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martes, 13 de marzo de 2012

Como un semidios ingrávido

Como el que ha perdido todos los caracteres y las aplicaciones de la gracia, como un Fausto cualquiera que no es recibido ni por el último demonio, un Don Juan ignorado por todas las mujeres, el héroe del que -por fin- ya nadie se acuerda, el que duerme con un cubo de acero de duras aristas por almohada, el que ha perdido las planos, las llaves y las alas del Paraíso; un laberinto autosuficiente que sólo crece en complejidades indescifrables, un caos que se complace a sí mismo en su desidia.
Así se encontraba nuestro personaje, mitad alado y todas las mitades descompuestas, sin rumbo, ascendiendo a todas las alturas sin permanecer en ellas, repitiendo incesantemente el mito de Sisifo para nada, sin atreverse ya ni a respirar profundamente y, a pesar de todo, totalmente agradecido.

1 comentario:

  1. Brinca, trepa, salta sobre la roca en vez de empujarla, Sisifo de las alturas. Y grita de júbilo porque te quedan las palabras, las que obsesionan, explican, curan, infiltran el pensamiento, apaciguan el alma.

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