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martes, 18 de octubre de 2011

La superficie de las nubes-11

9. EL JOVEN GEÓGRAFO

“Si yo soy amigo del mar y de todo cuanto es de especie marina, y cuando más amigo suyo soy es cuando, colérico, él me contradice:
Si en mí hay aquel placer indagador que empuja las velas hacia lo no descubierto, si en mi placer hay un placer de navegante:
Si alguna vez mi júbilo gritó: La costa ha desaparecido, ahora ha caído mi última cadena.” (Nietzsche: Así habló Zaratustra)

“El océano es una máquina de Türing, la arena es la cinta; el agua lee las marcas escritas en la arena, en ocasiones las borra y en ocasiones graba marcas nuevas por medio de pequeñas corrientes que son a su vez resultado de las marcas ... Con el tiempo el océano las borra, pero en ese proceso su estado ha cambiado, la estructura de sus remolinos ha quedado alterada.”
(Neal Stephenson: “Criptonomicon II. El código Pontifex”)

El desierto también es una máquina de Türing, la arena y las dunas son la cinta; el viento lee las marcas escritas en la arena, en ocasiones las borra y en ocasiones graba marcas nuevas por medio de ráfagas que son a su vez resultado de las marcas ... Con el tiempo el desierto las borra, pero en ese proceso su estado ha cambiado, la estructura de sus dunas ha quedado alterada.
El joven geógrafo pensaba que debería situarse lo más cerca posible del borde de la perfección, navegante terrestre, cartógrafo de sueños y de quimeras, viajero incansable por todas las imprudentes alegorías sobre lo que nos mueve y nos conmueve, escribió este mensaje como parte del proceso de terapia ocupacional que necesitó seguir para liberarse de los pesados yugos—papeles—boletines burocráticos. Después de todo lo más importante siempre aparece un poco tarde y, a no ser por un milagro, apenas le da tiempo para salvarnos. Sea como sea su vida se dirigirá a los colores de la tarde, el otoño amarillo le ayudará a soportar su propio otoño y la naturaleza le seguirá dando una lección magistral tras otra de pintura y de escultura y de arte con mayúsculas.
Nunca se olvidaba del fragmento 61 de Heráclito, era su favorito, el que le indicaba su afinidad con la eterna ternura, la misma que parecía molestarle tanto a otras personas: "El agua del mar es la más pura y la más impura; para los peces es potable y beneficiosa; para los hombres funesta".
El joven geógrafo quiso ser innovador y hacer lo que creía que nadie había intentado hacer jamás. En el pasado todos los geógrafos y cartógrafos habían seguido la teoría de Heráclito, incluso la de Cratilo, del flujo universal, de que todo cambia y se mueve, y más que nada el mar, de que su superficie se transforma y no permanece y que, por tanto, no merecía la pena realizar, ni intentar siquiera, un plano de la superficie marina ni de la del desierto.
Nuestro joven geógrafo necesitaba un marco firme de referencia o un sistema, alguna verdad objetiva, alguna regla fija para guiar su conducta; necesitaba sentirse seguro y dar sentido a su existencia que él veía, sin razón, casi naufragada. Por eso le obsesionaba Heráclito y el mar, el desierto y el mar de dunas, el cielo y las nubes, y un fragmento de Heráclito que él parafraseaba, según el día, de mil maneras. Por ejemplo:
“La arena del desierto es la más pura y la más impura; para las dunas es beneficiosa; para los hombres a veces no.”
"El mar es el agua más pura y la más envenenada: para los peces es fuente de vida; para los geógrafos no es cartografiable y es causa de su desilusión, desencanto, desesperación y desengaño."
Pero el joven geógrafo se atrevió con ello, no sólo realizó una cartografía exacta de las olas, de las nubes y de las dunas siempre cambiantes (ya que olas, nubes y dunas compartían su misma esencia), porque si las dunas le parecían siempre fascinantes sabía que las olas eran todavía dunas más precisas y tan rápidas, tan líquidas y tan móviles como las esculturas móviles de Calder; también se atrevió a realizar las cartas de navegación del mar a la orilla de aquella playa, fijando el milenio, siglo, año, mes, semana, día, hora, minuto y segundo; también se atrevió a ponerle nombre a todos aquellos pequeños accidentes, nombres topográficos—oceanográficos y así cada cresta de cada ola, cada oscilación de cada corriente, cada rumor de una nueva marea, pasó a tener nombre propio, decisivo, eterno y definitivo al menos en aquel instante.
El primer mapa le quedó así:

Ola de las nubes en las dunas

Ola deshaciéndose ola del niño que juega con las olas

Ola de la niña que juega a vaciar el mar ola del aquí y del ahora

Oleada de la vida Ola del presente

Ola en retirada ola efímera

Ola que moja la arena ola del viento

Ola de los amigos contentos Ola de vanguardia

Ola en calma pequeña ola terminándose

Ola empujada ola que se acerca otra ola de la vida

Ola de espumas ola del amor platónico

Ola de repente ola llena de vida ola alegría

Ola de nadie

Ola de empuje ola de amor ola de fuerza

Ola de media altura ola que cambia y canta sin esfuerzo

Ola de mil elementos ola al viento

Ola de miel ola digna de ver ola de noche de luna

Ola azul marino ola que viene ola sin nombre

Ola con reflejos plateados

Ola del entusiasmo pleno

Ola reposada ola de altura

Ola ondulada ola delicada de Yves Tanguy

Ola de profundidad ola de matices verdes azulados

Ola de los batientes ola de agua entrelazada ola definitiva

Ola de algas diversas ola sabia ola que fue iceberg y hielo

Ola agradecida ola del aire que respira

Ola del eterno retorno de las olas

Ola lejana ola de fondo ola del horizonte

Ola que huye del Cabo de Hornos y desea la playa

Ola adivinada al final de la tarde cuando el sol no quiere dejar de mirarte

Cuando presentó su mapa-carta marina a su jefe, el geógrafo-cartógrafo-geómetra estricto, le contestó que todo aquello no era más que un desvarío, una quimera, poesía disparatada, mala literatura y, además, alejada de la ciencia. Lo que debería hacer es cartografiar playas rectas, ángulos de noventa grados en los acantilados, todo de hormigón y de acero inoxidable si era posible, y calculado sin margen para la espontaneidad poética y sentimental. Aquí estamos, le dijo, para ser objetivos, para trazar coordenadas, para calcular líneas de deriva, desviaciones y derivaciones y no para soñar despiertos.
El jefe en su obsesión, casi delirio, por normalizar, etiquetar, controlar, cuadrar y cuadricular, racionalizar, catalogar, medir y controlar, se le ocurrió que debería centrar su futuro trabajo en estructurar la forma de las nubes, para legalizar las que cumplan con todos los trámites; en diseñar en cuadrados y rectángulos las hojas de los árboles; en manejar los colores en sus mapas como en una carta de ajuste, todo cuadriculado, todo ajustado; en proporcionar horarios regulares a todo: a la misma hora la misma nube pasa por el mismo ángulo del cielo y la misma temperatura todo el día, sin brisas, vientos ni cambios; debería fijar la misma intensidad de luz todo el día, sin modificaciones tales como amaneceres o atardeceres que tan difíciles hacían la precisión y la exactitud en su trabajo. Debería procurar toda la uniformidad posible como si todos los alumnos del planeta del mismo nivel estudiasen la misma página del mismo libro de la misma asignatura a la misma hora en todas partes. Todas las diferencias deberían ser abolidas, sólo la homogeneidad, el control, la normalización y el cálculo, nos permitirían vivir en un mundo civilizado. Y, respecto a las olas, deberían ser paralelas, rectas, sin vacilaciones, horizontales, bien homologadas y nada de poesía, ¡números y sólo números!
El joven geógrafo salió del despacho de su jefe pensando que todo esto le parecía el relato de Borges "Del rigor en la ciencia". ¡Menuda empresa!, ¡menuda fábrica de gris uniformada! Lo recordaba perfectamente:
"En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él ..."
Después de escuchar los desvaríos de su jefe decidió que quería seguir siendo joven y geógrafo, joven como para atreverse a hacer lo que nadie había intentado antes (la pasión según el eterno oleaje y el continuo cambio de las dunas) y geógrafo para continuar con la tradición de los geógrafos rigurosos de Borges, pero de otra manera. Por eso volvió al mar, a la misma playa y allí volvió a trazar otro mapa o carta marina, para navegar por las sutiles diferencias de la apariencia del mar, para no marearse ante tantas profundidades.
Y así, con ese ánimo, trazó su segundo mapa:

Ola de las dunas de nubes de agua

Ola de los niños jugando

Ola que descansa

Ola del Olimpo ola de los dioses felices

Ola del aire inocente ola sin fuego

Ola que remueve la mente Ola que llega a la tierra

Ola del tiempo ilusionado ola que brilla

Ola de Heráclito

Ola del arco iris recién iluminado

Ola de los poetas siempre vivos ola de los enamorados

Ola no burocrática ola sin inquisiciones

Ola mística ola del sentido de lo humano ola de luz

Ola educada ola de la civilización tolerante

Ola feliz ola de Epicuro sonriente

Ola que recorre el mundo ola del sueño y del insomnio

Ola obscura y cálida ola acogedora

Ola individual pero no egoísta ola de la razón pura relajada

Ola del murmullo Ola del barco que se aleja

Ola del amor salvaje ola del espíritu puro ola de pasión en calma

Ola del mundo que se nos avecina ola de la creación plástica

Ola del aire perfumado ola unida a las demás olas

Ola del ensayo ola que acaricia astronomías

Ola de Alexander Calder Ola y adiós

Ola aristotélica ola del padre, de la madre, del hijo y de la hija

Ola de un cierto desorden ola en forma de gaviota feliz

Ola del estoicismo azul

Ola botánica que arrastra algas y murmullos ola del saludo

Ola enmarcada entre olas semejantes

Ola que flota en la ballena ola a la deriva ola del tercer Wittgenstein

ola de los cuentos infantiles ola del espíritu atrevido

ola de la fraternidad ola de la filosofía de la vida

ola del país de las maravillas

ola de una espiral inacabable

ola de los libros hermosos ola del sol rojo en el horizonte

ola que se sabe todas las olas, que se las sabe todas

ola del velero que es el aleph

ola de la luna entre las dunas escondida

Y así, un día tras otro, el joven geógrafo trabajaba, inventariaba, inventaba, creaba, descubría, adivinaba el perfil de los trazos de las ondas de los brillos de las curvas de las líneas de las olas de los mapas marinos que estaba trazando, siempre renovándose y siempre con sentido. “Así fue el mar, así será algún día, así era esa ola de la playa, así la vi y así la he visto y hoy la contemplo acercándose infinitamente, así es ahora, así será y seguiré trazándola. Ola será y siempre renovada. Duna será y tendrá sentido. Nube será, y siempre iluminada.”, pensaba.
Y dibujó, con infinito mimo y cuidado otro mapa de la playa:

Nube de nubes, nube de la duna de las olas

Ola niña de los niños la ola que se adelanta

Ola de nuestras horas ola de horas muertas, vivas de gozo

Ola de vientos ya calmados ola del ser todavía no pensado

Ola del viaje ola del merecido descanso

Ola del péndulo sin tiempo ola de Hoffstadter

Ola que nos acompaña a todas horas

Ola de los aves que se aproximan ola de Sócrates bañándose

Ola del amor que estudia anatomía

Ola del este y del oeste

Ola de los sueños que se cumplen ola en la buena dirección

Ola de las sonrisas alegres

Ola de los diccionarios delicados ola de las melancolías

Ola de los descubrimientos ola del susurro que acaricia los cuerpos

Ola que nunca tuvo que ver con un naufragio

Ola de los monumentos marinos

Ola de la ninfa que se baña desnuda en la playa, ahora perfecta

Ola, río, arroyo, marea, corriente y océano de Juan Sebastián Bach

Ola viajera y viajada ola tan superficial como profunda

Ola con mensaje ola demostrada al modo geométrico

Ola del poeta desconocido ola que nunca se olvida de su origen

Ola infinitamente dedicada a tu presencia, a tu figura, a tu mirada

Y leyó un fragmento de un libro:
"Nace de este tercer género de conocimiento el mayor contento posible del alma". Proposición XXVII. "...quien conoce las cosas según dicho género pasa a la suprema perfección humana y, por consiguiente (por la definición 2 de los afectos) resulta afectado por una alegría suprema."
Espinosa: "Ética demostrada según el modo geométrico"
Y así, día tras día, fue elaborando la mayor, mejor y más extraña colección de cartografía marina y desértica, un mapa cada día, trescientos sesenta y cinco días al año y ya llevaba cuarenta años haciéndolo, y siguió después de jubilado, ya oceanógrafo y oceanólogo, ya dunógrafo y dunólogo y dunósofo, ya mareólogo y mareógrafo, ya nubólogo y nubógrafo, todos los días, hasta el momento de su muerte en el que las olas se hicieron venecianas y su cuerpo trasladado por las olas del viento de las dunas en una góndola perfecta llegó desde Asturias a Venecia y desde allí al cielo de las olas, de las nubes y de las dunas, a las playas del cielo, a las olas y a las dunas del alma para siempre alegre e ilusionada, siguiendo en esto, y en todo, a su admirado Espinosa y llegó a comprender, con inmenso gozo, la necesidad de toda su dedicación al conocimiento.

Ola de la eternidad ola de la ausencia acompañada

Ola de nuevo ola que recuerda las dunas

Ola que recuerda que es nube que va al mar

Ola de las vacaciones en el inmenso Pacífico

Ola del presente ola del placer ola del himno a la alegría

Ola del alma eternamente rehaciéndose

Ola que baila todos los ritmos

Ola que visita todos los puntos cardinales

Ola que solo visita el presente cuando este es felizmente compartido

Ola que escapa del mapa de las olas

Ola del amor que no es desconocido

Ola de la Belleza en la inmensa ternura

Ola mimosa ola magnolia ola rododendro

Ola embarazada de alegría

Ola de la luna llena que es sonata del “Claro de luna”

Ola de Nietzsche embriagado de salud dichosa

Ola de amor siempre infinitamente exagerado ola del aire que no cesa

Ola del “Cinema Paradiso” ola del cielo que es alado

Ola de Ulises seducido por una sirena ola de Penélope

Ola de Sherezade ola de la vida curiosa

ola del amor placentero de las mil y dos noches

ola que nunca es maremoto ni destruye vidas ni alegrías

ola de nubes de arena de dunas de sal plateada

Sus hijos encontraron estos mapas; los demás, los miles y miles de mapas que había nombrado y dibujado con tanto mimo, los había depositado delicada y conscientemente en el mar y en el desierto, en la superficie de las olas, en la superficie de las nubes y en la superficie de las dunas, sus aliadas, poblándolas de nombres, llenándolas de vida, inundándolas de palabras con sentido.
Y el mar y las nubes y las dunas, con su acostumbrada elegancia y paciencia, fueron convirtiendo el papel, los colores y las tintas en átomos de arena embalsamada, en amor de arena, en arena de agua, en dunas besadas por las olas, en olas acariciadas por las dunas, en eternos mensajes de amor y de belleza, pero casi nada de esto se supo porque a casi nadie le interesaba.

(...
—Es un regalo curioso, sorprendente, maravilloso,... ¡muchas gracias!
—Sí, nubes, olas, dunas, palabras,...
—Atenciones, sonrisas, cariños,...
—Sí, más o menos.
—Dunas, nubes, viento, movimiento,...
—Amor, pasión, vida,...
—Sí.
—Impulsos creadores, optimismo irresistible, vida risueña,...
—Sentimientos, caricias, emociones, éxtasis,...
—Sí, debe ser eso.
—Lo mejor de la vida.
—Lo mejor de la existencia.
—Lo mejor de la música que nos impulsa a desear más arriba, más intenso y más alto.
—Lo mejor de la belleza, del placer y de la felicidad.
—¡Eso es vida!
—Sí, eso es la vida que deberíamos gozar todos.
—Y sin defraudar todo lo que la VIDA ha puesto en nosotros.
—Y sin traicionar nuestros principios éticos.
—Pero ningún principio ético debe ir contra la vida.
—Ya sabes que eso depende de lo que se entienda por “vida”.
—Pienso, creo y siento que la vida es lo que asciende, lo que tiene fuerza y atrevimiento, lo que nos empuja hacia arriba, lo que emerge, lo que se extiende como la alegría, lo que convoca todas las esperanzas, lo que no se detiene, lo que vibra de placer y de gozo, lo que no tiene miedo de la felicidad, lo que es joven y no se cansa ni se resigna, lo que conquista y distribuye energía y risa y ritmo entre todos y para todos, lo que no maltrata y se alegra de corazón con todas las buenas novedades, lo que agradece el mundo, la materia y el delirio, lo que es éxtasis y cumbre, lo que convierte la tierra en valle de alegrías, lo que recupera el cielo para todos los humanos, lo que genera diversión y regocijo, lo que es educación para el júbilo, lo que se diversifica en armonías, bellezas, deleites y superficies subyugantes, lo que es profundidad sana y contenta,...
—¡Vale, vale!, ya lo entiendo, ya sé de qué estás hablando.
—Pues menos mal que me paraste, porque ya no sabía seguir.
—Seguro que sabrías, es suficiente sentir para saber lo que es la vida.
—La vida es una diosa.
—No te fíes de las diosas. Recuerda lo que decía Esquilo en “Los persas”: “Del engaño de los dioses, ¿quién conseguirá escapar? ¿Quién con su pie ligero podrá huir de ellos en salto afortunado?”
—¿Quién querría escapar de los brazos de una diosa?
—Quien desee ser libre.
—Pero no quien desee mucho más ser feliz y dichoso, y vivir placenteramente.
—¿Aunque pierdas alguna libertad?
—La libertad necesita un para qué, un objetivo, una finalidad, ser libre sin más es sólo el comienzo, la condición para que se de la oportunidad, la decisión...)

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