Hay una lista, pero no es negra, es dorada, donde ingresan los seres aéreos, elevados, casi espíritus puros capaces de enternecerse con la poesía, de comer un atascaburras o de subir al Torrecerredo.
También puede ser disidente.
Y el resto me gusta mucho. El sujeto es peligroso, no hay belleza, alegría, bondad, verdad y felicidad que no le atraigan, justicia que no celebre y placer que no le cautive. La miel le gusta, pardiez; se extasía en grado sumo con el alba, el Sol, la Luna y algunas otras bellezas humanas y divinas; lee algo de poesía, no en exceso; sólo dispara palabras inundadas de alegría; le gusta J. S. Bach como pocas cosas en la vida; prefiere el oro de las estrellas al brillo del vil metal; la nieve nunca le atasca, es más, le estimula, como las montañas y las rocas; pensar, lo que se dice pensar, piensa poco, lo justo para sobrevivir a tanta opresión del ánimo y a tanto economista ultraneoconservador; un pequeño planeta, no mucho más grande que el del Principito, se le podría encomendar; la primavera le deslumbra, siempre y cuando esté bien acompañado; es sentimental, afectivo, emotivo y pasional; y -por lo que se sabe- es tan peligroso que resulta inofensivo.
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