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viernes, 9 de marzo de 2012

Impermanencia

Cuando empezaron a barajar no pensaba que todo iba a resultar tan maravillosamente raro. Comenzaron cambiando los muebles de lugar cada semana, poco después los intercambiaban de unas viviendas a otras y así podías encontrarte la chaise longue tan moderna de Le Corbusier entre otras piezas de los abuelos que debían de tener más de cien años.
Más tarde, y de forma bastante inexplicable, sortearon los solares en los que debían aparecer las casas y las edificaciones, y nos encontramos con ciudades que, en medio del casco histórico del siglo XVII, contenían edificios recién aterrizados del más hipercontemporáneo siglo XXI.

Cada vez menos cosas permanecían en su sitio.

Cambiaron los elementos del paisaje y al lado de playas virginales aparecían, como por ensalmo, autovías con túneles y viaductos, montañas unidas a trenes de alta velocidad y una altísima estima social entre la población, algo impensable tan sólo unos pocos años antes. Grandes ciudades -que ya cuesta imaginárselo- e inmensas poblaciones viajaron a otras provincias y así se encontraron ciudades invisibles al lado de palacios con nombres pintorescos.
Las naciones entonces, viendo esta oportunidad histórica, aprovecharon para permutar sus fronteras tan usadas. Los continentes, también bastante astutos, variaron de mares y océanos, incluso algunos, por pura coquetería cartográfica, se trasladaron de hemisferio sin esperar a las siempre lentas y fatigosas derivas de esas placas tan tectónicas.

En un abrir y cerrar de ojos los planetas estrenaron órbitas más circulares y novísimos asteroides aparecieron como por arte de magia. Los sistemas solares, comprendiendo que era ya su hora, estallaron en luces nunca usadas, tan primaverales como sonrientes, provocando la aparición de una gran supernova en la constelación de Casiopea, madre de la bellísima Andrómeda, de la antigua mitología griega.

Las galaxias espirales, inmunes a su propio y vertiginoso mareo cósmico, se hicieron aún más redondeadas y gozosas, es como si adivinasen que estaban preparando mundos capaces de crear disposiciones sorprendentes para lo inesperado. En ese mismo instante los cielos y los dioses envidiaron a la Tierra y sus habitantes aprovecharon la ocasión para madurar y modificarse y, cuando se dio cuenta, se encontraron y no pudieron ni quisieron ni supieron hacer otra cosa que rendirse a la evidencia, era lo que estaban esperando.

Cuando cambien de nuevo todos los átomos de la materia del universo desea con todas sus fuerzas que le corresponda otra vez a su lado, tampoco quiere perder ninguno de sus recuerdos, ni la alegresfera armilar, ni el gran libro de la feliz arquitectura mundial, ni los jabones de frutas deliciosas ni la cesta más grande, graciosa y redondeada que pueda imaginarse, ni sus libros ni su letra... no pide más, tampoco menos.

1 comentario:

  1. Cuando cambien de nuevo todos los átomos de la materia del universo me pido sólo reencontrarme con el sabor de una saliva determinada y única. (Allá las galaxias, los planetas, los paisajes, los palacios, las ciudades, los viaductos y otras menudencias).

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