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martes, 13 de diciembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-38

Para Óscar el mejor museo es Un museo de regalo.

—En la capital de P sólo parece existir un Museo, el mencionado y a la vez desconocido Museo de la Palabra Interminable; nadie sabe qué contiene, y no porque sea un importante secreto de Estado, es porque no ha abierto sus puertas todavía.
Todo el mundo se pregunta cómo es posible que nadie conozca el contenido de una institución semejante, sobre todo ahora que todo aparece en cualquier buscador avanzado; y hacen bien en preguntárselo ya que la respuesta en principio es bien sencilla, el Museo del Silencio Sonoro ni siquiera se ha inaugurado.
Se sabe algo acerca de que hace siglos, allá por el año 2000, unos amigos, y sólo con sus palabras, exploraron, descubrieron, fundaron y crearon sus galerías, salas, colecciones y tesoros, que deberían mostrarse sólo a quienes merecieran el placer de contemplarlos. Pero, a día de hoy, nadie más ha vuelto a tener el privilegio de visitar y conocer el Museo del Amanecer Desconocido, por lo que se ignora su actual estado de conservación e incluso la categoría a la que pertenece.
Los más importantes expertos mundiales en museografía, que lo saben todo sobre cualquier museo del mundo, ignoran la magnitud y la escala del Museo de los Cielos Imaginables. Suponen, y tiene motivos para hacerlo, que su interior debe albergar la mejor colección de Luz Enamorada del Universo, ya que en noches muy especiales se adivinan ciertos resplandores dorados que turban incluso la imaginación de los humanos más sensatos, comedidos, templados y prudentes.
Lo que está claro es que hasta en el más sofisticado y elevado mundo de la Alta Cultura se producen rumores. Hay un periodista que asegura haber rastreado la presencia en el Museo de las Palabras Entrecruzadas de algunas palabras aventajadas; otros creen que se trata simplemente de un malentendido, que en realidad el Museo de las Miradas Invisibles no existe, ni siquiera físicamente, que sólo es un gran espejismo que ha fascinado a las mentes más cultivadas del continente; una tercera corriente interpreta todos los datos anteriores como una conspiración por parte de la Real República de Polombia para ocultar al mundo la llegada de una nueva Diosa de la Belleza de imposible contemplación para humanos desentrenados, ya que puede producir años de insomnio, intolerancia radical al mundo cotidiano y aceleración súbita de los recuerdos más tiernos y anemófilos.
Consultada la Real Academia de Relatos de Polombia sobre la existencia misma del Museo de los Reales Encantamientos, sólo hemos obtenido por única respuesta una frase confusa, ambigua y también inagotable: "Si afirmáramos cualquier cosa sobre el Museo de la Alegría Irrepetible, mentiríamos; su existencia escapa a nuestros designios, está por encima del bien y del mal y hasta ahora sólo una persona se ha atrevido a contarlo". El enigma, por tanto, parece que se mantiene.
Los científicos del Consejo Superior de Ciencias Poéticas de Polombia aseguran que la realidad del mismo edificio es inmune a cualquier prueba que certifique su existencia, lo que traducido al castellano implica que todo experimento para confirmar o rechazar su presencia sólida y estable ha fracasado hasta ahora, lo que no impide que en un futuro más o menos próximo exista alguna posibilidad de demostrar que el Museo de la Palabra Sonriente tiene algún sentido. De momento sólo cabe un cordial escepticismo bastante esperanzado.
Algunos estados han gastado sumas ingentes de dinero para averiguar cualquier cosa sobre el Museo del Futuro Perfecto, han contratado los mejores espías que nunca, hasta este caso, habían fracasado. Pero, después de más de medio siglo de investigaciones, no han logrado saber el lugar exacto en el que se localiza, ni conocer los planos ni la forma externa del edificio, ni siquiera si aparece en la más elemental guía de teléfonos.
Tampoco los eminentes especialistas en Arqueología Poética lograron saber nada. Todo inútil, el Museo de las Musas Indecisas es impredecible y se ha escapado hasta ahora a todo intento de confirmar o de refutar su misma presencia en el mundo que acostumbramos a tomar por real.
Ahora bien, se han preguntado algunos profesores de Filosofía que sin duda no tenían nada mejor que hacer, qué diferencia existe entre un Museo ilocalizable, inmaterial, irreal e indetectable y un Museo Inexistente. La pregunta es pertinente sin duda, pero está claro que nadie en Polombia o que esté medianamente informado sobre los asuntos polombianos, se atrevería jamás a llegar a la conclusión de la inexistencia del Museo de la Luz Elevada. Por más información y argumentos que les ofrezcan, la población general parece desear un vuelo más elevado para la realidad y, si bien podrían de momento aceptar que no es fácil demostrar que existe el Museo de las Musas Encantadas, también podría suceder que empezase a existir en un próximo futuro, por lo que negar ahora su misma posibilidad podría parecer un gesto bastante simple de educación emocional.
Exista o no el Museo de la Realidad Imaginaria figura ya entre las más importantes creaciones del espíritu humano a lo largo de la Historia. No debemos concluir, por tanto, que la búsqueda ha sido infructuosa y que la ausencia de pruebas pueda llegar a demostrar precisamente la irrealidad del Museo de las Bibliotecas Ideales.
En la última visita realizada Ayer a la capital de Polombia se ha comprobado que hay una manzana entera en el centro de la ciudad que está vacía, no hay edificios y, lo más raro, ni a sus más astutos habitantes les ha dado por sospechar que la antimateria se haya apoderado de ese espacio sin contenido ni dimensiones. Los más atrevidos se han acercado extremando las precauciones y han notado en sus manos un resplandor dorado cerca de lo que podría ser la superficie de sus paredes exteriores. Desde fuera lo único que se observa es que el que entra en ese orden del Museo del Hipercubo Minimalista ya no puede ser visto desde el exterior hasta que sale, confuso, desorientado y elevado a la enésima potencia. Trastornos y perplejidades semejantes han llevado a las autoridades de la ciudad a decretar un período de cuarentena especial para todos los que entren y salgan de ese Museo de la Esencia Invisible Inencontrable.
Desde que se iniciaron estas investigaciones el territorio de la Real República de Polombia no ha hecho más que ampliarse, poniendo en dichosas y alegres circunstancias a todos los que han tenido la suerte de sentirse invadidos por su hermosa influencia. Pertenecen sin duda a la nueva Polombia en expansión todos los nuevos lugares colonizados por la mejor imaginación humana, lo mejor que se ha escrito hasta ahora en esta versión de la historia: la Mancha quijotesca de Cervantes, la música de Juan Sebastián Bach, las Ciudades Invisibles de Italo Calvino, los cuentos argentinos de Borges, las Mil y una noches orientales, las obras de Douglas R. Hofstadter, los cuentos completos de los cronopios de Cortazar, los de Canterbury, el Decameron de Bocaccio, la parte celestial de la Divina Comedia de Dante; también pertenecen Macondo y los lugares mágicos de García Márquez, los espacios de Saramago, los textos referenciales de Gustavo Martín Garzo, los libros de Luis Landero, el Ramayana y el Mahabarata, las cosas de las que no podía hablar Wittgenstein, los poemas de amor que no desesperan y tantos otros cuentos...
Dicen que nadie puede olvidarse del Museo de Polombia después de haber entrado en sus dominios y que, por donde quiera que vayan, llevarán consigo, y para siempre, su modo de ser y de estar y su alegría, y quedarán encantados eternamente.
Aseguran que, con un poco de suerte, no será siempre noviembre ni estarán mucho tiempo lejos del lugar indicado. Por eso las autoridades poético-sanitarias recomiendan que, antes de notar el más ligero de los síntomas, se debe emprender el viaje esencial a Polombia; allí siempre se está a salvo de la melancolía y del desánimo, de las tribulaciones y desalientos cotidianos, de esta ruidosa vida que nos ha dado a todos por llevar como si fuera obligatoria y necesaria. Por eso, en cuanto alguien se refugia y se sitúa en el epicentro de su mar de la tranquilidad empieza a notar que crece en su interior una serenidad alegre que ni los más atrevidos ejercicios de los escépticos, de los pesimistas profesionales y de los nihilistas logran alterar. No es que dejen de conocer los problemas del mundo, o que sean ajenos al sufrimiento y al dolor que existe, tampoco se trata de evadirse de la realidad, simplemente es así, consideran que la vida es este milagro precioso, apetecible y apreciable y no van a consentir de ninguna manera que los expertos en ensuciarlo todo les convenzan de que sólo vamos de un fracaso a otro mejor ya que, si así fuese, esperan fracasar tan bien la próxima vez que va a parecer un éxito teológico.
Todo el mundo debería vivir siempre en Polombia o, al menos pasar allí una larga temporada. Así quedaría inmunizado contra todos los males que aquejan a la condición humana. Si alguien no quiere emprender su peculiar viaje a Polombia no por eso debe quedarse ordenando el inmenso catálogo de ausencias o reconstruyendo la curva de una caricia eterna. La eternidad es ya la suma y la conexión de todas las vidas individuales.

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