LA
MEDIDA DE LO IMPOSIBLE
(Mil
gracias derramadas sobre el silencio ondulado)
“¡Y, en el fondo,
cuántos nuevos ideales son todavía posibles! He aquí un pequeño ideal, que yo
atrapo una vez cada cinco semanas durante un paseo salvaje y solitario, en el
azul instante de una felicidad criminal. Pasar la vida propia entre cosas
delicadas y absurdas; ajeno a la realidad; medio artista, medio pájaro o
metafísico; sin un sí ni un no para la realidad, a no ser que de vez en cuando
se la reconozca con la punta de los pies, a la manera de un buen bailarín;
cosquilleado en todo momento por algún rayo de sol de la felicidad... y
colgando un pequeño rabo de burla hasta a lo más santo.”
Nietzsche: Fragmentos Póstumos.
“Cuando todo sale bien,
un móvil es una poesía que baila con la alegría de la vida y sus sorpresas”.
Alexander Calder
"Yo conocí a un hombre que barría su tejado y limpiaba claraboyas y
barandas solamente por galantería con el cielo".
Federico García Lorca: El Público.
Cuadro quinto
Preludio, prólogo y prefacio de la niebla encendida, de la nieve y de la
bruma amarilla más cálida.
Ya nadie quiere aquellos dioses con un pasado tan oscuro y turbio. Tal
vez por eso muchos se recluyeron voluntariamente en aquella especie de Academia
o gerinrocomio de dioses antiguos y casi olvidados en la que, de forma
sistemática, seguían incumpliendo años y casi todas sus promesas de alegría,
felicidad y paraíso.
Lo que se imagina, se desea, se necesita o se sueña raramente
se cumple, se consigue o se hace real. En cualquier caso algo grandioso debe
poseer el reino de la ficción y algo menesteroso, como incumplido, debe tener
el territorio de la realidad, que explique la extraña afición de los humanos
por los mitos bien contados.
No es extraño que los dioses incompletos, los humanos,
necesiten soñar; ni es ilógico pensar que los seres humanos perfectos, los
dioses, necesiten ser reales o, al menos, aparentarlo.
En esta encrucijada se encuentran Marcela y Miguel, Lou
Andreas Salomé y Nietzsche, Lorca y también algunos personajes más como
Trsitram Shandy, John Dowland con sus Lachrimae Antiquae Novae y hasta Quevedo
recitando:
¡Oh,
Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó
lo que era firme, y solamente
lo
fugitivo permanece y dura.
(–¿Quieres decir que son dioses los protagonistas?
–No lo sabemos, pero podemos suponerlo.
Se dice que el primer Dios era omnipotente y que los que
llegaron después ya no lo consiguieron.
Desde la más respetuosa de las distancias un dios muy pequeño
envió su mensaje de amistad.
Son dioses los que hablan y aquí se manifiestan. No hay que
esperar que sean como nosotros, pobres seres ansiosos de reconocimiento,
coleccionistas de imperfecciones, habitantes de la vanidad y del autoengaño, y
expertos en el monocultivo de las apariencias).
Primera presentación, aparición y preámbulo de lo que ha de
llegar
Estimado lector:
Como bien sabes, ya que a ese curioso grupo perteneces, los
lectores son esa especie de seres humanos incompletos e inmaduros que, siendo
conscientes de su desamparo, buscan refugio a veces en las más preciosas
palabras o en las más lastimeras, y se emocionan con cualquier frase medianamente
circular que les aproxime a sus adorados anillos de Saturno.
Estos personajes que aquí se muestran y que de algún modo aparecen
son tan insignificantes como casi todos los humanos; hacen lo que pueden
basándose en lo poco que saben y, mientras pasa el tiempo, algo quieren y
desean, aunque ellos mismos no saben muy bien qué es ni cómo alcanzarlo y
conseguirlo.
Inevitablemente todo esto les produce una ligera melancolía,
neutralizada en parte por una alegría a toda prueba que forma parte de su
código magnético. Podría decirse que, les pase lo que les pase, son
absurdamente alegres, esperanzados y ligeros.
El escritor (o escritores que se han atrevido con todo esto, ya
que no sabemos si es uno o varios) parece ser que es bastante escéptico y no
desea reflejar ninguna actualidad ni noticia del presente hasta que el tiempo en
algún momento sea actual y se digne a ser luminoso, radiante y resplandeciente.
Por eso aquí no aparecerán referencias a los problemas que
pueda ocasionar el peor Presidente de la Historia de los EEUU ni nada acerca
del dictador de Corea del Norte, no se mostrarán los problemas medioambientales
ni los peligros nucleares que nos amenazan a todos los habitantes de la Tierra,
tampoco se hablará del ascenso imparable de la China imperialista ni del
terrorismo del fanatismo islámico más radical, no busquéis nada sobre el
conflicto entre Israel y Palestina ni sobre el fracaso de la primavera árabe,
nada se dirá sobre la injusticia, la desigualdad y los miles de problemas
cotidianos que llenan de preocupaciones a los buenos funcionarios de la ONU y
trabajadores de ONGs del mundo, tampoco nada sobre los aciertos y desaciertos
de la construcción de la Unión Europea, nada sobre los conflictos entre
machismo dominante y mujeres maltratadas, nada sobre la independencia de
Cataluña y su peculiar propuesta que denominan “derecho a decidir” cuando se
podrían decidir miles de cosas más urgentes e importantes que la mencionada… En
fin, que hay expertos periodistas, politólogos, científicos, economistas,
funcionarios y políticos como para resolver en parte esos problemas o para
complicarlos más.
Como puede comprobarse los humanos son expertos en crearse
problemas y, en este sentido, casi todos los tiempos son interesantes.
Segunda presentación, entrada y aparición de laberintos
sagrados
En este magma confuso en el que no es posible distinguir con
claridad quién es humano y quién es divino, en el que no es fácil diferenciar
mujeres, diosas, dioses y hombres, y en el que no se sabe a ciencia cierta ni a
filosofía verdadera lo que aporta, dice o confunde cada cual, aparecen estos
personajes de los que nada sabemos y de los que cabe imaginar cualquier cosa.
No vamos a describir detalles, lugares, personas ni
fisonomías, nada diremos de su estatura ni de su indumentaria, solo se
mencionarán a grandes rasgos la forma arquitectónica de la Academia. Situada en
la parte más elevada de la acrópolis, la Academia Superior era un inmenso
edificio de planta cuadrada con un gran patio central circular. Solo tiene una
entrada por el lado Norte y una portada tan magníficamente trabajada que ni el
mejor templo de Fidias se acercaba a la armonía de su columnata y frontón. En
el interior del patio central a veces había una pirámide de cristal que
protegía un inmenso móvil de Calder, muchas veces aparecía un laberinto de
formas diferentes, algunas veces un árbol con frutos en forma de coronas o
anillos circulares y una vez un juego de ajedrez para medir el tiempo.
No sabemos muy bien quiénes son Miguel y Federico, Marcela y
Lou Andreas, pero se puede suponer, con muchas posibilidades de estar en lo
cierto, que el nombre de Miguel se refiere a Cervantes o, al menos, es un claro
homenaje al genio cervantino, y que el nombre de Federico ha de estar necesariamente
vinculado a Nietzsche, a Lorca o a los dos. Marcela ha de ser la mujer
independiente que aparece en el Quijote y Los Andreas el amor perdido de
Nietzsche.
Otros informes consultados indican más bien que se trata de
dioses jóvenes, alegres y risueños, virtuales, que experimentan con el cielo y
trastocan lo que parecía un firmamento ordenado. Esos dioses que juegan hasta
con lo más sagrado, se muestran a veces como Dios y Diosa, como Bach y Calder, como
Apolo y Dioniso, como Zaratustra, Buda o Jesucristo, como Omniteo y Teófilo, como
Monoteo y Politeo, como Dioses omnipotentes o como dioses de un Panteón
cualquiera. En este sentido parece que se sigue cumpliendo la regla de que
cuanto más pobres son los humanos más ricos y abundantes son sus dioses, algo
que no s abemos si necesariamente siempre es malo.
Parece ser que Miguel y Federico intentan conversar con el hombre (o la mente, el espíritu, el
alma, la conciencia, el gran sueño, la ironía…) que siempre va con ellos. Tal
vez porque, como bien dijo Antonio Machado, quien habla espera hablar con Dios
un día.
Lo que no sabemos es si ese hombre concreto espera y desea
hablar con un dios -con el que sea, como si es un dios de guardia- porque habla
solo o porque hablar (de alguna manera, y en su estado ideal) exige un
interlocutor que todo lo sepa y que a todo pueda, sepa y quiera responder.
Así saldrían de esas dudas que tienen desde el principio:
¿quién escribe esto?, ¿para quién lo escriben?, ¿por qué y para qué se
escribe?, ¿no es suficiente hablar y dejar que las palabras se pierdan en el
olvido?, ¿qué hay tan importante que decirse?, ¿merecen algunas palabras pasar
a la historia y trascender su propia caducidad?
Si ese Dios o esos dioses existen o son personajes inventados
está por ver y será cosa de gran admiración si se avanza siquiera un milímetro
en el conocimiento de tan singular creación literaria, filosófica, artística,
teológica, cultural y hasta religiosa. De todos modos parece que ese Dios hace
como que existe y ellos hacen como que se lo creen.
Suponiendo, pues, que ambos personajes sean capaces de hablar
con Godot, y que no tengan que esperarlo más tiempo del debido entre personas
bien educadas, será digno de consideración lo que se digan. Y eso suponiendo
siempre que entre ellos exista algún lenguaje común o alguna posibilidad remota
de comunicación.
En el caso de que las diferencias sean sustanciales siempre
podríamos acudir a C-3PO, el famoso androide de protocolo de la película La Guerra de las Galaxias, diseñado para el servicio de traducción
e interpretación, y para lo que fue programado con el dominio de seis millones
de formas de comunicación- lo que no está nada mal para empezar- y que debería
facilitar su relación.
Y si, a pesar de todo lo dicho, Miguel y Federico siguen
deslizándose por el lenguaje dando vueltas y rodeos sin llegar a ningún sitio,
no debemos llegar a la conclusión precipitada de que todo lo que han dicho y hecho
no ha servido para nada; porque también parece ser verdad que cada ser humano
hace lo que buenamente puede, que no es mucho ni de largo alcance, provecho y
entendimiento.
Juegan, siempre parecen estar jugando, porque jugar es
necesario, mantiene el tono vital imprescindible para sobrellevar la vida en el
exilio.
Conviene también saber que las mujeres y hombres
extraordinarios, aquellos que en la antigüedad llamaban diosas y dioses, están
entre nosotros.
Pero no dirán las palabras que necesitáis oír y escuchar si
antes no reconocéis la belleza, la verdad, la alegría, la inteligencia, la
bondad, el cariño, la atención y hasta las mil y una gracias derramadas.
Os mostrarán signos de grandeza, pero serán ligeros balbuceos,
intentos malogrados de expresar lo que todavía no sois ni sabéis llegar a ser.
Demasiadas veces será una lástima que tanto esfuerzo llegue a tan poco. A veces
será una flor de magnolio o una jirafa.
Y esa atención, que reclamáis como niños pequeños, no os llegará
nunca de donde pensáis. Soplará un día, una noche, en vano, volando, en tierra
o ya caídos. Como si no supiera estar ni ser de otra manera.
Y cuando todo esté preparado se disolverá en la nada y
quedaréis sin saber.
Los tendréis delante de vosotros y vuestro oficio será amar
ausencias, pérdidas y vuelos acrobáticos de aves que tejen el aire alrededor de
las más altas montañas.
No despreciéis ni los excrementos de las vacas, la armonía
reside en el conjunto de todos los macizos montañosos con o sin flores, deseos,
rocas, entusiasmos…
Es posible que no sepáis hacer otra cosa que cuidar montañas,
observar con mimo cada piedra erosionada y vigilar sueños irrealizables. Y, si
lo hacéis bien, puede que sea suficiente.
Por lo que vamos conociendo Miguel y Marcela son los que se
han encargado de estudiar, revisar y recoger en los distintos archivos y
bibliotecas de la Academia todos los documentos relevantes que, más o menos
organizados, nos permiten imaginar la vida en tal institución atmosférica y
acrosférica
Hablan los dioses:
“Está claro que no nos han salido demasiado bien estos
humanos. Últimamente casi todos se creen algo. ¡Pobres diablos, no saben lo que
les espera! Solo en la sabiduría que adquieren en la madurez y en la vejez se
dan cuenta de que todos son eso, unos pobres diablillos, unos animales cargados
de vanidad y de soberbia, demasiadas veces engreídos, casi siempre presuntuosos
y creyéndose en posesión de la Verdad.
¡La Verdad!, ¡qué sabrán ellos de la Verdad, si ni siquiera
nosotros la conocemos! Nietzsche se lo dijo y no han querido entenderlo, la
verdad es esa clase de error sin la que una determinada especie de animales no
puede, no quiere o no sabe sobrevivir.
Aunque, si somos sinceros, nosotros tampoco nos hemos creado
demasiado bien. Para ser todopoderosos, buenos e inteligentes hay que ver la
cantidad de impotencias, de maldades y de imbecilidades que hemos consentido y
permitido. En fin, esperamos que se nos pueda disculpar, al fin y al cabo solo
somos dioses.
1
La realidad es
imposible, inexistente, irreal, inadecuada, incluso improbable y, en cualquier
caso, increíble.
…Y
tenéis que contarlo bien. ¡Contadlo bien!, como si os fuera la vida en ello,
como si se entendiese y fuese interesante. Y presentad adecuadamente a los
personajes. Por ejemplo, debéis decir que el que habla en este capítulo y ahora
es Miguel, que es el encargado de tomar nota y dar fe de todo lo que hacen
Federico, que es la máxima autoridad en asuntos celestiales, Omniteo y el resto
de los dioses.
También
sería adecuado que dejaseis constancia de que escribís con el nombre de Miguel,
pero que en realidad sois discípulos de la gratitud, y que sois vosotros mismos
los que a veces habláis en segunda o tercera persona; en primera persona pocas
veces, ya que es algo que realmente tampoco tiene demasiado interés.
Podríais
señalar asimismo que hay seres humanos que existen para relacionarse solamente
con seres angélicos y divinos y que, cuando se ven rodeados de gente vulgar,
insensible, hosca, violenta, maleducada, desagradable e intratable, sufren por
esa desorientación radical y sienten que no son de este mundo o que no deberían
serlo ni un minuto más.
Y
está claro que es difícil manejar unos personajes que no parecen estar en
ningún lugar reconocible, que no hablan de asuntos cotidianos, como dioses
despistados lejos de todos los Olimpos.
La realidad, como casi
todo el mundo sospecha y sabe, es imposible (como es imposible una jirafa, un
colibrí, un Dios o una Diosa, una sequoia, una montaña, un grifo, un unicornio
o el Panteón de Roma) y, sin embargo, es, está ahí, existe, insiste y persiste,
sucede, acaece, ocurre, se mantiene a sí misma con un afán terco, insistente, insuperable,
como si fuese invulnerable, y demasiadas veces consigue que sigamos su senda
como si fuese la única posible. Hay quien considera que la realidad no es más
que un subgénero poco desarrollado y experimentado de la ficción, que el mundo
de lo posible es mucho más amplio.
En realidad no sabíais
muy bien cómo vivir, si es bueno trabajar todos los días o no, seguir una
rutina o inventar cada día, descansar, subir montañas hasta el agotamiento,
caminar con o sin rumbo, leer, mirar con atención los atardeceres, escuchar la
mejor música, contemplar la belleza… Por todo eso leer (y escribir) era
necesario, se trataba de explorar otras vidas posibles, como cosmonautas
intrépidos podíais adentraros en otros modos y maneras de vivir.
Todo esto viene a
cuento porque ha llegado el momento de escribir lo que habéis hecho o lo que
nos habéis contado que hicisteis y, casi seguro, seguiréis haciendo por los
siglos de los siglos. Es cierto que todo esto está basado en hechos irreales o
en divinas ficciones reales, lo que podría indicar sin duda que cualquier
parecido con la realidad es a veces o casi siempre una pura coincidencia. Lo
que, a su vez, no deja de ser raro y extraño.
Os lo habíamos prometido.
Sí, al día siguiente de nuestra inmersión en el tiempo sin horarios nos pondríamos
a escribirlo; pero, y en esto estaréis con nosotros, la tarea es difícil, por
no decir imposible. También esto, escribir, leer y entender, es imposible.
Habéis estado miles de
horas, cientos de días, relatándonos todo y todavía no sabemos qué sentido
tiene todo esto. Os seremos sinceros, no sabemos todavía si estamos hablando de
escribir una especie de ensayo para entender las olas o de las aventuras y
desventuras de un explorador que contempla la luz del sol y sabe que esa es la
solución ganadora. Es posible que nos hayáis dicho que el caos también ocupa
lugar o que la vida no es más que una colección de fragmentos olvidados y
desordenados. Os lo prometemos, no sabemos si el asunto es que el amor te da la
vida hecha o que debemos ser más realistas y aceptar los hechos con todas las
consecuencias. Pero, ¡dónde están los hechos?
En realidad no lo
sabemos. La realidad es imposible; el sueño, el deseo, la ilusión, el
entusiasmo… son imposibles; el cielo, la salvación, la serenidad, el nirvana…
son imposibles. Y, sin embargo, son y están ahí, existen de mil modos y maneras,
en mil presentaciones y no hacen otra cosa que multiplicarse sin aumentar su
sentido.
Hubo un día que casi
estuvimos a punto de entender el argumento de la obra, una especie de historia
sobre la vida en una Academia de Arte Superior, medio Facultad de Bellas Artes,
de Literatura y de Artes Escénicas, medio Juego
de los abalorios de Hermann Hesse, medio Escuela popular de Sabiduría Superior de Antonio Mairena, y en
parte también algo parecido a un Monasterio Budista Zen muy retirado en la
Montaña de Cristal, en el Alto Dolpo, Nepal.
Lo cierto es que no nos
lo habéis dicho, por eso es tan difícil comenzar y cualquier otra tarea parece
más sencilla y atractiva que escribir esta especie de historia y biografía múltiple
de unos náufragos huérfanos que se despistan y apenas saben avanzar.
¿Por dónde queréis que
empecemos? A nosotros no nos importa, ya lo sabéis. Solo os hemos puesto dos
condiciones: de la primera parte y de nosotros no se hablará ni mencionará
nada. El resto es todo vuestro, sea silencio o música, ser o ser en la nada, comienzo
o desarrollo, lo que sea, estamos a vuestra entera disposición.
Ahora os refugiáis en
el silencio ensimismado, en vuestras cavilaciones, supongo que vuestros
ensueños os llevan lejos de aquí y de nosotros y que, cuando queráis, nos
contaréis lo que os parezca sobre lo que decís que creéis que habéis vivido,
imaginado o soñado.
También debéis entender
que no es cómodo estar todas las mañanas esperando, pendientes de lo que queréis
que escribamos, como si fuéramos escribas o copistas del antiguo Egipto. Pero
esa es nuestra tarea y nos hemos comprometido a hacerla. Como conocemos nuestra
obligación sabemos que cuando no queréis hablar debemos escribir algo que os
guste, no solo nuestra amistad, también nuestro encargo correría peligro si no
lo consiguiésemos.
De todos modos seguimos
sin saber si estamos en una Universidad Luminosa, en un Monasterio Estético Zen
o en la Gran Biblioteca (que otros llaman El Universo) de Borges. Tampoco nos
importaría vivir en las nubes o en la Luna o en cualquier otro mundo ingrávido
y gentil.
Y ahora algo
complicado: ¿cómo se cuenta una historia que no se sabe cómo transcurre y de la
que no se sabe el lugar en el que se supone que sucede? Tal vez debamos seguir
el consejo de San Juan sin la Cruz y asumir de alguna manera que para ir donde
no se sabe hay que ir por donde no se sabe.
Y parece claro que
estamos necesitando otro tipo de caos para generar un nuevo orden que nos
ajuste y nos llene y que podamos desorganizar todo de nuevo.
(¿Qué harían un niño
curioso, un santo inspirado y un artista vital, con todo esto?, ¿reírse,
burlarse de toda esta falsa seriedad, desordenarlo, tirarlo todo, recomponerlo?
Tal vez se preguntarían
qué es eso de que la realidad no es posible, si ahí están ellos tan felices.
En cualquier caso esto
que tomamos como realidad tiene que ser imposible, inhabitable. ¿Cómo van a ser
posibles el sufrimiento, la guerra, el hambre, la necedad, la crueldad, la
ignorancia, la explotación, la enfermedad, los accidentes, los malos
gobernantes, la corrupción, la inhumanidad? No, eso no puede ser real ni siquiera
en el peor de los mundos admisibles).
2
Estado actual del
amarillo más elevado
…Miguel
indica que el que aquí se expresa es Federico, en este caso más Nietzsche que
Lorca. Eso parece, porque nunca es fácil estar seguro. Nunca se sabe bien lo
que engrandece a los seres divinos, demasiado divinos, que son también humanos,
demasiado humanos.
Unos dioses que han
olvidado el génesis y se acercan con gusto al apocalipsis, unos dioses
traviesos y desmemoriados que no son o no se sienten responsables de lo creado
y otros demasiado inquietos; unos ensimismados en su propio ser y otros
diluidos en la nada, unos con templos, sacerdotes y creyentes y otros cercanos al
desierto y siempre rodeados de silencio. Poco serios, inmaduros, poco
preparados y abandonando casi siempre sus funciones y responsabilidades.
Unos humanos que no son
o no quieren sentirse humanos ni responsables de organizar sociedades justas,
dignas y felices; algunos obsesionados con su propio poder y ambición, y otros
sufriendo por su incapacidad para cambiar la historia a favor de todos.
Tal vez por eso se
quedaron sin herramientas y sin razones, perdieron y extraviaron los argumentos,
y es que tantas veces se repitieron las palabras que se quedaron como gastadas,
sin sentido, despojadas de contenidos y referencias, por eso tal vez ya no servían
ni convencían a nadie. Es posible que tengan que regresar al silencio.
Y no sabían afilar los
conceptos ni arreglar los razonamientos, ni siquiera ajustar bien los ejes de las
nuevas y desconocidas coordenadas y dimensiones en las que parecían moverse.
Y tenían que hacer
algo, caminar, limpiar, ordenar, cocinar, algo más real que las palabras, algo,
lo que fuese, era necesario restaurar la vida que antes los habitaba, los
ilusionaba y los llenaba de entusiasmo.
Tampoco saben cómo les concederán
la entrada a los que necesitan este refugio, con qué los consolarán, de qué
manera recuperarán sus fuerzas, qué sentirán cuando para ellos amanezca de
nuevo.
Y si no saben cuál es
su estado actual, si ignoran lo que hacen los dioses con las vidas humanas, si
desconocen las peripecias del destino, las maniobras del azar y las obligadas y
deterministas intervenciones de la causalidad, qué van a escribir.
(¿Qué harían con toda
esta acumulación de palabras?, ¿se preguntarían por qué no hacen planes, por
qué no se aventuran, por qué han caído en el estado del intelectual pasivo que
solo mira y contempla y no actúa?
¿Y jugar?, ¿a qué
esperan para empezar a jugar?, ¿se han olvidado de la alegría de todos los
comienzos?).
3
El poste de la luz
…Escribe
Miguel porque necesita contar algo, porque contar bien una historia es mucho
más que lo que podemos agradecer. Porque, aunque no se entienda todo, siempre
el lenguaje puede sugerir y expresar algo más. A veces es suficiente que algo
cambie para que, poco a poco, y como quien no quiere la cosa, todo vaya
evolucionando y aparezcan modos, maneras y sentidos nuevos.
Y
esto escribieron aquella primera mañana en la que no querían hablar:
Cuando colocaron aquel
poste de la luz en el medio de la plaza del campus de la Universidad de Polmovia
ninguno de nosotros se fijó ni le prestó mucha atención, nadie imaginaba lo que
iba a pasar.
El poste crecía cada
día medio metro. El primero en darse cuenta, una semana después de ser
instalado allí, fue Jorge, el Bibliotecario, precisamente cuando estaba leyendo
un libro sobre el crecimiento de las sequoias sempervirens; desde aquel momento
el poste empezó a desarrollar ramas, raíces y hojas de esa misma especie de árbol.
El Bibliotecario se lo
dijo al Director, un gran geómetra experto en teoremas circulares sobre
círculos, esferas y anillos o coronas circulares y, desde ese día, el poste,
además de crecer y desarrollarse como un árbol sequoia, empezó a generar frutos
o apéndices con la forma de anillos circulares de un metro de diámetro aproximadamente
que colgaban de sus ramas como los pendientes de las orejas.
Si esto era asombroso,
más extraordinario fue lo que sucedió a continuación, el Director se lo comentó
al Secretario, reputado zoólogo y ornitólogo, y en ese mismo momento todas las oropéndolas,
aves y pájaros de la zona empezaron a pasar volando por el interior de los
círculos del poste sequoia.
Las cosas se están
complicando, pensó Juan Sebastián, el Director del Departamento de Música y, en
efecto, del árbol y del vuelo continuo de las aves y pájaros, y de sus
movimientos orbitales, comenzó a surgir una melodiosa música angelical y
armoniosa que, sin mucho esfuerzo, podría calificarse como música de las
esferas o, al menos, como música de los anillos circulares. Kepler, sin duda, estaría
encantado.
Del asombro a la
admiración y del Director de Música al del Departamento de Astronomía, ahora
era Johannes el que intuyó algún tipo de ley en las órbitas que describían las
aves y su relación con la música y el crecimiento del poste-árbol. Después de
la sorpresa consideró que era lógico que el árbol-poste comenzase a ser el centro
de un peculiar sistema “solar” formado por pequeñas aves Saturno con sus
correspondientes anillos.
Y así fue, aparecieron cientos
de anillos de todos los diámetros y colores, formados por las aves y por los
mismos anillos circulares del propio árbol (ahora en un plano horizontal y
paralelos al suelo) orbitando sobre el eje vertical del poste-árbol.
Cuando casi todo el
mundo se dio cuenta de lo que estaba pasando decidieron no decir nada sobre el
asunto a nadie más, ya que parecía que el poste era consciente de sus
comentarios y descubrimientos y que era capaz de realizar y poner en práctica
sus extravagantes teorías.
Con lo que nadie
contaba era con Federico, el Director del Departamento de Filosofía, que
observó por sí mismo el fenómeno y llegó a la sospecha, y a la conclusión, de
que todo era una sincronía de fenómenos armoniosos o, lo que viene a ser casi
lo mismo, una complicidad de delirios estéticos. En ese mismo instante el árbol
se hizo multicolor y todos los círculos atravesados por las aves que volaban
siguiendo el compás armónico de su propia música generaron auroras, arcoíris,
auroras boreales y amaneceres tales que cualquier otro hecho parecía
secundario. El mundo se inundó de tal grado de Belleza que de ahí surgió la
bondad que les faltaba, la verdad que estaban buscando y la alegría que
necesitaban.
Desde entonces estaban
inquietos, muchos esperaban que los matemáticos no se dieran cuenta de lo que
estaba pasando con el infinito. Porque, si los cálculos eran correctos, el
poste-árbol parecía capaz de hacer lo mismo con el Sistema Solar, con la Vía
Láctea, con todas las galaxias espirales y con todos los universos.
Todo amenazaba con ser
todavía más complicado cuando los dioses del Olimpo se enterasen de todo. ¿No
se lanzarían ellos mismos con sus carros alados al entusiasmo arrebatado y sin
límite de ese vórtice de agujeros blancos?, ¿no sería esa la felicidad
declarada?
(Esto ya les gustaba
más. Un poste vivo que atendía de algún modo a los deseos, anhelos, afanes,
filigranas y temores de los que lo observaban. Esto podía prometer aventuras
muy entretenidas, sobre todo si los que rodeasen el poste tuviesen un poco más
de dinamismo y se atreviesen a moverse, a ampliarse a sí mismos como si esa
fuese su principal y única tarea).
4
Entiende
el autor o los autores que el lector se sienta confuso y desconcertado ya que
esta sucesión de capítulos no parece tener orden, sentido ni armonía. Pero esto
es lo que se pudo hacer con aquel caos.
…Esto
lo escribe Federico, el primer párrafo podría atribuírsele a Nietzsche, el
segundo a Lorca. Y no sabemos por qué.
Y
esta fue vuestra respuesta caprichosa y poco meditada, como si no supierais que
los dioses también son difusos y provisionales.
“Estos son los límites.
No saldréis de vuestra habitación ni de vuestro territorio, no iréis más allá
de vuestro propio recorrido, no superaréis El
juego de los abalorios, no entenderéis la Biblioteca de Babel, no podréis seguir al Principito de planeta en planeta ni de asteroide en asteroide, no
llegaréis a recorrer todos los anillos del cielo de Saturno ni los de esa Divina Comedia que contemplasteis, no
veréis ninguna de Las Ciudades Invisibles,
no viviréis en la Edad de Oro ni seréis escuderos de Cervantes ni de Don Quijote, tampoco lo seréis de
Garcilaso ni de Rafael Alberti. No entenderéis el enigma de los humanos, no os
atreveréis a ser verticales ni a ir más lejos, no haréis posible otra forma de
mediodía ni asistiréis al nuevo amanecer de Zaratustra,
no volveréis a ver los móviles de Calder, no sentiréis de nuevo la presencia de
la divinidad en el aire, no seréis destinados a vibrar con la figura sagrada…
…pero sí podréis
disponer de otra manera las estrellas y crear algunas nuevas, seréis capaces de
hacer arcoíris, anilloiris, coronairis, círculoiris diferentes, dorados,
solares, radiantes, que inunden de gratitud a los que merezcan la visión de lo
sublime y sabréis llorar en la plenitud del agradecimiento”.
(Esa no es la mejor
forma de recibir a nadie. Si empezamos con amenazas y castigos no vamos a
ninguna parte. La vida tendría que ser una partitura llena de soles, de larga
duración, de melodías arrebatadoras, de armonías fascinantes, de alegrías
desbordantes, de sonrisas divinas, de asombros fascinantes. Debería ser como
las maravillas de Las mil y una noches
con todo sus encantos, placeres, gozos, astucias y siempre sin amenazas, sin
violencias, sin peligros).
5
Cura de reposo. Sala de
admisión de la Clínica de la Tranquilidad en la Alta Academia de la Nieve.
…Miguel
escribe este supuesto diálogo de un hipotético ingreso de Federico Nietzsche en
la Clínica de la Tranquilidad porque sabe que los humanos ya no se ven con
fuerzas para expresarse con esa sobredosis de Belleza, que ya no son capaces de
enfrentarse a esa apoteosis de encanto y de armonía porque en el fondo saben
que los envolverá y los llevará donde quiera, por encima de toda medida y de
todas sus posibilidades. ¡Qué poco es lo que puede hacer un humilde ser humano
ante lo sublime!
Es posible que me
creáis si os digo que casi todos los visitantes que han llamado a nuestra
puerta y los que ya tenemos aquí han pasado por una situación similar a esta.
Es más, aunque no estoy muy seguro, no me parece imposible que todos los que
han llegado de alguna manera sean la misma persona, la misma que una y otra vez
quiere hablar, que espera hablar con Godot un día y no lo sabe.
Todos dicen que han
contemplado la Belleza irresistible y están afectados, han estado demasiado
expuestos a su luminosidad, padecen una variante exagerada del síndrome de
Stendhal y ahora no saben ni pueden ni
quieren regresar a la normalidad anterior.
–Sus familiares lo han
traído aquí, están preocupados por su delirio.
–¿Usted cree que lo que
me pasa se puede calificar como delirio?, como psiquiatra lo veo un poco
despistado.
–No soy psiquiatra.
–Pues lo parece.
–Si no es un delirio al
menos parece un intento extraordinario de salirse de la realidad, una visión
fantástica de un mundo maravilloso. Aseguran que se sentía afortunado porque
era capaz de ver la vida y la realidad desde su lado más hermoso,
extraordinario y resplandeciente.
–¿Y eso es malo?
–Al contrario, eso es
espléndido. El problema es que la mayoría cree en otro tipo de realidades más
prosaicas.
–Ya, es posible, pero a
mí no me interesan las pequeñeces.
–¿Y qué hará el día en
que no pueda subir a las montañas, el día en que no pueda seguir viendo la
belleza del otoño y de la nieve invernal, cuando no pueda ya seguir soñando?
–Entonces inventaré
otra cosa.
–¿Y?
–Y seguiré maravillado.
–Eso es lo que nos
preocupa, que siga tan elevado, tan lejos del mundanal ruido.
–Se equivoca, lo que
debería preocuparles es la uniformidad que se propaga, la horizontalidad
obligatoria, la falta de elevación vital, la ausencia de horizontes, lo anodino
tan bien instalado…
–Recuerde que tiene que
vivir en el mundo real y que ese mundo lo deciden y lo definen también todos
los demás.
–¿Y si están
equivocados?, ¿y si lo más intenso y real no fuese este discurso ininterrumpido
de actualidades, noticias y anuncios baratos?, ¿y si existiese otro mundo y nos
estuviésemos negando a reconocerlo, a soñarlo, pensarlo, merecerlo y alcanzarlo?
–¿Le parece poco este
mundo en el que vive?
–Me parece excesivo,
recargado de lo peor y muy escaso de lo mejor y más interesante.
–¿Qué es lo mejor para
usted?
–Lo mejor… no es fácil
definirlo y delimitarlo en un concepto entre palabras rígidas.
–Inténtelo.
–Lo mejor se va
haciendo, como la vida; como una persona muy seria que va conociendo la alegría
y en la que poco a poco va apareciendo una sonrisa en la que se reinaugura su
alma, entonces se siente fascinada por el hallazgo y por nada del mundo querría
perderla.
–¿Todo por una sonrisa?
–No lo sabemos, nadie
sabe si lo mejor es una persona, una obra de arte, un trabajo, un horizonte, un
futuro. Lo mejor se despliega entre miradas, sonrisas, complicidades y palabras
que vuelan a un nivel superior al de los datos económicos.
–Aunque no le guste,
esta realidad material existe.
–Aunque tampoco le
guste, esta realidad material también puede mejorarse; sabe que no es lo mismo
un centro educativo construido deprisa, sin interés y en la zona más alejada,
con ladrillos y materiales baratos, que uno edificado con estilo y rigor
histórico en el centro de la ciudad con la mejor intención de ser ejemplar y
modélico en todos los sentidos.
–Indiscutible, estoy de
acuerdo.
–No es lo mismo un
cementerio de nichos húmedos y agrietados en el lugar más sombrío que un jardín
bien cuidado en el que se recuerda a los antepasados.
–Aceptado.
–No es lo mismo el
centro histórico con edificaciones nobles y amplias que un suburbio donde parece
que se almacenan personas a las que tratamos como excedentes humanos…
–Usted es un reformador
social.
–No sé lo que soy, un
reformador de la estética social, de la existencia social, no sé. En cualquier
caso los gobiernos se pasan años reformando cosas y nunca llegamos a la reforma
esencial, a la de nuestro modo de vivir.
–¿Cómo deberíamos
vivir?
–¡Deberíamos vivir!
¡Vivir! Y en esas vidas debería darse a manos llenas la alegría, la felicidad,
el placer y el entusiasmo, el optimismo y la risa, las mejores palabras y las
más nobles intenciones, el mejor conocimiento para todos y la mejor
distribución de todos los tipos de riqueza. Sería una especie de hedonismo
utópico.
–Eso suena muy bien,
pero parece muy difícil de conseguir.
–Para algunos es fácil,
se limitan a acaparar todos los placeres, honores, riquezas y privilegios que
pueden y a limitar, ajustar y recortar los de la mayoría de ciudadanos. Son
hedonistas limitados, aunque no quieran reconocerse en la palabra, y además son
egoístas, insolidarios, miopes, inhumanos.
–Más o menos así parece
que funciona el mundo.
–Este mundo sí, pero
cabe pensar, imaginar y desear otro mundo en el que unos no legislen contra
otros, donde se legisle para todos y donde una minoría no se dedique a que las
mismas leyes que aprueban se apliquen a todos excepto a ellos mismos.
–¿A qué se refiere?
–A que si las leyes se
aplicasen a todos por igual y sin excepción, la educación, la sanidad, las
ciudades, la convivencia, el trabajo, los cuidados, las pensiones, el
movimiento, las vacaciones… todo sería bastante mejor.
–Me temo que los seres
humanos no somos perfectos.
–Pero podíamos poner un
poco más de empeño y emoción para lograrlo.
–Es una cuestión de
poder y el poder suele concentrarse en pocas manos, que no siempre son las
mejores.
–Es una cuestión de
querer y el querer está en todas las manos, en todos nosotros. Y no las hay
mejores.
–Por desgracia eso no
llega a suceder.
–Por suerte siempre
habrá soñadores y poetas y artistas y seres contemplativos que divisen el
verdadero ser de la Humanidad. Porque la realidad no es este fragmento que nos
quieren enseñar, esta piltrafa que nos dejan ver, este residuo mal compuesto
que nos obligan a soportar.
–Esa realidad de la que
habla es imposible.
–Su realidad, de la que
presume o a la que se resigna, tampoco es gran cosa.
(Hay que admitir a todo
el mundo y curar todos sus dolores y las malas vivencias que hayan tenido. “Que
nadie sufra en casa de Zaratustra”, que nadie sufra en ninguna casa ni en
ninguna parte).
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