Nuestra especie sería perfecta si no fuese tan torpe.
Alcanzamos el lenguaje y continuamos insultándonos. Crearon las religiones y siguen odiándose. Vivimos juntos y terminamos separándonos. Decidimos organizarnos e insistimos en el caos. Tenemos remedios que no usamos.
Llegamos a la belleza y al arte y vivimos en la normalidad.
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Alcanzamos el lenguaje y con él el requiebro y el amparo y el bálsamo y el sustento más hondo. Creamos las religiones y muchos religiosos aman con dejación de sí propios en los confines más ruines del mundo. Vivimos separados para enajenarnos cuando nos juntamos. Partimos del caos para reorganizarnos en el abrazo con precisión celular. Usamos los remedios como si fueran inagotables. Si alcanzamos la belleza... entonces... el goce es inefable: riman las palabras entre la divinidad y el caos, la lejanía y el encuentro, el no ser del ser, el ser del no ser.Y está ahí, inagotable, renovable, indulgente, serena, aguardando nuestra mirada para rehacerse...
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