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Capítulo
21
Invención
En
el que la realidad responde de tal forma que nadie entiende nada, que todo
puede ser interpretado de cualquier manera y desde un punto de vista tan
variable como inexistente
Te diriges a mí como si
solo fuese o fuésemos personajes de ficción, entes irreales, productos de la
fantasía de alguna escritora o escritor desconectados de la realidad. Y no es
así, somos, sentimos, vivimos y podemos seguir existiendo tanto tiempo como
queramos.
Esto te lo digo para
empezar.
Del resto solo te diré
que, como mi amiga Marcela defiende, cada ser humano y, por tanto, cada mujer
es dueña y señora de sí misma y yo, como ser humano ideal que soy, y así me
reconoces, entiendo que puedo hacer y decir lo que me plazca -que de placer
viene-, lo que me interese -que de mi interés procede-, lo que me dé la santa,
irreal y real gana -ya que ganas tengo de hacer lo que considere oportuno y conveniente-,
y hasta lo que quiera -que el querer ha de ser libre y voluntario-.
Esto para seguir.
Y qué significa todo
esto, que de momento tu camino y el mío van por direcciones distintas y
sentidos diferentes, que a veces vamos en paralelo o divergentes, quién lo
sabe. No es fácil que nos encontremos, ya que tú circulas por esos capítulos
impares tan exagerados y yo por los pares ahora inexistentes. Si nos vemos nos
saludaremos desde lejos como personajes que compartieron algún capítulo en
alguna historia casi olvidada.
Esto para continuar.
Lamento decírtelo, pero
ni siquiera el mundo irreal que imaginabas está libre de duelos y quebrantos,
de problemas y de separaciones, de negaciones que poco afirman y de
negociaciones que no llegan a ningún resultado, de ascensiones y de
depresiones, de iras y de encantamientos, de renuncias y de aceptaciones.
Esto para que lo
entiendas.
Ni siquiera el mundo
ideal que soñabas está a salvo de que se marchiten sus flores. No es fácil
aceptarlo, pero debes intentarlo.
Yo, desde aquí, desde
este otro mundo que no es el tuyo ni el mío, ni el real ni el imaginario,
sentiré que la vida es especial pero seguirás especialmente alejado. Tampoco
voy a explicar toda la historia y el proceso. Es así. No hay que justificarse.
Tú creías en milagros,
en infinitos y en ideales, pero ahora casi todo es materia del olvido.
Y esto te lo digo para no
finalizar, para no terminar nunca de vivir en las paradojas y en las
contradicciones como la de aquel montañero que preguntó por el nombre del Pico
Sin Nombre.
67
Capítulo
23
Ficción
En
el que se siente perdido y sin palabras, sin las que más necesita, las que se
conjugan y pronuncian con entusiasmo en la mirada y una forma de arrebato que
vuela en el aire
No sé por qué huyen de
mí las palabras, si me siento a escribirlas o a apuntarlas de algún modo se
van, como si quisieran evitar ser disecadas, como si desearan estar en la calle
o entre las montañas y en las nubes más altas, o en una gran tormenta de rayos;
pero, en cuanto estoy desprevenido, por ejemplo afeitándome, regresan de nuevo
y me dicen que también se están escribiendo (aunque después no puedan leerse),
tal vez pensando en mundos con o sin nosotros, no sé, las palabras no me lo
dicen todo, van y vienen a su antojo, vuelan a mi lado y regresan a las musas y
tengo que hacer verdaderos esfuerzos para sorprenderlas y recordar luego
tímidamente lo que me han sugerido. Aunque tampoco puedo escribirlo todo porque
entonces se enfadan y no regresan en semanas o en meses. Son tan delicadas…
Sé que me he equivocado
cuando me dejan solo, también supongo que debo hacer algo bien cuando vienen y
me saludan con su gracia infinita. A veces, están tan alegres y airosas, que me
invitan a reír con nuestros recuerdos; en otras ocasiones están -no sé por qué- como ausentes, y no me gustan porque callan y
nada sé ni me dicen de la imposible e inverosímil lejanía.
Ojalá supiera tratarlas
mejor para que al menos ellas se quedaran un tiempo conmigo, es casi lo único
valioso que poseo.
Tenían razón, no soy
digno de que entren en mi casa, de hecho no vinieron a conocerla, pero una
palabra bastaría para salvarme. De hecho las palabras han logrado que llegue
hasta aquí y de alguna manera me han sanado. Pero no solo de palabras vive el
hombre, también necesita la presencia y la figura de la gracia.
Y vuelven a marcharse,
y me dejan frío y solo, sin palabras, no tengo palabras, podría decir ahora; no
tengo las palabras necesarias, las que me concederían la alegría y la gracia. Y
además, no debería decirlo, ahora no puedo hablarte ni escribirte, mis palabras
tampoco pueden dirigirse más que al olvido, al olvido eterno de cada día, al
lógico olvido de todos y cada uno de los momentos empeñados en no reconocer lo
evidente: las palabras ya no me pertenecen, nunca fueron mías, solo durante
unos breves momentos se hicieron espléndidas y generosas, por eso las recuerdo perfectamente,
magníficas, encantadoras y maravillosas. Palabras perfectas como Himalayas, de
ocho mil significados de altura, donde solo se puede permanecer unos instantes
eternos.
Y ahora, ya sin
palabras, no puedo seguir escribiendo. Volveré a afeitarme y pensaré los
motivos por los que aquellas luces tan emblemáticas se han vuelto tan
delicadas, las razones por las que solo quedan aquellos inservibles capítulos
impares… y seguiré rodeado de un vacío tan clamoroso que me esconderá los
sonidos que más aprecio: juntos, nosotros, a la vez, ni más adelante ni más
atrás, ni arriba ni abajo, ni a derecha ni a izquierda, compartiéndolo todo…
Y volverán a marcharse
y, cuando me vean lejos de un papel y de un bolígrafo con los que pueda
retenerlas, aparecerán de nuevo como aves caprichosas y su luz me inundará sin
dejarme tiempo para tomar precauciones y quedaré a su merced, indefenso de
nuevo, como casi siempre.
También me llegan
palabras de amistad, de concordia, de aceptación y de agradecimiento, y
palabras en las que noto mi incapacidad para ser y estar y vivir a su altura,
las que me señalan esas horas en las que no sabría completar nada, las que
indican las ausencias y hasta las que no se me ocurrirían y con las que se
deberían superar los silencios.
68
Otra
historia
...Miguel
y Federico escriben sobre la Historia de la Divinidad o de cómo los dioses, en
un principio absolutos y grandilocuentes, llegaron a ser normales y muy poco
elocuentes. Entonces se callaron y los humanos, sin destino y sin origen, se
creyeron capaces de casi todo
Hartos ya de guerras, holocaustos,
genocidios, hambrunas, sufrimientos, injusticias, dolores y desigualdades
evitables, los dioses decidieron empezar de nuevo la historia de la Humanidad.
Para evitar los errores
del pasado pusieron la condición de que todo el progreso, el devenir, la
evolución, la madurez y el desarrollo de las personas y de las sociedades
humanas se hiciese desde la sensibilidad estética.
Al principio ni los
dioses creían que pudiera dar resultado. Es cierto, al principio muy pocas
diosas creían.
–La naturaleza puede
ser desde el inicio la principal fuente de satisfacciones, afirmaba Gea, diosa
de la Tierra y de la tierra.
–Cierto, los que no
queden asombrados ante el imponente tamaño de las montañas quedarán fascinados
por la erupción de los volcanes, comentaba Vulcano, dios del fuego y de la
energía incesante.
–Otros dejarán vagar su
vista por los desiertos de arena o de hielo, decía la diosa hiperbórea
Helandia.
–Algunos podrían
descubrir que los icebergs no son más que esculturas espléndidas dispuestas
para seguir desarrollándose, insinuaba Poseidón, dios de los mares del edén.
–Los más delicados
observarán con placer todo el desarrollo de las flores, añadía Deméter, diosa
de la agricultura natural y bien ordenada.
–Y aquellos que en una hipotética vida
anterior podrían haber sido agresivos y extremadamente violentos podrán quedar
ahora encantados ante el vuelo de las mariposas, concluía Atenea, diosa de la
sabiduría multicolor.
–Los ríos de aguas
cristalinas podrán ser valorados como enviados de los dioses, indicaba Júpiter,
dios del universo, del cosmos, del mundo y en eso coincidía con Zeus, dios de
algunas partes del paraíso natural de Asturias.
–Y las aves volando serán
consideradas emisarios de la felicidad alcanzable por todos, comentaba Aurora,
diosa del áureo amanecer.
–La amistad entre todos
podrá ser considerada la mayor sabiduría, añadía Minerva, diosa de la sabiduría
aplicada.
–También podrán ser dignos
de elogio los colores, todos los colores, incluso esos que casi no nos salen
del todo bien, el violeta y el morado, decía Afrodita, diosa de la Belleza de
todos los seres.
–Y el sol, la luna y
las estrellas, añadía Helios, dios de todos los soles y estrellas.
–El amor podría ser la
mejor de las recomendaciones, decía Venus, diosa de la Belleza y del amor
invulnerables.
–La nieve en las
montañas, aunque no sea para siempre, indicaba Cronos, dios del tiempo
limitado.
–O las nubes pasajeras,
decía Saturno, dios sin melancolía envuelto en sus miles de anillos
fascinantes.
–Las palabras con las
que se comunican de verdad los humanos, insinuaba Mercurio, dios del lenguaje y
de la medida de la luz.
–Apreciarán los gustos
y los sabores, los perfumes y los cuentos, comentaba Dionisio con su eterno
buen humor.
–La literatura y todas las
bellas artes, concluía Apolo, dios de la luz sin medida.
Y
así podremos llegar sin ir a ninguna parte.
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El silencio (ondulado) de los dioses
…Miguel
escribe sobre la soledad de Nietzsche en las montañas de la Alta Engadina, allí
donde descubre la habilidad de los niños y de los dioses para expandirse,
crecer y multiplicar la alegría
Qué difícil escribir para alguien y no poder enviarle nada por correo,
tan difícil como ver un modelo parecido digno de atención por la calle y no poder
hacer nada para rescatar el pasado y recuperar el equilibrio del universo.
Complicado soportar la idea de que las nubes se han vestido un jersey
blanco y no está nadie para verlo ni para comentarlo.
O levantarse con el cuerpo agotado y el alma cansada, o al revés, o todo
junto y revuelto. O levantarse sin nada, sin materia y sin alma.
O seguir entreteniendo los días con simples quehaceres que consisten
básicamente en hacer algo, en hacer como que haces algo.
O seguir adelante sin saber si hay algo adelante... caminando como un
ciego no acostumbrado a su invidencia.
Qué difícil encontrar ahora el encaje del alma, la armonía del
pensamiento, el deseo ideal que se ajustaba tan perfectamente a todos los
anhelos...
Llueve y no me extraña, las nubes también lloran porque el cielo se
nubla y cubren el vacío, entonces sólo queda la esperanza de volver a ver algún
día, tal vez un fin de semana sin semanas por el medio.
La misma persona que antes se ilusionaba con todo, que en todas partes
veía indicios de que el universo era maravilloso, ahora, sin ánimo y con la
sonrisa apagada, consume inútilmente el paso de los días.
Y los días pasan, pasan y no vuelven, pasan y no pasan, pasan y no
llevan nada consigo. Pasan.
A veces, por un exceso o un cortocircuito poético, no nos queda más
remedio que invocar a las nubes y llover y llenar todo de gris, también llenamos
de colores apagados la tarde y hasta el tiempo demorado que no acierta a pasar
con la debida elegancia.
En esas ocasiones, por una especie de sobreabundancia peligrosa de
verdad, el alma no sabe sujetarse y quisiera ser ingrávida o feliz o sonriente
a manos llenas y con las palabras adecuadas o, simplemente, ser de otra manera.
Si te encuentras en esa encrucijada, ten cuidado, corre y sal a las
prosas más cercanas, camina y habla como todos, no se te ocurra pensar que es
posible elevarse y cantar en el coro celeste a su lado.
Si no es suficiente huir, entonces debes emborracharte de tareas,
ocupaciones y trabajos, ni se te ocurra escuchar música en ese estado
vulnerable. El peligro es inminente, la Vida te persigue y, si te alcanza,
estarás vivo, encontrado y perdido para siempre.
70
…Miguel escribe con Salvador Pániker, que completa y agranda a Nietzsche, y
dicen que primero hay que vivir mucho y después pensar mucho
Salvador Pániker escribía: "El
agnosticismo es un buen preámbulo para la verdadera experiencia religiosa, o estética, o trascendente. El
que tiene sus creencias muy definidas en dogmas queda inutilizado para la
religión. Toda persona que tiene
una experiencia estética profunda, o erótica (que no es frecuente porque el
amor completo es muy poco frecuente), se da cuenta de que ya hay algo trascendente.
Que luego a eso no quieran darle la etiqueta de religioso, pues que no se la
den: esto forma parte de la estafa de la Iglesia, de su pretendido monopolio
sobre lo trascendente".
Recomienda el filófoso un menú de supervivencia,
filosofía y religión a la carta que cada uno se confecciona a su gusto y
voluntad. De acuerdo.
El placer y la sensualidad en muchos
casos, se presentan como sustitutos de la religión. Lo cierto es que interesan
más que el sentido último de las cosas, porque tal vez sean el sentido último
de todas las cosas.
Dice Pániker: "Yo esto no lo
considero del todo insano. Cito a un gran maestro como es Alan Watts: la vida
no es un problema a resolver sino una realidad a experimentar. Mucha gente, en
lugar de preguntarse por el sentido de la vida, que es una pregunta sin
sentido, intenta experimentarla: forma parte de todo vitalismo, y es sano, y
ésta es hoy la actitud de la gente. Yo tampoco soy intelectualista: la pregunta
por el sentido sólo aparece cuando el flujo dinámico, el apetito de vivir ha
sido interrumpido".
Por eso tenemos que vivir y no solo
construir teorías. De hecho soy incapaz de elaborar una teoría.
Pániker: "Lo que es infrecuente es el
amor completo (sexo, mente, espíritu, cuerpo y todo a la vez), casi como la
explosión de una supernova. Lo que hay mucho es el amor al amor, el amor
romántico". Y cuánto se ha escrito contra el romanticismo y contra el
amor, que si no es real, que si es un ideal impuesto, que es una pura evasión…
muy bien, pero aquellos afortunados que lo hayan experimentado no lo cambiarían
por nada.
"Yo creo que no hay nada más bello
que el encuentro real entre dos seres humanos: te libera de ti mismo". Al
fin y al cabo, para qué necesitamos ser o sentirnos “yo” cuando hay un nosotros
afortunado.
Hay una historieta real que cuenta Pániker.
A un hombre que empezó a meditar le preguntaron:
"¿Cómo se siente usted después de la meditación?". Y él contestó:
"Antes de meditar estaba muy deprimido. Y ahora sigo igual de deprimido,
pero no me importa". Me hace mucha gracia porque seguramente no se puede
decir más.
De todos modos, y en demasiadas ocasiones,
es como si solo apareciesen pamplinas y orinocos.
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