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miércoles, 28 de febrero de 2018

La medida de lo imposible 81-84




81
Juegan

Juegan a los dados, al ajedrez, a los laberintos, a los dioses, a la nada, al desierto; juegan a los días que pasan y a los que quedan, a las palabras.

En una reunión extraordinaria de todos los dioses felices se empezaron a barajar posibles ideas para innovar el cosmos y los universos que, de alguna forma, habían creado.
Hablaban y participaban de forma espontánea en una especie de tormenta de dioses, su imaginación era ilimitada y tenían todo el tiempo del mundo:
–Podíamos jugar a que ahora existe todo y, a continuación, no existe. Como magos y prestidigitadores: ¡Ahora existe, ahora no existe!, ¡ahora lo veis, ahora no lo veis! Aunque la transición entre esos momentos durase miles de millones de años celestes.
–¡Ahora somos dioses y existimos, ahora no lo somos! Ahora se ve el sol, después está nublado. Ahora es de día, más tarde es la noche. Ser o no ser es una cuestión; otra es ser y no ser simultáneamente. Ahora joven, ahora tan viejo.
–¡Ahora eres dios y ahora diosa! El mismo y diferente. La misma y distinta. La realidad y el deseo. La destrucción y el amor. Rojo y negro. Guerra y paz. La Biblia en prosa y en verso.
–¡Ahora somos Uno y ahora muchos! Como Monoteo y Politeo. Monolito y Acrópolis. Monólogo y Poliedro. Monógamo y Polifonía. Monótono y Diverso. Monocorde y Biblioteca. Monopolio y Disperso. Monográfico e Historia. Unívoco y en expansión. Lo dejamos y seguimos.
–¡Ahora hay un universo y ahora tantos como se puedan expresar con 10 elevado a la potencia 500! O con 10 elevado al infinito. O tantos como la infinita paciencia de los matemáticos consideren oportuno y conveniente.
–¡Ahora es el ser y ahora la nada! Y a la vez y mezclado, embadurnado y retorcido. Todo el ser y toda la nada, todo el tiempo, atendiendo o no, siendo responsable o no de los acontecimientos.
–¡Ahora todo está justificado y ahora nada se entiende! Razonable y absurdo, explicado y caprichoso. Suave y doloroso. Un caos en perfecto estado. Un orden maniatado por el desgaste del tiempo.
–¡Ahora es la realidad y ahora la irrealidad! Y el número de libros se multiplicaría. Permanece la voluntad, huye la nada.
–¡Ahora es ahora y es nunca, como casi siempre! Y los procesos irreversibles se repiten, se rehacen y se maravillan de nuevo. Renacen, se visitan, hablan, opinan, cotillean, son fragmentos de palabras que ya no designan nada distinto.
–¡Ahora todo a la vez y al mismo tiempo!, y sin descanso y solo para quien pueda soportarlo.
–¡Ahora sin tiempo y sin espacio!, sin dimensiones ni estructuras ni gestos. Ahora sin ahora y sin siempre, sin sujeto y sin conciencia, sin que nadie lo perciba.
–Y acercarnos y alejarnos en el tiempo a nuestra voluntad, aproximarnos a los milenios, siglos, años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos, millonésimas de segundo con cuidado o alejarnos de los siglos, milenios, eras, períodos, ciclos…
–Ir hacia adelante o hacia atrás en la acción, en todas las acciones humanas de todos los tiempos.
–Hacia arriba o hacia abajo en el eje temporal, en la montaña, en la niebla, en la nube, en la altura.
–Hacia adentro o hacia afuera, hacia lo privado, interior e íntimo o hacia lo público, común y exterior.
–Hacia el apego o hacia el desapego.
–Orientados por la memorias, por las estrellas, los faros, las luces, los planos y las cartas de marear, por los dioses, los aviones, los satélites, los cálculos matemáticos, la música de las esferas…
–¡Sin palabras, sin menciones, sin direcciones ni sentidos, sin llegadas ni salidas, sin laberintos, sin destino, sin nacimiento y sin muerte!
–¡Sin nosotros!
–Y el criado llegará a Ispahán y la muerte solo se llevará un reflejo de la sombra de lo que se ha perdido en un espejo alejado.
–Sí, porque la muerte no tiene escaleras.
Y se acabó el cuento. Aunque es posible que, ya que los proletarios del mundo no se unen, ni los partidos y movimientos de izquierdas ni los seres humanos, acaben uniéndose todos los dioses.




82
La Música necesaria

La música de las esferas cristalinas y de los círculos perfectos, la música de la elevación, la de las montañas, la de los árboles amarillos

21-6-2071. Día Internacional de la Música. Plaza del Mundo. Ayuntamiento de todos. Orquesta del Conservatorio Superior con los coros del Conservatorio, de la Asociación Coral Adivina y de la Coral Polifónica del Centro Adorado.
Interpretan, entre otras obras, la música de algunas películas y, al final, el coro “Va pensiero” de la ópera Nabucco de Verdi y el Aleluya (Hallelujah) de Leonard Cohen. Los coros, prodigiosos. El conjunto, espléndido.
Negro y dorado, un movimiento de swing del coro, una emoción desbordante al sintonizar con la voz universal, un estilo apropiado, una elegancia dichosa, una alegría sin límites.
Varias teorías intentan explicar la magia que produce la música en su encuentro con los grupos humanos entusiasmados. Tal vez sea lo que seis niños leían, con acompañamiento de piano, que la música es el lenguaje universal y común de todos los seres humanos, que es necesaria, que es la poesía esencial, que es uno de los bienes más apreciados y valiosos.
Lo que no sabemos es si la música sonaba para un oyente determinado, para el espectador más entregado, para el que deseaba entender que aquella alegría tan dinámica iba dirigida precisamente a él, como si quisiera decirle que la música está dispuesta de nuevo, que todo se ha perdonado, que ya es posible la paz y la concordia en este mundo, que los mejores amigos no volverán nunca a distanciarse, que lo más radiante y luminoso resuena de nuevo, que nada está perdido, que todo podría reiniciarse.
O tal vez sonaba así solo para complacer al espíritu de la música, a los compositores, a los directores de la orquesta y del coro, o para el mismo coro extasiado ante el efecto producido por cien voces armoniosas y bien temperadas.
Es posible que fuese para todos y para nadie, que crease sentido de comunidad y sensación de compañía sensible y cariñosa, que todo fuese una alucinación auditiva, que la realidad se mantuviese rígida y comprimida.
En realidad no lo sabemos.




83
Las palabras y la Belleza

La belleza escondida y depositada en la nieve, la nevada que cubre el laberinto, el laberinto del que se sale caminando por encima. Y después comprobar que encima no hay nada y que ese es el secreto de todos los laberintos, de la nieve y de la belleza encontrada

–Me parece, amigo Sancho, que tanto las palabras como la Belleza son drogas radioadictivas potentísimas y altamente peligrosas.
-Y por qué lo dice vuesa merced ahora y como tan a destiempo.
–Porque son como aventuras de encantamientos, nunca sabes la frase que te espera, el discurso que continúa, la sentencia que sigue o simplemente lo que deberías haber dicho cuando te callaste.
-Tampoco es fácil acertar con el refrán oportuno y adecuado en cada momento.
-Sí, eso es. Parece que las palabras explican y complican todo lo que tocan, te hacen creer que estás cerca de la residencia de los dioses y de todas las maravillas, te inundan de deseos y después se esconden y te niegan las satisfacciones.
-Es que son solo palabras, a veces indican algo, a veces son solo meros adornos floridos, demasiado floridos y hermosos como para durar y permanecer con nosotros mucho tiempo.
–Creo que son blanco y negro y color radiactivo, elegancia extrema y sonrisa radiante.
-Es que no se puede vivir con palabras tan rebuscadas y elegantes, tan grandilocuentes y distinguidas que bien podría decirse que están desprovistas de fin, de sentido, de refranes y de significados.
–Pero, algunas palabras, Sancho, te invitan a mejorar y a elevarte, a imitar lo más perfecto, a seguir su modelo ideal, a ser como Él o como Ella, y después hacen como que se esconden y te niegan sus capacidades.
-Ese es un terreno difícil y hasta peligroso por el que se debe caminar con mil precauciones y cien mil cuidados. Haga usted como sacerdotes, obispos, cardenales y prelados y no se meta en camisas de tan infinitas y espirituales varas.
–Debe ser como tú dices porque si quieres ser como Dios, omnipotente, entonces afirman que se ha apoderado de ti la soberbia, el orgullo, la maldad, el engreimiento, el egoísmo. En una palabra, todos los males.
-Es que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea y anhela. La mente humana no está hecho para tales elevaciones.
–Pero Sancho, ¿sería posible que alguien quisiera ser como Dios para ser tan bueno como él y ayudarle en la difícil tarea de llenar de bondades el mundo?
-Falta le haría al menos a ese gran Señor un buen puñado de ayudantes, asistentes y secretarios para arreglar y desfacer todos los entuertos que por aquí observamos y de los que, tal vez, aún teniendo responsabilidad, no tenga demasiada noticia.
–Pero, ¿por qué querer ser todopoderoso y eterno, y con tan buena intención, habría de ser un peligro?
-Porque el poder nos nubla la razón y el entendimiento, nos aleja del buen sentido y nos engaña con sus maquinaciones. Usted mismo, sin ir más lejos, está poseído por sus lecturas, sus palabras y sus ideales, no siempre realizables.
–¿Es que solo puede admitirse el sometimiento al realismo más burdo, la humillación a la vida más prosaica y el desvalimiento?, ¿dónde está verdad de las mentiras y de las ficciones?, ¿acaso no somos más reales nosotros dos que muchos seres de carne, materia y huesos?
-No lo sé, señor, pero a mí me parece que no es un asunto fácil de dilucidar y que por más vueltas que le demos no vamos a encontrar la solución y la salida a este laberinto. Ni siquiera está claro que haya una única solución ni que pudiera ser aceptada por todos.
–Me parece a mí, mi buen Sancho, que sabes tú más de estas cuestiones y de otras que muchos teólogos y expertos cardenalicios juntos y reunidos en solemne concilio y simposio.
-A mí me parece que no es para tanto. En cualquier caso quiero suponer que un ser perfecto debería consentir la convivencia, la fraternidad y la igualdad, y complacerse en ello.
–Es evidente que debería tender hacia lo bueno, lo alegre y lo festivo, lo agraciado y lo afortunado, lo vivo y lo correcto.
-Así debería ser si ese ser perfectísimo del que habla existiese o, al menos se le ocurriese de vez en cuando asomarse por estos lares y echar una mano en su adecuado mantenimiento.
–Pero quiero insistir, ¿por qué tendría que rebelarse un ser que quisiera ser como Dios?
-Es posible que no quisiera suplantar a Dios, que simplemente quisiera colaborar en el bien y proseguir su tarea.
–Dices bien, amigo Sancho, hay palabras que nos empujan a lo más alto para después dejarnos allí colgados, sostenidos por hilos invisibles.
-O peor, ni siquiera colgados ni sostenidos, muchas veces lo que nos espera es un solemne trompazo con todo tipo de golpes y magulladuras.
–Tú lo has dicho, Sancho amigo, y algún filósofo vendrá en siglos venideros que diga algo semejante, que incluso la filosofía a veces se manifiesta en ese tipo de abolladuras y chichones que nos hacemos al tropezar con este lenguaje limitado en el que estamos.
-Nada sé de filosofías, pero si desea oír encantos y maravillas debe andar con mil cuidados.
–¿Vas a decirme que también es peligroso escuchar la música de los versos, las campanillas de las rimas y hasta los cascabeles de todo lo poético?
-Pues sí señor, sí. Todo lo que exceda la ilusión de las cosas cotidianas es como poco una tentación y un peligro, un trampolín para el alma y un vuelo arriesgado y azaroso.
–Entonces, ¿hemos de limitar las aspiraciones de nuestras almas a lo que es normal y corriente?, ¿qué clase de seres o de personajes medio humanos seríamos?
-Seríamos al menos personas, no demasiado elevados, eso sí, pero lo suficientemente humanos como para no olvidarnos de la justicia.
–Amigo Sancho, qué sería de mí sin ti, cómo andaría por la faz de la Tierra sin tu buen sentido.
-No me dé más importancia que la que tengo, que es bien poca; simplemente me limito a entender que lo mínimo que debemos hacer los humanos es satisfacer las necesidades básicas de todos los seres humanos, sin olvidarnos de ninguno.
–Pero también hay que soñar, querido Sancho.
-Y esto también es un sueño, pero más necesario. Sobre todo hay que comer y beber, hay que respirar y dormir, hay que tener una casa en la que vivir, un trabajo que hacer, una familia que querer, una naturaleza que cuidar.
–De todo eso te encargas tú con tu peculiar habilidad.
-De lo necesario no podemos prescindir, algo que sí podemos hacer con muchos y complicados razonamientos.
–Te advierto, queridísimo Sancho, que si sigues así he de nombrarte Doctor Honoris Causa en la noble tarea de vivir.
-Y yo le advierto, señor Don Quijote, que debe limitar sus pretensiones para alcanzar la Real Orden de la Blanca y Dorada Caballería Volante. No es menester que malgaste así sus habilidades.
–Sé, Sancho amigo, que te he de tener como ejemplo de madurez y buen juicio, pero has de dejarme a mí un resquicio para el ideal y el desvarío.
-Recuerde siempre que todos los refranes que menciono trabajan a la vez.
–Y recuerda que todos los ideales elevados y los valores excelsos siguen en vigor todo el tiempo.
-Pero nuestra eternidad es muy pequeña, poco duradera y no tan alta como sus excelsas fantasías.
–Algún día llegará en que los humanos sepan apreciar que en ciertas quimeras y delirios, que hoy llamamos utopías, hay elementos cordiales y benéficos para todos.
-Es fácil hablar de la edad de oro cuando se tiene casi todo resuelto.
–Nunca es fácil llegar a esa edad en la que muchas cosas podrán ser comunes y estar de una vez resueltas para todos.
-Me parece que esa idea tiene demasiados enemigos.
–Pues a mí me parece que no es imposible y que es tan irrenunciable como necesaria.
-No sabemos cómo ha de llegar ese buen gobierno a estas tierras, pero a mí me parece claro que no va a ser fácil.




84
Donde reina la magia

Escriben todos sobre la alegría del verdadero encuentro

Existe una leyenda talmúdica que dice que innumerables ángeles nuevos son creados a cada instante para, tras entonar su himno de alabanza ante Dios, terminar su existencia y disolverse en la nada. ¿Qué cerca está esta leyenda de algunas teorías físicas que hablan de la generación y desintegración espontáneas de quarks y de partículas elementales, de materia, de energía y de microcosmos?
Otra pregunta: ¿para qué querría y necesitaría Dios tantas alabanzas?
¿Cómo debería terminar la historia del curioso impertinente en un mundo perfecto?, ¿debería generar una segunda oportunidad para todos o la integración de todos los vínculos en un nuevo y superior mecanismo de unidad?
Si en un mundo mejor Orfeo salva a Euridice y puede mirarla y admirarla cuando quiera, ¿por qué y para qué habrían de existir la muerte, el infierno y el desvanecimiento, la desintegración y la pérdida de Euridice en el aire?, ¿de qué aire de tan extraordinaria calidad estamos hablando?, ¿es ese, precisamente ese, el aire que hay que respirar?, ¿puede la música de Orfeo resistir y compensar esa pérdida?
Mientras tanto los humanos viven en una burbuja de años, dentro de una cápsula de tiempo, una especie de esfera unidimensional de medidas inciertas que ignoran la eterna duración de la que desconocemos casi todo, excepto la imborrable sensación de haber acertado alguna vez.
Otro día en otro continente alguien llega a un acantilado, observa a un pelícano volando y se deja caer, se lanza al vacío sabiendo que la luz lo recogerá, que ningún daño mayor ya es posible porque si hay fin todo se acabará y, si no lo hay, regresarán todos los comienzos.
Un joven tarda en saber que lo que siente ante la injusticia es normal: rabia, frustración, fracaso, todo mezclado con arrogancia y rebeldía, mil nervios y no querer ni poder ni saber hablar de la realidad, de lo que ni siquiera ha ocurrido en la ficción.
Alguien escribía un libro en el que todas las letras, palabras y frases eran estrellas, mayúsculas y minúsculas, grandes y pequeñas, largas y cortas, doradas y amarillas, luminosas y resplandecientes… Dicen que al abrir cualquier página del libro el mundo se ilumina.
De toda la Belleza existente y disponible en este mundo, Fabio ha recibido y disfrutado las mayores dosis, cantidades, proporciones y gracias desde que se tiene noticia y hay datos registrados
Se había presentado todo y no había acaecido nada, se había revelado todo y no se había entendido nada, se había hablado de todo y no se había dicho nada, había acontecido todo y no había sucedido nada, se había manifestado todo y no había pasado nada, había llegado todo y se sigue a la espera de que se cumpla la promesa y de que no se quede en nada.

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