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Las señales circulares
…Miguel
escribe sobre una nueva forma de cabalgar y de viajar sin tantas señales,
reglas, códigos, vigilancias, advertencias, prohibiciones, limitaciones…
Señales circulares aparecen por todo el universo, estrellas, planetas, anillos
de Saturno, aureolas boreales y solares…
–De todas las señales
podemos seleccionar las que nos parezcan menos agresivas y angulares.
-Vale. Podemos elegir
las circulares. Pero hay que explicarlas o comentarlas de alguna manera.
–De acuerdo.
El viaje era largo y
querían estar muy bien juntos, hablando y sonriendo, mientras llegaban a su
destino.
-“¡Prohibido adelantar!”,
dijo ella.
–La pasión es lo que
tiene, quieren prohibirla y controlarla, pero saben de sobra que es imposible,
que lo propio de los seres verdaderamente humanos es superar todos los límites,
dijo él. Y ahora te toca explicarte a ti.
-De acuerdo.
–“¡Prohibido circular a
más de 100 km/h!”, dijo él.
-Intentar poner límites
a la vida, al entusiasmo, a la aventura, al deseo y al amor es tiempo perdido,
decirle al pensamiento embriagado que se esté quieto y ordenado es muy poco
realista, contestó ella. Te toca.
–Muy bien. Estoy
preparado.
-“¡Prohibido girar a la
izquierda!”
–En realidad entre
todos los giros y vueltas y revueltas que da la vida es inútil prohibir nada.
Nos toca lo que nos toca (y todo lo posible acaba sucediéndole a algún ser
humano en algún momento) y, si la fortuna nos sonríe, entonces solo cabe
agradecerles a todos los dioses, a todos los humanos y a todos los seres la
oportunidad que nos han dado. Contestó él.
-Puede servir, comentó
ella con su sonrisa irónica.
–“¡Prohibido girar a la
derecha!”, amenazó él.
-Podría repetir lo que
has dicho y añadir que nuestras preferencias son globales y absolutas, no hay
izquierda ni derecha, ni arriba ni abajo, ni delante ni atrás, somos juntos, todos,
a la vez, al mismo tiempo, ¡qué suerte tenemos!, exclamó ella.
–Me gusta.
-Ahora me toca a mí,
dijo ella: ¡“Prohibido estacionar y detenerse”!
–Está prohibido
detenerse en la vida, la existencia continúa, la vida sigue, el tiempo nos ha
unido y no vamos a aparcar ni a frenar ni a reducirnos a estatuas, dijo él con
una sonrisa pícara.
-Aceptado, si hemos de
ser esculturas seremos como los móviles de Calder, dijo ella.
–¡“Dirección prohibida”!,
dijo él.
-No hay nada prohibido
para los que están vivos, para los que quieren ir más lejos, para los que se aman
y se quieren y se desean y se necesitan, entre ellos reina la confianza
absoluta, la bondad total, el cuidado, la atención y el cariño. Y el camino
abierto a todos los experimentos del gozo más alegre y feliz, contestó ella.
–Eso suena muy bien,
dijo él y, mientras conducía, le besó la mano. Te toca.
-“¡Prohibida la
circulación a las bicicletas!”, dijo ella.
–Que cada uno circule,
viaje, se mueva y viva a la velocidad que quiera, que no moleste a nadie y que
no lo molesten. Vivir así, en tolerancia y armonía y con una libertad
creciente, respondió él.
-Perfecto. Me toca. ¡“Prohibido
dar media vuelta”!
–No regresaremos al
punto de partida, no nos arrepentiremos de lo hecho, así está bien, así lo
queremos.
(Y todas las señales
circulares de tráfico del mundo se hicieron más grandes, perdieron su contenido
interior y su soporte, se vaciaron y conservaron solamente su corona circular,
ingrávida, amarilla).
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El crecimiento del Amarillo
…Lorca
habla desde su experiencia con la luz que se desprende de los jacintos y de
todas las flores, del nacimiento de los mejores colores, del amarillo siempre
alejado del violeta más morado y del advenimiento de colores extraterrestres y
extracelestes.
El día que se inventó
el color rojo se hicieron fiestas en todos los continentes, los humanos estaban
ansiosos y querían apasionarse con sentido.
Ya el descubrimiento
del azul y del verde habían sido festividades que se celebraron como Día del
Cielo y Día de la Primavera en todo el planeta.
El blanco también fue
celebrado con hermosas fiestas y permitió que todos encontrasen en su interior
motivos y luz para su alegría.
La aparición de los
otros colores había sido motivo de risa y entusiasmo gozoso, pero todo había
sido como una sombra porque cuando se creó el amarillo el mundo estalló en
éxtasis, cantos exaltados y gozos tan superlativos que todavía hoy, quinientos
años después, se sigue recordando como uno de los momentos más mágicos de la
Historia de la Humanidad.
Podemos estar
agradecidos, las estrellas brillan, el Sol nos ilumina y en algunas personas
muy especiales una luz mística hace que resplandezcan sus cabellos con colores,
auras y armonías nunca usados. Cuando eso ocurre hay que rendirse a la
evidencia, todos los coros se vuelven celestiales y hasta los días normales se
hacen de oro y se escriben con luz de mimosas y aleluyas.
El día que nació el
amarillo más dorado nadie podía creérselo, por eso seguimos sorprendidos,
admirados, esperando que de su inteligencia se desprendan más palabras doradas
o al menos estrellas cantarinas.
Por eso, si iluminas la
niebla se incendiará la atmósfera, si enciendes la atmósfera se alumbrará el
cielo, si brilla el cielo el sol superará su condición de estrella y millones
de estrellas fugaces generarán un nuevo amarillo.
(El color de una
sonrisa es el de una esfera alegre de radio infinito, de diámetro inconstante y
de caprichos incontenibles).
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El tiempo sin años, sin
tratamiento.
…Miguel
sí se atrevería a escribir sobre la necesidad de salir y de vivir aventuras
fuera de la inercia diaria. Pasa el tiempo y todos los archivos se llenan de
polvo, de humildad y de olvido.
El lunes se escondió
casi al final de la semana y enero no quiso empezar un año que no era nuevo.
Sin ese año el siglo
quedó desconectado de la historia y el tiempo, a la deriva, por fin les
concedió la libertad que perseguían y tanto deseaban.
–¡Feliz año!, gritaban.
–¡Feliz año!, gritaban
todos antes.
–¡Felices sin años!,
cantaban ahora.
La vida sonrió a su
lado.
Desde siempre había
sido tan bella, tan sensible, tan vital y tan alegre que casi nadie entendía
sus desafíos.
Ahora, sin tiempo, es
decir, con todo el tiempo del mundo, podían permitirse el lujo de ser felices y
decírselo a todos.
–¡Sonreíd!
–¡Estamos vivos!
–¡Seamos valientes y
dejemos que asciendan y se enciendan nuestros corazones!
Nunca más hubo martes
ni jueves ni domingos, dejaron de imprimirse los calendarios, no se usaron los
cronómetros ni los relojes de cuarzo y de tiempo radiactivo.
En un descuido de
Cronos el tiempo se había desvanecido y ahora, como por encanto, todos los
seres eran divinos, eternos, infinitos, ingrávidos y volátiles.
Nunca más hubo febreros
ni otoños, nunca más vejez ni dolor ni injusticia, nunca más infelicidad entre
los sueños dorados.
En un descuido de los
poderosos la felicidad se repartió con justicia entre todos los seres humanos y
los fabricantes de tiempo y de ansiedad se quedaron vacíos, ya no pudieron
seguir distribuyendo actualidades, noticias, urgencias ni letargos.
Los años no volvieron a
cumplirse ni a pasar en vano, la vida se negaba a marchitarse y la belleza de
su sonrisa generaba el alma en todo, hasta en los corazones más oxidados.
(A un niño que juega el
tiempo no le afecta. Al tiempo que juega no le faltan los niños).
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La Inspección de los
Asuntos Celestiales y Celestes
…Escriben Lorca y Marcela sobre la hipotética
conversación entre Federico y Miguel acerca de la piedad, la delicadeza, la
compasión, la amabilidad… con la que todos deberíamos tratarnos.
Federico, máxima
autoridad de Instituciones Celestiales, ha llegado para supervisar este Cielo y
este Paraíso. Todos los dioses están nerviosos y, hasta Dios, Buda, Zeus y
Júpiter, parecen inseguros. Lo recibe Miguel, encargado de las Relaciones
Exteriores.
–Federico: Por lo que
he leído y visto pienso que su Paraíso Celestial no acaba de convencerme del
todo.
-Miguel: ¿Qué es lo que
no le convence?
–F: Todo este Paraíso
parece una pura evasión de la realidad, una huida, una vía de escape inmadura
que no resuelve los problemas y las condiciones materiales de la existencia de
los seres humanos concretos.
-M: Habla de la
realidad y la realidad es todo, también este Cielo.
–Lo que pretenden es
vivir lejos del mundo que nos afecta.
-La realidad incluye desde
un Stradivarius hasta un violín de hojalata, desde Wittgenstein hasta el
cotilleo más vulgar de un individuo masificado.
–Sí, todo es realidad,
pero aquí parece que os habéis quedado con la mejor parte, que habéis
seleccionado lo mejor para vosotros.
-No lo hemos
pretendido, pero es posible que desde fuera podamos parecer otra cosa.
–Sí, un club selecto de
señoritos intelectuales hipersensibles que carecen de problemas materiales.
-¿Es lo que parecemos?
–En efecto, es lo que
parecéis. Este Cielo en la cúspide del Bienestar y de la Belleza suprema, aquí
habéis concentrado todas las virtudes, ventajas y gozos y a los demás los
dejáis perdidos por el camino. Vuestro cielo no es más que otra compensación ilusoria
de una sociedad opresiva.
-Cada ser ha de
recorrer su itinerario y ha de llegar hasta donde su ímpetu y energía le lleve.
–Alguna responsabilidad
tendréis si quedan fuera la mayoría.
-Es posible, pero no es
nuestra intención.
–Por lo que veo el
Cielo también está lleno de buenas intenciones.
-Eso suena muy irónico.
– Llegar hasta donde
parece que estáis vosotros también es muy duro.
-Difícil, más que duro.
–Dejémoslo en que es o
en que lo ponéis difícil.
-Es una ascensión y no
todo el mundo sabe, quiere y puede ascender a una gran montaña.
–Sobre todo cuando se
necesita ocio, tiempo, cultura, preparación, dinero y medios materiales para
conseguirlo.
-Nos está acusando de
elitismo y no es eso lo que pretendemos.
–Este Cielo, como todos
los anteriores, tal vez contenga en su interior las mejores pretensiones y
esperanzas para la Humanidad, pero se han colocado tan lejos de su alcance que
la mayoría no podrán jamás más que soñar con un lugar así. Es más, este Mundo
Celeste que habéis imaginado es posible que solo sea un sueño.
-No es un sueño, es
real, está escrito palabra a palabra.
–Es una quimera, una
utopía irrealizable.
-¿Y qué tienen de malo
las utopías?
–Nada, siempre que
logren llevar justicia, dignidad y bienestar (educación, sanidad, pensiones,
cuidados…) a todos los habitantes.
-Nadie pretende otra
cosa.
–Sí, suena bien, pero
os habéis alejado tanto del mundo real que ya no os reconocen, que ya no podéis
conseguir nada para el mundo de abajo, estando como estáis situados siempre en
vuestro selecto Mundo de Arriba.
-No nos creemos
superiores.
–Pero parece que lo
sois de hecho y que no queréis compartirlo.
-Todo el que llegue
hasta aquí tiene las puertas abiertas, de hecho no hay puertas.
–No hay puertas porque
no las necesitáis, porque os habéis separado tanto que ya nadie puede llegar
hasta aquí, es más, casi nadie sabría llegar aunque lo intentase.
-La senda no es fácil,
pero está abierta para todos, lo indica bien Italo Calvino al final de Las ciudades invisibles: “es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber
reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar,
y darle espacio.”
–¿Este es el espacio sin
infierno?
-Debería ser así.
–¿No es un poco soberbio
creerse libres del infierno, de las tentaciones, de las caídas, del mundo de
abajo?
-Pretendemos que sea así, un espacio y un tiempo libres del infierno, otra
cosa es que lo consigamos.
–Os lo diré: no lo habéis conseguido. Habéis trasladado vuestro domicilio
al último piso de este rascacielos metafísico de millones de pisos y así os
creéis libres de la Tierra, entre otras cosas porque una niebla os impide ver
el infierno del que os habéis alejado.
-Nosotros no podemos arreglar el mundo.
–Vosotros lo estáis despreciando y estropeando desde el mismo momento
en que decidisteis alejaros.
-Solo queríamos algo de silencio, de paz, de belleza…
–¿Qué clase de Dioses y de Cielos son estos que no sirven para solucionar
nada?, ¿acaso vuestros dioses están dormidos, en silencio, avergonzados de su
incompetencia, amnésicos?
-Los dioses hacen lo que pueden, no se les puede exigir más.
–Entonces son humanos, todos los seres hacen lo que pueden, de unos dioses
se espera algo más, se espera todo.
-Tal vez los humanos sean dioses que viven en los pisos de abajo.
–Y los Dioses serían los propietarios de las inmensas torres rascacielos
que habitan los pisos superiores rodeados de infinitas comodidades.
-Dicho así suena bastante duro.
–¿Cómo se podría expresar de otra forma?
-Diciendo que los Dioses han llegado hasta aquí sin quitarles nada a nadie,
con su esfuerzo, con su habilidad para la ascensión, con su vocación para
levitar y su amor por la ingravidez, que siguen ascendiendo y que a nadie le
cortan las alas ni le ponen pesos en su espalda para someterlos a los tormentos
de Sísifo.
–Contado así hasta parecen inocentes.
-Al menos no son culpables, son como Dédalo, el padre de Ícaro, y saben
volar.
–Lleguemos al menos a un acuerdo, generemos al menos a Sisícaro y a los
sisícaros, humanos con la tentación de volar y de aspirar a la esencia de la
nieve, una nieve pura que no congele a nadie y que ayude a cada uno en la
búsqueda y limpieza de su interior.
-Ese es el camino y es transitable.
–En cualquier caso me seguís pareciendo un grupo de exquisitos elitistas
que, en el fondo y en la forma, desprecian todo lo que aparentemente han
superado.
-Es posible que lo parezcamos, pero no es así. Hemos elegido esta opción,
nada más.
–Pero no es una opción cualquiera, no es pura curiosidad intelectual por el
espacio, por recorrer desiertos, montañas y valles.
–Hasta aquí hemos llegado, no somos ni mejores ni peores que vosotros.
(Los mejores dioses ordenan la Biblioteca, hay otros que se encargan del
préstamo de libros, otros los leen y entienden lo que pueden, ninguno hasta
ahora se ha encargado de hacerla al gusto de todos).
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La luz, entre otros prodigios, se regalaba cada mañana, cada día, en cada
mirada
…Prosiguen Federico y Lou Andreas Salomé escribiendo
sobre ese Dios que no pudo soportar no ser.
No estamos hablando del lujo amarillo ni del oro del sol más elevado,
tampoco del resplandor de las estrellas que nacen desde algunas miradas
extasiadas, nunca confundidas.
No. No nos referimos al aura de los santos ni a los anillos de luz que nos
iluminan a veces. No.
Solo hablamos del milagro de la luz porque, aunque sea insuficiente, hace
lo que puede para no enterrarnos en la oscuridad.
Lo que hace la luz es casi igual que lo que realiza una persona que cuida y
mantiene su casa vieja y observa que el deterioro y el desorden avanzan más que
sus cuidados, arreglos y restauraciones.
Lo que hace esa persona es casi lo mismo que hacen las diosas y los dioses,
tampoco se ven capaces de mantener el orden y la armonía del universo, y
observan asombrados -como si no pudieran hacer nada- que la entropía y el caos
se apoderan de los acontecimientos más nimios y de las actividades más
triviales.
El desorden aumenta. ¡Tan difícil habría sido crear la materia de ser
espiritual y el espíritu de materia celeste!
Pero Dios (y los dioses) no es más que un mal guionista y una buena
metáfora, una figura literaria demasiadas veces repetida. Sobre todo cuando se
empeña en tener razón en todo y placer en nada.
(Hay dioses que parece que han llegado hasta ahí porque les ha tocado la
lotería celeste, no parecen tener más mérito que ser hijos de otros dioses o
pertenecer a alguna familia divina. Esa ventaja parece bastante injusta, sobre
todo si consideramos que hay bellezas sublimes que no les pertenecen).
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