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martes, 13 de diciembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-40

Miguel les leyó EL TORNILLO:

Lo vio en la acera, sólidamente anclado al pavimento y supo de inmediato que nadie debía sacarlo de allí, pues sólo él sujetaba la realidad al suelo; sería suficiente que alguien lo aflojase o lo soltase para que las aceras y las calles, las farolas y las casas, los coches y las personas (con sus emociones y sentimientos), los barrios y las ciudades, las provincias y los países, los continentes y los hemisferios enteros comenzasen a flotar y se alejasen de la superficie de las cosas y de la Tierra. La realidad no era tan real como desde tiempos inmemoriales habían pensado, imaginado y supuesto, un simple tornillo la tenía fijada.
Antiguos astrónomos aseguran que había pasado algo parecido con la realidad de un planeta exterior al nuestro, un meteorito caído, un tornillo suelto, y toda la superficie comenzó a constituir rocas sueltas y fragmentos de hielo, y a disiparse y dispersarse para formar esa apasionante disposición actual que conocemos como los anillos de Saturno. Para que luego digan que en el mundo no hay nada interesante.

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