, el agradecimiento sincero a los poetas y a los santos, el eterno retorno de lo bueno, la belleza en grado superlativo, lo que todos buscan y casi nadie encuentra, la paz perpetua sin mesías, el banquete hedonista y salvífico, el abrazo inolvidable que sana y nos desborda, el máximo y el mínimo en un beso, las palabras del principio, la física y la química de la alegresfera, la suerte nunca echada, el libro de la gran biblioteca del palacio de la alegría, la filosofía de la sabiduría, el absoluto ahora mismo, la ilusión real, el placer supremo, el amor sin apocalipsis, la iluminación reverencial, el despertar definitivo, el gozo incesante, el camino de perfección, la verdad del mundo, la vida serena ensimismada, la Subida al Monte Carmelo, la educación superior del monte olimpo, la ascesis total del Himalaya, la teoría general de los relativismos, la pasión del absoluto, el horizonte divino, la felicidad de las almohadas, la alegría inocente de las hadas, la irresistible ascensión de las ángelas, la vida delicada de las princesas, la presencia de las diosas zen en los vacíos, el código descifrado de todos los misterios, las dimensiones del saber impronunciable, el gran enigma resuelto, los juegos del lenguaje, la incógnita desentrañada, las normas cambiantes de cada jornada, los secretos del espacio y del tiempo abierto, las ciudades sonrientes invisibles, la creencia en el amor sin crucificar, la luz de la gozosa sexualidad sagrada, el rayo que no cesa de ser pirámide, la profundidad de lo que no necesita demostración, lo inmenso que se desborda en cada sentido, la emanación de los tesoros, el axioma más antiguo, las primeras afirmaciones, lo que sale a la luz, lo que sacia sin interpretación, cien años sin soledad, la sonrisa compasiva, los títulos no pretenciosos, la belleza angelical, Godot hablando tranquilamente con Zaratustra, la exquisitez sin solemnidad, el encanto de todo lo sencillo...
Estaban allí, en la misma persona

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