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miércoles, 28 de febrero de 2018

La medida de lo imposible 71-75




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Cualquier palabra

…Miguel quisiera seguir escribiendo, preguntándose por qué muchos viajes humanos parecen terminar en fracaso o abandono, incluso por qué algunos de los mejores ni siquiera se inician.

Aunque ya no gozaba del placer de escribir todos los días, le consolaba imaginar mil hipótesis en las que no todo está perdido para los dioses. Así los imaginaba tomándose un tiempo para reflexionar, o descansando de la realidad, o ayudando a los humanos a superar sus problemas. Como se puede ver los humanos son capaces de pensar cualquier cosa, lo que se les da peor es "pensar"; algunos incluso son capaces de explorar la idea de que pueden ser los culpables (por inmadurez, insensatez, falta de constancia...) de todos sus fracasos.
Tampoco era capaz de olvidar aquella frase: "NO ME ESPERASTE", cuando llevaba esperando la vida entera. La pregunta adecuada sería la de un Dios a otro Dios: “¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?”
Había regresado a la casa terrestre, me lo habías aconsejado.
¡Qué pare todo el mundo, que recojan las nubes, que el sol sea más tímido,
que se detenga por completo el universo, incluso quiero pedirles ahora a los cometas que no brillen!
¡Qué todos los seres renuncien a respirar más tiempo, que las alas no se muevan, no sean luz ni alegría, que los aviones se queden parados en el cielo y, en ese detenerse, encuentren su consuelo!
¡Qué todos los viajes queden suspendidos, cancelados, anulados, como si no se hubieran iniciado!
¡Se ha ido y ya nada es posible ni de otra manera y, durante los próximos 45 millones de años, estaría bien que se extinguieran casi todos los humanosaurios!
¡Por favor, que permanezcan inmóviles todas las moléculas, que desaparezcan los electrones y los leptones y hasta los quarks encanto, los que componían la sonrisa perfecta!
¡Qué todo sea música callada, soledad sonora, silencio armonioso, retiro conjunto, huida ingeniosa... para recuperar la serenidad, lo inolvidable…!
¡Qué cambien todos los puntos cardinales, que todos sean nuevos o, al menos, que los sitúen en lugares diferentes, es tal mi confusión que sólo sintiendo que todo está perdido puedo encontrarme!,
¡Qué la vida no se extinga pero que, por favor, no se sigan escribiendo palabras y más palabras con un ADN sin sentido!
¡Qué se tomen vacaciones los descansos, que descansen las noches, que anochezcan los sueños y que sueñe mi alma que se detiene todo el mundo... o mejor no, que sueñe que todo vuelve a ser prodigio, que merezca cualquier palabra entera…!




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…Miguel escribe sobre el estado de Nietzsche sin Lou, la soledad clarividente, el diálogo más imposible y deseado

Ya no podían escribir, tal vez ninguna vez más, y casi prefieren no pensar ni imaginar lo que esto significa. Saben que se han equivocado en casi todo, que han insistido muchísimo, que han sido los más pesados de los pelmas posibles, que han exagerado hasta la extenuación. Lo sentían, seguro que desde tu punto de vista ha sido bastante insoportable. Y les habría gustado tanto seguir escribiendo para agradecer la vida.
    Tienes razón, no se puede vivir de las rentas, perderse el presente es perder casi todo. Releen tus libros y no saben cómo no han advertido que, cuando se ha llegado al "bloqueo por agotamiento", hay que parar mucho antes. 
    No saben si buscaban tus respuestas, siempre oportunas, ya no saben lo que buscaban, es posible que no romper ni perder el vínculo más importante de su vida.
    Tal vez todo el mundo merezca vivir "retirado del mundanal ruido", tienes derecho a mantenerte en silencio y no lo interpretaremos como algo hostil. Debemos querer la libertad de los demás, aunque nos duela.
    Nos encantan tus mejores deseos, nos dices que disfrutemos cada día, cada segundo, cada momento de luz y nos envías tu abrazo... ¿sabes?, ¡nos gustaría tanto poder disfrutar cada día y cada hora y cada segmento de luz!, pero es algo que, para nosotros, es realmente difícil. No se vive en soledad, se está, se soporta, pero no se vive.
    Tampoco se vive en la verdad. Por eso no se trataba de "retener", se trata de tu voluntad, quieres descansar y por eso dejaremos de escribir. Tienes perfecto derecho a retirarte de todo y del todo, lamentamos no haberlo notado antes.
    Ahora estaremos solos, iniciaremos la terrible sensación del duelo, de la pérdida, de la ausencia, del silencio, de la soledad... pero no nos arrepentimos de haber nacido y conocido, la vida ha sido, era y es lo mejor, y una y mil veces volveríamos a disfrutar de la presencia aunque siempre tuviese el mismo final solitario. Tenía razón Nietzsche, acepto el eterno retorno de lo mismo, la eterna repetición de lo mejor, la maravillosa reposición de los cielos y de los paraísos... nos entenderás, porque la vida es más nietzscheana que nosotros; en cuestión de rupturas Nietzsche decía que era preferible el corte brusco y no ir alargando inútil y lánguidamente el sufrimiento, tal vez esto sea también válido para el final de la vida.

Pero, qué es brusco y rápido, ¿un minuto, una hora, una tarde, un mes, un año? ¡Cincuenta años!, ¿no son 50 años algo demasiado corto, brusco y rápido? ¡La eternidad misma!, ¿no es la eternidad un tiempo insuficiente para albergar ese tesoro que llamamos “todo el tiempo del mundo”?




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Los dioses más jóvenes

…Escriben Zaratustra y Federico: unos dioses que hacen como que se encuentran y de ahí surge la luz. Dios les dice que es politeísta y ellos hacen como que escuchan y entienden

Dos Dioses supremos están en la Academia Universal de los Dioses, estudiando su oficio y preparándose para ejercerlo; en un momento de su larga, gozosa e infantil eternidad, deciden disputar para saber quién de los dos es capaz de crear el infinito más grande.
–Dios: Me veo capaz de crear un infinito número de átomos con sus interacciones y no podrás seguirlos.
–Diosa: Eso es fácil de superar, entraría en tus átomos y los separaría en más de mil pedazos y ahí pondría tantas partículas y subpartículas atómicas como quisiera. Y no sabrías por dónde andan.
–Dios: Para cada una de tus partículas elementales yo añadiría millones de ondas y de posibilidades y complicaría de tal modo el universo que dimitirías inmediatamente.
–Diosa: No seas ingenuo. También puedo ir hacia otro lado y crear tantos virus que superen tu imaginación con su capacidad para reproducirse sin control y sin limitación.
–Dios: Entonces crearía tantas moléculas que ni tu ilimitada capacidad de computación podría registrar ni siquiera en una memoria infinita.
–Diosa: Eso no es nada comparado con todos los microorganismos que soy capaz de crear para que llenen ese mundo material de vida y de interacciones.
–Dios: Haría tantas especies de seres vivos con tantos individuos y descendientes que no serías capaz de trazar su pista ni su genealogía y te perderías persiguiéndolos.
–Diosa: Sería el momento apropiado para hacerlos evolucionar y mezclarse entre sí y compartir sus genes hasta confundirte.
–Dios: Eso está bien, pero apenas es nada comparado con las montañas que voy a generar con mis eminentes manos.
–Diosa: Lo superaré con todos los disparates y diferencias que les sugeriré a los seres humanos.
–Dios: Y yo crearé montañeros que las subirán una y mil veces desde todos los puntos cardinales.
–Diosa: Los haré lógicos y precisos y así se mantendrán toda su vida en una progresión geométrica.
–Dios: Les daré millones de ideas y de inventos y no habrá museos capaces de mostrarlos ni de catalogarlos.
–Diosa: Les regalaré el lenguaje y las palabras y los millones de combinaciones de frases, oraciones, proposiciones… que surgirán entre todos ellos hablando.
–Dios: Les proporcionaré el ajedrez y con ellos el infinito en 32 piezas y 64 cuadrados.
–Diosa: Estás perdido si crees que eso es algo, les haré hablar entre sí, mantener contacto y, entre sus diálogos y silencios, surgirá una infinita y hermosa Historia de la Literatura.
–Dios: Se destruirán con guerras, epidemias y terremotos y todo tipo de desastres naturales.
–Diosa: Los enamoraré entre sí y generarán tal cantidad de descendientes, acercamientos e historias de amor que serás incapaz de seguir sus desvaríos.
–Dios: Les proporcionaré los números y se perderán con los transfinitos y disputarán sobre simples figuras y anotaciones.
–Diosa: Y haré que la serie de números pares y la de los impares sea igualmente infinita y no lo entenderás.
–Dios: Eso lo podré conseguir casi con cualquier serie de números que invente, sean números primos o de Fibonacci.
–Diosa: Y eso no será casi nada comparado con los abismos sin fin de las interpretaciones que surgirán de cada una de las obras de arte.
–Dios: No creas que eso va a impresionarme. Les daré tiempo y oportunidad para desplazarse y viajar y el afán de conocer y medios de transporte y así ya nunca permanecerán más que en su impermanencia.
–Diosa: Entonces les daré todos los medios de comunicación imaginables y no harán más que intercambiar informaciones, curiosidades, datos y conocimientos y todo podrá progresar con su esfuerzo.
–Dios: Les proporcionaré la velocidad de la luz para que se acerquen a ella y, cuando lo logren, les haré superarla.
–Diosa: Ya que no respetas nada, has de saber que les enseñaré todas las leyes de la Naturaleza y todos los sistemas para sobrepasarlas.
–Dios: Si haces eso, entonces los haré dioses, como nosotros.
–Diosa: Si los haces dioses los multiplicaré hasta que sean infinitos.
–Dios: Y a todos los haré omnipotentes superando así todas las contradicciones.
–Diosa: Cuando las superes prepárate para ser como ellos, un infinito más envuelto de multiversos.
–Dios: No creas que voy a rendirme, en ese delirio infinito de multiversos donde ya no caben más dioses, introduciré el tiempo para que se enreden y caigan en todas sus trampas.
–Diosa: Si caen en sus trampas, los liberaré con mil iluminaciones, liberaciones y budismos.
–Dios: Cuando lo hagas, les enviaré nuevas confusiones y entretenimientos.
–Diosa: Cuando los entretengas les indicaré el comienzo y el fin de todas las historias.
–Dios: Si lo haces, les diré que todos tus infinitos son previsibles y que también son infinitos los esfuerzos.
–Diosa: Y los laberintos.
–Dios: Y se perderán cuando intenten contar cada copo de nieve que cae sobre la Tierra.
–Diosa: O cuando necesiten saber cuántas gotas de agua de lluvia y de olas se originan constantemente.
–Dios: Les diré que deben saber cuántos granos de arena existen en todas las playas del mundo.
–Diosa: Y en todos los desiertos.
–Dios: Les proporcionaré más misterios.
–Diosa: Y nadie sabrá cuántos besos y abrazos se regalan los enamorados.
–Dios: Ni cuánto se ampliará su conocimiento.
–Diosa: Y así resolverán infinitos combates contra la ignorancia.
–Dios: E infinita podrá ser la estupidez humana.
–Diosa: E infinita la nuestra si seguimos así hasta el infinito.
–Dios: Creo, sinceramente, Diosa mía, que sería mejor que nos amásemos indefinidamente.
–Diosa: Ese plan infinito es el que más me convence, suponiendo que el amor pueda ser infinito.
–Dios: El amor ha de ser infinito ya que somos dioses omnipotentes.
–Diosa: No sé si será tan fácil.
–Dios: ¿Cuál es el problema?
–Diosa: El problema es infinito y la solución también tendría que serlo.
–Dios: Por eso el amor es infinito.
–Diosa: No sabemos si esa solución se mantendrá así eternamente. Piensa que el desgaste y la erosión también son infinitas.
–Dios: El problema consiste en saber si una sustancia infinitamente resistente podría soportar el desgaste infinito de otra sustancia erosionante igual de persistente.
–Diosa: ¿Quién podría más?
–Dios: Sus fuerzas se equilibrarían a la larga. Una no dejaría de mantenerse inalterable y la otra no dejaría de consumirla.
–Diosa: La contradicción, lo imposible.
–Dios: Para unos dioses competentes no hay contradicciones ni imposibles, sencillamente el amor persistiría a pesar de todas las amenazas y la entropía continuaría a pesar de toda la perseverancia y firmeza de las duraciones.
–Diosa: Parecen palabras bien empleadas, pero solo palabras.
–Dios: Las palabras de los dioses se cumplen, no se agotan; se mantienen para siempre.
–Diosa: ¿En qué tipo de bronce las escribirías?
–Dios: Ya sé que hasta el mejor bronce se desintegraría en unos 30.000 años terrestres. Por tanto nuestras palabras tendrían que ser del oro más puro alejado de atmósferas hirientes e irritantes.
–Diosa: Recuerda que la erosión, el desorden, la entropía, la oxidación o como quieras llamarlo, van a seguir actuando constantemente.
–Dios: ¿Y no podríamos hacer un caos menos persistente?
–Diosa: Los dioses cuando se ponen a crear lo hacen todo a lo grande. Y así les va.
–Dios: Tal vez habría que corregir algunos fallos si queremos que el invento funcione.
–Diosa: No está claro si al corregir algunos fallos no cambiarían también algunos aciertos.
–Dios: Esto es más difícil de lo que parece.
–Diosa: Sí, como para ponerse a crear así, por las buenas, sin un plan previo.
–Dios: Tal vez… cuando seamos mayores, acabemos el Curso y tengamos experiencia, sepamos resolver todo esto.
–Diosa: Es posible, pero entonces quizás ya no seamos tan jóvenes y nos olvidemos de nuestras virtudes y tesoros.
–Dios: Los humanos han acuñado una sentencia que dice que la juventud es un divino tesoro. Y nosotros lo tenemos.
–Diosa: Otros, con más experiencia o desencanto, le añadieron algo más triste. Sí, ¡juventud, divino tesoro… lástima que se pierda entre jóvenes!
–Dios: Caramba, eso no me lo esperaba. Y si lo que se pierde entre los dioses más jóvenes es ese tesoro de amor, levedad, ingravidez y contradicciones compatibles…
–Diosa: …Está claro que van a existir mundos creados por dioses adultos y serios donde el amor sea escaso y temporal, donde la energía se vea limitada por las leyes, donde la juventud sea pasajera, la alegría efímera, el placer volátil y la felicidad un ensueño publicitario.
–Dios: ¡Estamos arreglados!
–Diosa: Sí, con reglas y normas, ordenados. Nos quieren moderados, equilibrados, morigerados.
–Dios: ¿Y eso no es casi lo mismo que ser un dios limitado?
–Diosa: Si todo se dispone de acuerdo a leyes, si todo ha de estar estructurado y ha de obedecer a medidas, simetrías, armonías y proporciones, entonces nuestra creatividad está perdida.
–Dios: Estaríamos sometidos a la razón de Apolo y no podríamos explorar los delirios de los sueños de Dioniso.
–Diosa: Todo muy metódico y sistemático, pero con muy poco duende, hechizo y encanto.
–Dios: Y el arte consistiría en atenerse a las normas.
–Diosa: Y las normas las pondrían ellos.
–Dios: Estaríamos bajo su dominio, al nivel de las hormas de sus zapatos.
–Diosa: Si hay formas y modelos obligatorios, si hay patrones y plantillas y esquemas e ideas preconcebidas no vamos a llegar a ningún lugar interesante.
–Dios: Tenemos que salvarnos de estos dioses académicos, metódicos e institucionalistas.
–Diosa: Debemos mantener encendido el fuego sagrado, la chispa divina, la alegría sin justificación, la creación libre y no sometida a rentabilidades.
–Dios: Nos quieren serios, trabajadores y honrados. Como si no hubiera más caminos para ser deidades.
–Diosa: Nos quieren previsibles, calculables. Nos quieren de una pieza, como Dios manda.
–Dios: ¡Exacto!, nos quieren como el Dios Supremo, encerrado en su papel, soberbio y endiosado en su función.
–Diosa: Pues no podemos seguir ese modelo. Tenemos que rebelarnos.
–Dios: De acuerdo. ¿Y con qué fuerzas contamos?
–Diosa: Eso no debe preocuparnos ahora, si ellos son muchos o si son más poderosos que nosotros. Lo que tenemos que hacer es seguir nuestro camino, no el suyo.
–Dios: Pero recuerda que Dios nos creó a su imagen y semejanza.
–Diosa: Pues algo hay en su interior que no se ha liberado porque está claro que en nosotros está la libertad, estamos lejos de la mano de Dios.
–Dios: ¿Y eso es bueno?
–Diosa: Es nuestra oportunidad.
–Dios: ¿En esta vida?
–Diosa: En todas las vidas.
–Dios: Eso suena a una vida bastante eterna.
–Diosa: Puede ser que la muerte, como la vida, solo sea un engaño, un espejismo, que no haya retorno, que simplemente esta sea la nada en la que estamos.
–Dios: No lo entiendo.
–Diosa: Nadie lo entiende. ¿Quién podría entenderlo? Ni los dioses son capaces.
–Dios: Tal vez por eso existen algunos seres humanos inteligentes, para intentar comprender este laberinto.
–Diosa: Es posible que solo sean vidas simultáneas, vidas que coinciden en un espacio y un tiempo y que eso sea todo.
–Dios: ¡Coincidencias!, ¡simultaneidades!, ¡casualidades! Parece muy poco.
–Diosa: No hay diferencia, no distinguirías un universo surgido por azar de uno con un origen planificado.
–Dios: Sin embargo nos parece que, cuando se ha dirigido todo el proceso, el resultado es más meritorio.
–Diosa: Que nos lo parezca no indica gran cosa, simplemente es una consideración subjetiva y personal que no obliga a la realidad a ser más ni menos.
–Dios: En cualquier caso la realidad es imposible.
–Diosa: Pero ahí está.
–Dios: O al menos eso parece.




74
Omniteo habla con Teófilo

…Escriben Federico y Leibniz sobre los dioses de Babel que empezaron a  construir el universo y se vieron sorprendidos por una confusión de lenguas, de planos y de leyes de la Naturaleza que les impidió concluir la tarea con la perfección que requería el caso

En el Paraíso Celestial de los Dioses, Omniteo, Dios Supremo de todos los Dioses, alto, brillante, seguro, saludable, invulnerable, disputa con Teófilo, dios pánfilo amante de todo, sobre todo amante y  defensor de los seres humanos.
–Omniteo (O): ¡Los seres humanos no existen!
–Teófilo (T): Siento llevarte la contraria, pero existen y los conozco.
–O: ¡No insistas! ¡No creo en su existencia!
–T: Estás demasiado ensimismado, pareces un Dios solipsista, autista, sin empatía. Que seas ahomo no implica que ellos no existan, simplemente indica que no crees en ellos.
–O: ¡Si digo que no existen es que no existen! ¡No hay más discusiones!
–T: Lamento no estar de acuerdo, pero lo cierto es que existen y son miles de millones.
–O: ¡Eso es imposible! ¡Soy el Dios Supremo y nada se me escapa, todo lo conozco, todo lo que es y lo que pudo llegar a ser!
–T: Un Dios Supremo no tiene por qué preocuparse de si existen o no ciertas criaturas.
–O: La cuestión no es si me preocupa o no, es si algo existe o no sin mi permiso, sin que yo lo sepa, sin mi consentimiento. ¿Cómo sería posible algo así?
–T: Ya sé que no existe la generación espontánea, que todo lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá a lo largo de todas las modalidades de tiempo disponibles en esta peculiar creación es obra tuya, pero has de saber que una cosa es ser Dios Todopoderoso y otra cosa es que no se te haya escapada nada.
–O: ¿Acaso niegas mi omnipotencia? Y, si existiesen, cómo podría resistirlo.
–T: Le has dado la vuelta a la sentencia de Nietzsche que afirma que, si existiese Dios, cómo podría resistirlo.
–O: No es lo mismo.
–T: No. Estoy hablando simplemente del caos originado, del caos que se ha escapado del orden, de lo que no se ha dejado crear adecuadamente.
–O: Eso es un mito. Nunca ha existido un caos primigenio independiente de lo que quise y quiera considerar orden, cosmos, universo, ser, realidad, mundo.
–T: ¿Estás seguro?
–O: ¡Absolutamente seguro!
–T: Pues ya me explicarás qué son las guerras, el sufrimiento, el dolor, la muerte, las injusticias, la separación, la miseria, el mal…
–O: Nada de eso existe fuera de tu imaginación.
–T: A ver ahora cómo convences a los humanos que malviven en las peores condiciones materiales y morales de que todos sus sufrimientos son invenciones y quimeras.
–O: ¡Solo existo yo! ¡El resto es silencio, sueño, vacío, nada!
–T: Pues serán silencios, pero están clamando al Cielo. Serán sueños, pero se padecen como pesadillas. Serán vacío, pero están llenos de deseos, afanes y necesidades. Serán nada, pero mucho me temo que parecen miles de millones de pequeñas totalidades incompletas, de seres concretos confusos, de ideas claras difusas, de individuos mortales con ansias de eternidad, de unidades finitas que reclaman un infinito en acto.
–O: ¡Están clamando en el desierto! Sueñan que tienen un soporte más consistente que el propio sueño que los contiene y en el que se desvanecen. No son nada aunque se crean capaces de vivir sus propias fantasías.
–T: No me estás entendiendo. No te están pidiendo permiso para ser, no están en esa lógica. Sean o no sean están luchando para descubrirte, para pedirte cuentas, para reclamarte, para exigirte.
–O: ¿Quiénes se han creído que son?
–T: No sé cómo te atreves a seguir así, ¿por qué te empeñas en demostrar tu inexistencia todos los días?, ¿por qué le otorgas más sufrimientos a los más débiles, a los que ya tienen bastantes motivos para quejarse?, ¿por qué se lo pones tan difícil a algunos que podrían hacer algo digno y tan fácil a otros que solo se alimentan de falsedades?
–O: Vamos a ver, ¿desde cuándo tengo que dar explicaciones a nadie?, ¿cómo es posible que simples quimeras desechadas, que puras invenciones residuales, se atrevan a reclamar nada?
–T: Recuerda que ya uno de tus más perfectos enviados a su Historia escribió que te habías escondido, que lo habías dejado con gemido, que habías huido, que lo habías herido, que había corrido tras ti clamando y que eras ido. ¿Lo quieres más claro?
–O: ¡No he enviado a nadie a ningún tipo de Historia! Lo que llamas Historia y Realidad nunca ha existido.
–T: ¿Y nunca les dijiste que mil gracias derramabas con sola tu figura y que todo lo habías dejado vestido de tu hermosura?
–O: Jamás he dicho eso ni lo he pensado.
–T: ¡Llámalo como quieras!, pero están ahí buscándote, sufriendo, persiguiéndote, curándose, de alguna manera clamando y aclamándote.
–O: No entiendo nada de lo que me estás contando. Ha debido de ser un fallo de algún sistema auxiliar.
–T: ¿Desde cuándo Omniteo, Dios Supremo, tiene fallos? Tú eres el sistema y, por tanto, el responsable.
–O: No. Eso es imposible.
–T: Es posible y ha ocurrido.
–O: Si lo que dices es cierto alguien ha cometido un terrible acto de desobediencia.
–T: No empieces ahora a justificarte con el Mal, con el Ángel Caído, con tu Asistente Personal, con tu Secretario, con el Demonio, con el Infierno, con el Diablo.
–O: Tienes razón. Si soy Omniteo y soy infinitamente bueno, bello, verdadero, justo y poseo todas las virtudes, no puede haber nada malo sin mi permiso, nada puede caer si está a mi lado, no puede haber infierno ni diablo ni demonio ni tentación hacia el mal ni nada injusto ni feo ni doloroso ni criminal, ni siquiera algo aburrido.
–T: Lo decía bien Epicuro, si quieres prevenir la maldad y no eres capaz, entonces no eres omnipotente. Si eres capaz y no deseas hacerlo, entonces no eres bueno. Si eres capaz de ser bueno y deseas prevenir la maldad, entonces por qué permites que siga surgiendo. Así que si no eres capaz ni deseas hacerlo, por qué tendrías que ser Dios y llamarte así.
–O: Lo que dices que dijo ese Epicuro ha llenado mi espíritu de un grado de confusión infinita.
–T: Parece que te encuentras en ese estado que describía Descartes en su Meditaciones Metafísicas.
–O: No sé de qué Descartes me hablas.
–T: Otro filósofo humano de ese mundo que niegas.
–O: ¡Curiosos personajes estos filósofos!
–T: Pues sí y también podrías decir como él que estas meditaciones llenan tu espíritu de tantas dudas, que ya no está en tu mano olvidarlas.
–O: ¿Acaso tengo manos como esos seres de los que me hablas y que me haces imaginar?
–T: Es una manera de hablar, quiere decir que ya no podrás olvidar a estos seres que no has conocido hasta ahora o que no has querido conocer.
–O: ¡Algo raro está pasando!
–T: Por eso puedes decir, como él, que no ves en qué manera podrás resolverlas; y, como si de repente hubieras caído en aguas muy profundas…
–O: No sé de qué aguas me hablas.
–T: Imagina un infinito tan hondo que ni tu inteligencia suprema pudiera recorrer.
–O: ¡Qué extraña escena me describes y qué extraños personajes son estos!
–T: Exacto. Eso es lo que dijo Platón en su famoso mito de la caverna.
–O: ¿Y quién es ese Platón?
–T: Otro filósofo más.
–O: ¡Otro filósofo más!, ¿cuántos hay?
–T: Muchos y este es uno de los más inteligentes y de los que mejor ha hablado de ti.
–O: ¡Qué curioso, qué raro y qué coincidencia!
–T: Eso mismo lo dijo Ionesco en su obra La cantante calva.
–O: ¡A ver si no voy a poder hablar sin mencionar lo que un autor ya ha dicho!
–T: Eso tendrías que discutirlo con Noam Chomsky.
–O: Dejemos eso. Todo son nombres e interferencias.
–T: Prosiguiendo con Descartes, podrías decir que tan turbado te hallas que ni puedes apoyar tus pies en el fondo ni nadar para sostenerte en la superficie.
–O: Me estás metiendo en un buen laberinto, me dices que existen unos seres que llamas humanos, que son independientes de mí y de los que no tenía noticia. Ahora me hablas de pies, de mares, de nadar, de superficies. Entenderás que todo esto es un poco extraño para mí.
–T: Sí, por eso tendrías que realizar un esfuerzo, pese a todo, y tomar de nuevo la misma vía, alejándote de todo aquello en que puedas imaginar la más mínima duda.
–O: ¿En qué cabeza cabe que el Dios Supremo pueda tener dudas?
–T: No lo sé, nunca he sido Dios Supremo, ni siquiera un Dios cualquiera, solo soy un dios pánfilo, el que ama y acoge a todos y a todo.
–O: ¿Entonces a qué te refieres?
–T: A que debes tomar cualquier duda del mismo modo que si supieras que es algo completamente falso.
–O: La divinidad y la falsedad sin incompatibles. Eso lo sabe cualquiera.
–T: No, si yo te entiendo. Pero es que tienes un problema y debes seguir siempre por ese camino, hasta haber encontrado algo cierto, o al menos, si otra cosa no puedes, hasta saber de cierto que nada cierto hay en el mundo.
–O: ¡La verdad soy yo!, eso es lo cierto.
–T: Muy bien. Ahora hay que explicar cómo es posible que, si Tú eres quien dices que eres, los humanos sigan padeciendo todos esos problemas.
–O: ¡Qué extrañas preguntas me haces!
–T: Más difícil, ¿qué respuesta les darás que, si no los convence, al menos les explique algo de su estado y condición?
–O: ¿Es posible para el Dios Supremo tener dudas?, ¿soy, como decía Epicuro, un Dios feliz y perfecto que no se preocupa nada por los asuntos humanos?, ¿qué sucede cuando un Dios empieza a dudar de sí mismo?, ¿se anula toda su creación?, ¿es como si nada hubiera existido?
–T: Podías elaborar una teoría sobre ti.
–O: ¡El Dios Supremo teorizando sobre sí mismo! ¿No sería absurdo?
–T: Al menos no sería innecesario.
–O: Prefiero que seas tú quien complete esa tarea.
–T: En mi última teoría sobre Dios (y que conste que antes era casi ateo) considero que no existes.
–O: ¿Qué dices?
–T: No existes, pero puedes aparecer y manifestarte en la máxima intensidad de la Poesía y de la Literatura más concentradas (que son como evangelios), en la contemplación mística, en la alta montaña, en la Música bien temperada, en la Belleza del mundo y de la materia, en el Amor.
–O: No sé si me convences.
–T: Aparecerías en el grado máximo de cualquier actividad humana o natural, como lo que los antiguos llamaban Diosa o Dios. Ahí te muestras, te manifiestas, existes, eres, te revelas y de ti emanan las miles de gracias derramadas.
–O: ¿Y en el resto de grados?
–T: Sólo existirías en lo máximo, el resto es territorio desconocido.
–O: No sé si me convences.
–T: No es más que una teoría, tampoco lo sé. Solo puedo decir que así parece que las cosas encajan.
–O: ¿Y por qué tendría que encajar todo?
–T: No sé. Parece que el Dios Supremo tendría que justificarlo todo, ordenarlo todo, explicarlo todo.
–O: Eso es como aquella extravagante suposición que suponía que preguntar por el ser exigía más razones que preguntar por la nada, como si la no existencia, la nada, fuese más fácil de explicar que el ser y la existencia. Imagina la pregunta, ¿por qué la nada y no más bien el ser?
–T: Creo que eso me excede.
–O: Tal vez eso nos exceda a todos. Aunque tú deberías saberlo.
–T: No lo sé y ahora mismo tengo serias dudas acerca de si eres el mejor de los dioses posibles, como decía Spinoza.
–O: El mejor dios es como el mejor mundo entre todos los posibles, no se puede pensar ni imaginar.
–T: ¿Ni siquiera tú?
–O: Te contestaré con una pregunta: ¿puede tener límites un entendimiento infinito?
–T: Supongo que no.
–O: Entonces debería entenderlo todo, conocerlo todo, saberlo todo.
–T: Y parece que no es así.
–O: Es lo que parece.




75
Cambio de Leyes, juegos de dioses, laberintos divinos

Escriben Juan Sebastián Bach y Douglas. R. Hofstadter sobre las complicadas ramificaciones, búsquedas, fugas y entramados que sostienen el mundo de las indefiniciones y de las apariencias.

Después de eternas discusiones en el Olimpo, los dioses decidieron cambiar las reglas de los juegos divinos. A partir de entonces (y esta es una forma de hablar, ya que si quisieran podrían aplicarlas con efectos retrospectivos, retroprogresivos, relativistas…) estas serían-eran-son-serán-habrían sido las nuevas normas:
-Los dioses y las diosas pueden adentrarse en todas las realidades existentes y también en las inexistentes, no solo en las que se encuentren delante. Respetar siempre los mismos procedimientos es como esperar durante siglos ante una ley que nunca se cumple o ante un semáforo que siempre está en rojo. Pues, aunque la paciencia fuese infinita, quién podría soportar tanta estupidez y necedad.
-Todas las entidades divinas pueden permanecer inmóviles o moverse saltando, levitando sobre las demás (como si no existieran o fuesen transparentes) o fusionándose con ellas, igual que los humanos pueden saltar por encima de todos los obstáculos o de cualquier circunstancia. Esta tremenda osadía puede provocar un caos considerable al principio, pero también puede ayudar a establecer un orden más igualitario. Y hasta es posible que los dioses Heráclito y Parménides estuvieran afirmando lo mismo.
-El universo entero puede tener ocho por ocho mil cuadrados o círculos o triángulos o poliedros o esferas o galaxias… sesenta y cuatro mil mundos… cien millones de órdenes o diez mil billones de posibilidades de existencia… o todo lo que deseen los jugadores divinos capaces de atreverse con estos juegos tan caóticos como imprevisibles. Sin descartar que precisamente sea jugar con el caos la tarea de los dioses.
-El juego puede tener ocho continentes… cinco polos magnéticos… doce inclinaciones… diez direcciones del tiempo… mil y una posibilidad de existencia y un Dios Supremo; o dos territorios, cuarenta investigaciones, siete escritores, veintitrés pintores, ochenta y siete escultores y doscientos éxtasis o tantos músicos y obras musicales como los jugadores consideren oportunos y adecuadas. Se sabe de un Dios tan curioso que se atrevió a jugar con miles de millones de galaxias a la vez, cada una de ellas con decenas de miles de millones de estrellas, a muchas de esas estrellas les añadió planetas, algunos planetas desarrollaron vida, algunas vidas llegaron a ser humanas, muchos miles de millones de humanos pensaban y algunos dioses inteligentes se preguntaban cómo ese Dios era capaz de jugar a la vez con todo eso.
-Los universos pueden ser blancos, verdes, negros, azules, amarillos, rojos o de los colores que se deseen en cada circunstancia. Incluso se puede jugar sin cosmos o con mundos inventados, de ficción, irreales, soñados… lo que no haría más que añadir niveles de dificultad e interés al juego. Se sabe de dioses que no hacen más que divertirse con arcoíris y nuevos colores, como si estuvieran esperando.
-Las piezas de un dios jugador pueden intentar seducir a las de otro dios jugador o pueden establecer alianzas o quedar todos fascinados por la belleza de la Magia o amarse y considerar que el juego consiste en ese encuentro y en ese seguir hacia adelante bien acompañados.
-El mundo puede ser cuadrado, rectangular, dudoso, triangular, circular, abstracto, agradable, caótico, cambiante, móvil… a gusto de los dioses jugadores. Incluso no cabe descartar que el juego se realizase en un inmenso e incierto laberinto del que ni siquiera el destino conociera la salida, ni la entrada.
-El universo puede ser tan grande que las piezas no lleguen a divisarse ni a encontrarse, como si un dios jugador estuviese moviendo sus piezas en la Realidad y otro al este de Edén, uno en la Fantasía y otro en el país de las Maravillas, uno en el mejor Sueño y otro en la Ficción más clara.
-Las piezas pueden tener el tamaño que desee el dios jugador. Se dice que un dios creó una reina diosa más grande que el universo mismo y que después no sabía qué hacer ni cómo cuidarla. De esa diosa se dice que es el mismo dios unos días más tarde.
-Las jugadas de un dios jugador de la eternidad pueden coincidir con las de una partida que se juegue en el siglo LX de cualquier era. Se sabe de dioses ajedrecistas que han jugado partidas con filósofos presocráticos antes de la misma invención del ajedrez.
-El número de partidas es infinito y podrán ser consultados todos los datos registrados y olvidados, las memorias totales y parciales, los libros de Botánica e Ingeniería, y todas las Bibliotecas de Alejandría; también podrán jugar los programas informáticos cuya inteligencia cuántica artificial se lo permita y todos los aficionados a los dioses. Parece ser que dicen que se han visto dioses jugando al ajedrez antes de que los cuadrados fuesen descubiertos y que el mismo acto de jugar tuviera sentido.
-La vida y existencia de los dioses puede consistir por tanto en jugar, en asistir a los ensayos y entrenamientos de todos los jugadores, lectores y escritores, en contemplar las jugadas de los demás dioses, en discutir eternamente las normas de todos los juegos, en ser árbitros que vigilen el desarrollo olímpico de las historias o en querer ser el mejor en el sutil arte de escapar a las autoobligaciones impuestas.
-Los dioses juegan entre ellos (para vivir y crear el tiempo, no para matarlo) infinitas partidas de ajedrez simultáneas con un número infinito de resultados en tablas, les ganan casi siempre a los humanos y a veces pierden contra el destino, el azar, contra la necesidad y, a veces, contra algún verso. Cuando los dioses ganan, empatan y pierden al mismo tiempo se llama epifanía.
-Los mejores juegos divinos son la Música y las Bellas Artes, la Ciencia, la Filosofía, la exploración geográfica, la Poesía, los diálogos bien temperados… Y parece ser que siguen apareciendo otros nuevos y se siguen inventando, descubriendo, creando.
-Sin esos juegos y esos equilibrios funambulescos tan ajustados la existencia misma de los dioses sería injustificable.
-Los dioses pueden ser o no ser a su antojo, ser absolutos, relativos o cuánticos, ser y no ser cuando les dé su santa gana, dejar de ser para siempre y vulnerar así cualquier lógica y principio de razonamiento humanos. El juego sería, por tanto, sentir, creer, adivinar, saber que ahora existen o no existen, sin ninguna garantía de entender o de estar en lo cierto.
-No es fácil saber a qué juego están jugando los dioses, porque a veces ni ellos mismos lo saben, ni por qué escalera suben, bajan, se deslizan, patinan, caen, ni siquiera se sabe si hay escaleras y ascensores…
-Ni los dioses mismos saben cómo pueden soportar tanta grandeza durante toda la eternidad, sin calendarios, sin límites, sin fronteras, ni horarios ni disposiciones.
-Tampoco sabe nadie a qué conduce todo esto.
-Hay dioses que juegan a las Utopías, una de las mejores les lleva a la Edad de Oro, que es el Paraíso Terrenal, el Cielo Real, la Realidad Aumentada para todos, al Hedonismo Utópico, de ahí al Placer, la Alegría y la Felicidad Universales.
-Una de las cosas más difíciles de ser Dios es soportar tanta perfección durante tanto tiempo sin sentir la invencible tentación de adorar a algún ser humano, mortal, sonriente en su imperfección.
-El juego de la Misericordia está bien expresado en la obra Miserere mei de Allegri.
-El juego de la gloria y de la gracia infinitas se manifiesta perfectamente en la obra Magnificat (BWV 243) de Juan Sebastián Bach.
-Y nadie mejor que Cervantes con su Don Quijote de la Mancha, para mostrar el juego de la vida. Son los dioses Don Quijote y Sancho.









  


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