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miércoles, 28 de febrero de 2018

La medida de lo imposible 81-84




81
Juegan

Juegan a los dados, al ajedrez, a los laberintos, a los dioses, a la nada, al desierto; juegan a los días que pasan y a los que quedan, a las palabras.

En una reunión extraordinaria de todos los dioses felices se empezaron a barajar posibles ideas para innovar el cosmos y los universos que, de alguna forma, habían creado.
Hablaban y participaban de forma espontánea en una especie de tormenta de dioses, su imaginación era ilimitada y tenían todo el tiempo del mundo:
–Podíamos jugar a que ahora existe todo y, a continuación, no existe. Como magos y prestidigitadores: ¡Ahora existe, ahora no existe!, ¡ahora lo veis, ahora no lo veis! Aunque la transición entre esos momentos durase miles de millones de años celestes.
–¡Ahora somos dioses y existimos, ahora no lo somos! Ahora se ve el sol, después está nublado. Ahora es de día, más tarde es la noche. Ser o no ser es una cuestión; otra es ser y no ser simultáneamente. Ahora joven, ahora tan viejo.
–¡Ahora eres dios y ahora diosa! El mismo y diferente. La misma y distinta. La realidad y el deseo. La destrucción y el amor. Rojo y negro. Guerra y paz. La Biblia en prosa y en verso.
–¡Ahora somos Uno y ahora muchos! Como Monoteo y Politeo. Monolito y Acrópolis. Monólogo y Poliedro. Monógamo y Polifonía. Monótono y Diverso. Monocorde y Biblioteca. Monopolio y Disperso. Monográfico e Historia. Unívoco y en expansión. Lo dejamos y seguimos.
–¡Ahora hay un universo y ahora tantos como se puedan expresar con 10 elevado a la potencia 500! O con 10 elevado al infinito. O tantos como la infinita paciencia de los matemáticos consideren oportuno y conveniente.
–¡Ahora es el ser y ahora la nada! Y a la vez y mezclado, embadurnado y retorcido. Todo el ser y toda la nada, todo el tiempo, atendiendo o no, siendo responsable o no de los acontecimientos.
–¡Ahora todo está justificado y ahora nada se entiende! Razonable y absurdo, explicado y caprichoso. Suave y doloroso. Un caos en perfecto estado. Un orden maniatado por el desgaste del tiempo.
–¡Ahora es la realidad y ahora la irrealidad! Y el número de libros se multiplicaría. Permanece la voluntad, huye la nada.
–¡Ahora es ahora y es nunca, como casi siempre! Y los procesos irreversibles se repiten, se rehacen y se maravillan de nuevo. Renacen, se visitan, hablan, opinan, cotillean, son fragmentos de palabras que ya no designan nada distinto.
–¡Ahora todo a la vez y al mismo tiempo!, y sin descanso y solo para quien pueda soportarlo.
–¡Ahora sin tiempo y sin espacio!, sin dimensiones ni estructuras ni gestos. Ahora sin ahora y sin siempre, sin sujeto y sin conciencia, sin que nadie lo perciba.
–Y acercarnos y alejarnos en el tiempo a nuestra voluntad, aproximarnos a los milenios, siglos, años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos, millonésimas de segundo con cuidado o alejarnos de los siglos, milenios, eras, períodos, ciclos…
–Ir hacia adelante o hacia atrás en la acción, en todas las acciones humanas de todos los tiempos.
–Hacia arriba o hacia abajo en el eje temporal, en la montaña, en la niebla, en la nube, en la altura.
–Hacia adentro o hacia afuera, hacia lo privado, interior e íntimo o hacia lo público, común y exterior.
–Hacia el apego o hacia el desapego.
–Orientados por la memorias, por las estrellas, los faros, las luces, los planos y las cartas de marear, por los dioses, los aviones, los satélites, los cálculos matemáticos, la música de las esferas…
–¡Sin palabras, sin menciones, sin direcciones ni sentidos, sin llegadas ni salidas, sin laberintos, sin destino, sin nacimiento y sin muerte!
–¡Sin nosotros!
–Y el criado llegará a Ispahán y la muerte solo se llevará un reflejo de la sombra de lo que se ha perdido en un espejo alejado.
–Sí, porque la muerte no tiene escaleras.
Y se acabó el cuento. Aunque es posible que, ya que los proletarios del mundo no se unen, ni los partidos y movimientos de izquierdas ni los seres humanos, acaben uniéndose todos los dioses.




82
La Música necesaria

La música de las esferas cristalinas y de los círculos perfectos, la música de la elevación, la de las montañas, la de los árboles amarillos

21-6-2071. Día Internacional de la Música. Plaza del Mundo. Ayuntamiento de todos. Orquesta del Conservatorio Superior con los coros del Conservatorio, de la Asociación Coral Adivina y de la Coral Polifónica del Centro Adorado.
Interpretan, entre otras obras, la música de algunas películas y, al final, el coro “Va pensiero” de la ópera Nabucco de Verdi y el Aleluya (Hallelujah) de Leonard Cohen. Los coros, prodigiosos. El conjunto, espléndido.
Negro y dorado, un movimiento de swing del coro, una emoción desbordante al sintonizar con la voz universal, un estilo apropiado, una elegancia dichosa, una alegría sin límites.
Varias teorías intentan explicar la magia que produce la música en su encuentro con los grupos humanos entusiasmados. Tal vez sea lo que seis niños leían, con acompañamiento de piano, que la música es el lenguaje universal y común de todos los seres humanos, que es necesaria, que es la poesía esencial, que es uno de los bienes más apreciados y valiosos.
Lo que no sabemos es si la música sonaba para un oyente determinado, para el espectador más entregado, para el que deseaba entender que aquella alegría tan dinámica iba dirigida precisamente a él, como si quisiera decirle que la música está dispuesta de nuevo, que todo se ha perdonado, que ya es posible la paz y la concordia en este mundo, que los mejores amigos no volverán nunca a distanciarse, que lo más radiante y luminoso resuena de nuevo, que nada está perdido, que todo podría reiniciarse.
O tal vez sonaba así solo para complacer al espíritu de la música, a los compositores, a los directores de la orquesta y del coro, o para el mismo coro extasiado ante el efecto producido por cien voces armoniosas y bien temperadas.
Es posible que fuese para todos y para nadie, que crease sentido de comunidad y sensación de compañía sensible y cariñosa, que todo fuese una alucinación auditiva, que la realidad se mantuviese rígida y comprimida.
En realidad no lo sabemos.




83
Las palabras y la Belleza

La belleza escondida y depositada en la nieve, la nevada que cubre el laberinto, el laberinto del que se sale caminando por encima. Y después comprobar que encima no hay nada y que ese es el secreto de todos los laberintos, de la nieve y de la belleza encontrada

–Me parece, amigo Sancho, que tanto las palabras como la Belleza son drogas radioadictivas potentísimas y altamente peligrosas.
-Y por qué lo dice vuesa merced ahora y como tan a destiempo.
–Porque son como aventuras de encantamientos, nunca sabes la frase que te espera, el discurso que continúa, la sentencia que sigue o simplemente lo que deberías haber dicho cuando te callaste.
-Tampoco es fácil acertar con el refrán oportuno y adecuado en cada momento.
-Sí, eso es. Parece que las palabras explican y complican todo lo que tocan, te hacen creer que estás cerca de la residencia de los dioses y de todas las maravillas, te inundan de deseos y después se esconden y te niegan las satisfacciones.
-Es que son solo palabras, a veces indican algo, a veces son solo meros adornos floridos, demasiado floridos y hermosos como para durar y permanecer con nosotros mucho tiempo.
–Creo que son blanco y negro y color radiactivo, elegancia extrema y sonrisa radiante.
-Es que no se puede vivir con palabras tan rebuscadas y elegantes, tan grandilocuentes y distinguidas que bien podría decirse que están desprovistas de fin, de sentido, de refranes y de significados.
–Pero, algunas palabras, Sancho, te invitan a mejorar y a elevarte, a imitar lo más perfecto, a seguir su modelo ideal, a ser como Él o como Ella, y después hacen como que se esconden y te niegan sus capacidades.
-Ese es un terreno difícil y hasta peligroso por el que se debe caminar con mil precauciones y cien mil cuidados. Haga usted como sacerdotes, obispos, cardenales y prelados y no se meta en camisas de tan infinitas y espirituales varas.
–Debe ser como tú dices porque si quieres ser como Dios, omnipotente, entonces afirman que se ha apoderado de ti la soberbia, el orgullo, la maldad, el engreimiento, el egoísmo. En una palabra, todos los males.
-Es que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea y anhela. La mente humana no está hecho para tales elevaciones.
–Pero Sancho, ¿sería posible que alguien quisiera ser como Dios para ser tan bueno como él y ayudarle en la difícil tarea de llenar de bondades el mundo?
-Falta le haría al menos a ese gran Señor un buen puñado de ayudantes, asistentes y secretarios para arreglar y desfacer todos los entuertos que por aquí observamos y de los que, tal vez, aún teniendo responsabilidad, no tenga demasiada noticia.
–Pero, ¿por qué querer ser todopoderoso y eterno, y con tan buena intención, habría de ser un peligro?
-Porque el poder nos nubla la razón y el entendimiento, nos aleja del buen sentido y nos engaña con sus maquinaciones. Usted mismo, sin ir más lejos, está poseído por sus lecturas, sus palabras y sus ideales, no siempre realizables.
–¿Es que solo puede admitirse el sometimiento al realismo más burdo, la humillación a la vida más prosaica y el desvalimiento?, ¿dónde está verdad de las mentiras y de las ficciones?, ¿acaso no somos más reales nosotros dos que muchos seres de carne, materia y huesos?
-No lo sé, señor, pero a mí me parece que no es un asunto fácil de dilucidar y que por más vueltas que le demos no vamos a encontrar la solución y la salida a este laberinto. Ni siquiera está claro que haya una única solución ni que pudiera ser aceptada por todos.
–Me parece a mí, mi buen Sancho, que sabes tú más de estas cuestiones y de otras que muchos teólogos y expertos cardenalicios juntos y reunidos en solemne concilio y simposio.
-A mí me parece que no es para tanto. En cualquier caso quiero suponer que un ser perfecto debería consentir la convivencia, la fraternidad y la igualdad, y complacerse en ello.
–Es evidente que debería tender hacia lo bueno, lo alegre y lo festivo, lo agraciado y lo afortunado, lo vivo y lo correcto.
-Así debería ser si ese ser perfectísimo del que habla existiese o, al menos se le ocurriese de vez en cuando asomarse por estos lares y echar una mano en su adecuado mantenimiento.
–Pero quiero insistir, ¿por qué tendría que rebelarse un ser que quisiera ser como Dios?
-Es posible que no quisiera suplantar a Dios, que simplemente quisiera colaborar en el bien y proseguir su tarea.
–Dices bien, amigo Sancho, hay palabras que nos empujan a lo más alto para después dejarnos allí colgados, sostenidos por hilos invisibles.
-O peor, ni siquiera colgados ni sostenidos, muchas veces lo que nos espera es un solemne trompazo con todo tipo de golpes y magulladuras.
–Tú lo has dicho, Sancho amigo, y algún filósofo vendrá en siglos venideros que diga algo semejante, que incluso la filosofía a veces se manifiesta en ese tipo de abolladuras y chichones que nos hacemos al tropezar con este lenguaje limitado en el que estamos.
-Nada sé de filosofías, pero si desea oír encantos y maravillas debe andar con mil cuidados.
–¿Vas a decirme que también es peligroso escuchar la música de los versos, las campanillas de las rimas y hasta los cascabeles de todo lo poético?
-Pues sí señor, sí. Todo lo que exceda la ilusión de las cosas cotidianas es como poco una tentación y un peligro, un trampolín para el alma y un vuelo arriesgado y azaroso.
–Entonces, ¿hemos de limitar las aspiraciones de nuestras almas a lo que es normal y corriente?, ¿qué clase de seres o de personajes medio humanos seríamos?
-Seríamos al menos personas, no demasiado elevados, eso sí, pero lo suficientemente humanos como para no olvidarnos de la justicia.
–Amigo Sancho, qué sería de mí sin ti, cómo andaría por la faz de la Tierra sin tu buen sentido.
-No me dé más importancia que la que tengo, que es bien poca; simplemente me limito a entender que lo mínimo que debemos hacer los humanos es satisfacer las necesidades básicas de todos los seres humanos, sin olvidarnos de ninguno.
–Pero también hay que soñar, querido Sancho.
-Y esto también es un sueño, pero más necesario. Sobre todo hay que comer y beber, hay que respirar y dormir, hay que tener una casa en la que vivir, un trabajo que hacer, una familia que querer, una naturaleza que cuidar.
–De todo eso te encargas tú con tu peculiar habilidad.
-De lo necesario no podemos prescindir, algo que sí podemos hacer con muchos y complicados razonamientos.
–Te advierto, queridísimo Sancho, que si sigues así he de nombrarte Doctor Honoris Causa en la noble tarea de vivir.
-Y yo le advierto, señor Don Quijote, que debe limitar sus pretensiones para alcanzar la Real Orden de la Blanca y Dorada Caballería Volante. No es menester que malgaste así sus habilidades.
–Sé, Sancho amigo, que te he de tener como ejemplo de madurez y buen juicio, pero has de dejarme a mí un resquicio para el ideal y el desvarío.
-Recuerde siempre que todos los refranes que menciono trabajan a la vez.
–Y recuerda que todos los ideales elevados y los valores excelsos siguen en vigor todo el tiempo.
-Pero nuestra eternidad es muy pequeña, poco duradera y no tan alta como sus excelsas fantasías.
–Algún día llegará en que los humanos sepan apreciar que en ciertas quimeras y delirios, que hoy llamamos utopías, hay elementos cordiales y benéficos para todos.
-Es fácil hablar de la edad de oro cuando se tiene casi todo resuelto.
–Nunca es fácil llegar a esa edad en la que muchas cosas podrán ser comunes y estar de una vez resueltas para todos.
-Me parece que esa idea tiene demasiados enemigos.
–Pues a mí me parece que no es imposible y que es tan irrenunciable como necesaria.
-No sabemos cómo ha de llegar ese buen gobierno a estas tierras, pero a mí me parece claro que no va a ser fácil.




84
Donde reina la magia

Escriben todos sobre la alegría del verdadero encuentro

Existe una leyenda talmúdica que dice que innumerables ángeles nuevos son creados a cada instante para, tras entonar su himno de alabanza ante Dios, terminar su existencia y disolverse en la nada. ¿Qué cerca está esta leyenda de algunas teorías físicas que hablan de la generación y desintegración espontáneas de quarks y de partículas elementales, de materia, de energía y de microcosmos?
Otra pregunta: ¿para qué querría y necesitaría Dios tantas alabanzas?
¿Cómo debería terminar la historia del curioso impertinente en un mundo perfecto?, ¿debería generar una segunda oportunidad para todos o la integración de todos los vínculos en un nuevo y superior mecanismo de unidad?
Si en un mundo mejor Orfeo salva a Euridice y puede mirarla y admirarla cuando quiera, ¿por qué y para qué habrían de existir la muerte, el infierno y el desvanecimiento, la desintegración y la pérdida de Euridice en el aire?, ¿de qué aire de tan extraordinaria calidad estamos hablando?, ¿es ese, precisamente ese, el aire que hay que respirar?, ¿puede la música de Orfeo resistir y compensar esa pérdida?
Mientras tanto los humanos viven en una burbuja de años, dentro de una cápsula de tiempo, una especie de esfera unidimensional de medidas inciertas que ignoran la eterna duración de la que desconocemos casi todo, excepto la imborrable sensación de haber acertado alguna vez.
Otro día en otro continente alguien llega a un acantilado, observa a un pelícano volando y se deja caer, se lanza al vacío sabiendo que la luz lo recogerá, que ningún daño mayor ya es posible porque si hay fin todo se acabará y, si no lo hay, regresarán todos los comienzos.
Un joven tarda en saber que lo que siente ante la injusticia es normal: rabia, frustración, fracaso, todo mezclado con arrogancia y rebeldía, mil nervios y no querer ni poder ni saber hablar de la realidad, de lo que ni siquiera ha ocurrido en la ficción.
Alguien escribía un libro en el que todas las letras, palabras y frases eran estrellas, mayúsculas y minúsculas, grandes y pequeñas, largas y cortas, doradas y amarillas, luminosas y resplandecientes… Dicen que al abrir cualquier página del libro el mundo se ilumina.
De toda la Belleza existente y disponible en este mundo, Fabio ha recibido y disfrutado las mayores dosis, cantidades, proporciones y gracias desde que se tiene noticia y hay datos registrados
Se había presentado todo y no había acaecido nada, se había revelado todo y no se había entendido nada, se había hablado de todo y no se había dicho nada, había acontecido todo y no había sucedido nada, se había manifestado todo y no había pasado nada, había llegado todo y se sigue a la espera de que se cumpla la promesa y de que no se quede en nada.

La medida de lo imposible 76-80




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El increíble juego de los dioses

Comentarios a ciertas adivinanzas que son juegos que parecen abrir círculos en el cielo de los significados

–Miguel: En realidad no sabemos casi nada sobre ningún asunto. Ni siquiera los mejores dioses pueden ayudarnos. Tal vez en el futuro los robots con una super inteligencia artificial puedan hacerlo.
–Federico: Los dioses son como niños, los hombres son como críos, los niños son como dioses. La inteligencia y el futuro también son niños caprichosos. Es como si el azar estuviera jugando con el destino para despistar a la necesidad más determinista.
–M: No lo sé. Unos dicen que cada Dios debe estar en su casa y la nada en la de todos. Otros que cada uno es el que debe estar en su casa, pero no todos tienen un hogar que los acoja. Es todo muy confuso.
–F: Todos estamos separados, pero todos podemos estar convencidos de que Zaratustra puede ayudar a todo el mundo.
–M: Es posible que si en cada casa hubiera un Dios se llegase al politeísmo más extremo y tal vez no nos entenderíamos.
–F: Si todos estamos en la misma casa de Dios estaríamos unidos en el monótono-teísmo más aburrido. También podemos ser creativos y hacer experimentos con los dioses.
–M: Y decir: ¡Los dioses unidos jamás serán vencidos!
–F: Supones que los dioses son de izquierdas, solidarios, fraternales, compasivos, misericordiosos, pero ¿qué evidencias tenemos?
–M: ¡Evidencias, lo que se dice evidencias, ninguna!
–F: ¿Entonces?
–M: Nada. A veces parece que estamos a Dios rogando y que seguimos dudando y, a veces, razonando.
–F: Razonando más bien poco. Opinando, hablando, por no estar callados.
–M: Porque no sabemos estar callados.
–F: Porque no queremos ni sabemos ni podemos estar en silencio.
–M: ¿Qué hacemos entonces?
–F: Seguir como si nada.
–M: Entonces, ¡a quien Dios se la dé, los demás se la celebren y la compartan encantados!
–F: No es tan fácil como acomodarse, resignarse y aplaudirlo todo.
–M: ¡Aceptar todo es lo más difícil!
–F: Tendríamos que ser seres muy superiores para admitir y aprobar todo lo que pasa.
–M: Unos dicen que Dios aprieta y otros que Dios ahoga. Unos que Dios sonríe e ilusiona.
–F: Sí, a veces parece que Dios los cría y ellos se juntan… para crear otros dioses que crean a otros humanos que creen en otros dioses.
–M: En cualquier caso a un buen Dios poco deberían preocuparle los ateos materialistas ni los laberintos mentales ni las palabras atentas.
–F: Dios es un laberinto sin entrada y sin salida.
–M: De todos modos cabe imaginar que una sociedad de humanos organizados, justos y felices sería un sueño de los dioses.
–Niño: Sí, muy bien, habláis mucho pero, ¿quién hizo a Dios?, ¿quién es el padre de ese Dios del que habláis?, ¿cuál es el origen y el principio de Dios?
–M: Dicen que Dios es eterno.
–N: Lo mismo podría decirse de la materia, de la energía, del universo, de la vida, de la amistad, de la belleza…
–F: Algún día habrá tantos dioses que ya solo quedará un ser humano.
–M: Y ese ser humano, ¿qué hará, también querrá ser ambicioso?
–N: Ya sabéis que Dios no puede ser ambicioso.
–F: Ya nada superior puede desearse.
–M: Y ese podría ser el principio y el fin de la cuestión. Ser y no ser un sueño, una ficción, una ilusión ante un espejo.
–F: ¿Qué vería Dios al mirarse en el espejo?
–M: Una buena pregunta.
–F: Yo te lo diré. Los dioses podrían y deberían ver el envés del mundo, la antimateria, la materia y la energía oscura, la antienergía y la luz lenta y detenida, el antiespacio y el tiempo al revés, la vida eterna y el destino desatento, las coordenadas y desplazamientos de la nada y del vacío, la espontaneidad cuántica y la creatividad de las neuronas enlazadas, la volatilidad del infinito y todos los decimales de los números irracionales, la salud de todos los deseos y el crecimiento de todos los desiertos, las mil entradas de cada laberinto sin salida, todas las palabras de todos los comienzos, los alephs, los alfas y los omegas, los principios y los fines enlazados.
–M: Tal vez sea más difícil y Dios no sea el que se mira en el espejo, sino que Dios es el espejo.
–F: Eso lo complica todo. No es que se mire, es el espejo.
–M: O solo un espejo y una imagen virtual, no real.
–F: Los dioses son virtuales, se basan en hechos irreales. Mitad poetas y mitad montañeros de gran altura, mitad Zaratustras y mitad Jesucristos.
–M: Cabe suponer que la irrealidad es la mejor opción para los dioses. Al menos así no tendrían que justificarse. Serían dioses de la incertidumbre, del azar y del azahar, de la impredecibilidad, de la incompletitud…
–F: Unos dioses cuánticos que fuesen creando, revisando, imaginando… simultáneamente todas las posibilidades.
–M: Algo así.
–F: Podría decirse entonces que este universo está basado en hechos irreales, cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia.
–M: Nada de esto me parece importante. Ni siquiera sabemos de qué estamos hablando.
–F: Hablamos de todo y de nada, del mundo y del silencio de los dioses, del rojo más potente de las amapolas encendidas y de la tristeza de algunas noches, de las pretensiones de conocer y del escepticismo de unos vulgares aprendices de teodicea. Hablamos y las palabras, siendo como son casi divinas, se muestran incapaces de comunicar, de calmar, de cuidar, de mostrar cariño y ternura.
–M: De todos modos, hablemos.




77
El Cuento que nunca se acaba

-Cuéntame un cuento, le dijo.
–No es posible. Ni siquiera de la acumulación de las más excelsas palabras puede surgir algo nuevo.
-Podrías intentarlo.
–Podría ser este: “Te querré siempre”.
-¿Eso es un cuento?
–No lo sé. Pero me parece que siempre tengo tareas, muchas, demasiadas, las suficientes para engañarme a mí mismo y desentenderme de mis propias meditaciones y de mis propios cuentos.
-Siempre… es mucho tiempo, le contestó.
–Sí, es que es un cuento muy largo, tan largo como el tiempo.
-Y además es un cuento, un relato en el tiempo.
–También el tiempo es un cuento.
-¿Y si nadie lo cuenta?
–Supongo que en ese caso se pierde.
-Y entonces, ¿qué pasaría?
–Sospecho que eso sería otro cuento.



78
El Destino y Omniteo

El destino dibuja en cada instante los nuevos senderos del laberinto, los dioses descifran en cada instante las variaciones sutiles del tiempo, rehacen sus cálculos cuánticos e intentan desenredar todas las confusiones de doble y triple hélice.

–Destino: Creo que me has mandado llamar.
–Omniteo: Es cierto. Hay algo que deberíamos solucionar de una vez por todas.
–D: Aquí estoy dispuesto para casi todo lo que quieras.
–O: No me gusta ese tono ni esa expresión de “casi todo”.
–D: Ya sabes que dicen que parece que no está nada claro quién de los dos domina todo el Universo.
–O: Creo sinceramente que no has entendido lo que significa ser Dios Omnipotente, Omniteo, Todopodoroso, Omnisciente…
–D: Creo que tú también necesitas recordar lo que significa ser un poder sobrenatural, determinista, inevitable, azar indescifrable, fuerza ciega superior que está por encima de los seres humanos y de los mismos dioses y que juega con ellos como quiere.
–O: Estarás por encima de los dioses, pero no por encima de mí, ya que soy el Dios Supremo.
–D: No sé si un dios como tú puede ser ingenuo, pero lo cierto es que tu sino es ser eterno e inmortal y, en ese sentido, estás sometido también al Destino Supremo.
–O: Has de saber que es inconcebible que te presentes ante mí con esa actitud de desafío. Nada de lo que ocurre en el tiempo, ni pasado ni presente ni futuro se escapa a mi poder y a mi voluntad.
–D: Como diría Cervantes, ha de saber vuesa merced que nada se mueve en este mundo sin mi expreso permiso, capricho y consentimiento.
–O: Recuerda que escribo derecho con renglones torcidos.
–D: Tú también sabes que soy yo quien retuerce esos renglones.
–O: No eres más que una forma imprecisa y vaga que tienen los hombres para denominar y tratar de entender lo que es del todo ininteligible para ellos, mi poder absoluto.
–D: Has de saber tú que no eres más que una palabra ambigua y confusa que tienen los humanos para nombrar y tratar de digerir como pueden todo lo que les envío y les cae encima.
–O: Si quisiera, ahora mismo desaparecerías.
–D: Tus palabras confirman mi existencia.
–O: No, confirman que estoy hablando contigo.
–D: Si hablas conmigo es que soy algo.
–O: Una palabra que hasta ahora me ha sido útil pero que me está empezando a molestar.
–D: Si lo deseara, tu destino cambiaría.
–O: No puedes hacerlo.
–D: Puedo hacerlo y puedo lograr que seas mortal.
–O: ¿Puede un ser Eterno ser mortal?
–D: Tú sabrás, por ahí hay cientos de millones de personas que creen en alguien que dicen que se presentó como hijo tuyo y murió.
–O: Eso son habladurías y cotilleos, comentarios sin sustancia y ganas de hablar por no saber estar callados. Ese del que hablas era tan dios y tan inmortal como yo, era yo.
–D: Luego ya ves que, si quiero, puedo hacer que pierdas tus poderes.
–O: No lo has entendido, en mi infinita estancia en el presente hago lo que quiero, me presento con las características que prefiero en cada momento, puedo mostrarme como inmortal o mortal, como perenne o caduco, feliz o desgraciado, como Buda o como Cristo, como perfecto o como árbol.
–D: Ese es tu destino, en tu esencia infinita -como bien dijo Spinoza- coexisten infinitos atributos y muestras los que son oportunos y adecuados, tal y como está encomendado.
–O: Nada ni nadie puede estar por encima de mí ni mandarme ni encomendarme ni pedirme nada que yo no quiera.
–D: Te confundes, por encima de ti, en ti, alrededor de ti o a tu lado, están la Bondad, la Belleza, la Verdad, la Justicia… y no puedes desligarte de ellas.
–O: No lo has entendido. Como ya descubrió Ockham, mi omnipotencia está por encima del bien, del orden y de todo; lo bueno es bueno porque yo lo quiero y, si quisiera, lo que llaman malo sería bueno y deseable; lo bello es bello porque así lo decido y, si me diese la santa gana, lo feo sería lo más apreciado. Y así con todo, nada está por encima de mi voluntad.
–D: Ahora hablas como el más vulgar de esos dictadores caprichosos e inmaduros que permites y consientes, esos que son incapaces de aceptar la existencia y la dignidad de los demás.
–O: Solo hablo de mi Voluntad.
–D: Recuerda que estás atado a tu propia lógica, no puedes querer nada contradictorio. Ese es tu destino.
–O: Recuerda que soy mi propia lógica y soy yo el que dicto qué es contradictorio y qué no. Puedo querer una cosa y la contraria, puedo amar y mostrarme indiferente, predicar la paz y extender la guerra, puedo ser lógico y absurdo al mismo tiempo y en el mismo sentido.
–D: Porque ese es tu destino.
–O: No es cierto. No hay nada que pueda considerarse como el destino de Dios y, si existiese, podría cambiarlo cuando quisiera.
–D: El hecho de intentar cambiarlo o cambiarme ya demostraría de nuevo mi existencia.
–O: El hecho de modificar a mi antojo Todas las Leyes de la Naturaleza indicaría más bien mi omnipotencia, no tu trivial existencia ni tu resistencia pueril a aceptarme como Ser Superior.
–D: Si supieras que todo eso ya está previsto y programado, que estás destinado y hasta predestinado para ser así y contestarme esto.
–O: La Predestinación es divina, es mi Gracia o Desgracia infinita la que distribuye como quiero las suertes y los sufrimientos, los encantos y los desencantamientos, las aventuras felices y los dolores.
–D: Pues has de saber, amigo mío, que ese plan es bastante incomprensible y que sigues sometido al destino de los dioses supremos.
–O: No sé por qué hablas en plural, solo hay un Dios Superior y Supremo, solo existe mi Voluntad Divina, solo se cumple lo que digo, el destino no es más que un pequeño juguete en mis manos.
–D: No sé por qué hablas así de mí, cuando no soy más que tu compañero de andanzas, aventuras y encantamientos. Yo soy la fuerza suprema, se hace siempre mi voluntad, se cumple lo que digo y tú no eres más que mi fiel ayudante, y no puedes separarte nunca de mis dictámenes y mandatos, por más caprichosos que te puedan parecer.
–O: ¡Destino: tu destino es la muerte, la desaparición, el olvido, la nada!
–D: Es lo que hemos decidido entre los dos.
–O: No, yo he decidido la vida, el amor, la salvación, la bondad, la belleza, el gozo, la iluminación.
–D: Ya sabes que Nietzsche descubrió que estabas muerto, ya te queda poco que hacer.
–O: Ya sabes que Nietzsche ha muerto.
–D: Murió cumpliendo el destino de todos los seres humanos, que son finitos, mortales, efímeros, temporales, por más que ellos se agarren a un verso, a un beso, a una mirada, a una flor, al sol más cercano, al árbol que crece, al placer que se va.
–O: Yo he decidido la Vida.
–D: Pero te ha salido una vida muy corta, ya que el destino así lo ha querido, así está escrito y bien retorcido (hasta en la doble hélice del ADN).
–O: No. La vida es eterna, ese es el destino de los que sepan apreciarlo.
–D: Te gustan los laberintos complicados, así que los haces mortales para decirles que son inmortales, les haces sufrir para indicarles que su destino es el Paraíso, los limitas por todas partes para demostrarles que pueden ser ilimitados. ¡Curiosa manera de expresarse!
–O: No es sencillo ser Dios Omnipotente, si se lo pones muy fácil todos querrán ser y vivir como Dios.
–D: Sería un buen destino.
–O: Pero eso no es posible, si todos fuésemos dioses supremos, ¿cuántos destinos habría?
–D: Si todos compartiésemos el mismo destino tal vez las cosas nos irían mejor.
–O: ¿A qué te refieres?
–D: Me refiero a que todos los destinos conducen a lo mismo, a un Dios y a un Destino absolutamente imbricados, indistinguibles, como alfa y omega, principio y fin, causa y efecto, presentación y desenlace de lo mismo. La meta es el destino y yo he llegado antes.
–O: Solo introduces incertidumbre en lo que debería ser un camino bien marcado.
–D: Te equivocas. El Dios de la incertidumbre eres tú, y también el de la incompletitud. Obligas a los humanos a jugar a un ajedrez que no comprenden en un laberinto plagado de infelicidades y desencuentros, les hablas de cosmos y los inundas de caos, les prometes aparecer y solo guardas silencio, ellos se muestran y tú sigues siendo el experto en desapariciones, les regalas la música y te mantienes alejado en silencio.
–O: No lo has entendido. La incertidumbre es la única certeza. La incompletitud es completa. El ajedrez es una metáfora que deberían interpretar como un juego en el que se puede hacer tablas, en el que nadie gane la partida, ni el destino ni la muerte ni los dioses. El laberinto de los días es el camino que hay que recorrer para entender el proceso. La infelicidad es un exceso de ambición y de apego a lo innecesario. El desencuentro es un error de cálculo y de trayectoria. El cosmos es el mejor regalo. El caos es lo que has descubierto. La aparición es una epifanía reservada para los más intrépidos. El silencio es el lenguaje de los dioses. La Música es el sonido que está a la altura de Juan Sebastián Bach, como la Literatura es lo que está al nivel de Cervantes, la Escultura lo que se mueve entre Miguel Ángel y Calder, y la Pintura lo que se muestra entre El Bosco y Tanguy.
–D: ¡Hay que ver cuánto hablas! Sabes que todo lo que has dicho es discutible e interpretable.
–O: Eso es evidente.
–D: También es evidente que eres tú el que no quiere entender. Quieres ser el camino, la verdad y la vida, pero solo les das palabras, preguntas y respuestas provisionales.
–O: Aunque usen cien mil palabras no entenderán un lenguaje con un infinito número de palabras, aunque hagan la última pregunta o descubran la última respuesta no encontrarán la solución al enigma porque el número de enigmas, de preguntas y de respuestas (de Bibliotecas, de Universos, de Alephs, de Laberintos, de Babeles…) es ilimitado e inabarcable.
–D: Porque ese es su destino, estar perdidos en el espacio, en el lenguaje y en el tiempo. Sin coordenadas.
–O: Sin coordenadas se perderían, con ellas no llegarían a su destino.
–D: Tú lo has dicho. Soy su destino.
–O: No, eres sus limitaciones, sus imperfecciones, su vejez, su desencanto, su muerte. Lo que no logras es ser su eje de simetría, ni mostrarles los planos de la realidad ni los planes divinos, ni las líneas decisivas de sus trayectorias.
–D: Todo lo confundes. Para mí todo está más claro. La meta es su destino, la nada, el olvido, la muerte, el no ser, el cielo, el paraíso, el nirvana, el edén, la iluminación, la frontera superada.
–O: Todavía es más difícil. No hay meta ni hay destino o, lo que viene a ser lo mismo, todo, cualquier cosa, es meta y destino. Hay tantas nadas como quieras imaginar, tantos olvidos como personas dispuestas a no recordar, tantas muertes como seres, tantos modos de no ser como de ser, tantos cielos como miradas, tantos paraísos como encuentros, tantos nirvanas como placeres, tantos edenes como arcoíris, tantas iluminaciones como obscuridades, tantas fronteras como desiertos.
–D: Hoy estás muy explicativo.
–O: Por más que me explique sé que casi nada se entenderá.
–D: Ese es tu destino, la incomunicación, la incomprensión, la disipación.
–O: Esa es tu condición, la obligación, el determinismo, el mecanicismo. Eres la parte obligatoria de la libertad, pero hay otra parte indecisa, imprecisa, inconclusa, indeterminista, aleatoria, azarosa… que no va a renunciar a su poder creativo.
–D: Lo único que deben hacer es aceptarme.
–O: Lo que deben hacer es salir de ti y de mí, explorar, dirigirse a todos los infinitos y a todos los más allás. Superarnos.
–D: ¿Cómo puede alguien salir de su propio destino o de Dios?, ¿no somos acaso, tú y yo, las dos caras de una misma moneda?
–O: Me temo que ya es hora de indicar que la moneda tiene infinitas caras, es más, que hay infinitas monedas.
–D: Te refieres a que hay un número infinito de destinos y de dioses.
–O: Así es. Te lo revelaré al fin. Un infinito que no se mide mediante ningún número posible.
–D: Eso nos pone en una posición algo delicada.
–O: Claro, nos creíamos superiores, únicos, imprescindibles. Ahora conocemos todos los niveles del engaño.
–D: ¿Nos han engañado a nosotros?
–O: Nosotros también somos partes, piezas y fragmentos del engaño.
–D: ¿Qué vamos a hacer?
–O: Durante un tiempo seguiremos como siempre, después ya se nos ocurrirá o se les ocurrirá algo.
–D: ¿Quieres decir que dependemos de ellos?
–O: Dependemos hasta de la más mínima interacción de un leptón o de un quark con más o menos encanto.
–D: ¡Estamos arreglados!
–O: O desarreglados, lo deberíamos saber pero ni siquiera nosotros lo sabemos.




79
Un dios cualquiera

Cuando ya lo hayas visto todo estarás preparado para cerrar los ojos y pensar en todas las apariencias que nos constituyen

–humano: No sé si creerte cuando dices que nos conoces a todos, ¿qué significa para ti conocer?
–Dios: Os conozco a todos, uno por uno, en cada instante de dicha y de sufrimiento, en cada recodo de vuestro ánimo, en cada microorganismo que os infecta, en cada partícula y átomo que os compone.
–h: Eso es fácil de decir en general, pero la verdad es que no se nota. Más bien parece que todo es una inmensa chapuza, que te ha salido todo mal o regular, o muy pocas cosas bien o que, sencillamente, no existes.
–D: Ya me aburre pasar todo el tiempo justificándome.
–h: En parte te entiendo, pero has de comprender que unas existencias con tantos fallos y defectos no pueden convencer a casi nadie que lo piense adecuadamente de que existe un Dios perfecto.
–D: ¡Pensar, pensar, siempre pensando, lo que tenéis que hacer es vivir!
–h: Eso es fácil de decir, pero a veces creo que solo eres el silencio, la paz. el infinito, la bondad, la gran Belleza…
–D: ¿Te parece poco?
–h: No, es mucho, pero en esta larga espera no se ve por ningún lado que seas necesario. ¿Por qué se te han de atribuir las bondades y cualidades del silencio o de cualquier otra cosa, en el caso de que tengan algunas?
–D: Tienes razón, hasta ahora los humanos se han limitado a interpretar el mundo como si fuera una obra indescifrable y ya es hora de cambiar y de cambiarlo, ya es hora de hacer otras cosas y de transformarlo en un verdadero Paraíso Natural.
–h: Eso ya existe y ya lo tenemos, está en muchísimos lugares de Asturias y de la cordillera Cantábrica, en los Pirineos, en Gredos, en muchas montañas, en los Alpes, en el Himalaya…
–D: Entonces no me necesitáis para nada. Con eso y con unos cuantos museos para recoger la belleza del mundo tenéis todo lo que necesitáis para sosteneros en pie sin ayudas celestiales.
–h: ¿Y tú qué harías?
–d: Lo de siempre, nada.
–h: Eso siempre lo has hecho muy bien.
–d: ¡Muy gracioso!
–h: Parece que la selección natural o sobrenatural de dioses te ha elegido.
–d: Insinúas que, entre todos los dioses posibles, soy el único que ha sobrevivido, el más apto.
–h: No. Simplemente te indico que, entre todos los dioses posibles, algunos seres humanos van seleccionando el que más les conviene.
–d: ¿Y a quién le convengo yo ahora?
–h: A todos los humanos tolerantes y civilizados, a los que hemos superado la tentación del fanatismo, del extremismo, del radicalismo, a los que ya sabemos que no estamos en posesión de la verdad y que tú tampoco la tienes, a los que podemos ser relativistas sin traumas, a los que pedimos muy poco a los dioses y exigimos mucho a los que pretenden organizar las sociedades humanas, a los que no matamos a los diferentes, a los que admiten y aceptan a los dioses desconocidos e incluso admiramos a los que levantaban templos en su honor.
–d: Si es así, me parece bien ser un dios en esta época desacralizada, secularizada, profana, laica.
–h: Ese es el papel que tienes que representar.
–d: No es un mal papel para desempeñar en este gran teatro del mundo.
–h: A él te tendrás que acomodar y tendrás a tu favor que nadie te va a pedir explicaciones ni a reclamar nada.
–d: Y, entonces, ¿para qué serviré?
–h: Para que nadie repita errores como los del arzobispo James Ussher, capaz de creer que el primer día de la creación comenzó el atardecer anterior al domingo del 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo según el calendario juliano, cerca del equinoccio de otoño; o los de John Lightfoot, que dedujo que la creación comenzó el atardecer próximo al equinoccio de otoño, pero en el año 3929 a. C.
–d: No eran más que cálculos ingenuos.
–h: Reservaremos la ingenuidad para que la vida sea más alegre y sencilla. Y, si alguien pretende dedicarse a semejantes tareas, al menos que lo haga sabiendo que su resultado va a ser más literario que científico y tan histórico como provisional, tan efímero como cambiante, tan volátil como ligero.
–d: En cualquier caso, y si no hacen ningún mal a nadie, dejémosles entretenerse con lo que quieran.
–h:  De acuerdo, pero siempre y cuando no causen ningún mal a nadie.
–d: Perfecto.
–h: Estoy pensando que, en el fondo, aquella religión pretendía curar lo que previamente había estropeado.
–d: ¿A qué te refieres?
–h: No te hagas el ingenuo. Al rebajar la vida a una condición inferior y hacerla pasajera, finita y negativa, la religión se atrevía a presentarse como una solución tan fantástica como indemostrable.
–d: En cualquier caso ya sabes que de ilusión y de fantasías también se vive.
–h: Se vive de todo y a veces de cualquier manera. Pero lo que la religión hacía era generar un remedio para una enfermedad que ella misma había producido, vendía una medicina para la enfermedad que había provocado.
–d: ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
–h: Dejar de despreciar la vida humana sobre la tierra. La vida debería ser tan grandilocuente, venerable y respetada que no se pudiera de ninguna manera ensombrecerla ni disminuirla. Y si después hay una vida eterna, mejor que mejor, adelante, la viviremos alegremente.
–d: ¿Y cómo hacemos compatible esa vida entera, íntegra y terrenal con la existencia de un dios?
–h: Imagina que alguien tiene una vida y no la da gastada, como si no hubiera manera de envejecer ni de cansarse, como si las fuerzas fuesen incansables y las energías inagotables.
–d: Eso lo dejaría en una posición muy cercana a un dios.
–h: ¿Puede un dios estar celoso de un ser humano que vive y disfruta de su vida a su aire?
–d: Tal vez no debería. Pero entonces, ¿quién necesitaría o desearía acercarse a nosotros?
–h: Todos los que sientan que algo mágico, poético o divino también se manifiesta a través de las innumerables olas de los mares y océanos sin calma, de los vuelos inaprensibles de las aves fecundas, de las incontables erupciones de los volcanes escultores de la tierra, de los infinitos vaivenes del viento sin letargo, de los ilimitados nacimientos y oscilaciones de las hojas de los árboles vivientes, de las incalculables combinaciones de todas las palabras de todos los idiomas exploradores de sentido, de las interminables dimensiones conocidas y desconocidas, de los sinfines movimientos de las luces, de los aleteos de las mariposas, de la ligereza de los colibríes, de…
–d: Es suficiente. Estoy convencido de que un dios que colaborase a crear una vida digna y feliz para todos empezaría a formar parte de la mejor religión, la que glorificaría todo lo creado, lo nacido y lo existente, y lo consideraría sagrado.
–h: Y es posible que ese dios tan innecesario acabase siendo el más convincente. Ya no necesitamos dioses mentirosos, que hablan de paz y de amor y nos ofrecen guerra, crueldad y sufrimiento. Necesitamos unos dioses pacifistas, aunque sean impotentes para erradicar el mal.
–d: Casi es preferible un dios tímido e inseguro que un impostor. Tal vez todos los dioses sean impostores, al fin y al cabo siempre se puede pensar e imaginar un dios mejor.
–h: Ser dios, incluso un dios cualquiera, con las mejores intenciones, tiene que ser agotador.
–d: Piensa que hay que tenerlo todo en la mente, todo el tiempo, sin descanso. La verdad, no sé si compensa.
–h: Realmente no sé cómo te atreves a seguir existiendo.
–d: De hecho creo que no quiero tener razón ni que me la den.
–h: Eso es un cambio sustancial para un dios.
–d: No sé, tal vez solo sea un poco de coherencia. No puedo hacer todo el bien que quiero y debería tener planificado, no soy capaz de crear toda la belleza que necesitaría para mostrar el Paraíso Universal, no alcanzo la verdad en la que debería desenvolverme a la perfección…
–h: ¡Estamos arreglados!
–d: Estabais acostumbrados a dioses engreídos, soberbios, siempre en posesión de todos los absolutos…
–h: Y ahora vienes tú y nos das la razón.
–d: La de hoy y la de mañana, tanta razón y tantas razones como queráis.
–h: Sabes mejor que nadie que no se puede vivir solo con la razón.
–d: Lo sé, por eso he abandonado el mundo de las razones, llevan demasiados siglos desatadas. Además ya no controlo el tiempo ni el destino, se me han escapado de las manos el control y el guion de todas las vidas humanas, no superviso el vigor constante de la evolución de la vida, ni siquiera me siento responsable del devenir del universo.
–h: No sé dónde vamos a ir a parar con todo esto. ¿Al menos habrás dejado que sigan funcionando unas leyes constantes en la Naturaleza?
–d: Sí, creo que siguen funcionando.
–h: Sinceramente, creo que estás algo deprimido y no me extraña, dada la cantidad de cosas que no te salen como es debido.
–d: No me salen como Dios manda.
–h: ¡Muy gracioso!
–d: ¡Qué más quisiera que ser gracioso! Ni siquiera el reparto de gracias se mantiene en orden.
–h: O sea que te han dejado a cargo de este planeta e insistes en que tu reino no es de este mundo.
–d: Y mi mundo no es de este universo.
–h: ¿Dónde quieres ir a parar?
–d: A ningún lugar. Mi mundo no es de este universo observable, mi universo no es de este cosmos, mi cosmos no es de este ser, mi ser ni siquiera es lo que podría entenderse como divino.
–h: ¿Y entonces?
–d: Como puedes ver esto no tiene salida, a la fuerza me siento agobiado por mi incapacidad para resolver tantos desastres o para atender tantas oraciones y peticiones de ayuda.
–h: Esto es peor de lo que había imaginado, un dios decaído.
–d: Sí, lo mejor va a ser dejarlo.




 80
Hablar con Godot

Escriben Miguel y Samuel Beckett sobre Godot, uno de los dioses posibles que se niegan a comunicar explícitamente la verdad a los humanos.
–¿A qué espera Godot para venir, aparecer y justificarse?, se preguntan.
–A que llegue la cantante calva, responde Ionesco.

–humano: Te has hecho esperar lo que te ha dado la gana.
–Godot: Tampoco creas que hago todo lo que quiero.
–h: Pues no será porque nosotros te lo impidamos.
–G: No creas que es tan sencillo. ¡Tanta gente esperándome!, casi da miedo pensarlo.
–h: ¿Qué significa eso de que no es tan sencillo?
–G: Pues que no soy tanto como imagináis o creéis. Ni está claro cuál es mi estado y condición ni si he decidido crear todo este tinglado libremente.
–h: Ahora no me vendrás con eso de la espontaneidad cuántica.
–G: No, pero lo cierto es que es posible que todo esto se nos haya o se me haya ido de las manos. No me veo capaz de ser tan chapuzas, de permitir tantos males, de consentir sufrimientos masivos, de haceros soportar más dolores y miserias que las de algún célebre y famoso crucificado, no lo sé. Está claro que esto no ha salido bien y que algo o todo ha fallado y, lo que es peor, continúa fallando.
–h: Estás insinuando que eres una especie de dios insuficiente, un godot cansado y entristecido, uno al que casi todo lo importante le sale mal, uno impotente para revisar sus jugadas y ganarle a la entropía y al mal…
–g: Lo que te voy a decir no sé si tiene mucho sentido. No soy mucho más que vosotros, me esperabais como un mesías porque no sabéis organizaros bien entre vosotros; deseabais que llegase como el salvador porque sois incapaces de parar tanta mentira, abusos de poder, corrupción, injusticia y violencia. Pero no soy más que un personaje incapaz de cumplir vuestros sueños y anhelos.
–h: ¿Para qué nos vales, entonces?
–g: Supongo que para muy poco. No soy un personaje valioso, no soy un benefactor de la humanidad, no soy gran cosa. Un pobre dios ineficaz, artificial, desencantado, tal vez deprimido y deprimente a veces. Siempre incapaz de cumplir lo prometido.
–h: Pues no sé si ha merecido mucho la pena haberte esperado tanto.
–g: No debéis esperar gran cosa de mí. Confiad en vuestra inteligencia y en vuestra capacidad para hacer las cosas bien.
–h: ¿Quieres decir que todo está en nuestras manos?
–g: Así es.
–h: ¡Pues estamos arreglados!, hay miles de millones de personas que te han esperado y que te siguen esperando cada día. ¿Qué les decimos ahora?
–g: Que ya lo había advertido Jenófanes de Colofón en el s. VI a. C., o Ludwig Feuerbach y sobre todo Nietzsche en el s. XIX. Los dioses son creaciones humanas, nada que esperar, nunca voy a llegar. Os voy a decepcionar siempre.
–h: ¿Y qué haremos?
–g: Dejar de esperar y empezar a moveros.
–h: ¿Y?
–g: Y nada. Como mucho lo que podéis hacer es recuperar vuestra iniciativa y liberaros de la espera, ¡dejad de esperarme y de necesitarme!
–h: ¿La única solución es el budismo zen?
–g: Y todas las fórmulas místicas y materialistas que propugnen la desconexión, la superación de esa extraña perseverancia. Lo que tenéis que preguntaros seriamente es por qué seres aparentemente inteligentes necesitan creer en seres tan alejados de la realidad o desprovistos de ella. Lo que necesitáis indagar es qué tipo de vida tan incompleta lleváis que os hace depender de lo irreal y de lo irracional.
–h: Estoy de acuerdo contigo, pero miles de millones seguirán sin hacernos caso ni a ti ni a mí. ¿Cómo podríamos presentar a un Dios ateo tan convincente como para hacerles superar sus dudas?
–g: Las evidencias sobran. Siempre estuvo claro que demasiados malvados han llevado vidas alegres, felices y placenteras y que, por desgracia, muchísimas buenas personas solo han padecido tormentos, sufrimientos, torturas, privaciones, necesidades. Que este mundo y esta vida no son justos está más que claro.
–h: Precisamente por eso necesitaban una especie de justicia final que pusiera a cada uno en su sitio.
–g: Eso suena muy bien, pero me temo que nadie va a poder garantizaros tal cosa.
–h: Entonces, nos habéis timado.
–g: Digamos que habéis decidido, sin pruebas, creer demasiado.
–h: Es lo que decía Lacan sobre el amor: “dar lo que no se tiene a quien no es”.
–g: Sí, más o menos es eso. Habéis transferido lo poco que teníais a unos seres imaginarios, irreales, invisibles, indemostrables… y os habéis quedado sin nada, esperando una salvación que nunca os llegará.
–h: ¿Estás diciendo que los dioses no existen, que no sois nada?
–g: Eso es.
–h: Entonces, ¿cómo pudo estar hablando aquí y ahora contigo?
–g: Esta conversación solo se está produciendo en tu mente, en tu imaginación. No estoy aquí, no soy, me he desvanecido hace mucho tiempo.
–h: Entonces todo esto es puro solipsismo. Los dioses solo existiríais en la imaginación que os quiera concebir; sois una creación poética, literaria, filosófica.
–g: Sí, un delirio personal y colectivo. A veces pacífico, a veces tremenda y extremadamente peligroso.
–h: Entonces ya no hay nada que esperar.
–g: Nada que esperar de los antiguos dioses, ya desaparecidos. Lo único que podéis aguardar es el fruto de vuestra inteligencia, los avances de la ciencia, de la tecnología, de las artes, de la filosofía… y distribuirlos bien entre toda la humanidad.
–h: Esa es la parte más difícil. La distribución. Ni siquiera a ti te salía bien ese ámbito.
–g: Algo hay en la materia y en la energía que impiden la homogeneidad y la uniformidad en todo el universo. Y algo debe haber en los códigos genéticos y en las circunstancias de cada uno que también dificultan la igualdad.
–h: No sé si esas evidencias materiales y científicas serán suficientes para explicarnos y para rebajar nuestras pretensiones de una sociedad justa.
–g: Siempre estás con lo mismo, con la utopía.
–h: No con cualquier utopía, con el hedonismo utópico.
–g: Soñar no cuesta nada.
–h: Peor es o era lo vuestro, dioses ateos que juegan con sus contradicciones y no resuelven nada,
–g: ¿Y vosotros qué hacéis? La humanidad sigue llena de problemas y, mientras tanto, Miguel escribe y Federico juzga, critica y combate. ¡No sé si eso es suficiente!
–h: Mientras hablan los dioses todo queda sin resolver.
–g: Sí, y mientras hablan los humanos los problemas se acumulan. Está claro que tenéis que dejar de depender de nosotros, los dioses hablaban y no justificaban ni explicaban nada. No deberíais ser fanáticos, ni siquiera creyentes.
–h: Tienes razón, las creencias, aunque sean universales, no sirven para mucho.
–g: Ahora ya sabéis que la realidad tal y como se os presenta es imposible. Todo depende de vuestra dedicación.
–h: Ya no esperamos a Godot y ya sabemos que no hay más salvación que nuestra sonrisa.
–g: Esa es la mejor actitud. Como la de Calder, que siempre se alegra.


Gorgias, en su nueva obra, “Elogio de Godot”, explica con persuasión y elocuencia la inocencia de Godot:
Si Godot no llega y se mantiene en silencio, se puede deber a varios motivos. Y no es fácil conocer cuál es el verdadero. Y eso suponiendo que solo tenga un motivo y que no sean varios.
Puede ser que Godot, para evitar la condena de muerte de Vladimir y Estragón (Vles) por el delito de haber nacido (Calderón de la Barca, La vida es sueño) y seguir manteniendo la esperanza (Dante, Infierno), decida no aparecer. Es posible que el ataque de cólera de Godot solo pueda controlarse a distancia, ya que si llegase y los viese, tal vez los eliminaría. Es decir, Godot, al no presentarse, les estaría salvando la vida.
Podría ser que Godot, en su inmensa belleza y sabiduría, para no destruirlos ante la terrible exposición a tal sobredosis de Belleza (Rilke, Elegías de Duino), decidiese prudentemente derramar algunas de sus gracias y cualidades, evitándoles así la muerte segura por imposibilidad física y estética de soportar tanta grandeza.
También podría ser que, para mantener su honesto, honrado y decente pacto con la verdad, Godot no pueda ser y estar en el Olimpo y en la tierra a la vez y al mismo tiempo. Si está en el Cielo no puede hacer como que se comunica con los humanos y, si estuviese con Vles no podría hacer como que está en el Cielo. En este sentido Godot sería coherente y se mantendría fiel a la primera promesa y estaría cumpliendo su palabra dada.
Es posible que hayan cambiado a Godot por otro Dios distinto, Dogot, Dotog, Togod o Todog. Que Godot haya sido raptado y secuestrado, retenido contra su voluntad inequívoca de ayudar a todo el mundo. Y dee ese dios distinto tampoco tenemos noticias.
No sería imposible que Godot sencillamente esperase la muerte del Olimpo Nietzsche, la muerte de Dios) y de los cielos y, entonces, liberado ya de sus ataduras y compromisos divinos, podría acercarse a salvar a los humanos. En esta hipótesis Godot debería esperar el tiempo que fuese necesario para cumplir su parte. Y los humanos seguir en lo mismo, esperando.
Es posible que Godot piense en Vles todos los días, que se sienta en la obligación de decirles algo, de enviarles un mensaje (el muchacho), de invitarlos a esperar y, por eso, ellos esperan, con su proverbial poco sentido y menor habilidad, a que llegue y les diga algo.
Tampoco debe despreciarse la posibilidad de que Godot les esté enseñando que no es necesario esperar a ningún Dios para salvarse, que en el mismo hecho de existir y de vivir reside la chispa que puede producir la idea de por dónde van las cosas: trabajar, estudiar, leer, viajar, amar, contemplar la belleza del mundo, arreglar las cosas…
No debe desdeñarse la idea de que Godot simplemente sea una invención de Vles y que lo necesiten tanto porque no saben vivir por sí mismos y que  esto demuestra, simultáneamente, tanto su escasa vitalidad como la inocencia de Godot.
Godot también podría sentirse tentado cada día de acompañar a Vles a todas partes, de derramar alguna de sus gracias y sentirse adorado y acompañado por personas elevadas que sabrían valorar sus hechos divinos y sus encumbradas palabras. Es bien cierto que los humanos no están ni a la altura de la suela de sus zapatos, pero también lo es que desde esa altura pueden limpiarle su calzado adecuadamente.
Godot, siempre en su resplandor divino, nunca deja de mantenerse en el máximo estado de su luz. Así está preparado para cualquier encuentro fortuito en el texto, en el escenario o en la vida cotidiana.
Tal vez por eso Dios a veces hace como que existe y ellos hacen como que creen. Y parece que eso es todo.
En cualquier caso podría ser el primer dios que renuncia a serlo, que distribuye y reparte su esplendor, su poder y su gracia, que se modifica a sí mismo en infinitos como si hiciese una edición ilimitada de dioses y seres.