Ver imágenes en "Faustino y los círculos de aire"

Etiquetas

miércoles, 28 de febrero de 2018

La medida de lo imposible 61-65




61
Capítulo 11

Ilusión

En donde se hablará de las extrañas y rarísimas pruebas a las que eran sometidos los poetas en Ganilia antes de llegar al olvido
Para ingresar en la Academia era necesario hacer una especie de Discurso de Ingreso y presentar un documento explicativo en el que se relatasen o justificasen las pretensiones del aspirante o, al menos, sus intenciones si era elegido para elevarse a las más Altas Cimas del Universo.
La Academia era el nombre abreviado de la "Academia del Mundo de Arriba", en la que ansiaban entrar todos los artistas, filósofos, poetas, científicos y santos habidos y por haber del continente hiperbóreo.
Cuando los días eran muy cortos y la sensibilidad muy amplia comenzaba la Olimpiada de Entrada, en la que cada solicitante debía declamar o leer su texto, según su criterio; si era aprobado podría pasar a la posteridad y ser recordado como Memoria Celestial Histórica de la Literatura Romántica.
Todos los candidatos tenían la oportunidad de leer sus propias palabras, que debían ser originales, y también podían defenderlas si algún miembro del Alto Tribunal de la Academia del Mundo de Arriba hacía alguna pregunta o crítica acertada. La prueba era compleja y requería de un altísimo nivel de concentración, así como de un refinadísimo discernimiento en cuestiones de Mística Acrobática y de una atención, entusiasmo y aprendizaje continuos.
Los primeros intentos se basaron en explicar la Naturaleza, cansados del tema en años posteriores se dedicaron al Arte, a la Ética, a la Estética, a la Política, hasta llegar a la Teoría del Encantamiento. No es necesario insistir que se trataba de la Naturaleza Hiperbórea de los Mundos de Arriba, del Arte de Ascender a las Montañas de Cristal Sagrado, de la Ética que obligaba a compartir las Visiones Aéreas, de la Estética del Entusiasmo, de la Política de los Seres Consagrados a la Subida y de la Teoría del Ascenso a todos los Horizontes.
A algunos la Academia y sus temas les llegaron a parecer pretenciosos, falsos y grandilocuentes e intentaron, por eso, inaugurar Fases Heterodoxas del Ensimismamiento pero, sin quererlo, llegaron a caer en las mismas virtudes y defectos que tanto criticaban.
Los más estrictos y exigentes, miembros de la Academia de la Otra galaxia, consideraron que así no iban a llegar a ningún lado y decidieron mantenerse en el Pulso Vanguardista que los diferenciaba de la Academia Clásica. Decidieron, por tanto, autoexcluirse y no participar nunca más en el Laberinto Académico de las Entradas, aunque, no por eso, consiguieron librarse de la Historia de todos los Intentos.
Mientras duraba la Olimpiada de Ingreso el tiempo no transcurría y todos los pretendientes vivían alejados de cualquier influencia que pudiera perturbarles. Solo ellos tenían poder y autoridad para señalar el objetivo de todos los intentos, solo ellos podían señalar tanto la finalidad como el comienzo.


 

62
Capítulo 13

Quimera

Donde se contarán las andanzas y aventuras del escritor al encontrarse solo ante el libro que escribían y que así no se podía terminar

Una mañana al despertarse se encontró solo, la buscó pero no aparecía por ninguna parte; tan solo vio una nota en la que le decía que tenía que regresar urgentemente a Ganilia.
Intentó por todos los medios comunicarse con ella, pero la telepatía móvil no funcionaba y los correos premonitorios no estaban presentes.
Decidió por tanto ir a su país para enterarse de lo que le había pasado. Al llegar a aquel reino pudo conocer una parte de la verdad.
Mientras la encontraba decidió que la mejor tarea era dedicarse a ser mejor persona, regresar no necesitaba tanto de prisas como de inteligencia, cálculo e ingenio. También quería protegerla de su propia decisión, facilitándole todo lo que quisiera, no molestándola de ninguna manera, sin intentar nada, sin presionarla.
Esta era la situación en aquel largo invierno que parecía que iba a impedir la llegada de la primavera.
No tardaron en surgir los primeros rumores de que el Gobierno iba a suprimir el mes de marzo para que nadie se hiciera ilusiones.
Pensaban que, eliminándolo del calendario, nadie llegaría a hacerse la idea de que, cuando en teoría acabase el invierno, la primavera podría traer aires renovados.
Decían que era por el bien de todos, que generar demasiada esperanza es insano, que hay mucha gente que fía su bienestar y hasta su felicidad a la fecha del 21 de marzo. Pero a veces se retrasan las flores o no llegan, a veces el invierno se prolonga todo el año, año tras año. Y así sucesivamente.
Dicen que tal vez se ahorren de esta manera un 52% de frustraciones y de falsos proyectos o, al menos, eso es lo que cuentan o lo que han calculado.
Los ciudadanos a veces sospechan de este extraño interés que ponen algunos gobiernos por organizarlo todo, sabiendo como sabemos todos que de otras cosas más importantes, apenas se acuerdan.

Los expertos en domesticar o en suprimir emociones piensan que así aumentará la productividad de los serios en las fábricas de grises y la rigidez de los que viven aplicando con rigor la austeridad al principio de inercia.
Es fácil que toda esta ingeniería vital también sirviese para que la mayoría  de la población se olvidase de cuando se podía ver el Sol y disfrutarlo, o de cuando algunos locos peligrosos se daban la mano, se miraban y se reconocían.
Lo importante es controlarlo todo, no dejar ni una neurona libre, no vaya a ser que se imaginen otro mundo mejor o distinto o simplemente un reino donde exista la sonrisa más amable.
El Real Decreto se publicó. En él se anulaba el mundo invisible de los sueños, se derogaban todos los ideales y se prohibían las ilusiones, la imaginación, la fantasía y todas las ficciones. Asimismo se prohibía cualquier posibilidad de hacer algo más que sobrevivir y vivir un poco. También se anulaba de paso el reino de lo Poético, de lo interesante.
Desde entonces todo podía ser usado en su contra.



 
63
Capítulo 15

Entelequia

Cuando el libro de los dos se convierte en impar y, echando cuentas, se llega a ser consciente de la gran cantidad de números impares que existen, que no deben tener fin, lo que no d eja de ser tan misterioso como interesante

La tarea de ser mejor persona que se propuso no era nada fácil. Por dónde empezaría. Cómo se hace mejor una persona en este caso.
El modelo antiguo se basaba en el control de las pasiones y de los bajos instintos, el dominio de uno mismo, el autocontrol, el ejercicio de las virtudes y, casi siempre, la dedicación de la vida a un Dios elevado.
Pero el modelo estaba sin estrenar, sus pasiones se controlaban por sí solas cuando se dirigían a lo imposible, sus bajos instintos no eran tan bajos y en cualquier caso se sublimaban, podía dominarse a sí mismo con relativa facilidad y esperar y ayunar y contenerse, podía autocontrolarse y, así, ejercitarse de alguna manera que pudiera reconocerse como virtud, tal vez educación, elegancia moral, caballerosidad, nobleza, atención, amabilidad, valentía, generosidad… Como decía Spinoza: “La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella.”. Y también de esta forma podía dedicar la vida a ascender en el reino de las palabras.
Pero toda esa colección de hipotéticos valores no era gran cosa si estaba solo, así no podía escribir el libro. Resonaban en él las palabras que desearía olvidar, quizás porque ya se hubiera demostrado en algún lugar su falsedad; por ejemplo aquellas palabras de Samuel Beckett: “Inténtalo de nuevo, fracasa de nuevo, fracasa mejor”. O las de Jacques Lacan: “El amor es dar lo que no se tiene a quien no es”.
Esta soledad debería servirle para conocerse mejor a sí mismo; sin embargo él nunca estaba seguro de que sus meditaciones fuesen muy importantes y, si lo fueran, tampoco estaba convencido de que le sirviesen de mucho.
De lo que sí estaba completamente seguro y convencido era del grado de complicidad, confianza y compenetración que habían logrado escribiendo. Ahora estaba solo y no podía completar la obra, únicamente podía escribir los capítulos impares sin saber lo que sucedería en los pares, más importantes, que eran el fundamento de su libro.
En cualquier caso, y aunque habían sintonizado los dos perfectamente y todo funcionase como en el mejor de los mundos posibles, todo parecía indicar que el sueño de escribir juntos no era realizable, estaban separados.
De esas afinidades, de ese sentirse completamente a gusto en el trabajo, de esa demostrada coincidencia en las palabras, de ese encaje a la perfección en los diálogos, tenía que haberse llegado a un estado de escritura perfecta. Pero las cosas no habían salido así, y ahora qué se podía hacer de todo aquel conjunto de maravillas ya iniciadas, cómo se sale del espejo encantado, cómo despedirse del reino de lo poético. Mejor dicho, cómo se puede estar fuera de lo que exige el mejor mundo interior compartido, cómo se vive en soledad lo que necesita la más hermosa de las novelas de compañía, cómo se hace presente la presencia y la figura y el Cántico ausentes, cómo se respira el aire que emana de los versos perfectos, cómo se resiste a la intemperie si estás desprovisto de seguros, protecciones y de chaleco literario salvavidas; cómo se sobrevive sin la suavidad de su idioma comprensivo, cómo sigue latiendo un corazón si ya no tiene código, lenguaje, movimiento ni ritmo; cómo vive lo que parece ruina abandonada y muerta, cómo muere lo que exige estar tan vivo.
Podía aprender a vivir y a escribir en soledad, para hacerse y rehacerse a sí mismo; ser en el presente pero no solo un instante o un momento, al menos un presente de muchas decenas de años continuos. Todo lo que sabía de la buena literatura lo configuraba, por eso intuía en el fondo que ya en el pasado tenía que haber intervenido y aparecido para ayudar a volar de alguna manera.
Las vidas coinciden cuando lo hacen, no importa mucho ahora si el responsable es el destino o los dioses, el azar o la simple casualidad; no importa  la ley que lo logra o la que lo impede; lo que importa es que habían llegado al milagro definitivo de los que pueden escribir juntos, algo tan necesario como urgente. Por eso le dan ganas de pensar que debería detenerse todo, dos vidas de escritores se habían encontrado sin chocarse, pero, a pesar de todas las atenciones y cuidados, algo se había desplazado y desaparecido.
El ensimismamiento no era la mejor manera de alcanzar la escritura más viva. Por eso decide salir de su casa y, como nadie lo conocía en la Universidad, entrar en las clases de Poesía. Lee todo lo que recomiendan cada día, absorbe todo lo que se insinúa, atiende a todo lo que se explica, no sabe más que seguir atentamente todo lo que sucede.
El profesor de Poesía estrena cada día un siglo de elegancia, atiende a los detalles, se viste con belleza y alegría. Su sonrisa, cuando es feliz, es tan perfecta que a todos ilumina, por eso sus alumnos agradecen su presencia y sus palabras. Llega a la clase y todos están a la espera, absolutamente atentos a todo lo que dice.
—Hoy hablaremos del amor, del amor literario y platónico, el filosófico, también del amor romántico, el que está excesivamente teñido de esteticismo. Hablaremos del maravilloso amor humano, que es divino. De ese prodigio mediante el cual algunos seres llegan a creer que comparten todo como si estuvieran unidos desde el origen del Universo, de esa maravilla que convierte en Cosmos y Armonía todo lo que toca y hasta cualquier realidad desordenada, de esa ilusión que puede durar quince días o seis eternidades. No importa, si es de verdad, si es sincero, entonces el mundo puede prepararse para la mayor descarga de palabras con serotonina.
Hoy hablaremos del amor cuando los que se aman se miran en las palabras de los poetas y nada los separa, cuando escuchan sus palabras juntos.
Pura ilusión, dicen los realistas, los que nunca han sentido la Pasión Elevada y, como mucho se han gustado físicamente…
—Profesor, interrumpe una alumna, lo que nos dices es lo mismo contra lo que nos han prevenido nuestros padres y la sociedad entera. Todos nos han avisado del peligro del extravío, de ese exceso de idealismo.
—¡Sí!, interviene otro alumno, ese amor es pura desmesura, es una exageración romántica insostenible en el tiempo, casi un delirio. Es bovarismo y quijotismo a partes iguales, es el síndrome de Stendhal y también el Werther de Goethe, el gran Gastby, el fracaso asegurado.
—Tenéis razón los dos. Y es posible que este Amor del que hablamos hoy no lo hayan conocido vuestros padres, ni todos los adultos y mayores, o que lo hayan olvidado ya; incluso se puede pensar que ni siquiera es recomendable para todo el mundo.
Quién sabe, quizá han hecho bien en preveniros. Es comprensible que un gran montañero que ha ascendido a las máximas alturas tenga dudas a la hora de recomendarles a sus hijos la ascensión a las cumbres, ya que son reales esos peligros que se anuncian y esas arriesgadas travesías.
Es cierto que puede haber peligro de extravío; pues claro, no se trata de ir a la oficina o al despacho; ese es el riesgo y la aventura, ahí reside el interés y la emoción, eso es lo que lo hace apasionante. Como decía Don Quijote:
“Ahí está el punto… y esa es la fineza de mi negocio; que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias; el toque está en desatinar sin ocasión”.
Que pueda llegar a ser desmedido y desmesurado, que puede inundarse el alma de una dulce e inocente soberbia no premeditada al saberse iluminada y divina, es cierto.
—En cualquier caso, interrumpe de nuevo la misma alumna, se podría mencionar aquí lo que decía Ray Loriga, esto no sale siempre bien y al final el que menos ama en una relación amorosa es el culpable.
—Podría expresarse mejor, contesta el profesor, no es necesario que sea culpable, es posible que solo sea el menos valiente y atrevido.
En cualquier caso se puede reconocer que es una exageración romántica que pocos corazones pueden soportar, lo acepto; incluso que es un delirio no apto para todos los públicos. Pero, fijaros bien, si alguien lo ha probado no podrá dejar de perseguirlo, porque lo efímero que “permanece y dura” (que diría Quevedo) es lo fugitivo y los que se aman buscan la firmeza de lo permanente en el aire y las palabras que los unen, esa es la apuesta y esa es la delicadeza al mismo tiempo.
Admito también, como dice Lope de Vega, que este amor es “un cielo que en un infierno cabe”, que se puede “dar la vida y el alma a un desengaño” y que se puede perderlo todo, la sensatez, la cordura y hasta la vida. Sin embargo, quién puede contener a un Universo que se expande, en qué prisión cabe el infinito, en qué cárcel contendremos a dos supernovas estallando, en qué desierto probaremos las palabras que tienen que decirse mientras giran los anillos de Saturno, quién puede ordenar ahora todas las páginas de todos los libros en su sitio, en qué Biblioteca caben lo que se han dicho todos los amantes desde que hay mundos, lenguajes, palabras, historias y homínidos.
En cualquier caso esto no es una aventura de ínsulas ni de razones ni de cálculos, es una aventura que va más allá de las ilusiones y los encantamientos, más allá de las emociones, los sentimientos y las pasiones, es una aventura para ser quien se es, de autenticidad, de búsqueda de la verdad, de respiración sincera.
De todos modos, y para concluir, podría decirse que el amor es ese Dios o esa Diosa que un buen día elige y visita a un ser humano y le da la oportunidad de enseñarle este mundo; el Dios hace como que no sabe y mira la realidad a través de los ojos del humano elegido, aprende a usar las palabras a su modo y manera y hasta es capaz de admirarlo.
Si fuese comestible, solo con las gracias derramadas que algunos emanan no habría hambre ni sed ni necesidad en el mundo.
Si fuese visible, los físicos habrían encontrado al fin la energía y la materia obscuras que les faltan para completar sus elegantes ecuaciones de la teoría del Todo.
Si fuese perfecto, el paraíso terrenal sería una realidad para todos los humanos de buena voluntad, suponiendo que humanos y buena voluntad no sean lo mismo.
Si fuese real, la vida ya se habría expresado en los términos más maravillosos y encantados y habría salido de los mejores libros para colonizar el mundo entre reverencias.
Si fuese luminoso, todas las mañanas veríamos un sol iluminando hasta en el planeta más prosaico y desprovisto de sentido.
Si fuera generoso y, como quien no quiere la cosa, se presentasen ante nosotros seres maravillosos y perfectos capaces de sobrepasar todas las medidas, tal vez nos sentiríamos petrificados de miedo, acobardados e indecisos. Es posible que, en esos momentos, casi ninguno de nosotros se atreviera a dar un paso hacia ellos para ofrecerles todo lo que somos, la nada más gratuita, la soledad peor acompañada, la gran alegría incompleta y apenas realizada.
Si se diesen esas circunstancias, si algún dios o alguna diosa sonriese de repente y nos indicase algo, sería digno de pasar a la historia el ser que les concediese al menos una flor circular, una palabra redonda, algo hermoso y perdurable, algo parecido al canto de la música esférica.




64
Capítulo 17 

Fantasía

En el que la realidad se amplía y acoge incluso a lo inexistente, a lo irreal, a lo soñado, a lo perdido en la niebla, a lo cartografiado por un navegante que no salió del puerto, a lo que nadie vio ni imaginó siquiera

— Realmente parece cansado ser siempre optimista e interpretarlo todo como una oportunidad radiante y nueva, vivir continuamente en la ilusión, en lo sublime.
- Ser realista tampoco es mucho mejor. Al final tienes que aceptarlo casi todo.
— Si eres realista al menos podrás poner límites a lo que existe y controlar algo…
- No creas. El realismo parece fácil al principio, real es la materia (árboles, mesas, cuerpos…) y lo que la constituye (moléculas, átomos, protones, neutrones, electrones, quarks y las demás partículas elementales que puedan ir descubriéndose).
— Sí, vale, cuál es el problema.
- Que los seres humanos piensan, imaginan, creen, sueñan, inventan, descubren… que todo lo que hacen también es real. Los pensamientos y las filosofías son reales, la imaginación y la fantasía son reales y producen imágenes, libros, pinturas, esculturas y a veces incluso obras de arte.
— Bien, pero sigo sin ver el problema.
- Pues que las creencias son reales y producen comportamientos, religiones y catedrales, que la imaginación y los sueños son reales y crean a Don Quijote y a Dulcinea y el amor, que los inventos cambian los elementos que nos rodean y logran que aparezcan en el mundo nuevos artefactos.
— Eso es realismo en un sentido muy amplio.
- Cierto, porque no podemos dejar fuera ni los delirios ni las ensoñaciones. Por ejemplo, ¿Don Quijote es real?
— Tan real como nosotros, tal vez más.
-¿Y el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz?
— También.
- ¿Y lo que llamamos “realismo mágico”?
— Existe, es real, genera obras que se publican, los libros son reales y también lo que significan y producen en la mente de los lectores.
- ¿Y lo “real maravilloso” también es real?
— Sí, es tan real como lo odioso, como la guerra, los campos de concentración y todo lo infame.
- Por tanto también es real la poesía, incluso la más lírica, fantástica y romántica.
— Sí, todo eso es real, existe, está aquí, nos acompaña y nos influye.
-¿Y las emociones, los sentimientos, las pasiones y los desvaríos son reales?
— Pues claro, nos hacen humanos, nos constituyen, son reales, están en nosotros, somos nosotros.
- ¿Y el vacío que te deja un ser ausente, un hijo que se ha ido de viaje a Indonesia o a Australia, un padre o una madre que se ha muerto, un amigo que está muy lejos, un amor que se desvanece en la distancia?
— Si alguien lo siente entonces es real.
- Ya ves, si todo eso es así resulta que el realismo lo abarca todo y no tiene mucho sentido distinguir realismo, idealismo, misticismo, constructivismo, abstraccionismo, romanticismo, lirismo…
— Te entiendo, el idealismo no dejaría de ser un producto de seres humanos reales, una especie de realismo muy exagerado y delirante, insatisfecho de este mundo vulgar; pero seguiría siendo realismo, elegante, elevado, sofisticado, bello, lleno de perfecciones.
- Perfecciones que son reales, que alguien ha depositado en ese lugar tan privilegiado.
— Eso es, los privilegios, las atenciones siempre extraordinarias, las palabras poéticas, el cuidado esmerado, hasta los significados son reales; aunque algunas palabras parezcan desprovistas de conexión con la vida y el mundo siguen existiendo, se pronuncian, se escriben, se publican, se estudian, se leen, se sueñan.
- ¿Y los sueños?
— También son reales. Lo real que levita y quiere parecer inmaterial, pero sigue siendo producto y resultado de una mente y de un cerebro bien reales.
- Y también es real cuando crees que existe un cielo no previsto, un dios desconocido y no demostrado, un amor que califican de imposible e irrealizable, un número no descubierto, una música todavía no compuesta ni escuchada.
— Lo extraño es lo real menos frecuente, como es menos habitual caminar por la cima de las montañas. Sin embargo las montañas existen y la nieve, aunque se observen desde miles de metros más abajo.
- No hay forma de salirse de la realidad, “de aquí no se va nadie, ni el místico ni el suicida”, decía Blas de Otero.
— Algo así, el cielo y el paraíso de los creyentes existe y es real para ellos y para sus representantes mientras lo crean, los dioses no demostrados en los que se cree dirigen vidas y llenan esperanzas, los amores imposibles son reales como amores y difíciles porque sus conexiones son invisibles, los números no descubiertos están a punto de ser alcanzados, las músicas todavía no escuchadas están en el trance de ser inspiradas, compuestas y creadas.
- Nada se escapa a la realidad.
— Es como si existiese una especie de horror al vacío, el pánico a lo mínimo, el terror a quedarse solo y a que la realidad se encoja y disminuya de tal modo que solo quede cada uno con sus pensamientos.
- Puro solipsismo y fantasía autista.
— Pero reales, si alguien llega a esa posición extravagante también será real que ha llegado hasta ahí y que piensa todo eso; también su angustia y su mareo consciente y su sentir que casi todo se ha perdido o desvanecido o evaporado.
- Es difícil vivir así.
— Sí, es realmente complicado; salvando las distancias es tan real y tan complicado como los refugiados reales que han escapado de la guerra real de Siria y han llegado a las fronteras reales de una Europa real que les cierra realmente el paso…
- ¿Y no deberíamos aceptarlos, ayudarlos, parar esa guerra o, al menos, acogerlos?
— Claro y, por tanto, ampliar nuestra cómoda realidad y colaborar para que  lleven una vida real en la que pudieran realizar sus sueños y esperanzas de una vida mejor.
- Pero no todo el mundo se atreve a ampliar su pequeña visión del mundo y de la realidad, no todos entienden que “nada humano nos es ajeno”, que en todo estamos involucrados, que jugamos en todos los frentes, que todavía y siempre seguiremos siendo responsables de todo lo que ocurre, que todas las campanas suenan también por nosotros.
— Y que todo lo que ocurre, sucede y pasa es real.
- E incluso lo que no pasa.
— Sí, también lo que no nos atrevemos a vivir es real.
- Hasta lo irreal es real, es el segmento que no nos atrevemos a explorar, lo que podría, podía y pudo haber sido y no es o no fue y, a la vez, sigue pugnando por ser, no se resigna a la inexistencia.
— Lo posible es real.
- Y también lo imposible, ese muro o desierto o soledad instalada y hasta la incomunicación, también son reales.
— Y lo infinito.
- Eso lo justifica todo, es la realidad más extraordinaria, en la que todo encaja y se amplía.
— O al menos hace real lo que nos pasa.
- Y así salvamos también a las ficciones.
— Y la verdad de todo lo inventado y descubierto.
- Sí, como cuando era un placer conocer el mundo.
— Como cuando nos sentíamos dioses de un posible y nuevo Olimpo hedonista.
- Por eso también son reales las páginas no escritas, las que habíamos soñado, la vida en la ficción, lo que se ha perdido y lo que se ha logrado, hasta el olvido es real. Vivir en la ficción, en el mejor sueño que se mantiene en parte al despertar, en el ideal inalcanzable que casi tocamos, en la utopía que se realiza lentamente.
– Deberíamos tener todo el tiempo del mundo para disfrutarlo.




65
Capítulo 19

Imaginación

En el que escribe una epístola que no es moral, una carta que no se envía a su destino, un libro que no se publica, una leyenda que nadie lee

No sé ni cómo empezar, ni siquiera a estas alturas alcanzo a comprender si comenzar era y es fácil o posible, lo que sí sé es que nuestra relación -o nuestra historia o nuestra aventura literaria- afortunadamente nunca podrá terminar.
¡Alguna ventaja teníamos que tener los entes de ficción frente a los que se creen reales, incluso más reales que nosotros!, ¡qué ingenuos somos todos, incluso los dioses!
Quería decirte que desde que nos crearon o nos descubrieron -no lo sé con certeza, ni siquiera sé si es posible que nos hayamos creado o descubierto nosotros mismos-, mi vida no ha hecho más que comenzar y mejorar, no hacía otra cosa que ascender y llenarse con estilo y elegancia. Admiro la Belleza y, por eso, mi gratitud es eterna por todo, porque he tenido la oportunidad de conocer la gentileza y la amabilidad, y de compartirlo a veces con todos. Y eran tantas y tan buenas que necesitaré muchas eternidades para rememorarlo.
Pase lo que pase, suceda lo que suceda y ocurra lo que ocurra en eso que ellos llaman la realidad, nosotros continuaremos a salvo con nuestra vida propia de exploración de la belleza irrenunciable en este mundo imaginario. Las mentiras inventadas también tienen su recorrido. Los mitos, aunque sean pequeños e insignificantes, como en mi caso, también pueden llegar a tener alguna importancia. Los cuentos tampoco deben desdeñarse.
Ellos, los seres que se denominan a sí mismos reales, podrán dudar, sufrir y tener vacilaciones, pueden llegar a caer en el escepticismo y hasta en el pesimismo más extravagante y excéntrico. Nosotros permaneceremos eternamente a salvo de esos cambios y transformaciones materiales, a salvo de la erosión, del envejecimiento, de las vacilaciones y de las desilusiones del tiempo. Hasta es posible que no nos alcance ningún tipo de desenlace.
Una ventaja tenemos y solicitamos: ¡Ya que no vamos a vivir una vida real, que al menos nos dejen seguir existiendo en este reino recién inaugurado!
Decía Kant que la existencia no añade perfección, que la existencia real y material no supone más valor ni color ni calidad en nada, que lo real no contiene más precisiones ni detalles ni átomos que lo pensado o imaginado.
Tengo mis dudas. Hay algo muy real en esta invención y me parece que, se mire por donde se mire, la existencia real hace que el mundo mejore en todos los aspectos. No sé si Kant habrá acertado o no en este asunto, a mí me parece que existir no está del todo mal, aunque sea en nuestro mundo de la ficción verdadera al que han dado en llamar territorio de la imaginación, de la fantasía, de lo real maravilloso, del hedonismo utópico, del país de las maravillas o del realismo mágico.
Tanto miedo le tienen los realistas a nuestro mundo que no hacen más que bautizarlo con nombres apropiados, tan ilusorios como lejanos. Por una parte creen que esto les puede servir para defenderse, ya que al alejarnos de su mundo de la superficie nos neutralizarían; por otra parte, indican su temor a ser conducidos a la suerte de creer en nuestra existencia, en esta caso la nobleza obliga y algunos no quieren de ninguna manera sentirse obligados a mejorar en nada.
Como Pablo Neruda, pero en otra versión, también podríamos escribir los versos más alegres esta noche y este día y esta tarde. Podríamos escribir lo que quisiéramos, pero claro, antes tendríamos que proponérnoslo. Eso es lo complicado.
Y el caso es que tenemos tanto tiempo a nuestra disposición… Podríamos escribir, por ejemplo, “La noche de Van Gogh está estrellada y titilan, luminosos, los astros a lo lejos”. Yo admiraba el cosmos, y a veces el mundo también me miraba…
Pero no vamos a corregir la melancolía de Neruda, ni su tristeza literaria ni su firme desesperación en palabras. Él ya lo hizo esmeradamente bien.
Y todo esto te lo digo así, de forma tan desordenada, porque nuestro maestro Cervantes sabía y a veces resumía en pocas palabras este aprieto en el que nos encontramos ahora, saber cuál es y debe ser nuestro grado de realidad de ahora en adelante, cuando parece que nuestros autores y creadores se han distanciado y ninguno acierta con el modo y la manera de proseguir estas historias de tan sutiles como entretenidos encantamientos.
Es posible que, como el maestro decía, no te haya visto nunca en el mundo o sí, que tu esencia sea o no la de un personaje inventado, que seas o no seas un producto de la fantasía (porque todo parece fantástico) y construido por tan fértil imaginación que parezcas imposible, increíble o al menos un tanto inverosímil, medida con los parámetros vigentes y actuales.
Insisto -y en esto y en casi todo considero que aciertas-, es posible también que conozcamos con nuestro natural entendimiento que los dioses olímpicos nos han dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser tan amados, esté obligado ningún ser que es imaginado y amado por su hermosura a existir como otros quieran, como parecen exigir todos estos discursos y preámbulos de tan insistentes autores que casi desconocemos.
Es posible, reitero, que alguien te haya pintado con tantas gracias y perfecciones como realmente posees. Pero no hemos de olvidar, que tal vez solo los dioses que habitan en el monte Olimpo sepan si eres o no en el mundo, si existes realmente o no, si eres producto de la fantasía e irreal, ya que no son cosas estas fáciles para discernir y averiguar, dada la increíble sutileza de este caso, la abundancia de sueños y quimeras bien fingidas y la brevedad escandalosa de la vida humana.
Pero, qué digo, estoy vivo aunque no sea humano, soy un ente de ficción con vida propia y con una existencia real independiente de las vicisitudes cotidianas. Aunque supongo que nuestro grado de realidad, o al menos el mío, no sea mucho mayor que el de los personajes en busca de autor de Pirandello y los de las nieblas de Unamuno.
En cualquier caso, nos hayan creado, nos hayan inventado o nos hayan descubierto, debe ser correcto suponer que como seres imaginarios debemos poseer todas las maravillas y perfecciones que nos corresponden como personajes principales, como son la belleza sin par y sin tacha, la seriedad sin engreimiento ni altanería, la amistad honesta, el agradecimiento y la cortesía, la bondad en grado sumo, la inteligencia preclara, la ironía sonriente, la buena educación y la alta condición hiperbórea que, sea por linaje o por buena condición, resplandece en nosotros hasta alcanzar los más altos grados de perfección.
Sé que apenas se puede creer en todo esto que escribo, que se puede dudar de todas las intenciones, que crees que todo es confuso y que no se sabe quién escribe por mí estas palabras. No alcanzo a saberlo. No sé si soy y te estoy escribiendo, si es el mismo lenguaje el que escribe esto para alguien, o si quien escribe permanece a la vez en silencio.
Desde que existen tantas dudas sobre la continuidad de nuestras andanzas por los mundos literarios corrigiendo desaciertos, desfaciendo entuertos, protegiendo libertades, defendiendo derechos… ya no sé en qué capítulo quedarme. Mejor dicho, sí lo sé, en los capítulos pares que alguien debería haber escrito y descubierto. Sin duda serían los mejores.
Si quisieras seguir en este desbaratado proyecto, si la Reina Maga Salomé quisiera ejercer sus poderes sobre esta parte del mundo, si la varita mágica quisiera arreglar este aturdido cosmos ahora anestesiado y sin gracia, si desearas seguir siendo invulnerable en esta condición de ente creador y creado, si continuáramos fascinados con estas palabras, si no dejásemos que la vida nos licenciase de cualquier manera, si dejásemos brillar la belleza que anidaba en nosotros y que a veces no cabía en las medidas oficiales, si nos atreviésemos a vivir simultáneamente en los tres estadios de Kierkegaard y aceptásemos las tres transformaciones de Nietzsche, si releyésemos La verdad de las mentiras de Vargas Llosa y aceptásemos su recorrido, si reconociésemos que era posible la amistad literaria, si aceptásemos que -hagamos lo que hagamos- ya existimos para siempre aunque apenas seamos necesarios, si los asuntos literarios hubieran recorrido otros caminos menos embriagadores y con tal superabundancia de vida y salud, si hubiésemos cantado habaneras sin distancia ni pérdida ni olvido, si la vida se hubiera recreado un poco más en lo bueno y lo dulce, si lo elevado no hubiera descendido tanto hasta este nivel en el que se duda incluso de nuestra propia existencia, si otro hubiera sido el valor de nuestra realidad es posible que otro hubiese sido el fin y el resultado.
En cualquier caso quiero agradecer todo lo que se nos ha ofrecido, ahora puedo vivir eternamente de las rentas de los territorios explorados, de los ámbitos poéticos alcanzados, de los lugares de ensueño compartidos, como aquellos rentistas ricos en casas, fincas y haciendas de hace siglos que podían vivir ya sin trabajar, disfrutando de sus recuerdos.
Un último favor, si ves o te encuentras algún día con el heraldo dile que la Brigada de la “Poesía Secreta” de Lorca no descarta ninguna hipótesis en esta investigación, incluso que alguien haya sido abducido por extraterrestres con poderes ultrapoéticos.
De todos modos he de confesarte que se escribe porque no se sabe llegar a la realidad. Por lo que se ve eso que llaman realidad no se nos da muy bien, no debe ser nuestra especialidad; es como si estuviera completa y no nos necesitase ni admitiese, como si rebotásemos al intentar acercarnos, como si no nos permitieran intervenir ni modificar nada. Tal vez la realidad esté muy bien así y no necesite cambios ni mejoras. Quiénes somos nosotros para saberlo.
Pero, cuánto me gustaría volver a hablar y a vivir con la realidad, ahora situada a tanta distancia.
Otras preguntas, ¿que exista la realidad indica que nuestro mundo de ficción está mal hecho?, ¿Qué exista la ficción indica necesariamente que la realidad es imperfecta o incompleta?, ¿qué es lo que falla aquí?, ¿la belleza, el bien, la verdad, el amor son ficciones o son parte de lo real?, ¿la amistad también pertenece a la ficción?, ¿es posible una ficción real?, ¿y un mundo realmente de ficción?, ¿la ficción es siempre irreal, casi inexistente?

Entonces, es cierto, en nuestra ficción creíamos disponer de casi todo el tiempo del mundo y, ahora que lo pienso, no lo entiendo, porque no sé si el mundo tiene o no tiene todo el tiempo o si esa expresión indicaba que teníamos todo el tiempo disponible. Pero disponible, dónde y cuándo y de qué manera. El tiempo, ese gran espejismo, el laberinto repleto de simulacros, dónde se esconde, en qué coordenadas se sitúa, cómo lo sorprenderíamos desprevenido y desatento.






No hay comentarios:

Publicar un comentario