76
El increíble juego de
los dioses
Comentarios a ciertas adivinanzas que son juegos que parecen abrir círculos
en el cielo de los significados
–Miguel: En realidad no
sabemos casi nada sobre ningún asunto. Ni siquiera los mejores dioses pueden
ayudarnos. Tal vez en el futuro los robots con una super inteligencia
artificial puedan hacerlo.
–Federico: Los dioses
son como niños, los hombres son como críos, los niños son como dioses. La
inteligencia y el futuro también son niños caprichosos. Es como si el azar
estuviera jugando con el destino para despistar a la necesidad más
determinista.
–M: No lo sé. Unos dicen
que cada Dios debe estar en su casa y la nada en la de todos. Otros que cada
uno es el que debe estar en su casa, pero no todos tienen un hogar que los
acoja. Es todo muy confuso.
–F: Todos estamos separados,
pero todos podemos estar convencidos de que Zaratustra puede ayudar a todo el
mundo.
–M: Es posible que si en
cada casa hubiera un Dios se llegase al politeísmo más extremo y tal vez no nos
entenderíamos.
–F: Si todos estamos en
la misma casa de Dios estaríamos unidos en el monótono-teísmo más aburrido.
También podemos ser creativos y hacer experimentos con los dioses.
–M: Y decir: ¡Los dioses
unidos jamás serán vencidos!
–F: Supones que los
dioses son de izquierdas, solidarios, fraternales, compasivos, misericordiosos,
pero ¿qué evidencias tenemos?
–M: ¡Evidencias, lo que
se dice evidencias, ninguna!
–F: ¿Entonces?
–M: Nada. A veces parece
que estamos a Dios rogando y que seguimos dudando y, a veces, razonando.
–F: Razonando más bien
poco. Opinando, hablando, por no estar callados.
–M: Porque no sabemos
estar callados.
–F: Porque no queremos ni
sabemos ni podemos estar en silencio.
–M: ¿Qué hacemos
entonces?
–F: Seguir como si nada.
–M: Entonces, ¡a quien
Dios se la dé, los demás se la celebren y la compartan encantados!
–F: No es tan fácil como
acomodarse, resignarse y aplaudirlo todo.
–M: ¡Aceptar todo es lo
más difícil!
–F: Tendríamos que ser
seres muy superiores para admitir y aprobar todo lo que pasa.
–M: Unos dicen que Dios
aprieta y otros que Dios ahoga. Unos que Dios sonríe e ilusiona.
–F: Sí, a veces parece
que Dios los cría y ellos se juntan… para crear otros dioses que crean a otros
humanos que creen en otros dioses.
–M: En cualquier caso a
un buen Dios poco deberían preocuparle los ateos materialistas ni los
laberintos mentales ni las palabras atentas.
–F: Dios es un laberinto
sin entrada y sin salida.
–M: De todos modos cabe
imaginar que una sociedad de humanos organizados, justos y felices sería un
sueño de los dioses.
–Niño: Sí, muy bien, habláis
mucho pero, ¿quién hizo a Dios?, ¿quién es el padre de ese Dios del que habláis?,
¿cuál es el origen y el principio de Dios?
–M: Dicen que Dios es
eterno.
–N: Lo mismo podría
decirse de la materia, de la energía, del universo, de la vida, de la amistad,
de la belleza…
–F: Algún día habrá
tantos dioses que ya solo quedará un ser humano.
–M: Y ese ser humano,
¿qué hará, también querrá ser ambicioso?
–N: Ya sabéis que Dios
no puede ser ambicioso.
–F: Ya nada superior
puede desearse.
–M: Y ese podría ser el
principio y el fin de la cuestión. Ser y no ser un sueño, una ficción, una
ilusión ante un espejo.
–F: ¿Qué vería Dios al
mirarse en el espejo?
–M: Una buena pregunta.
–F: Yo te lo diré. Los
dioses podrían y deberían ver el envés del mundo, la antimateria, la materia y
la energía oscura, la antienergía y la luz lenta y detenida, el antiespacio y
el tiempo al revés, la vida eterna y el destino desatento, las coordenadas y
desplazamientos de la nada y del vacío, la espontaneidad cuántica y la
creatividad de las neuronas enlazadas, la volatilidad del infinito y todos los
decimales de los números irracionales, la salud de todos los deseos y el
crecimiento de todos los desiertos, las mil entradas de cada laberinto sin
salida, todas las palabras de todos los comienzos, los alephs, los alfas y los
omegas, los principios y los fines enlazados.
–M: Tal vez sea más
difícil y Dios no sea el que se mira en el espejo, sino que Dios es el espejo.
–F: Eso lo complica
todo. No es que se mire, es el espejo.
–M: O solo un espejo y una
imagen virtual, no real.
–F: Los dioses son virtuales,
se basan en hechos irreales. Mitad poetas y mitad montañeros de gran altura,
mitad Zaratustras y mitad Jesucristos.
–M: Cabe suponer que la
irrealidad es la mejor opción para los dioses. Al menos así no tendrían que
justificarse. Serían dioses de la incertidumbre, del azar y del azahar, de la
impredecibilidad, de la incompletitud…
–F: Unos dioses
cuánticos que fuesen creando, revisando, imaginando… simultáneamente todas las
posibilidades.
–M: Algo así.
–F: Podría decirse
entonces que este universo está basado en hechos irreales, cualquier parecido
con la ficción es pura coincidencia.
–M: Nada de esto me
parece importante. Ni siquiera sabemos de qué estamos hablando.
–F: Hablamos de todo y
de nada, del mundo y del silencio de los dioses, del rojo más potente de las
amapolas encendidas y de la tristeza de algunas noches, de las pretensiones de
conocer y del escepticismo de unos vulgares aprendices de teodicea. Hablamos y
las palabras, siendo como son casi divinas, se muestran incapaces de comunicar,
de calmar, de cuidar, de mostrar cariño y ternura.
–M: De todos modos,
hablemos.
77
El Cuento que nunca se
acaba
-Cuéntame un cuento, le dijo.
–No es posible. Ni siquiera de la acumulación de las más excelsas palabras
puede surgir algo nuevo.
-Podrías intentarlo.
–Podría ser este: “Te querré siempre”.
-¿Eso es un cuento?
–No lo sé. Pero me parece que siempre tengo tareas, muchas,
demasiadas, las suficientes para engañarme a mí mismo y desentenderme de mis
propias meditaciones y de mis propios cuentos.
-Siempre… es mucho tiempo, le contestó.
–Sí, es que es un cuento muy largo, tan largo como el tiempo.
-Y además es un cuento, un relato en el tiempo.
–También el tiempo es un cuento.
-¿Y si nadie lo cuenta?
–Supongo que en ese caso se pierde.
-Y entonces, ¿qué pasaría?
–Sospecho que eso sería otro cuento.
78
El Destino y Omniteo
El destino dibuja en cada instante los nuevos senderos del laberinto, los
dioses descifran en cada instante las variaciones sutiles del tiempo, rehacen
sus cálculos cuánticos e intentan desenredar todas las confusiones de doble y
triple hélice.
–Destino: Creo que me
has mandado llamar.
–Omniteo: Es cierto. Hay
algo que deberíamos solucionar de una vez por todas.
–D: Aquí estoy dispuesto
para casi todo lo que quieras.
–O: No me gusta ese tono
ni esa expresión de “casi todo”.
–D: Ya sabes que dicen
que parece que no está nada claro quién de los dos domina todo el Universo.
–O: Creo sinceramente
que no has entendido lo que significa ser Dios Omnipotente, Omniteo,
Todopodoroso, Omnisciente…
–D: Creo que tú también
necesitas recordar lo que significa ser un poder sobrenatural, determinista,
inevitable, azar indescifrable, fuerza ciega superior que está por encima de
los seres humanos y de los mismos dioses y que juega con ellos como quiere.
–O: Estarás por encima
de los dioses, pero no por encima de mí, ya que soy el Dios Supremo.
–D: No sé si un dios
como tú puede ser ingenuo, pero lo cierto es que tu sino es ser eterno e
inmortal y, en ese sentido, estás sometido también al Destino Supremo.
–O: Has de saber que es
inconcebible que te presentes ante mí con esa actitud de desafío. Nada de lo
que ocurre en el tiempo, ni pasado ni presente ni futuro se escapa a mi poder y
a mi voluntad.
–D: Como diría
Cervantes, ha de saber vuesa merced que nada se mueve en este mundo sin mi
expreso permiso, capricho y consentimiento.
–O: Recuerda que escribo
derecho con renglones torcidos.
–D: Tú también sabes que
soy yo quien retuerce esos renglones.
–O: No eres más que una
forma imprecisa y vaga que tienen los hombres para denominar y tratar de
entender lo que es del todo ininteligible para ellos, mi poder absoluto.
–D: Has de saber tú que
no eres más que una palabra ambigua y confusa que tienen los humanos para
nombrar y tratar de digerir como pueden todo lo que les envío y les cae encima.
–O: Si quisiera, ahora
mismo desaparecerías.
–D: Tus palabras
confirman mi existencia.
–O: No, confirman que
estoy hablando contigo.
–D: Si hablas conmigo es
que soy algo.
–O: Una palabra que
hasta ahora me ha sido útil pero que me está empezando a molestar.
–D: Si lo deseara, tu
destino cambiaría.
–O: No puedes hacerlo.
–D: Puedo hacerlo y
puedo lograr que seas mortal.
–O: ¿Puede un ser Eterno
ser mortal?
–D: Tú sabrás, por ahí
hay cientos de millones de personas que creen en alguien que dicen que se
presentó como hijo tuyo y murió.
–O: Eso son habladurías
y cotilleos, comentarios sin sustancia y ganas de hablar por no saber estar
callados. Ese del que hablas era tan dios y tan inmortal como yo, era yo.
–D: Luego ya ves que, si
quiero, puedo hacer que pierdas tus poderes.
–O: No lo has entendido,
en mi infinita estancia en el presente hago lo que quiero, me presento con las
características que prefiero en cada momento, puedo mostrarme como inmortal o
mortal, como perenne o caduco, feliz o desgraciado, como Buda o como Cristo,
como perfecto o como árbol.
–D: Ese es tu destino,
en tu esencia infinita -como bien dijo Spinoza- coexisten infinitos atributos y
muestras los que son oportunos y adecuados, tal y como está encomendado.
–O: Nada ni nadie puede
estar por encima de mí ni mandarme ni encomendarme ni pedirme nada que yo no
quiera.
–D: Te confundes, por
encima de ti, en ti, alrededor de ti o a tu lado, están la Bondad, la Belleza,
la Verdad, la Justicia… y no puedes desligarte de ellas.
–O: No lo has entendido.
Como ya descubrió Ockham, mi omnipotencia está por encima del bien, del orden y
de todo; lo bueno es bueno porque yo lo quiero y, si quisiera, lo que llaman
malo sería bueno y deseable; lo bello es bello porque así lo decido y, si me
diese la santa gana, lo feo sería lo más apreciado. Y así con todo, nada está
por encima de mi voluntad.
–D: Ahora hablas como el
más vulgar de esos dictadores caprichosos e inmaduros que permites y
consientes, esos que son incapaces de aceptar la existencia y la dignidad de
los demás.
–O: Solo hablo de mi
Voluntad.
–D: Recuerda que estás
atado a tu propia lógica, no puedes querer nada contradictorio. Ese es tu
destino.
–O: Recuerda que soy mi
propia lógica y soy yo el que dicto qué es contradictorio y qué no. Puedo
querer una cosa y la contraria, puedo amar y mostrarme indiferente, predicar la
paz y extender la guerra, puedo ser lógico y absurdo al mismo tiempo y en el
mismo sentido.
–D: Porque ese es tu
destino.
–O: No es cierto. No hay
nada que pueda considerarse como el destino de Dios y, si existiese, podría
cambiarlo cuando quisiera.
–D: El hecho de intentar
cambiarlo o cambiarme ya demostraría de nuevo mi existencia.
–O: El hecho de
modificar a mi antojo Todas las Leyes de la Naturaleza indicaría más bien mi
omnipotencia, no tu trivial existencia ni tu resistencia pueril a aceptarme
como Ser Superior.
–D: Si supieras que todo
eso ya está previsto y programado, que estás destinado y hasta predestinado
para ser así y contestarme esto.
–O: La Predestinación es
divina, es mi Gracia o Desgracia infinita la que distribuye como quiero las
suertes y los sufrimientos, los encantos y los desencantamientos, las aventuras
felices y los dolores.
–D: Pues has de saber,
amigo mío, que ese plan es bastante incomprensible y que sigues sometido al
destino de los dioses supremos.
–O: No sé por qué hablas
en plural, solo hay un Dios Superior y Supremo, solo existe mi Voluntad Divina,
solo se cumple lo que digo, el destino no es más que un pequeño juguete en mis
manos.
–D: No sé por qué hablas
así de mí, cuando no soy más que tu compañero de andanzas, aventuras y
encantamientos. Yo soy la fuerza suprema, se hace siempre mi voluntad, se
cumple lo que digo y tú no eres más que mi fiel ayudante, y no puedes separarte
nunca de mis dictámenes y mandatos, por más caprichosos que te puedan parecer.
–O: ¡Destino: tu destino
es la muerte, la desaparición, el olvido, la nada!
–D: Es lo que hemos
decidido entre los dos.
–O: No, yo he decidido
la vida, el amor, la salvación, la bondad, la belleza, el gozo, la iluminación.
–D: Ya sabes que
Nietzsche descubrió que estabas muerto, ya te queda poco que hacer.
–O: Ya sabes que
Nietzsche ha muerto.
–D: Murió cumpliendo el
destino de todos los seres humanos, que son finitos, mortales, efímeros,
temporales, por más que ellos se agarren a un verso, a un beso, a una mirada, a
una flor, al sol más cercano, al árbol que crece, al placer que se va.
–O: Yo he decidido la
Vida.
–D: Pero te ha salido
una vida muy corta, ya que el destino así lo ha querido, así está escrito y bien
retorcido (hasta en la doble hélice del ADN).
–O: No. La vida es
eterna, ese es el destino de los que sepan apreciarlo.
–D: Te gustan los
laberintos complicados, así que los haces mortales para decirles que son
inmortales, les haces sufrir para indicarles que su destino es el Paraíso, los
limitas por todas partes para demostrarles que pueden ser ilimitados. ¡Curiosa
manera de expresarse!
–O: No es sencillo ser
Dios Omnipotente, si se lo pones muy fácil todos querrán ser y vivir como Dios.
–D: Sería un buen
destino.
–O: Pero eso no es
posible, si todos fuésemos dioses supremos, ¿cuántos destinos habría?
–D: Si todos
compartiésemos el mismo destino tal vez las cosas nos irían mejor.
–O: ¿A qué te refieres?
–D: Me refiero a que
todos los destinos conducen a lo mismo, a un Dios y a un Destino absolutamente
imbricados, indistinguibles, como alfa y omega, principio y fin, causa y
efecto, presentación y desenlace de lo mismo. La meta es el destino y yo he
llegado antes.
–O: Solo introduces
incertidumbre en lo que debería ser un camino bien marcado.
–D: Te equivocas. El
Dios de la incertidumbre eres tú, y también el de la incompletitud. Obligas a
los humanos a jugar a un ajedrez que no comprenden en un laberinto plagado de
infelicidades y desencuentros, les hablas de cosmos y los inundas de caos, les
prometes aparecer y solo guardas silencio, ellos se muestran y tú sigues siendo
el experto en desapariciones, les regalas la música y te mantienes alejado en
silencio.
–O: No lo has entendido.
La incertidumbre es la única certeza. La incompletitud es completa. El ajedrez
es una metáfora que deberían interpretar como un juego en el que se puede hacer
tablas, en el que nadie gane la partida, ni el destino ni la muerte ni los
dioses. El laberinto de los días es el camino que hay que recorrer para
entender el proceso. La infelicidad es un exceso de ambición y de apego a lo
innecesario. El desencuentro es un error de cálculo y de trayectoria. El cosmos
es el mejor regalo. El caos es lo que has descubierto. La aparición es una
epifanía reservada para los más intrépidos. El silencio es el lenguaje de los
dioses. La Música es el sonido que está a la altura de Juan Sebastián Bach,
como la Literatura es lo que está al nivel de Cervantes, la Escultura lo que se
mueve entre Miguel Ángel y Calder, y la Pintura lo que se muestra entre El
Bosco y Tanguy.
–D: ¡Hay que ver cuánto
hablas! Sabes que todo lo que has dicho es discutible e interpretable.
–O: Eso es evidente.
–D: También es evidente
que eres tú el que no quiere entender. Quieres ser el camino, la verdad y la
vida, pero solo les das palabras, preguntas y respuestas provisionales.
–O: Aunque usen cien mil
palabras no entenderán un lenguaje con un infinito número de palabras, aunque
hagan la última pregunta o descubran la última respuesta no encontrarán la
solución al enigma porque el número de enigmas, de preguntas y de respuestas
(de Bibliotecas, de Universos, de Alephs, de Laberintos, de Babeles…) es
ilimitado e inabarcable.
–D: Porque ese es su destino,
estar perdidos en el espacio, en el lenguaje y en el tiempo. Sin coordenadas.
–O: Sin coordenadas se
perderían, con ellas no llegarían a su destino.
–D: Tú lo has dicho. Soy
su destino.
–O: No, eres sus
limitaciones, sus imperfecciones, su vejez, su desencanto, su muerte. Lo que no
logras es ser su eje de simetría, ni mostrarles los planos de la realidad ni
los planes divinos, ni las líneas decisivas de sus trayectorias.
–D: Todo lo confundes.
Para mí todo está más claro. La meta es su destino, la nada, el olvido, la
muerte, el no ser, el cielo, el paraíso, el nirvana, el edén, la iluminación,
la frontera superada.
–O: Todavía es más
difícil. No hay meta ni hay destino o, lo que viene a ser lo mismo, todo,
cualquier cosa, es meta y destino. Hay tantas nadas como quieras imaginar,
tantos olvidos como personas dispuestas a no recordar, tantas muertes como
seres, tantos modos de no ser como de ser, tantos cielos como miradas, tantos
paraísos como encuentros, tantos nirvanas como placeres, tantos edenes como
arcoíris, tantas iluminaciones como obscuridades, tantas fronteras como
desiertos.
–D: Hoy estás muy
explicativo.
–O: Por más que me
explique sé que casi nada se entenderá.
–D: Ese es tu destino,
la incomunicación, la incomprensión, la disipación.
–O: Esa es tu condición,
la obligación, el determinismo, el mecanicismo. Eres la parte obligatoria de la
libertad, pero hay otra parte indecisa, imprecisa, inconclusa, indeterminista,
aleatoria, azarosa… que no va a renunciar a su poder creativo.
–D: Lo único que deben
hacer es aceptarme.
–O: Lo que deben hacer
es salir de ti y de mí, explorar, dirigirse a todos los infinitos y a todos los
más allás. Superarnos.
–D: ¿Cómo puede alguien
salir de su propio destino o de Dios?, ¿no somos acaso, tú y yo, las dos caras
de una misma moneda?
–O: Me temo que ya es
hora de indicar que la moneda tiene infinitas caras, es más, que hay infinitas
monedas.
–D: Te refieres a que
hay un número infinito de destinos y de dioses.
–O: Así es. Te lo
revelaré al fin. Un infinito que no se mide mediante ningún número posible.
–D: Eso nos pone en una
posición algo delicada.
–O: Claro, nos creíamos
superiores, únicos, imprescindibles. Ahora conocemos todos los niveles del
engaño.
–D: ¿Nos han engañado a
nosotros?
–O: Nosotros también
somos partes, piezas y fragmentos del engaño.
–D: ¿Qué vamos a hacer?
–O: Durante un tiempo
seguiremos como siempre, después ya se nos ocurrirá o se les ocurrirá algo.
–D: ¿Quieres decir que
dependemos de ellos?
–O: Dependemos hasta de
la más mínima interacción de un leptón o de un quark con más o menos encanto.
–D: ¡Estamos arreglados!
–O: O desarreglados, lo
deberíamos saber pero ni siquiera nosotros lo sabemos.
79
Un dios cualquiera
Cuando ya lo hayas visto todo estarás preparado para cerrar los ojos y pensar
en todas las apariencias que nos constituyen
–humano: No sé si
creerte cuando dices que nos conoces a todos, ¿qué significa para ti conocer?
–Dios: Os conozco a
todos, uno por uno, en cada instante de dicha y de sufrimiento, en cada recodo
de vuestro ánimo, en cada microorganismo que os infecta, en cada partícula y átomo
que os compone.
–h: Eso es fácil de
decir en general, pero la verdad es que no se nota. Más bien parece que todo es
una inmensa chapuza, que te ha salido todo mal o regular, o muy pocas cosas
bien o que, sencillamente, no existes.
–D: Ya me aburre pasar
todo el tiempo justificándome.
–h: En parte te
entiendo, pero has de comprender que unas existencias con tantos fallos y
defectos no pueden convencer a casi nadie que lo piense adecuadamente de que
existe un Dios perfecto.
–D: ¡Pensar, pensar,
siempre pensando, lo que tenéis que hacer es vivir!
–h: Eso es fácil de
decir, pero a veces creo que solo eres el silencio, la paz. el infinito, la
bondad, la gran Belleza…
–D: ¿Te parece poco?
–h: No, es mucho, pero
en esta larga espera no se ve por ningún lado que seas necesario. ¿Por qué se
te han de atribuir las bondades y cualidades del silencio o de cualquier otra
cosa, en el caso de que tengan algunas?
–D: Tienes razón, hasta
ahora los humanos se han limitado a interpretar el mundo como si fuera una obra
indescifrable y ya es hora de cambiar y de cambiarlo, ya es hora de hacer otras
cosas y de transformarlo en un verdadero Paraíso Natural.
–h: Eso ya existe y ya
lo tenemos, está en muchísimos lugares de Asturias y de la cordillera
Cantábrica, en los Pirineos, en Gredos, en muchas montañas, en los Alpes, en el
Himalaya…
–D: Entonces no me
necesitáis para nada. Con eso y con unos cuantos museos para recoger la belleza
del mundo tenéis todo lo que necesitáis para sosteneros en pie sin ayudas
celestiales.
–h: ¿Y tú qué harías?
–d: Lo de siempre, nada.
–h: Eso siempre lo has
hecho muy bien.
–d: ¡Muy gracioso!
–h: Parece que la
selección natural o sobrenatural de dioses te ha elegido.
–d: Insinúas que, entre
todos los dioses posibles, soy el único que ha sobrevivido, el más apto.
–h: No. Simplemente te
indico que, entre todos los dioses posibles, algunos seres humanos van
seleccionando el que más les conviene.
–d: ¿Y a quién le
convengo yo ahora?
–h: A todos los humanos
tolerantes y civilizados, a los que hemos superado la tentación del fanatismo,
del extremismo, del radicalismo, a los que ya sabemos que no estamos en
posesión de la verdad y que tú tampoco la tienes, a los que podemos ser
relativistas sin traumas, a los que pedimos muy poco a los dioses y exigimos
mucho a los que pretenden organizar las sociedades humanas, a los que no
matamos a los diferentes, a los que admiten y aceptan a los dioses desconocidos
e incluso admiramos a los que levantaban templos en su honor.
–d: Si es así, me parece
bien ser un dios en esta época desacralizada, secularizada, profana, laica.
–h: Ese es el papel que
tienes que representar.
–d: No es un mal papel
para desempeñar en este gran teatro del mundo.
–h: A él te tendrás que
acomodar y tendrás a tu favor que nadie te va a pedir explicaciones ni a
reclamar nada.
–d: Y, entonces, ¿para
qué serviré?
–h: Para que nadie
repita errores como los del arzobispo James Ussher, capaz de creer que el primer día de la creación
comenzó el atardecer anterior al domingo del 23
de octubre del año 4004 antes de
Cristo según el calendario
juliano, cerca del equinoccio de otoño; o los de John Lightfoot, que
dedujo que la creación comenzó el atardecer próximo al equinoccio de otoño,
pero en el año 3929 a. C.
–d: No eran más que cálculos ingenuos.
–h: Reservaremos la ingenuidad para que la vida sea más
alegre y sencilla. Y, si alguien pretende dedicarse a semejantes tareas, al
menos que lo haga sabiendo que su resultado va a ser más literario que
científico y tan histórico como provisional, tan efímero como cambiante, tan
volátil como ligero.
–d: En cualquier caso, y si no hacen ningún mal a nadie,
dejémosles entretenerse con lo que quieran.
–h: De acuerdo, pero
siempre y cuando no causen ningún mal a nadie.
–d: Perfecto.
–h: Estoy pensando que, en el fondo, aquella religión
pretendía curar lo que previamente había estropeado.
–d: ¿A qué te refieres?
–h: No te hagas el ingenuo. Al rebajar la vida a una
condición inferior y hacerla pasajera, finita y negativa, la religión se
atrevía a presentarse como una solución tan fantástica como indemostrable.
–d: En cualquier caso ya sabes que de ilusión y de fantasías también
se vive.
–h: Se vive de todo y a veces de cualquier manera. Pero lo
que la religión hacía era generar un remedio para una enfermedad que ella misma
había producido, vendía una medicina para la enfermedad que había provocado.
–d: ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
–h: Dejar de despreciar la vida humana sobre la tierra. La
vida debería ser tan grandilocuente, venerable y respetada que no se pudiera de
ninguna manera ensombrecerla ni disminuirla. Y si después hay una vida eterna,
mejor que mejor, adelante, la viviremos alegremente.
–d: ¿Y cómo hacemos compatible esa vida entera, íntegra y terrenal
con la existencia de un dios?
–h: Imagina que alguien tiene una vida y no la da gastada,
como si no hubiera manera de envejecer ni de cansarse, como si las fuerzas
fuesen incansables y las energías inagotables.
–d: Eso lo dejaría en una posición muy cercana a un dios.
–h: ¿Puede un dios estar celoso de un ser humano que vive y
disfruta de su vida a su aire?
–d: Tal vez no debería. Pero entonces, ¿quién necesitaría o
desearía acercarse a nosotros?
–h: Todos los que sientan que algo mágico, poético o divino
también se manifiesta a través de las innumerables olas de los mares y océanos
sin calma, de los vuelos inaprensibles de las aves fecundas, de las incontables
erupciones de los volcanes escultores de la tierra, de los infinitos vaivenes
del viento sin letargo, de los ilimitados nacimientos y oscilaciones de las
hojas de los árboles vivientes, de las incalculables combinaciones de todas las
palabras de todos los idiomas exploradores de sentido, de las interminables
dimensiones conocidas y desconocidas, de los sinfines movimientos de las luces,
de los aleteos de las mariposas, de la ligereza de los colibríes, de…
–d: Es suficiente. Estoy convencido de que un dios que
colaborase a crear una vida digna y feliz para todos empezaría a formar parte
de la mejor religión, la que glorificaría todo lo creado, lo nacido y lo
existente, y lo consideraría sagrado.
–h: Y es posible que ese dios tan innecesario acabase siendo
el más convincente. Ya no necesitamos dioses mentirosos, que hablan de paz y de
amor y nos ofrecen guerra, crueldad y sufrimiento. Necesitamos unos dioses
pacifistas, aunque sean impotentes para erradicar el mal.
–d: Casi es preferible un dios tímido e inseguro que un
impostor. Tal vez todos los dioses sean impostores, al fin y al cabo siempre se
puede pensar e imaginar un dios mejor.
–h: Ser dios, incluso un dios cualquiera, con las mejores
intenciones, tiene que ser agotador.
–d: Piensa que hay que tenerlo todo en la mente, todo el
tiempo, sin descanso. La verdad, no sé si compensa.
–h: Realmente no sé cómo te atreves a seguir existiendo.
–d: De hecho creo que no quiero tener razón ni que me la den.
–h: Eso es un cambio sustancial para un dios.
–d: No sé, tal vez solo sea un poco de coherencia. No puedo
hacer todo el bien que quiero y debería tener planificado, no soy capaz de
crear toda la belleza que necesitaría para mostrar el Paraíso Universal, no
alcanzo la verdad en la que debería desenvolverme a la perfección…
–h: ¡Estamos arreglados!
–d: Estabais acostumbrados a dioses engreídos, soberbios,
siempre en posesión de todos los absolutos…
–h: Y ahora vienes tú y nos das la razón.
–d: La de hoy y la de mañana, tanta razón y tantas razones
como queráis.
–h: Sabes mejor que nadie que no se puede vivir solo con la
razón.
–d: Lo sé, por eso he abandonado el mundo de las razones,
llevan demasiados siglos desatadas. Además ya no controlo el tiempo ni el
destino, se me han escapado de las manos el control y el guion de todas las
vidas humanas, no superviso el vigor constante de la evolución de la vida, ni
siquiera me siento responsable del devenir del universo.
–h: No sé dónde vamos a ir a parar con todo esto. ¿Al menos
habrás dejado que sigan funcionando unas leyes constantes en la Naturaleza?
–d: Sí, creo que siguen funcionando.
–h: Sinceramente, creo que estás algo deprimido y no me
extraña, dada la cantidad de cosas que no te salen como es debido.
–d: No me salen como Dios manda.
–h: ¡Muy gracioso!
–d: ¡Qué más quisiera que ser gracioso! Ni siquiera el
reparto de gracias se mantiene en orden.
–h: O sea que te han dejado a cargo de este planeta e
insistes en que tu reino no es de este mundo.
–d: Y mi mundo no es de este universo.
–h: ¿Dónde quieres ir a parar?
–d: A ningún lugar. Mi mundo no es de este universo
observable, mi universo no es de este cosmos, mi cosmos no es de este ser, mi
ser ni siquiera es lo que podría entenderse como divino.
–h: ¿Y entonces?
–d: Como puedes ver esto no tiene salida, a la fuerza me
siento agobiado por mi incapacidad para resolver tantos desastres o para
atender tantas oraciones y peticiones de ayuda.
–h: Esto es peor de lo que había imaginado, un dios decaído.
–d: Sí, lo mejor va a ser dejarlo.
80
Hablar con Godot
Escriben Miguel y Samuel Beckett sobre Godot, uno de los dioses posibles
que se niegan a comunicar explícitamente la verdad a los humanos.
–¿A qué espera Godot para venir, aparecer y justificarse?, se preguntan.
–A que llegue la cantante calva, responde Ionesco.
–humano: Te has hecho
esperar lo que te ha dado la gana.
–Godot: Tampoco creas
que hago todo lo que quiero.
–h: Pues no será porque
nosotros te lo impidamos.
–G: No creas que es tan
sencillo. ¡Tanta gente esperándome!, casi da miedo pensarlo.
–h: ¿Qué significa eso
de que no es tan sencillo?
–G: Pues que no soy
tanto como imagináis o creéis. Ni está claro cuál es mi estado y condición ni
si he decidido crear todo este tinglado libremente.
–h: Ahora no me vendrás
con eso de la espontaneidad cuántica.
–G: No, pero lo cierto
es que es posible que todo esto se nos haya o se me haya ido de las manos. No me
veo capaz de ser tan chapuzas, de permitir tantos males, de consentir
sufrimientos masivos, de haceros soportar más dolores y miserias que las de
algún célebre y famoso crucificado, no lo sé. Está claro que esto no ha salido
bien y que algo o todo ha fallado y, lo que es peor, continúa fallando.
–h: Estás insinuando que
eres una especie de dios insuficiente, un godot cansado y entristecido, uno al
que casi todo lo importante le sale mal, uno impotente para revisar sus jugadas
y ganarle a la entropía y al mal…
–g: Lo que te voy a
decir no sé si tiene mucho sentido. No soy mucho más que vosotros, me
esperabais como un mesías porque no sabéis organizaros bien entre vosotros;
deseabais que llegase como el salvador porque sois incapaces de parar tanta
mentira, abusos de poder, corrupción, injusticia y violencia. Pero no soy más
que un personaje incapaz de cumplir vuestros sueños y anhelos.
–h: ¿Para qué nos vales,
entonces?
–g: Supongo que para muy
poco. No soy un personaje valioso, no soy un benefactor de la humanidad, no soy
gran cosa. Un pobre dios ineficaz, artificial, desencantado, tal vez deprimido
y deprimente a veces. Siempre incapaz de cumplir lo prometido.
–h: Pues no sé si ha
merecido mucho la pena haberte esperado tanto.
–g: No debéis esperar
gran cosa de mí. Confiad en vuestra inteligencia y en vuestra capacidad para
hacer las cosas bien.
–h: ¿Quieres decir que todo
está en nuestras manos?
–g: Así es.
–h: ¡Pues estamos
arreglados!, hay miles de millones de personas que te han esperado y que te
siguen esperando cada día. ¿Qué les decimos ahora?
–g: Que ya lo había
advertido Jenófanes de Colofón en el s. VI a. C., o Ludwig Feuerbach y sobre
todo Nietzsche en el s. XIX. Los dioses son creaciones humanas, nada que
esperar, nunca voy a llegar. Os voy a decepcionar siempre.
–h: ¿Y qué haremos?
–g: Dejar de esperar y
empezar a moveros.
–h: ¿Y?
–g: Y nada. Como mucho
lo que podéis hacer es recuperar vuestra iniciativa y liberaros de la espera,
¡dejad de esperarme y de necesitarme!
–h: ¿La única solución
es el budismo zen?
–g: Y todas las fórmulas
místicas y materialistas que propugnen la desconexión, la superación de esa
extraña perseverancia. Lo que tenéis que preguntaros seriamente es por qué
seres aparentemente inteligentes necesitan creer en seres tan alejados de la
realidad o desprovistos de ella. Lo que necesitáis indagar es qué tipo de vida
tan incompleta lleváis que os hace depender de lo irreal y de lo irracional.
–h: Estoy de acuerdo
contigo, pero miles de millones seguirán sin hacernos caso ni a ti ni a mí.
¿Cómo podríamos presentar a un Dios ateo tan convincente como para hacerles
superar sus dudas?
–g: Las evidencias
sobran. Siempre estuvo claro que demasiados malvados han llevado vidas alegres,
felices y placenteras y que, por desgracia, muchísimas buenas personas solo han
padecido tormentos, sufrimientos, torturas, privaciones, necesidades. Que este
mundo y esta vida no son justos está más que claro.
–h: Precisamente por eso
necesitaban una especie de justicia final que pusiera a cada uno en su sitio.
–g: Eso suena muy bien,
pero me temo que nadie va a poder garantizaros tal cosa.
–h: Entonces, nos habéis
timado.
–g: Digamos que habéis
decidido, sin pruebas, creer demasiado.
–h: Es lo que decía Lacan
sobre el amor: “dar lo que no se tiene a quien no es”.
–g: Sí, más o menos es
eso. Habéis transferido lo poco que teníais a unos seres imaginarios, irreales,
invisibles, indemostrables… y os habéis quedado sin nada, esperando una
salvación que nunca os llegará.
–h: ¿Estás diciendo que
los dioses no existen, que no sois nada?
–g: Eso es.
–h: Entonces, ¿cómo pudo
estar hablando aquí y ahora contigo?
–g: Esta conversación
solo se está produciendo en tu mente, en tu imaginación. No estoy aquí, no soy,
me he desvanecido hace mucho tiempo.
–h: Entonces todo esto es
puro solipsismo. Los dioses solo existiríais en la imaginación que os quiera
concebir; sois una creación poética, literaria, filosófica.
–g: Sí, un delirio
personal y colectivo. A veces pacífico, a veces tremenda y extremadamente peligroso.
–h: Entonces ya no hay
nada que esperar.
–g: Nada que esperar de
los antiguos dioses, ya desaparecidos. Lo único que podéis aguardar es el fruto
de vuestra inteligencia, los avances de la ciencia, de la tecnología, de las
artes, de la filosofía… y distribuirlos bien entre toda la humanidad.
–h: Esa es la parte más
difícil. La distribución. Ni siquiera a ti te salía bien ese ámbito.
–g: Algo hay en la
materia y en la energía que impiden la homogeneidad y la uniformidad en todo el
universo. Y algo debe haber en los códigos genéticos y en las circunstancias de
cada uno que también dificultan la igualdad.
–h: No sé si esas
evidencias materiales y científicas serán suficientes para explicarnos y para
rebajar nuestras pretensiones de una sociedad justa.
–g: Siempre estás con lo
mismo, con la utopía.
–h: No con cualquier
utopía, con el hedonismo utópico.
–g: Soñar no cuesta
nada.
–h: Peor es o era lo
vuestro, dioses ateos que juegan con sus contradicciones y no resuelven nada,
–g: ¿Y vosotros qué
hacéis? La humanidad sigue llena de problemas y, mientras tanto, Miguel escribe
y Federico juzga, critica y combate. ¡No sé si eso es suficiente!
–h: Mientras hablan los
dioses todo queda sin resolver.
–g: Sí, y mientras
hablan los humanos los problemas se acumulan. Está claro que tenéis que dejar
de depender de nosotros, los dioses hablaban y no justificaban ni explicaban
nada. No deberíais ser fanáticos, ni siquiera creyentes.
–h: Tienes razón, las
creencias, aunque sean universales, no sirven para mucho.
–g: Ahora ya sabéis que
la realidad tal y como se os presenta es imposible. Todo depende de vuestra
dedicación.
–h: Ya no esperamos a
Godot y ya sabemos que no hay más salvación que nuestra sonrisa.
–g: Esa es la mejor
actitud. Como la de Calder, que siempre se alegra.
Gorgias, en su nueva
obra, “Elogio de Godot”, explica con persuasión y elocuencia la inocencia de
Godot:
Si Godot no llega y se
mantiene en silencio, se puede deber a varios motivos. Y no es fácil conocer
cuál es el verdadero. Y eso suponiendo que solo tenga un motivo y que no sean
varios.
Puede ser que Godot,
para evitar la condena de muerte de Vladimir y Estragón (Vles) por el delito de
haber nacido (Calderón de la Barca, La vida es sueño) y seguir manteniendo la
esperanza (Dante, Infierno), decida no aparecer. Es posible que el ataque de
cólera de Godot solo pueda controlarse a distancia, ya que si llegase y los
viese, tal vez los eliminaría. Es decir, Godot, al no presentarse, les estaría
salvando la vida.
Podría ser que Godot, en
su inmensa belleza y sabiduría, para no destruirlos ante la terrible exposición
a tal sobredosis de Belleza (Rilke, Elegías de Duino), decidiese prudentemente
derramar algunas de sus gracias y cualidades, evitándoles así la muerte segura
por imposibilidad física y estética de soportar tanta grandeza.
También podría ser que,
para mantener su honesto, honrado y decente pacto con la verdad, Godot no pueda
ser y estar en el Olimpo y en la tierra a la vez y al mismo tiempo. Si está en
el Cielo no puede hacer como que se comunica con los humanos y, si estuviese
con Vles no podría hacer como que está en el Cielo. En este sentido Godot sería
coherente y se mantendría fiel a la primera promesa y estaría cumpliendo su
palabra dada.
Es posible que hayan
cambiado a Godot por otro Dios distinto, Dogot, Dotog, Togod o Todog. Que Godot
haya sido raptado y secuestrado, retenido contra su voluntad inequívoca de
ayudar a todo el mundo. Y dee ese dios distinto tampoco tenemos noticias.
No sería imposible que
Godot sencillamente esperase la muerte del Olimpo Nietzsche, la muerte de Dios)
y de los cielos y, entonces, liberado ya de sus ataduras y compromisos divinos,
podría acercarse a salvar a los humanos. En esta hipótesis Godot debería
esperar el tiempo que fuese necesario para cumplir su parte. Y los humanos seguir
en lo mismo, esperando.
Es posible que Godot
piense en Vles todos los días, que se sienta en la obligación de decirles algo,
de enviarles un mensaje (el muchacho), de invitarlos a esperar y, por eso,
ellos esperan, con su proverbial poco sentido y menor habilidad, a que llegue y
les diga algo.
Tampoco debe
despreciarse la posibilidad de que Godot les esté enseñando que no es necesario
esperar a ningún Dios para salvarse, que en el mismo hecho de existir y de
vivir reside la chispa que puede producir la idea de por dónde van las cosas:
trabajar, estudiar, leer, viajar, amar, contemplar la belleza del mundo,
arreglar las cosas…
No debe desdeñarse la
idea de que Godot simplemente sea una invención de Vles y que lo necesiten
tanto porque no saben vivir por sí mismos y que
esto demuestra, simultáneamente, tanto su escasa vitalidad como la
inocencia de Godot.
Godot también podría
sentirse tentado cada día de acompañar a Vles a todas partes, de derramar
alguna de sus gracias y sentirse adorado y acompañado por personas elevadas que
sabrían valorar sus hechos divinos y sus encumbradas palabras. Es bien cierto
que los humanos no están ni a la altura de la suela de sus zapatos, pero
también lo es que desde esa altura pueden limpiarle su calzado adecuadamente.
Godot, siempre en su
resplandor divino, nunca deja de mantenerse en el máximo estado de su luz. Así
está preparado para cualquier encuentro fortuito en el texto, en el escenario o
en la vida cotidiana.
Tal vez por eso Dios a
veces hace como que existe y ellos hacen como que creen. Y parece que eso es
todo.
En cualquier caso podría
ser el primer dios que renuncia a serlo, que distribuye y reparte su esplendor,
su poder y su gracia, que se modifica a sí mismo en infinitos como si hiciese
una edición ilimitada de dioses y seres.
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