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Primer nudo (aunque
llamarlo nudo es una forma de hablar, nudos hay muchos y complicaciones y
contradicciones).
Primer informe del
vigilante
De
todos los humanos que ingresan en la Academia se han realizado informes previos
secretos para garantizar que es oportuna su admisión. Este, el informe que redacta Miguel para Federico y que ahora toma
forma del juez Sierra, que podría ser un dios inofensivo, es uno de los pocos que se conservan.
Cuando me encargaron
vigilar al ciudadano X no sabía las complicaciones que este hecho llevaría a mi
vida, hasta entonces ordenada, tranquila y solitaria. El encargo me llegó un
miércoles cuando el Juez Supremo de Evaluación Personal consideró que era el
momento propicio de elaborar un informe de seguimiento lo más definitivo
posible sobre el sospechoso.
El Juez Sierra me llamó
a su despacho y allí acudí puntual.
–Miguel, se va a
encargar de elaborar un informe lo más completo y exhaustivo posible del
ciudadano X, me dijo. Tenemos indicios de que puede convertirse en un peligro
para sí mismo y para los demás.
–¿Puede preguntarle qué
es lo que le ha llevado a esta idea?
–Sí, por supuesto.
Llevamos muchos años vigilándolo y es uno de los pocos sujetos que, pareciendo
inofensivo, contiene en sí mismo tal cantidad de frustraciones e incomodidades
que podría trastocar muchas relaciones y vínculos estables que consideramos que
deben permanecer así por el bien de todos.
–¿Ha cometido algún
delito?
–No. Todavía está en la
fase teórica. Piensa y escribe, dibuja y pinta, compone música, hace
esculturas, sube a las montañas, pasea y camina, lee mucho y sigue aumentando
su insatisfacción.
–Bien, lo vigilaré y le
tendré informado.
–Quiero un informe
semanal, me lo entregará cada viernes a última hora.
–Aquí lo tendrá.
(Espiar a alguien parece muy divertido. Sobre todo
si ese alguien esconde algún enigma).
Primer informe
...Sigue
escribiendo Miguel.
El sujeto que se me ha
ordenado seguir y vigilar está a punto de entender la realidad que lo rodea.
Todo parece que funciona a su alrededor, pero él no está o no es feliz, se
siente solo y todo indica que necesita compañía humana, seguramente para
esconder o disimular su soledad con otras presencias.
Se siente incómodo,
como si estuviera molestando, como si fuera inoportuno en todo o fuese un
intruso a punto de ser descubierto. Cree que ha sido abandonado de la mano de
los dioses y de las diosas y, eso es lo peor, cree que eran dioses y que ahora
solo está consigo mismo. Y siente que es muy poca cosa en sí mismo comparado
con seres perfectos que quieren y pueden y saben ser felices. Ya se sabe. “Y
tan alta vida espero…” que la frustración está asegurada, el desencanto parece
inevitable, la desilusión a la vuelta de la esquina… y encima todo eso hay que
atreverse a vivirlo con auténtico entusiasmo.
Perdón, casi he pasado
a la primera persona sin darme cuenta, como si pudiera interpretar al ciudadano
que debo vigilar. Es posible que me esté identificando en exceso con él. Llega
una edad en la que es muy difícil mantener la emoción, la ilusión y el
entusiasmo intactos, en la que el escepticismo nos rodea, nos acecha y a veces
nos vence.
Él no lo sabe pero
lleva consigo una cámara con micrófono que nos permite conocer todo lo que mira
y escuchar todo lo que dice; así puedo ver lo que escribe y lo poco que les
dice a los demás sobre su estado.
No es fácil extraer
conclusiones sobre los actos de un sujeto tan heterodoxo. Ayer, por ejemplo,
escribió:
“No sé si el ajedrez es
un juego simplificador de la complejísima realidad exterior al tablero y a las
piezas o si es el lugar adecuado para comprender este traidor y multiplicado
mundo.
Tal vez represente
adecuadamente las luchas, las tensiones, el comienzo y el final de todas las
batallas, las estrategias, los niveles y hasta todas las irregularidades de la
realidad.
Quizás sea solo una
pobre representación, un pequeño simulacro que nos oculta otras verdades más
complejas todavía, la calma por debajo de las tensiones, la fuerza concentrada
incluso antes de mover la primera pieza, la paz antes y después de las
batallas, el final que habita en todos los comienzos, el principio que se abre
en todos los finales, las estrategias para emerger en la superficie del ser,
los miles de niveles de dificultad (incluso que el mismo juego pueda tener 80,
800, 8.000 o millones de casillas en cada lado y, por tanto, 16, 160, 1.600 o 16.000
millones de piezas más que en el juego limitado actual) y hasta la regularidad
fractal de todas las aparentes irregularidades.
Es posible que sea más
difícil todavía y que el juego de ajedrez nos esté ocultando que en una
verdadera realidad todas las piezas (desde las galaxias reinas a los reyes
cúmulos de estrellas, desde los planetas caballos a las montañas torres, desde
las personas alfiles a los virus, desde los átomos peones a los quarks y demás
partículas elementales…) se mueven simultáneamente y que, de hecho, sea imposible
llegar a tiempo a nada.
Y hasta es posible que
cada pieza de ajedrez esté jugando su propia partida en otra dimensión y que
solo al concluirla pueda moverse en este nivel que podemos observar”.
–¡Qué extrañas escenas
describes y qué extraños personajes son estos!, dice el Juez Sierra al terminar
de leer.
–Ya decía Platón que
son como nosotros, le contesté. Somos nosotros mismos extrañados ante las
rarezas del mundo, ante su insignificancia e impermanencia.
–Aunque así fuese,
nuestro deber es soportarlo, dijo el Juez.
–Sí, debemos hacerlo.
Es posible que nos quejásemos igualmente si el mundo fuese permanente, entonces
reclamaríamos cambios y novedades, dije.
–Sin duda.
–Claro que una cosa es
el cambio y otra la desintegración de casi todo.
–Incluso desintegrado
algún rastro dejaría, concluyó el Juez Sierra. Platón y Quevedo coinciden en el
mismo sitio.
–Es posible que de
alguna manera coincida todo, terminé diciendo.
–Está claro que el
Cielo también es muy complicado.
–Todos los informes son
provisionales, limitados e inexactos.
(El Cielo ya no es lo
que era cuando vivíamos en el Paraíso. Le pasa lo mismo que al tiempo, si no se
cuidan acaban inclinándose y desvaneciéndose).
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Indicios de una inteligencia superior a la humana
…El que escribe ahora no
es Miguel ni Federico, es Ludwig Wittgenstein en un arrebato místico. O Spinoza
o J. S. Bach o Heráclito.
Hablando sobre inteligencia artificial alguien escribe:
"cuando dos disciplinas discrepan en la estrategia, suma sus fuerzas;
sube un piso para mirar ambas desde una perspectiva en que ya no son
incompatibles, sino dos ángulos de la misma solución".
Spìnoza en su Ética demostrada según
el modo geométrico (Parte segunda. Proposición XXI) decía que la mente y el
cuerpo (idealismo, materialismo) son una y la misma cosa vistas desde posiciones,
perspectivas o puntos de vista diferentes.
Wittgenstein decía al final del Tractatus:
“6.54 Mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende las
reconoce al final como absurdas, cuando a través de ellas -sobre ellas- ha
salido fuera de ellas. (Tiene, por así decirlo, que arrojar la escalera después
de haber subido por ella.)”
Pero a qué más se puede referir y aplicar ese párrafo. Estaba pensando e
imaginando que podría aplicarse también a la difícil aventura de
la vida, a la sociable insociabilidad (Kant) que hace tan difícil la política y
la convivencia, a las relaciones entre padres e hijos, al orden y al desorden,
a lo que fluye y a lo que permanece...
Es posible que se refiera a lo inefable, a la poesía, a lo que sentimos y
todavía no ha encontrado palabras ni sentidos ni emociones para expresarse.
En cualquier caso, todos los que lleguen a la Alta Academia han debido
superar esta prueba de Wittgenstein del final del Tractatus, han tenido que
subir por la escalera y ya no han querido descender; han ascendido por la
escalera, a través de la escalera y ya no la necesitan para bajar, porque ya no
saben ni pueden ni quieren bajar.
Una vez que se comprenda esto y todo lo que hacían en sus tareas
artísticas, pueden tirar todos los andamios, ya no necesitarán escaleras, los
peldaños los habrán elevado.
Cualquiera que haya estudiado cualquier conjunto de proposiciones y las
haya entendido, reconocerá que son un sinsentido, pero las habrá usado como
escalones para subir más allá de ellas. Por así decirlo, ha debido tirar la
escalera después de haber subido, ha tenido que quemar las naves después de
haberse decidido, debe trascender esas montañas y esas alturas y entonces es
posible que llegue a ver el mundo de la manera adecuada o, al menos, de una
manera más elevada.
El lenguaje, como el Barón de Münchhausen, es capaz de ascender tirando de
sus mismas palabras, sin que nadie sepa bien a qué o a quién están sujetas o si
existe soporte, sustento, sujeción o cimiento alguno.
Lo que nos puede conducir a una nueva reformulación del mito de la caverna
según Platón-Wittgenstein:
1.1 El prisionero va superando el engaño de los sentidos, asciende por la
áspera y escarpada subida de la caverna platónica y llega a la contemplación de
la luz.
1.2 La persona va superando todos y cada uno de los peldaños, sube por la
escalera y llega a comprender de manera adecuada.
2.1 El prisionero llega a la parte más elevada de la cueva y sale al
exterior. La luz de la noche es un simulacro, todavía contiene una apariencia
luminosa y oculta algo superior.
2.2 La persona sube todos los peldaños, se desprende de la escalera, pero
el lenguaje todavía contiene pesadez, ambigüedad y obscuridad. Sigue ocultando
algún sentido.
3.1 Superada la luz, aceptando las sombras, las noches y las tinieblas, se
accede al espacio.
3.2 Superando el lenguaje lógico, aceptando las ambigüedades, las
contradicciones y el absurdo, aparece lo místico y se accede a otro sentido.
4.1 La nueva simulación, la nueva apariencia, se ha de recorrer a la
velocidad de la luz, incluso superando esa velocidad, y se llega al tiempo.
4.2 El nuevo sentido se abre a todos los significados y se llega a la
aceptación del todo tan ilimitado como limitado.
5.1 El nuevo engaño hace suponer que el tiempo es algo, que pasa,
transcurre y sucede, desde ahí se accede a la risa serena y alegre, radiante,
solar, luminosa.
5.2 La nueva aceptación amplía el lenguaje hasta territorios inalcanzables
6.1 Fuera del lenguaje y muy cerca del silencio, en una sonrisa nueva
abierta a todos.
6.2 Y donde ya no hay preguntas se extiende ese no saber que sabe.
(Cuando se encuentre la última respuesta, alguien formulará la siguiente
pregunta. Cuando se descifre el misterio del tiempo, alguien estará encantado
de seguir siendo. Cuando la Belleza se muestre sin veladuras, el infinito
resplandecerá fuera del tiempo. Y así sucesivamente).
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LAS CIUDADES SUTILES. DINOLVIA
… Miguel encontró este ejercicio en el que, un
enfervorecido lector de Italo Calvino, le hace un homenaje. Pero parece más evidente
suponer que esto lo escribe Calvino, en otra versión de Las ciudades invisibles
e indistinguibles.
Si queréis creerme, bien. Si no, también. No importa. No soy un Dios celoso e intransigente. Ahora diré cómo me parece que era Dinolvia, ciudad de atenciones extraordinarias. Hay un vacío entre dos galaxias y la ciudad está situada en esa especie de no ser, colgada entre los dos mundos por cables de palabras olvidadas, promesas incumplidas y miradas todavía ilusionantes.
Uno camina por esa
especie de anillos de Saturno, intentando no poner los pies en los espacios
intermedios y sujetándose a las mayas de la apariencia; no viene mal llevar una
barra larga de equilibrios sintácticos y bastante práctica en el arte del
funambulismo más aéreo. Ni abajo ni arriba hay nada en millones y millones de kilómetros:
pasa alguna sonrisa y se adivina a lo lejos el fondo del tiempo.
Esta es la base y la
altura, el volumen y la consistencia de la ciudad: una red que sirve para
estar, no para ser, y -si hay algo de suerte- para sostenerse. Todo lo demás,
en vez de elevarse hacia abajo, colgar hacia arriba o crecer hacia lados
imposibles, simplemente flota, se evapora o desaparece.
Escalas de tiempo
desviado, círculos concéntricos ya excéntricos y extinguidos, casas con formas
de esferas achatadas, órbitas ilegítimas, horizontes de todos los colores,
azoteas como desiertos, depósitos de amor poco utilizados, armarios llenos y
repletos de recuerdos, ascensores que no llevan a ningún lugar más elevado, montacargas
de ingrávidas ligerezas que transportan aire a una atmósfera inexistente, lluvias
de pétalos dorados, triángulos inexactos, hexágonos que no encajan y trapecios inservibles,
anillas para jugar a los astrónomos, teleféricos para ascender al monte Olimpo,
lámparas invisibles, tiestos con plantas flotadoras, jaulas vacías porque los
colibríes están ya fuera volando.
Suspendida entre el ser y el no ser, la vida de los habitantes de Dinolvia es menos incierta que en otras ciudades. Saben que la resistencia de la realidad tiene un límite y que ya lo han sobrepasado hace mucho tiempo.
Los inciertos
habitantes de Dinolvia son casi siempre ignorados, aun siendo irreales saben y
sienten que son los más afortunados.
(Como
todas las ciudades, Dinolvia está en medio del olvido, de la naturaleza ya casi
ignorada, de los dioses desconocidos, de la ciencia que avanza, del arte que
imagina otros nudos, de la filosofía que piensa otras moradas).
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La realidad perdida
de un dios incipiente
…Realmente Miguel escribe todo esto para calmar las
pretensiones desorbitadas de Nietzsche que desea encontrar otros mundos
compatibles con su superabundancia de vida, valor y entusiasmo.
Se podría decir que desde
hace unos meses he perdido el contacto con la realidad. No, sería más exacto y mucho
mejor decir que he perdido un papel en el que había escrito qué era la realidad
para mí. Lo cierto es que tenía comprometido un debate con mi compañero Luis
Ignacio García González (Nacho), profesor de Física, sobre los límites de lo
real cuando nos aproximamos a los dominios de la mecánica cuántica (o cuéntica,
que diría Guillermo Cabrera Infante).
Recuerdo que mi
posición pretendía defender que todo es real, desde todos los universos posibles
y multiversos imaginables hasta los cúmulos de galaxias, desde las galaxias más
alejadas de nosotros hasta las estrellas, desde los planetas y satélites hasta
los asteroides, desde todos los seres vivos hasta la materia más inerte, desde
las sequoias hasta los virus y los átomos, desde los quarks a los bosones,
desde lo pensado a lo imaginado y soñado por cualquiera.
Todo sería entonces
real, hasta las mentiras, los delirios, las locuras, las apariencias y las
invenciones, los personajes literarios y las creaciones ilusionantes, todas las
posibilidades e hipótesis por extravagantes que parezcan, las utopías más
atractivas y los sueños más inverosímiles, incluso lo fantástico y más
imaginativo, porque todo existiría de algún modo y sería real de alguna manera,
a veces material, a veces ideal, mental, virtual, onírico, de ficción…
Sin duda se pueden
establecer distintos niveles de realidad, como han hecho magistralmente Karl
Popper y Gustavo Bueno; también Raimundo Lulio, Umberto Eco y Jorge Luis Borges
sabían clasificar con genial ironía a todos los seres más o menos reales. Nada
puedo añadir a lo establecido por mentes tan ilustres, solo reconocer que los
humanos necesitamos ordenar como sea todo este maremágnum que nos rodea, nos
sostiene y nos confunde. Y eso podemos hacerlo con mayor o menor inteligencia,
oportunidad y sentido del humor.
Pues bien, metido en
este trabajo, y una vez perdido el texto, tengo que reconocer la realidad de
todo, la realidad de ese texto escrito y perdido realmente y hasta la realidad dudosa
e indemostrable de los dioses, pues hasta los ateos han de conceder algún grado
de realidad mental, conceptual, semántica o significativa a ese término aunque
no crean ni consideren que exista realmente fuera de sus mentes (como bien
pensaba el famoso San Anselmo de Canterbury. Y cabe imaginar que su hipotética santidad
también sea real para los creyentes, ya que cuando se escribe y se lee y se
entiende todo eso debe estar de alguna manera en el entendimiento, en la mente,
en el cerebro, en las neuronas, en sinapsis químicas, en impulsos eléctricos,
en materia y energía, en…).
El lío es monumental
porque de alguna manera hay que organizar todo esto ya que no pensamos que sea
lo mismo un amigo real que uno imaginario, una persona fallecida que un
fantasma o un recuerdo, una montaña que un dinosaurio ya extinguido. Pero
clasificar es una tarea que casi siempre conduce al fracaso, siempre queda algo
fuera y algo que podría encajar en varias partes. Si se habla de dioses también
hay que admitir que hay personas divinas (como adjetivo grandilocuente), si se
habla de muerte hay sujetos capaces de afirmar que tal personaje es “divino de
la muerte”, seguramente con la intención de afirmar que son muy bellos y
atractivos, “divinos de la vida”. Por eso a mí clasificar me parece una tarea
tan arriesgada como divertida y tan dirigida al fracaso como cualquier otra.
Perder el paraíso es
triste, pero perder la realidad es más que patético y bochornoso. Cómo le dices
a alguien que no eres real, que no estás seguro de tu realidad, en qué situación
te coloca eso.
Todo es real, aunque
no todo nos afecte.
En cualquier caso, si fuéramos capaces de
hacer una clasificación de los seres al estilo de la Enciclopedia "Emporio
celestial de conocimientos benévolos" de Borges, es posible que pudiéramos
aproximarnos a una felicidad especial en la que podrían aparecer categorías
como estas:
a la a) pertenecerían los amigos y los
mejores amigos sonrientes, a la b) las montañas decididas y las más altas de la
Tierra y de Marte, a la c) los seres adormilados y los que alcanzan los sueños
más altos y extraños, la d) incluiría los alimentos bien cocinados y sabrosos,
a la e) las diosas, dioses y musas de la belleza, a la f) los seres
maravillosos, pero no efímeros, a la g) las nubes intranquilas y despiertas, la
h) se referiría sin duda a la vida que quiere ser hermosa, la i) tiene que ver
con la felicidad de los árboles, en la j) estaría la multiplicación hasta el
infinito de la alegría, en la k) entrarían los seres extremadamente delicados,
en la l) los que desde el principio quieren ser diferentes y extranjeros, la m)
sería para los que llegan de pronto y se asombran, a la n) los que al nacer ya
son sensibles y perfectos, a la ñ) los que respiran el preludio del aire que
hay que alcanzar, a la o) los que saben mirar y no sólo tienen ojos y manos, a
la p) los cariños infantiles casi ya abandonados... y así sucesivamente.
Si un día encuentras algo más real que un
libro, si lo abres y lo lees y te descubres a ti mismo leyendo, si el bucle es
infinito y el autor un genio de las complicaciones, si la vida se hace bella y
más bella, hasta el estremecimiento, si…
Si hasta ti llega un día esa marea de
gracia plena, agradece lo que te ha pasado, lo que te ha llegado como el mejor
presente, lo que será la ilusión de tu futuro. No dejes que esta realidad sea
una dictadura.
No hay tantos puentes invisibles que
lleven tan lejos.
(Si llegas a Shangri-La ampliarás
tus nociones de lo que es la realidad y es posibles que te sorprenda su
despliegue de posibilidades y encuentros).
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Aquella eternidad tan
breve no quería prolongarse
…Nietzsche escribe este deseo para insistir en que
nadie debería sufrir en casa de Zaratustra.
También podría ser Wislawa Szymborska, porque es
cierto que: "Y al final dejé de saber/ qué era lo que tanto buscaba”.
Las partes más
inocentes de este mundo siempre lo estaban celebrando: las flores que descubrían
nuevos colores, los árboles sobrenaturales, las montañas sin teleféricos, las
nubes imaginarias, las mariposas que huían del ruido, los niños que se
despertaban riendo, algunos poetas risueños y serenos, las manzanas sin discordia,
la nieve inmaculada, esos animales que viven de la alegría…
Y ahí, como flotando,
el Sol nos iluminaba y volvían a crecer los días y aumentaba la luz.
En un mundo así
debería ser posible la amistad necesaria.
(La nieve más
inocente comunica su inocencia de una forma aproximada. Se necesitaría todo un
Heráclito para descifrarla).
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