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En expansión y hacia
arriba, como si ese fuera su destino
…Miguel
escribe sobre un paisaje con montañas porque algunos días a la semana salían a
recorrer las montañas del paraíso, esas inmensas esculturas que los dioses
artistas han formado para que los horizontes y los laberintos sean más
interesantes.
Del mismo modo que
aquellas esculturas móviles tan calderianas y tan expansivas no tenían cabida
en su casa ni en ninguna construcción humana conocida ya que tropezaban con las
paredes y los muebles, así tropezaba con los límites diarios de esta vida y sus
aspiraciones se quedaban siempre recortadas y limitadas por esta prosa que
quiere imponer su limitada realidad a todas las luces de los atardeceres.
Del mismo modo que sus
obras estaban en expansión y hacia arriba, así adivinaba y reconocía a los
verdaderos artistas de la santidad, los que podían afirmar que su reino no era
de estos mundos y que su mundo no era de estos reinos.
De la misma manera que
escribía, así podía borrar de su mente cada una de las letras que componían
palabras y obras.
De la misma forma los
dioses se expandían y jugaban con los universos como niños alegres y así pasaba
lo que pasaba, el juego se expandía y los que estaban atentos disfrutaban más
de las maravillas.
(Los montañeros lo
saben, toda la naturaleza no es más que un inmenso Museo de Escultura al aire
libre en el que podemos observar maravillas que van desde un grano de arena,
una margarita, un haya, una roca, un río, un bosque, un valle, una montaña
luminosa… No se necesita más, tampoco menos).
37
Las grúas
…Lorca
insiste en que la poesía debe afectarnos, alterarnos y elevarnos en la vida
cotidiana, hasta llegar a “los altos andamios de las flores”, que diría Miguel
Hernández. Y es que a veces, de un simple mecanismo, surge la idea de una
máquina más grande, y hasta cabe imaginar que con esa maquinaria puedan
aparecer dioses ciclópeos que coloquen
en su sitio las vidas y los planetas desatinados, disparatados, desacertados,
absurdos, inciertos, inverosímiles y hasta descabellados.
Nadie entendió aquella
mañana por qué el Servicio de Obras Públicas del Ayuntamiento del Edén había
concentrado y contratado aquella colección tan exagerada de grúas en aquella
zona. Todos los periódicos lo habían anunciado y era más que previsible que se
fueran concentrando tantos miles de curiosos para observarlas.
No era extraño que una grúa
pequeña elevase su plataforma elevadora hasta las farolas para cambiar las
luces fundidas y sustituirlas por luces leds de bajo consumo. Eso se entendía.
También era normal ver
otras grúas un poco más grandes reparando canalones y bajantes de algunos
edificios públicos. Eso formaba parte de las tareas de mantenimiento que era
necesario realizar en aquel mundo de Entropía y era absolutamente normal.
Tampoco era anormal ver
grúas más grandes en los parques y jardines podando los árboles más altos, los
plátanos de sombra que amenazaban con derrumbarse sobre las calles y algunas
ramas que habían crecido demasiado de aquellos inmensos cedros del Líbano y
sequoias de más de cien años.
Lo extraño empezó
cuando una inmensa grúa de brazo telescópico, del que fueron saliendo cientos
de cilindros cada vez de menor diámetro, llegó hasta las nubes para limpiarlas con
detenimiento y colocar allí luces de Navidad más elevadas.
Lo increíble ocurrió
más tarde, otra grúa todavía más gigantesca y con cientos de miles de cilindros
telescópicos en el interior de su gran brazo, llegó hasta la Luna para
rediseñar sus cráteres y mejorar la iluminación en la fase de Luna Llena.
Lo inverosímil sucedió
esa misma noche, una grúa más grande que el más gigantesco de los barcos
petroleros, portacontenedores o cruceros conocidos, con un brazo que se
extendía y elevaba hasta perderse de vista, llegó hasta las estrellas más
cercanas de la Constelación Centauro para aumentar su luminosidad.
La grúa imaginada tenía
como base el planeta Tierra y era capaz de colocar a su antojo, y en cualquier
órbita, asteroides, satélites, planetas, estrellas y galaxias y confeccionar
así un nuevo planisferio.
Los ciudadanos quedaron
impresionados por el largo alcance de las nuevas medidas poéticas que se habían
adoptado y entendieron por fin que algunos gastos están más que justificados.
(A todos los niños les
gustan las grúas. Eso de poder escalar, ascender, subir y bajar es
extraordinario. A todos los santos les gusta levitar. A todos los místicos
pasar al otro lado. A todos los artistas crecer. A todos los montañeros ascender.).
38
Descender
…Miguel
escribe sobre la vida de todos los Sanchos, los que saben vivir a ras de suelo.
El mal de bajura es el más extendido, casi todo el mundo lo padece y, por eso
mismo, no parece una enfermedad sino la situación normal del alma apagada,
semivacía, acostumbrada a la penumbra del apenas ser y estar y parecer.
Podría entender que
alguien llorase al descender del monte Fuji o del Kilimanjaro, del Aconcagua,
de cualquier vértice de los Himalayas, de los Alpes, de los Pirineos o de los
Picos de Europa.
Podría comprender que
alguien se negase a padecer el mal de bajura, la inundación total bajo una realidad
prosaica y anodina, la conformidad con lo que dicen que hay, la acumulación de
noticias y de actualidades sin importancia, para terminar aceptando con
resignación la luz de los obscuros.
Si fuera por él la
mínima disposición para vivir se daría a unos miles de metros sobre el nivel
del mar errante en cualquier lugar del mundo.
Pero todos acaban
envejeciendo y las rodillas no admiten cientos de años tantas
desarticulaciones.
La vida es bajar, te
dicen. La vida es aceptar ese descenso, afirman otros. Y hacen bien en
comunicarlo, aunque a algunos no les interese. Acabarán aceptándolo, insisten
todavía desde lejos.
Es posible, con el
tiempo, les asegura con cierto escepticismo.
Si de él dependiese en
el mundo no habría descensos ni bajadas, piensa para sí mismo.
Si por él fuera la vida
consistiría en entusiasmo, epifanías circulares, oropéndolas ingrávidas, éxtasis
y duración de la alegría.
Si le preguntasen los
dioses les recomendaría que sería bueno que empezasen de nuevo.
Sí, es cierto lo que
decía Nietzsche de que los amigos son los que nos ayudan a mejorar, Por eso
necesitaba su amistad, por eso -y aunque fuese muy poco autocrítico- no podría
recomendarse a nadie.
Si fueras un dios
cualquiera, aunque solo fuese un momento, sé lo que asegurarías, la eternidad
de los mejores encuentros, el amor en los tiempos sin cólera ni pobreza ni
desencuentros.
Si fueses un dios como
Dios manda, y tuvieras que reparar una galaxia, contratarías a un astrónomo…
sobre todo para que realizase bien todos los cálculos gravitatorios y después ningún
físico se quejase de las incoherencias.
Si lo que quieres es un
verdadero Creador de cosmos necesitarás a Alexander Calder para que juegue
escultóricamente con las estrellas, los planetas y los asteroides con su
peculiar habilidad, ingravidez y ligereza.
Si tuvieses que mejorar
a la humanidad acudirías a J. S. Bach… para que ajustase todas las armonías necesarias
y así el alma podría encontrar el verdadero camino hacia la Belleza.
Pero si lo que quieres
es perfeccionarlo todo necesitarías a un poeta astrónomo escultor y músico a
mismo tiempo, al mejor artista calderiano disponible.
Y si la meta es el
desorden y el olvido, no contéis con ellos para celebrar esos dos
acontecimientos. Hasta los colibríes, las aves más pequeñas, nacieron para
extender sus alas y volar con y sin viento.
Después no digáis que
no os han avisado. Su negocio se basa en que asciendes y te elevas unas horas y
luego desciendes durante decenios.
No malgastéis vuestra
ironía con la cruda realidad, ya sabéis que si quisieran podría cocinarse lo
real de otra manera y presentarse de tal modo que siempre fuera un placer
encontrarse en esa fiesta.
Aterriza si quieres y
aliméntate de aditivos que restan, de conservantes que pudren, de colorantes
que ennegrecen y de potenciadores del sabor insípidos. Ya ni siquiera huelen
los tomates.
Ni siquiera huele la
vida, está televisada.
Ni siquiera sabe el
amor, están cansados y son como funcionarios de una institución burocrática que
ya no es sagrada para nadie.
Queremos que aparezcan
nuevos presocráticos, nuevos y atrevidos pensadores, poetas extraordinarios que
nos iluminen con sus nuevas luces, artistas que nos deslumbren con sus bellezas
inauditas, santos que nos propongan nuevos colores y horizontes sin guerras,
sin engaños y sin desigualdades.
Lo mínimo que exigimos
es estar y sentirnos mínimamente vivos y, si alguien puede mejorarlo, ánimo,
valor y adelante.
Después se harán
mayores, algunos se quedarán calvos y tendrán un calor insoportable en la
cabeza en verano y un frío innecesario en invierno, con lo fácil que sería
conservar el pelo, la ilusión y la esperanza hasta un final que nunca sería desenlace
para nadie, ni podría haberse adivinado.
Si supierais lo frágiles
que sois, si supierais lo que os perdéis cada día de espera, si merecieseis lo
que habéis vivido.
(La meta es una diana
inexistente que imaginamos en medio de la niebla cuando estamos perdidos).
39
Paso a paso. Un paso
para los vínculos y otro para las conexiones.
…Miguel
escribe dobre las venturosas y agraciadas aventuras que habrían tenido Don
Quijote y Dulcinea si hubieran tenido el placer de encontrarse y de
reconocerse, de vivirse o, al menos, de escribirse acertadas y entretenidas
celebraciones de la palabra.
A veces se situaban
cerca de la literatura gloriosa de las ventanas abiertas, incluso se acercaban
a la poesía más aérea de Lorca de vez en cuando, pero siempre estaban cerca de
la vida y mucho más unidos a su alegría. Siempre, constantemente, temblando de
impaciencia.
Eso es lo que necesitaban,
la elegancia y la distinción de la luz que sabe deslizarse y desplazarse por un
largo pasillo sin hacer ni hacerse daño, la belleza del amarillo más claro y
radiante que promete la felicidad, un amarillo nuevo que necesitaría un
adjetivo propio, amarillo y blanco, amaranco tal vez, amalanco, amarillo y
esfera, amarífera… no, todavía no ha llegado ese amarillo ni esa palabra nueva
como ailanto.
También les gusta la
sonrisa que celebra y agradece la existencia, la pura experiencia de vivir, lo
que les faltaba tan a menudo entonces y ahora, cuando solo lo piensan o lo
recuerdan y no saben qué hacer ni cómo justificarse.
Lo que harían juntos
paso a paso lo sabían, sin adelantarse, sin retrasarse, a la vez, ayudándose, aligerando
las cargas y las responsabilidades de los ladrillos que obligan, liberándose de
cimientos e hipotecas, flotando como si fueran puros artificios.
Se confiesan a sí
mismos que serían capaces de lanzarse para rescatar un avión de papel aunque
los amenazasen con el precipicio más siniestro, aunque solo se tocasen sus
manos un momento durante la caída, aunque solo, por una fracción de un instante
de un segundo, su gracia en ellos sus ojos imprimiesen.
Cerca de las palabras
que se sitúan muy próximas a la libertad y a la independencia de Marcela y solo
para escucharla, como cuando eran ángeles enamorados, fascinados por el mismo
encuentro, cuando era todo tan fácil y hasta la lluvia ayudaba, aliviaba,
acariciaba, lloviznaba, lloviaba.
Palabras consonantes
que rimaban en el interior de los diccionarios, atenciones extraordinarias con
las que inauguraban nuevos protocolos celestiales, regalos que lo solucionaban
todo porque lo decían todo, lo significaban todo, lo iluminaban todo… se
deslumbraban, necesitaban su presencia y ninguna palabra era innecesaria.
Entonces eran
importantes para el mundo ya que, como todo el mundo sabe, se necesitan
millones de enamorados para que la realidad no se colapse y se derrumbe.
Entonces eran un ejemplo de todo lo que podía haber salido bien desde el inicio
de los tiempos.
Premoniciones,
presagios, señales del Cielo y de la Tierra, aire recién inaugurado, la risa
que ha necesitado 13.780 millones de años para formarse, la obra de arte más
preciosa y delicada.
Celebraban así el fin
de los días grises, la anulación de los días repetidos y el declive de los
viernes, también la desaparición de los números tristes, como el 1, y la
aparición de los números afortunados, el 2, el 3, el 5, quién sabe.
Celebraban la llegada
de las palabras amapola y de los adjetivos magnolia, conmemoraban así que a la
altura debida se unen los nombres apropiados y la luz a las conjunciones más
sencillas, y ya no quedaba lugar para el llanto de las adversativas ni para la
derrota de los adversarios.
Se trataba de disfrutar
de las palabras que bailan y de los conceptos colibrí más imaginativos, de
buscar definiciones más precisas para la voz de las siemprevivas y no necesitar
nunca más secretos acomplejados porque todas las palabras estarían cantando y
ninguna quedaría sin destino.
Celebraban la
justificación de la existencia del lenguaje y el sentido más profundo de lo
humano. Creían entonces que hasta los dioses por fin se habían convencido de
que servían para algo y de que, cuando se concentraban, eran capaces de unir inteligencia,
verdad, bondad y belleza en el mismo signo afortunado. Círculo que sonríe, universo
sin congoja, el juego eterno.
(Con algunas palabras
se pueden hacer juegos malabares, con algunos juegos se hacen maravillas, con
algunas maravillas se viven las palabras más gloriosas, con algunas palabras se
alcanzan sonrisas con alma).
40
Primer desarrollo
Después
de eternas discusiones en el Olimpo decidieron cambiar las reglas del juego de
ajedrez. A partir de entonces estas serían las nuevas normas:
-Los
peones pueden capturar cualquier pieza adversaria que tengan delante, no solo a
las que están en el cuadrado oblicuo siguiente. Respetar siempre las mismas
normas es como esperar durante cientos de días ante un semáforo en verde cuando
no pasa ningún coche.
-Todas
las piezas pueden moverse saltando sobre las demás (como si no existieran o
fuesen transparentes), igual que los caballos podían saltar por encima de todos
los peones o de cualquier otra pieza. Esta osadía puede provocar un caos
considerable al principio, pero también puede ayudar a establecer un nuevo orden
más igualitario.
-El
tablero puede tener ocho por ocho cuadrados, sesenta y cuatro, o cien o diez
mil o los que deseen los jugadores.
-El
juego puede tener ocho peones, dos torres, dos alfiles, dos caballos, una Reina
y un Rey, o 2 peones, 4 torres, 7 alfiles, 23 caballos, 87 reinas y 200 reyes o
tantas piezas como los jugadores consideren.
-Las
piezas pueden ser blancas, negras, azules, amarillas, rojas o de los colores
que se deseen en cada circunstancia.
-Las
piezas de un jugador pueden capturar las piezas del otro jugador o pueden
establecer alianzas o quedar fascinadas por la belleza de la Reina Maga, de un
o de una alfil incandescente o de una torre amurallada, o amarse y considerar
que el juego consiste en ese encuentro y en ese seguir hacia adelante bien
acompañados.
-El
tablero puede ser cuadrado, rectangular, triangular, circular, abstracto,
caótico, cambiante, móvil… a gusto de los jugadores. Incluso no cabe descartar
que el juego se realizase en un inmenso laberinto.
-El
tablero puede ser tan grande que las piezas no lleguen a divisarse ni
encontrarse, como si un jugador estuviese moviendo sus piezas en Mauritania y
otro al este de Australia, uno en Alaska y otro en Nepal, uno en Noruega y otro
en Ushuaia, uno en la Tierra y otro en los anillos de Saturno, uno en el
planeta Mercurio y otro en la galaxia más lejana.
-Las
jugadas de un jugador del siglo XVI pueden coincidir con las de una partida que
se juegue en el siglo XXI o en el LV.
-El
número de partidas es infinito y podrán ser consultados todos los datos, libros
y bibliotecas, también podrán jugar todos los programas informáticos cuya
inteligencia artificial se lo permita.
-La
vida puede consistir por tanto en jugar, en contemplar las jugadas de los
demás, en discutir las normas del juego o en querer ser el mejor en el sutil
arte de escapar de las obligaciones impuestas.
-Los
dioses juegan entre sí infinitas partidas de ajedrez simultáneas con un número
infinito de resultados en tablas, les ganan casi siempre a los humanos y a
veces pierden contra al azar y también contra la necesidad.
-No
se considerará de buena educación que alguien siempre gane a los demás. El
éxito y el fracaso deben ser compartidos y distribuidos entre todos con ciertas
dosis de azar y, si es posible, de azahar.
-El
juego del ajedrez puede coincidir y combinarse perfectamente con cualquier otro
juego, así sería posible que alguien moviese un peón y la siguiente jugada fuese
mover una ficha amarilla en el parchís o colocar el uno doble en el dominó.
-Más
interesante sería que coincidiesen todas las fichas de todos los juegos sobre
el tablero de ajedrez o ver moverse y actuar a las piezas de ajedrez sobre el
juego de la oca o cualquier otro juego.
(Los jugadores de
ajedrez más sabios no quieren ganar, se limitan simplemente a mover sus piezas
y a pasear con sus caballos. El que desea ganar siempre no sabe en qué grado de
vulgaridad y de ignorancia ha caído. Jugar todas las partidas posibles, ese es
el desafío mayor para el tiempo).
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