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martes, 13 de diciembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-41

Federico quiso hacerles un regalo final:
EL HEDONISMO ZEN

El Hedonismo Zen es el despertar al engrandecimiento-esplendor-felicidad-expansión-alegría-gozo-placer de la vida. Está constituido por todas las personas que lo “desean” y que “prefieren”, “eligen” y “deciden” libre y voluntariamente respetar los principios que nos mueven e inspiran; por eso recordamos “aquí y ahora” los fundamentos; así los revisamos y los pensamos, los intuimos y los recreamos.

I. Todos los seres inteligentes y sensibles, y hasta las que no lo son, tienen el derecho y el deber de vivir buscando y encontrando el placer, el gozo, el disfrute, la alegría, la felicidad, la serenidad, la armonía, la buena disposición, el bienestar... ya que son el Bien supremo de la vida, es decir, de la Belleza, de la Perfección y de la Verdad que reluce en nuestros asuntos terrenales. El deseo de placer como Sumo Bien no es, contra lo que algunos prefieren interpretar, una facultad inferior del deseo propia de los brutos, sino una facultad tan superior, racional e intelectual como la más elevada que podamos imaginar.
Que los seres humanos vivan y mueran, si es que es inevitable, pero que sean felices. Y que nadie desperdicie la vida, que nadie la abandone o la deje sin usar, que nadie se acobarde para utilizarla como mejor le convenga.

II. Los hedonistas Zen no son inconscientes ni irracionales, ni locos ni exagerados, no son fanáticos de la intuición ni de la razón ni del placer; simplemente eligen, después de profundas y largas meditaciones, según un cálculo feliz, el principio que consideran más afortunado, el que proporciona más y mayor felicidad-placer-alegría-gozo (tanto placeres materiales, físicos, útiles, vitales, sensibles y actuales, como espirituales, artísticos, mentales, culturales...) a más personas, y menos infelicidad-dolor-desgracia-sufrimiento a los seres humanos.
El placer de vivir hay que agradecerlo y compartirlo, porque nos complace, nos da satisfacción, diversión y entretenimiento; no deberían existir impedimentos ni dificultades para disfrutarlo.

III. El Hedonismo Zen es, por tanto, pacifista, pacífico y antimilitarista, ¿cómo va a desear la guerra, el sufrimiento, el dolor, la destrucción y la desolación alguien que “quiere” para todos los seres humanos las mismas oportunidades de felicidad, placer y entusiasmo?
También es “placer”, según el Diccionario de la Real Academia Española: 1. Un banco de arena o piedra en el fondo del mar, llano y de bastante extensión.
2. Un arenal donde la corriente de las aguas depositó partículas de oro.
3. La pesquería de perlas en las costas de América.
Es decir, una duna submarina, una duna que es un tesoro y unas perlas preciosas.

IV. El Hedonismo Zen es, por tanto, humanista y se mueve para conseguir la libertad, la igualdad, la solidaridad, la justicia y la fraternidad para y entre todos los seres humanos. También la iluminación, la sabiduría y la visión fáustica. Y mira que podría ser fácil.

V. El Hedonismo Zen busca y practica la libertad con, por y para todos los seres humanos -como no podría ser de otra manera dado que intenta ser coherente con sus principios-; libres, libres de ataduras, de compromisos, de contratos, de anillos y de normas, sin indicar con esto que no haya que respetar lo que se “quiera”, “ame”, “necesite” o se “desee” respetar. Respetemos nuestros deseos y los de todos, respetemos también la pasión y el entusiasmo.

VI. El Hedonismo Zen cree, sostiene y vive de acuerdo al principio de igualdad entre los seres humanos y esto quiere decir que el hedonista no es fascista ni machista ni dictador, no es imperialista ni colonialista, no es egoísta ni acaparador, no es violento ni agresivo, no es clasista ni racista; por eso es tan generoso como desprendido, tan diplomático como dionisíaco, tan divertido como enigmático y simpático, tan elegante como embriagado y hasta tan delicado como exagerado. El hedonista zen trata a los demás como le gusta y le encanta que lo traten a él, como le gustaría y le encantaría ser tratado, con amabilidad, con educación, con atención, con placer y con encanto.

VII. El hedonismo Zen no es egoísta, es partidario de la fraternidad universal y de la participación en los placeres (los mejores son los compartidos), del acercamiento de y entre los seres humanos, del amor (en todos sus sentidos), de la amistad (desde la más tímida a la más exagerada), de la camaradería (desde los buenos compañeros a los más fascinantes y divertidos), de la solidaridad, de las mejores ideas y sentimientos de la Historia de la Humanidad (“Amaos los unos a los otros”). Faltar a la fraternidad es un grave pecado, por eso el Hedonismo Zen es pacifista, pacífico y antimilitarista (III). El Hedonismo Zen también dice: “Haz el amor y no la guerra”.

VIII. El Hedonismo Zen no es el disfrute de todos los placeres sin medida, de cualquier manera y sin atender a las consecuencias. Al contrario, el hedonista zen goza y disfruta mucho más en los placeres merecidos, sencillos, maduros, sensatos, convenientes y prudentes; sin despreciar los inmerecidos, los complicados, los inmaduros, los insensatos, los inconvenientes y hasta los imprudentes; y si alguien disfruta ascendiendo el K-2, ¡que lo disfrute!, y si sufre un accidente o se muere, ¡feliz intento, feliz ascenso¡, ¿acaso hubiese sido más feliz en el sofá de su casa rumiando eternamente su insatisfacción? Disfruta con la medida y la proporción adecuadas, es decir, sin abandonarlo todo por la excitación placentera de la mente y de los sentidos, pero sin despreciarlos de ninguna manera, ¡benditos sean todos los sentidos y hasta bienaventurados!, y atendiendo a los modos y maneras, tanto naturales como ultrarrefinados, que aseguren el placer sin desvirtuar ni pervertir la condición de seres humanos, y atendiendo a las consecuencias de los actos presentes, pasados y futuros (placeres actuales, recuerdos agradables y planes de futuro).

IX. Ningún hedonista Zen “desea-quiere-procura” el mal, el dolor y el sufrimiento a otro, a ningún otro. Y cuando decimos a ningún otro nos referimos a ningún otro. No es libertino en el sentido que podría tener en las obras del Marqués de Sade y del Barón de Masoch. El hedonismo es responsable. Desear algo es esperar con entusiasmo que sea alegre, gozar de algo es encontrarlo fascinantemente placentero.

X. “Un día sin risa es un día perdido”. Hay que bendecir el sano, divertido, diáfano, y resplandeciente buen humor, también la alegre y risueña amistad, la alegría confiada, el respeto a los placeres de los demás, la tolerancia infinita hacia todas las formas de vivir, no de morir; el cosmopolitismo sagrado.

XI. Una vida sin alegría no merece la pena ser vivida ni pensada. Pero mejor una alegría superlativa -“mejor estar locos de felicidad”- la mejor, la que nos une y, lamentablemente, a veces nos separa.

XII. La felicidad es un don divino que nadie debería desperdiciar. Que nadie caiga en la tentación de ser serio, de ser exclusivamente racional, de controlarse, de reprimirse, de bloquearse, de “renunciar a sí mismo”. Decía Montaigne que en la misma virtud, la meta última de nuestro empeño es el placer.

XIII. Tanto vive el hombre alegre como el hombre triste y hasta un día más. Seres divertidos, desenfadados, mordaces, alegres, excéntricos, a veces inmorales, a veces amorales, a veces frívolos, a veces nihilistas, pero siempre inteligentes y risueños.
Hay informes médicos que aseguran que los alegres viven hasta doce años más. Por eso los buenos amigos que ríen son una bendición.

XIV. Si alguien desea abandonar el Hedonismo Zen al menos que lo haga por lo más alto, con nivel y con categoría; que salga por arriba, por el éxtasis, por la embriaguez, por el júbilo, por el placer superlativo, por el nirvana de los sentidos, por las anatomías excelentemente bien comparadas, por el orgasmo cósmico de un segundo eterno que nos lleva a una segunda eternidad.

XV. Según Epicuro, los dioses son buenos y felices pero no se preocupan mucho por nosotros; por eso sabemos que los seres humanos también deben vivir y sentir como dioses, ser felices y vivir despreocupados del más allá, de la conciencia pequeño-burguesa, del súper yo o de las limitaciones impuestas por la sociedad productiva al gesto heroico de disfrutar de la vida. Los humanos debemos, por así decirlo, ser buenos y felices y no preocuparnos por los dioses. De todos modos debemos aceptar el cielo de “arriba” y el cielo que vivimos en esta vida, que no está más abajo, aceptemos los dos cielos, o tres, o mil, o todos, o los que sean; aceptémoslos sin despreciar ninguno. ¡Bienvenidos sean todas las diosas y los dioses!, ¡bienvenidos sean todos los cielos!
¿Por qué tantos límites al placer y tan pocos a la rutina y al trabajo inhumano y a la explotación, al aburrimiento y a la falta de pasión y a la guerra y al fascismo diarios?

XVI. Dice Groucho Marx: “Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros”; lo que quiere decir sin duda que todos los principios son buenos para obtener el goce, el placer, la alegría, la felicidad, el entusiasmo, la vitalidad, el éxtasis, pero que no deben emplearse nunca para lo contrario y que hasta se deben cambiar si es necesario para lograr tan buenos propósitos.

XVII. El Hedonismo Zen considera que su reino no es de este mundo y que su mundo no pertenece a estos reinos; es antiimperialista, lucha contra la injusticia, la explotación, la miseria y la pobreza. El mejor Hedonismo Zen es de la mejor izquierda, porque para un hedonista todos los seres humanos son hermanos en el deber de sonreír, de disfrutar y de ensanchar el sutil territorio de la felicidad y del placer absolutamente alegre, por eso es insoportable saber que todavía existen guerras, violencias, millones de refugiados... No se trata de una forma de despotismo hedonista, sino del hedonismo ilustrado. (Por eso existen organizaciones como “Médicos sin fronteras”, “Payasos sin fronteras”... y deberían existir los “Amantes sin fronteras” y los “Hedonistas sin fronteras”.

XVIII. El mayor honor de un hedonista Zen es descubrir, crear, inventar y experimentar nuevos usos de la felicidad, del placer generoso, del goce compartido, del agrado festivo, del bienestar galopante. Para los más geniales está reservada la máxima alegría: ser nombrados Hedonistas Mayores del Reino de la Felicidad Zen.
En los mapas suele aparecer por el Sur del Norte, por el Norte del Sur...

XIX. El Gran Hedonismo Zen , como decía Nietzsche, es atreverse a decir “¡SÍ y adelante!”. “¿Esto es la vida?, repitámosla”. ¿Esto es vivir?, ¡vivamos! Si eres y estás bien acompañado, la vida es ligera, vivaz, brillante, confiada, saltarina, danzante, pizpireta, pero también estudiosa y trabajadora, diplomada, licenciada y doctora en felicidad.
Vivamos apurando los placeres hasta el último aliento, sin demasiados problemas, después descansaremos.

XX. “Sólo se vive una vez”. “Hay que probarlo todo”, sobre todo lo bueno, lo bello, lo verdadero, lo auténtico, lo generoso, los bombones. ¡Sólo se disfruta en el presente¡, ¡qué pena haber dejado pasar tantas oportunidades!, ¡qué error dejar el placer actual para el futuro!, ¿qué ha hecho el futuro por nosotros?.

XXI. No confundir nunca la elegancia, la delicadeza y los buenos sentimientos de los hedonistas Zen más refinados con la falta de decisión, de vitalidad, de entusiasmo o de alegría.
El que respeta tanto a los demás no está menos vivo.

XXII. Es necesario ser felices y alegres, si no lo hacemos mereceremos ser juzgados por incumplimiento de contrato, denegación de placeres humanos y por haber desilusionado al mundo que ha puesto en nosotros tantas ilusiones, complacencias y esperanzas.
De hecho todos los padres quieren que sus hijos sean felices.
XXIII. El Hedonismo Zen Superior es el humanismo de los seres más afortunados y gozosos. Sobre todo de los que irradian el vértigo de la felicidad.

XXIV. Todo lo que atente contra el Hedonismo Zen está contra la vida efervescente. Qué nunca tengamos que preguntarnos: ¿cuándo dejamos de vivir? Por eso se debe respetar tanto el placer, por algo la evolución de la vida nos lo ha dejado, regalado y puesto tan cerca.

XXV. El Hedonismo Zen es ecologista y protector de la Naturaleza, de toda la Naturaleza y de todos los seres naturales. Con alguna excepción: algunos virus y bacterias o el cáncer que produce la muerte precipitada; pero que, afortunadamente, no nos deja sin ganas de hablar.

XXVI. El Hedonismo Zen es la forma felizmente radical de expresar los mejores deseos fosforescentes de la Humanidad. ¡Feliz día nuevo!, ¡Feliz semana nueva!, ¡Feliz mes nuevo!, ¡Feliz año nuevo y feliz aniversario!, ¡Feliz siglo nuevo!, ¡Feliz milenio!, ¡Feliz eternidad nueva!.

XXVII. El hedonista Zen puede ser amorosamente fiel o infiel, si entendemos que la fidelidad y la lealtad se deben a un principio superior: que es mejor ser felices que desgraciados. Dejar de vivir sólo nos hace resentidos, pesarosos, enojosos, molestos, desaprovechados, rencorosos, tristes y perversos; no podemos pasar el resto de la vida diciendo “si hubiera, si hubiéramos ...” y, si sale mal, tampoco vamos a arrojarnos arena ni a rasgarnos las vestiduras, no va a ser el crujir de dientes ni vamos a arrancarnos el alma. Es mejor vivir lo posible que renunciar al alma de las sonrisas. No hay que renunciar a lo mejor.

XXVIII. El Hedonismo Zen de Gran Nivel es Universal, como las mejores intenciones de las mejores Declaraciones Universales de los Derechos Humanos Hedonistas, tanto Derechos Hedonistas como humanos hedonistas, como hedonistas derechos...

XXIX. La muerte, la enfermedad, el dolor y el sufrimiento multiplicados -sean terremotos y maremotos o actos terroristas y guerras- son graves errores en la construcción-creación de la realidad mundana, pruebas constantes de la inexistencia o de la despreocupación de un dios bondadoso. Por eso el hedonismo valora, lucha y trabaja por un mundo mejor, por vencer a la muerte, por vivir más y mejor, y con más intensidad, para dar más vida a los años y más años a la vida, hasta conseguir la eterna juventud para el espíritu y el cuerpo entusiasmados; por eliminar toda enfermedad, más salud por y para todos para que realicen todos sus proyectos de alegría, placer y felicidad, por superar y evitar el dolor -bienvenidas las unidades médicas contra el dolor y las futuras unidades médicas para el placer- y por vivir sin sufrimientos luchando contra todas las causas sicológicas, familiares, sociales, económicas, políticas, históricas, religiosas, filosóficas... que provoquen algún tipo de sufrimiento que, siempre, es inútil.

XXX. La educación es la oportunidad de avanzar, desde la plastilina hasta Wittgenstein, por la maravillosa senda del placer, de la alegría y de la felicidad que nos proporcionan viajar y conocer, conversar, estudiar y leer, gozar del arte y disfrutar de la literatura, del cine, de la música, del teatro, de la pintura, de la escultura, de la danza, de la arquitectura, de la ciencia, de J. S. Bach y de los móviles de Calder. Se trata de educar para conseguir hedonistas de mayor nivel.

XXXI. El hedonista Zen es viajero y caminante en el mejor de los sentidos, le gusta conocer, valorar, disfrutar, paladear, gozar cada una de las formas de placer que va descubriendo, ¡y nuestro planeta es tan generoso en formas, en sugerencias, en paisajes, en placeres, en sabores, en lecturas, en músicas, en fluorescencias, en vidas y en culturas! ¡Interesantísimo!

XXXII. “No hay nada malo en mejorar, lo malo es creerse mejores”, decía Rousseau; no hay nada malo en disfrutar de la vida, lo malo es creerse con más derecho a disfrutar que los demás. (“Gocémonos, amado”, dice San Juan de la Cruz en el “Cántico Hedonista Espiritual”).

XXXIII. Todos los principios de la presente declaración deben ser interpretados siempre a favor de la alegría de la humanidad, “tanto en tu persona como en cualquier otra”, que diría Kant.
Siempre hay que darle una oportunidad a la alegría.

XXXIV.”Escribo para que me quieran más”, decía Gabriel García Márquez. Vivo para querer y para que me quieran, dice el hedonista Zen.

XXXV. “Lo máximo que se puede sacar –obtener y conseguir- sea de lo que sea, es alegría”, dice Fernando Savater en su “Ética para Amador”. Amador, el que ama. Alegría, uno de los mejores nombres.

XXXVI. “Es un capitalista puritano y yo siempre he sido un socialista voluptuoso”, de la película “Las invasiones bárbaras”. El socialismo alegre y voluptuoso, concupiscente y festivo también es hedonismo.

XXXVII. Todos los placeres deben distribuirse entre todos, para que lleguen a todos los sentidos, para que se disfrute de todas las riquezas, para que se desarrollen todas las habilidades humanas y divinas, para que sean posibles todas las amistades, para que todos sean reconocidos, para que existan en todos la compasión, la benevolencia, la inteligencia, la generosidad, la memoria, el altruismo, la imaginación, la belleza, la voluntad, el arte, la esperanza, la atención y todas las cosas positivas y espléndidas para la humanidad. Y distribuir bien el amor, la pasión, el cariño, la ternura, la piedad ...

XXXVIII. Podemos ir y estar “más allá del bien y del mal”, pero no más allá del placer, de la alegría, de la felicidad, de la euforia del gozo, de la risa esperanzadora.

XXXIX. O, como decía Catulo: “Vivamos, querida .., y amémonos,/ y las habladurías de los viejos puritanos/ nos importen todas un bledo./ Los soles pueden salir y ponerse:/ nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera vida,/ tendremos que dormir una noche sin fin./ Dame mil besos, después cien,/ luego otros mil, luego otros cien,/ después hasta dos mil, después otra vez cien;/ luego, cuando lleguemos a muchos miles,/ perderemos la cuenta para ignorarla/ y para que ningún malvado pueda dañarnos,/ cuando se entere del total de nuestros besos.”
Amémonos, vivamos, démonos millones de besos y -esto es seguro- el mundo sólo mejorará por ello.

XL. ¡Háganse el placer, la sonrisa, la alegría y la felicidad!, ¡cúmplase el hedonismo Zen desde el cuerpo placentero hasta la mística más gozosa!, ¡hasta conseguir la alegría sagrada, resplandeciente para todos!

XLI. El hedonismo Zen también se tiñe de espiritualidad laica y es el deseo de que todos los seres, humanos y no humanos, encuentren la felicidad y las causas de la felicidad, y que sean eternamente felices. En este sentido el Budismo Zen también es un hedonismo Zen elevado, de gran estilo, sonriente y pacífico, que practica la dulzura y la benevolencia; en este mismo sentido el hedonismo no es sólo el nirvana como placer egoísta indiferente a todo, una preocupación exclusiva por el propio placer, sino como compasión y amor infinitos hacia todos los seres.

XLII. El hedonismo Zen no es un apego pueril y egocéntrico a la fascinación que nos producen las pasiones exaltantes, los placeres hirvientes, los bienes superlativos. El placer no pasma ni paraliza ni atonta ni relaja tanto que nos aleje de los objetivos; la alegría nos proporciona otros nuevos en cada instante, la felicidad nos da cada día nuevas metas, el placer nos regala delectaciones inesperadas. El hedonismo es un apego superior que, sin renunciar a la superficie del aire, espera alcanzar las máximas alturas de los Cielos. Se puede desear ardientemente y estar libre a la vez de ese deseo, disfrutar de la belleza sin ser una marioneta que vive en la pura inmediatez emocional manejada exclusivamente por las pasiones. Por eso debe existir una educación hedonista Zen para ayudar a ser mejor persona, para curar mediante la sonrisa, para luchar contra la ignorancia y la superstición puritana de que la represión siempre es superior.

XLIII. Y reconocer la cualidad valiosa de un amor, de un deseo o de una vida que no espera recibir tanto como da o como cree que da.

XLIV. Alegrarse de la felicidad de los demás, alegrarse con la felicidad de todos. Nadie se equivoca cuando sonríe, nadie se confunde cuando se ríe.

XLV. El hedonismo exige amplitud de espíritu, magnanimidad, no necesita mucha tecnología. El placer de los Mares del Sur, de las Islas Afortunadas, del paraíso Terrenal, de Polombia, de Venecia...

XLVI. Se puede y se debe hacer poesía después de Auswich, se debe y se puede ser hedonista después de todos los Auswich. Los placeres y los goces espirituales, mentales, sensuales, físicos... superan el sufrimiento inhumano.

XLVII. La naturaleza de la vida es esencialmente perfecta, aunque la vida no quiere ser mortal ni efímera ni alejarse del deseo de perfección. Que el placer sea como la vida, ni corto ni perezoso.

XLVIII. Deberíamos vivir en una eterna “guerra de convites”, en una dulce competición de agrados y de regalos, de presentes y de fascinaciones, deberíamos vivir en una interminable disputa de bondades, bienes, bellezas y verdades. Incluso al despedirnos deberíamos ofrecer los mejores regalos.

XLIX. El hedonismo Zen, aunque sea escéptico, siempre es hedonista porque, como ya decía Aristóteles, todos los seres humanos quieren-queremos ser felices, porque todo el mundo quiere más vida y menos muerte, más salud y menos enfermedad, más placer y menos desgracias, más bienestar y menos perturbaciones mentales, más alegría y menos desasosiego, más fiesta -cada uno la que quiera- y menos enojos, hasta los suicidas quisieran o hubieran querido vivir mejor, con más aciertos y menos fracasos, más logros y menos pesadillas, más felicidad y menos complicaciones, más gozo y menos dolor, más diversión y menos aburrimiento, más risas y menos represión, más libertad y permisividad y menos restricciones puritanas, más aleluyas y menos cantos de requien, más entusiasmo y menos sufrimiento, más amor correspondido y menos distancias, más realidad ideal conseguida y menos ideales irreales, más sabiduría y conocimiento y menos ignorancia y superstición, más belleza y menos fealdad y abandono, más paisajes armoniosos y menos incendios, más aire puro y menos contaminación, más complicidad y menos silencios violentos, más tiempo libre y menos trabajos pesados, más creatividad y menos pesadez trivializada, más cielos y menos infiernos, más inteligencia y menos estulticia, más Tierra llena de vida y menos vidas después de la muerte, más amor exagerado y menos límites.

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