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Un plan metódico para
lograr una vida improvisada
…Miguel
y Borges escriben con Luis Landero sobre la vida, sobre casi todas las vidas en
las que los planes que se hacen no salen del todo bien. En ese tipo de vida
regular (quiere decir que no es buena ni notable ni sobresaliente) andan
nuestros personajes y su desmesura tropieza todos los días, constantemente, con
esa inexistente realidad tan incapaz de acomodarse a nuestros deseos.
Ponía papeles de
periódicos para pisar sobre el suelo mojado o recién fregado, para no
ensuciarlo.
Estas eran sus
precauciones.
Construía pistas,
carreteras y autovías para llegar a las ciudades y comunicarse con los bosques
y las montañas elevadas.
Estas eran sus señales.
Colocaba islas y
archipiélagos para pasar de un continente a otro y no mojarse cada día en los
mares y océanos.
Estos eran sus
horizontes.
Disponía planetas,
satélites, asteroides y soles amarillos para ir orbitando de un lugar conocido a
otro espacio inexplorado.
Y estos eran sus
planes.
Generaba estrellas dichosas
y galaxias espléndidas y cúmulos de galaxias para ir iluminando el espacio.
Y estas eran sus
señales.
Creaba mundos alegres,
cosmos felices, universos radiantes, dioses gozosos y perfectos, y nadas
increíbles, para ir señalando su camino y el esplendor de sus gestos.
Y estas eran sus
gracias derramadas.
Surgía por sí mismo de
la nada e iba silbando dioses y estos eran.
Eran sus colores.
Comenzaba el tiempo.
Y este era el principio
de todos los comienzos.
(Y comenzar también es otra forma de pertenecer al
mundo más corriente, es permanecer en el tiempo, deslizarse por la existencia,
conceder que esto es parte de lo que hay).
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Terapia ocupacional
…Miguel
escribe sobre la terapia que aconseja trabajar, leer, estudiar, viajar, estar
ocupado; porque la nada vigila y es invasora y aparece entre las interrupciones.
Disimula, sí. Disimula
mientras te vas desvaneciendo y apagando. Ahora que ya casi no existen
distracciones.
Hay otra vida mejor,
divina, perfecta y más interesante, le dijeron. Mira para la luna llena, vete
al cine a ver otras vidas, lee.
Puedes entretenerte
ahora que tienes tan pocos motivos para moverte cuando estás solo.
Puedes distraerte
cuando ya casi nadie va a proporcionarte lo que anhelas, puedes cambiar de
canal en la televisión ahora que ya sabes que no has venido a ver.
Puedes sumergirte en la
música más elevada y ascender a las montañas más difíciles.
Puedes mantenerte
ocupado.
No bailarás el pequeño
vals de Lorca, ni el de Leonard Cohen, ni el de Enrique Morente, ni el de
Silvia Pérez Cruz.
Disimula, sí. Haz como
que entiendes.
Disimula mientras te
vas desintegrando, mientras te conviertes en consumo, en mercancía y en marca,
en precio sin valor, en oferta sin demanda, en humano de bajo precio y menor
calidad, siempre disponible.
Disimula ahora que sabes
que te marean con confesiones, falsedades y nieblas de palabras.
Disimula. Compórtate
como si fueras humano. Como si nada de lo humano te importase o te fuese ajeno,
como si nada de lo divino te llegase.
Disimula, que nadie
sepa que eres otro impostor, que nadie sepa que eres.
(Mientras estás ocupado
es posible que no te invadan las preocupaciones, las perturbaciones, las
turbaciones, las conmociones, las divagaciones, las indecisiones…).
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Piedras en el agua
…Miguel da un paseo por el monte y describe algunos
paisajes del Paraíso Natural de Asturias, de los Picos de Europa, de los
Pirineos, de los Alpes, de los Andes, del Himalaya…
Hay una gran piedra en
el río, retiene algunas hojas. La roca está en el medio del torrente de un
pequeño río de montaña; sobre su superficie se depositan durante un tiempo
algunas hojas del otoño áureo y celeste.
La corriente es
continua, la piedra quiere ser perenne, la corriente que fluye es permanente,
el caudal es variable, el viento hace sus maniobras. Durante unos días las
hojas acompañarán a la roca redondeada. Son recuerdos de la infancia. Durante
unos días la roca disfrutará de su presencia.
Más abajo, en una
pequeña cascada de agua cristalina, otra roca redondeada genera torbellinos y
burbujas, juega con las hojas que se sumergen y se quedan al margen de la
corriente, las que no siguen el descenso de la mayoría. Y allí Leonardo da
Vinci está dibujando.
En su remanso giran y
se mueven despacio, no tienen prisa por llegar al mar, nuestras vidas son y no
son los ríos que van a dar al amar, que es el vivir en horizontes más amplios y
superlativos. El mar puede esperar.
Si todo fuese agua y
roca, verde y canción, alegría y azul, amarillo y entusiasmo…
Si el amanecer rojo
existiese sin necesidad de palabras, si la vida fuese en el verso cantado como
una égloga espiritual…
Si la amistad se
elevase por encima del insomnio, si todo empezase verdaderamente en la mirada…
Si continuar con buen
ánimo, proseguir con ilusión y mantenerse entre las flores significasen algo…
Si volviéramos atrás
para conocernos en el parque en el que los niños jugaban de nuevo a la
inocencia…
Si todos los besos se
cumplieran y nunca se nos amenazase con espadas como labios…
Si las montañas
crecieran según el diseño de los más atrevidos aspirantes, si no fuese
necesario el método para el corazón que late y nadie tuviera que tomar
precauciones cuando se da demasiado…
Si los días se
dedicaran por entero a sentir un instante, a celebrar la epifanía de la mirada…
Si debemos agradecer y
agradecerlo todo, saludar y bendecir, salvar el mundo…
Si viviéramos para
celebrar la vida y si muriésemos para que no nos alcanzase la muerte…
Si la muerte va a casa
de A y no lo encuentra, si al día siguiente va al piso de B y estaba en otra
parte, si lo busca en la residencia de C y sigue ausente… si recuerdas el lugar
en el que vives no te encontrará en todo el laberinto.
(Hay muchas piedras y
todas están numeradas en el Museo de la Ciencia. Jorge Wagensberg las ha
catalogado a todas).
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Heráclito en el Olimpo
…Ahora
escribe Miguel y estén presentes Heráclito, Nietzsche, Wittgenstein y también
Agustín García Calvo. Siempre hay algún profesor de Filosofía que ha entrado en
la Academia y que también quiere aportar algo a la búsqueda de la salida del
laberinto.
Afirma Heráclito en el
fragmento nº 7 (16 D-K) que a lo que no se pone nunca, a la razón, al logos, al
lenguaje, nada se le puede ocultar ni esconder.
Es posible que lo mismo
suceda con la amistad constante, con el sentimiento de pertenencia a algo
eterno y duradero, por más que en este presente tan prosaico, diminuto y breve
no quiera manifestarse.
Sugiere Wittgenstein,
por otra parte, que la lógica no dobla, no cede, no permite pensar más que
entre ciertos límites y tomando ciertas precauciones. También indica que los
límites del lenguaje son los límites de nuestro mundo, de lo que podemos
percibir y entender.
Presentada de esta
manera Aristóteles también estaría de acuerdo en que la amistad absoluta se
acerca mucho a los límites de lo que es razonable y de lo que podemos pensar.
De hecho, según él, Dios no tiene amigos y mucho nos tememos que la amistad
absoluta se acerca muchísimo a la divinidad.
Escribir, por tanto, no
sería más que manifestar lo poco que sabemos y podemos decir, la punta del
iceberg que esconde casi todo lo que es, la serie de estratos geológicos que
continúan kilómetros por debajo del suelo que pisamos y pensamos y que ninguno
se atrevería a desenterrar del todo por miedo a quedarse sin nada sólido sobre
lo que sostenerse.
Por eso entendemos la
pasión del arqueólogo absoluto y total, el que desearía excavar, desenterrar y
sacar a la luz todos los contenidos del pasado, aunque estuvieran a miles de
metros de profundidad, aunque la empresa requiriese todos los esfuerzos,
trabajos y riquezas de los estados más ricos del mundo, aunque fuese necesario
desmantelar todas las ciudades conocidas existentes.
Pero, dónde excavar,
dónde invertir tal pasión, a qué dedicaríamos esa agotadora y tantas veces
fracasada batalla por conocer el origen de nuestra soledad, incomprensión y ausencia,
Y, si emprendiéramos tal aventura, ¡estaríamos seguros de que no aparecerían
dudas ni vacilaciones, que en medio del caos y de las obras de recuperación del
último estrato oculto, no nos tentarían el cansancio y la inseguridad?, ¿acaso
es posible recorrer todo el camino sin vacilaciones?, ¿cuánto mide todo el
camino?, ¿a qué llamamos camino?, ¿a lo que necesitamos?
Si por los heraclitianos
fuera la vida sería más ligera y el vuelo emprendido siempre sería necesario.
El piloto entregado volaría sin copiloto y hasta sin avión o aeronave si fuera
preciso. Sería ridículo, pero sería. Polvo sería, más polvo amistoso, amable,
no molesto, enamorado.
Como los místicos
invisibles, ascenderán entonces por una escalera que no es a un monte
inexistente hasta llegar a alturas imposibles e inhabitables. Allí les
mostrarían que las mil gracias, las mil y una gracias derramadas, seguirán
amando por simple generosidad del ser, por galantería con los cielos, por la
pura alegría de existir.
Y así, desde este
limitado punto de observación, contempla el infinito en otros ojos, acompañado
por una sonrisa que descubre las posibilidades para siempre abiertas por la
alegría.
De esta forma, incluso
los que han venido a no ver, los que casi nada entienden, pueden esperar esa
especie de ascensor sin cables ni cabinas ni raíles por los que ir
conduciéndose y deslizándose en su ascenso, pueden desear ese volcán interior
que funde nuevas palabras, destruye viejos significados y sepulta entre
escorias lo menos selecto y elevado.
Por debajo de todo, en
el origen, no había ninguna palabra, pero sí una señal circular. Círculos,
anillos, aros, esferas, eso es todo.
Por encima de todo, en
la meta impensable, no habrá ninguna recomendación por escrito, ningún consejo,
ninguna ley, ninguna prohibición, pero sí una corona circular.
El que sabe, no habla,
decía Lao-Tse. El que escribe habla poco y sabe muchísimo menos. El que lee y
piensa y entiende, poco a poco se calla.
Si dejas que se llene
el depósito de la fuente, si eres capaz de esperar, entonces llegarás a entender
y a sentir el anillo circular y las diosas y los dioses aparecerán.
(El Sol existe y nos
ilumina aunque no lo veamos los días nublados, aunque se esconda durante meses,
aunque su belleza en el tiempo solo dure miles de millones de años. El Sol y
todos sus delirios).
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Y dio en considerar…
…En
un ataque de confianza, de soberbia y de autoestima Lorca dio en escribir como
si tal cosa al estilo de Miguel, aunque a veces nadie sabe por qué ni para qué
se escribe, ni si interesa o importa.
Un día Miguel dio en
pensar que lo que tomaba por realidad no era más que una parte pequeña de todo
lo que existía (o podía existir) y que ese todo* se esmeraba en esconderse
entre días, noches y nieblas, en disimularse como diferentes poemas y personas,
en camuflarse en lejanías y en pasar desapercibido como una jirafa imposible y
a la vez real, material y viva que se pasea delante de nosotros como si tal
cosa.
(*Lo que los antiguos
llamaban Dios, Diosa, Divinidad, Divino, Misterio, Sagrado, Respetable,
Resplandeciente, Luminoso, Radiante…)
Y dio en imaginar que
eran posibles otros mundos y otras formas de pertenecer a ellos, que se puede
existir sin ser ni estar ni parecer, que se puede amar sin presenciar ni
figurar, que se puede vivir como una montaña que persevera en su altura, que
soporta y desafía al viento y a la erosión de los horizontales, que puede ser
la primera pregunta y la última respuesta.
Y dio en considerar que
todo lo que le había pasado no era más que una preparación para lo que había de
llegar e incluso al revés, consideró posible que todo lo que le sucediese en el
futuro sería, será, es, era y fue la causa de su actual estado y hasta del
origen de un universo sin palabras, sin ecuaciones y sin leyes energéticas que
descifrar.
Y dio en vivir como si
lo supiera todo aunque nada sabía, como si solo por aquel instante logrado la
vida se hubiera convertido en la Obra de Arte Perfecta y Genial que llevaba
milenios buscando, como si todo fuese un trayecto que todos quisieran recorrer sin
llegar al final y no olvidar.
Y dio en volar y en
flotar y en ascender como la nieve en el mundo de la gravedad modificada, y
quiso levitar y hasta se desprendió del lenguaje pesado, de las explicaciones macizas
y de la lógica que no dobla, que aprende a ser difusa.
Y dio en alegrarse y
sonreír con esa razón nueva que no necesita demostraciones ni argumentos
necesarios, que respira en la seguridad instintiva de la mejor de las emociones
que acompañan a la inteligencia más alta y piensa e imagina y considera y vive
y flota y se alegra por todo.
Y dio en tener en
cuenta, en estimar y valorar que había estado en la Montaña de Cristal, en el
Alto Dolpo, en Nepal y que vio a los monjes budistas caminar a su alrededor
durante todo un día.
Y dio en dudar de sí
mismo y en afirmar todo lo demás.
(Sin duda estar alegre
con o sin razón es parte del mejor juego al que uno puede dedicarse. Sin duda
hasta las dudas pueden ser parte de este juego de inseguros discernimientos).
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