20. EN DONDE PROSIGUE EL CURSO DE HEDONISMO UTÓPICO
“¡Y demos por perdido el día en que no hayamos bailado al menos una vez! ¡Y sea falsa para nosotros toda verdad en la que no haya habido una carcajada!”
(Así habló Zaratustra)
Si bien hasta ahora había quedado bien claro lo que era el Hedonismo y lo que significaba en el engrandecimiento—esplendor—felicidad—expansión—alegría—gozo—placer de la vida de los partidarios de este sistema filosófico, nos encontramos ahora con que un grupo mínimo de disidentes del GHL (Grupo Hedonista Local) quiere abandonar el Hedonismo por unos motivos y razones poco comprensibles y justificables para todos nosotros.
Lo primero que “queremos” dejar claro es que el GHL está constituido por todas las personas que lo “desean” y que “prefieren”, “eligen” y “deciden” libre y voluntariamente respetar los principios que nos mueven e inspiran; por eso no será inoportuno recordar “aquí y ahora” nuestros fundamentos, que revisamos casi cada día, que pensamos, recreamos y en los que nos deleitamos cada día, para después pasar a una discusión sobre el caso que hoy nos ocupa.
I. Todas las personas inteligentes y sensibles, y hasta las que no lo son, tienen el derecho y el deber de vivir buscando y encontrando el placer, el gozo, el disfrute, la alegría, la felicidad, la serenidad, la armonía, la buena disposición,... ya que son el Bien supremo de la vida, es decir, de la Belleza, de la Perfección y de la Verdad que reluce en nuestros asuntos terrenales. El deseo de placer como Sumo Bien no es, contra lo que algunos desean interpretar, una facultad inferior del deseo propia de los brutos, sino una facultad tan superior, racional e intelectual como la más elevada que podamos imaginar. Que los seres humanos vivan y mueran, si es que es inevitable, pero que sean felices. (Y que nadie desperdicie la vida, que nadie la abandone o la deje sin usar, que nadie se acobarde para utilizarla como mejor le convenga).
II. Los hedonistas no son inconscientes ni irracionales, ni locos ni exagerados, no son fanáticos de la razón ni del placer; simplemente eligen, después de profundas y largas meditaciones (?), según un cálculo feliz, el principio que consideran más afortunado, el que proporciona más y mayor felicidad—placer—alegría—gozo (tanto placeres materiales, físicos, sensibles y actuales, como espirituales, artísticos, culturales,...) a más personas y menos infelicidad—dolor—desgracia—sufrimiento a los seres humanos. (El placer hay que agradecerlo y compartirlo, porque nos complace, nos da satisfacción, diversión y entretenimiento, sin impedimento ni embarazo alguno).
III. El Hedonismo es, por tanto, pacifista, pacífico y antimilitarista, ¿cómo va a desear la guerra, el sufrimiento, el dolor, la destrucción y la desolación alguien que “quiere” para todos los seres humanos las mismas oportunidades de felicidad, placer y entusiasmo? (También es “placer”, según el Diccionario de la Real Academia Española: 1. Un banco de arena o piedra en el fondo del mar, llano y de bastante extensión; 2. Un arenal donde la corriente de las aguas depositó partículas de oro y 3. La pesquería de perlas en las costas de América. Es decir, una duna marina, una duna que es un tesoro y unas perlas.)
IV. El Hedonismo es, por tanto, humanista y se mueve para conseguir la libertad, la igualdad, la solidaridad, la justicia y la fraternidad para y entre todos los seres humanos. (Y mira que podría ser fácil, si quisiéramos).
V. El Hedonismo busca y practica la libertad con, por y para todos los seres humanos (como no podría ser de otra manera dado que intenta ser coherente con sus principios); libres, libres de ataduras, de compromisos, de contratos, de anillos y de normas, sin indicar con esto que no haya que respetar lo que se “quiera”, “ame”, “necesite” o se “desee” respetar. (Respetemos los deseos, respetemos la pasión).
VI. El Hedonismo cree, sostiene y vive de acuerdo al principio de igualdad entre los seres humanos y esto quiere decir que el hedonista no es fascista ni machista ni dictador, no es imperialista ni colonialista, no es egoísta ni acaparador, no es violento ni agresivo, no es clasista ni racista; por eso es tan generoso como desprendido, tan diplomático como dionisíaco, tan divertido como enigmático y simpático, tan elegante como embriagado y hasta tan delicado como exagerado. El hedonista trata a los demás como le gusta y le encanta que lo traten a él, como le gustaría y le encantaría ser tratado, con amabilidad, con placer y con encanto. (Espero haber conseguido algo de todo esto).
VII. El hedonismo no es egoísta, es partidario de la fraternidad universal y de la participación en los placeres (los mejores son los compartidos), del acercamiento de y entre los seres humanos, del amor (en todos sus sentidos), de la amistad (desde la más tímida a la más exagerada), de la camaradería (desde los buenos compañeros a los más fascinantes y divertidos crápulas), de la solidaridad, de las mejores ideas y sentimientos de la Historia de la Humanidad (“Amaos los unos a los otros”, en eso estamos). Faltar a la fraternidad es un grave pecado, por eso el Hedonismo es pacifista, pacífico y antimilitarista (III). (El Hedonismo dice: “Haz el amor y no la guerra”).
VIII. El Hedonismo no es el disfrute de todos los placeres sin medida, de cualquier manera y sin atender a las consecuencias. Al contrario, el hedonista goza y disfruta mucho más en los placeres merecidos, maduros, sensatos, convenientes y prudentes (sin despreciar los inmerecidos, los inmaduros, los insensatos, los inconvenientes y hasta los imprudentes; y si alguien disfruta ascendiendo el K—2, ¡que lo disfrute!, y si sufre un accidente o se muere, ¡feliz intento, feliz ascenso¡, ¿acaso hubiese sido más feliz en el sofá de su casa rumiando eternamente su insatisfacción?); disfruta con la medida y la proporción adecuadas, es decir, sin abandonarlo todo por la excitación placentera de la mente y de los sentidos (pero sin despreciarlos de ninguna manera, ¡benditos sean todos los sentidos y hasta bienaventurados!) y atendiendo a los modos y maneras, tanto naturales como refinados, que aseguren el placer sin desvirtuar ni pervertir la condición de seres humanos, y atendiendo a las consecuencias de los actos presentes, pasados y futuros (placeres actuales, recuerdos agradables y planes de futuro).
IX. Ningún hedonista “desea—quiere—procura” el mal, el dolor y el sufrimiento a otro, a ningún otro. (Y cuando digo a ningún otro me refiero a ningún otro). No es libertino en el sentido que podría tener en las obras del Marqués de Sade y del Barón de Masoch. El hedonismo es responsable. Desear algo es esperar con entusiasmo que sea alegre, gozar de algo es encontrarlo fascinantemente placentero.
X. “Un día sin risa es un día perdido”. Hay que bendecir el sano, divertido, diáfano, y resplandeciente buen humor, también la alegre y risueña amistad, la alegría confiada, el respeto a los placeres de los demás, la tolerancia infinita hacia todas las formas de vivir (no de morir), el cosmopolitismo sagrado. (Reírse hasta del comentario que dice: ¡total todo para un “segundo”!).
XI. Una vida sin alegría no merece la pena ser vivida. (Pero mejor una alegría superlativa —“mejor estar locos de felicidad”— la mejor, la que nos une y, lamentablemente, a veces nos separa).
XII. La felicidad es un don divino que nadie debería desperdiciar. (Que nadie caiga en la tentación de ser serio, de ser exclusivamente racional, de controlarse, de reprimirse, de bloquearse, de “renunciar a sí mismo”).
XIII. Tanto vive el hombre alegre como el hombre triste y hasta un día más. Seres divertidos, desenfadados, mordaces, alegres, excéntricos, a veces inmorales, a veces amorales, a veces frívolos, a veces nihilistas, pero siempre inteligentes y risueños. (Hay informes médicos que aseguran que hasta doce años más). Por eso los buenos amigos que ríen son una bendición.
XIV. Si alguien desea abandonar el Hedonismo al menos que lo haga por lo más alto, con nivel y con categoría, que salga por arriba, por el éxtasis, por la embriaguez, por el júbilo, por el placer superlativo, por el nirvana de los sentidos, por las anatomías excelentemente bien comparadas, por el orgasmo cósmico).
XV. Según Epicuro, los dioses son buenos y felices pero no se preocupan mucho por nosotros; por eso sabemos que los seres humanos también deben vivir y sentir como dioses, ser felices y vivir despreocupados del más allá, de la conciencia pequeño—burguesa, del súper yo o de las limitaciones impuestas por la sociedad al gesto heroico de disfrutar de la vida. Los humanos debemos, por así decirlo, ser buenos y felices y no preocuparnos por los dioses. De todos modos debemos aceptar el cielo de “arriba” y el cielo que vivimos en esta vida, que no está más abajo, aceptemos los dos cielos, o tres, o mil, o todos, o los que sean; aceptémoslos sin despreciar ninguno. ¡Bienvenidos sean todos los cielos! (¿Por qué tantos límites al placer y tan pocos a la rutina y al trabajo inhumano y a la explotación, al aburrimiento y a la falta de pasión y a la guerra y al fascismo diarios?)
XVI. Dice Groucho Marx: “Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros”; lo que quiere decir sin duda que todos los principios son buenos para obtener el goce, el placer, la alegría, la felicidad, el entusiasmo, la vitalidad, el éxtasis, pero que no deben emplearse nunca para lo contrario y que hasta se deben cambiar si es necesario para lograr tan buenos propósitos.
XVII. El Hedonismo es antiimperialista, lucha contra la injusticia, la explotación, la miseria y la pobreza; el mejor hedonismo es de izquierdas porque para un hedonista todos los seres humanos son hermanos en el deber de sonreír, de disfrutar y de ensanchar el sutil territorio de la felicidad y del placer absolutamente alegre, por eso es insoportable saber que todavía existen guerras, violencias, millones de refugiados,... (Por eso existen los “Payasos sin fronteras”, los “Amantes sin fronteras” —¡qué suerte!— y los “Hedonistas sin fronteras”).
XVIII. El mayor honor de un hedonista es descubrir, crear, inventar y experimentar nuevos usos de la felicidad, del placer generoso, del goce compartido, del agrado festivo, del bienestar galopante. Para los más geniales está reservada la máxima alegría: ser nombrados Hedonistas Mayores del Reino de la Felicidad en el país de las Dunas. (En los mapas suele aparecer por el Sur del Norte, ¿o era por el Norte del Sur?, ¡tendré que buscarlo!).
XIX. El Gran Hedonismo, como decía Nietzsche, es atreverse a decir “¡SÍ y adelante!”. “¿Esto es la vida?, repitámosla”. ¿Esto es vivir?, ¡vivamos! Si eres y estás bien acompañado la vida es ligera, vivaz, brillante, confiada, saltarina, danzante, pizpireta, pero también estudiosa y trabajadora, diplomada, licenciada y doctora en felicidad.
XX. “Sólo se vive una vez”. “Hay que probarlo todo” (sobre todo lo bueno, lo bello, lo verdadero, lo auténtico, lo generoso, los bombones). ¡Sólo se disfruta en el presente¡, ¡qué pena haber dejado pasar la oportunidad! (¡qué imbéciles!), ¡qué pena dejar el placer para el futuro!, (¿y qué ha hecho el futuro por nosotros?).
XXI. No confundir nunca la elegancia, la delicadeza y los buenos sentimientos de los hedonistas más refinados con la falta de decisión, de vitalidad, de entusiasmo o de alegría. (El que respeta tanto a los demás no es necesariamente tonto, espero).
XXII. Es necesario ser felices y alegres, si no lo hacemos mereceremos ser juzgados por incumplimiento de contrato, denegación de placeres humanos y por haber desilusionado al mundo que ha puesto en nosotros tantas ilusiones, complacencias y esperanzas. (Todos los padres quieren que sus hijos sean felices, me parece).
XXIII. El Hedonismo Superior es el humanismo de los seres más afortunados y gozosos. (Sobre todo de los que irradian el vértigo de la felicidad).
XXIV. Todo lo que atente contra el Hedonismo está contra la vida efervescente. Qué nunca tengamos que preguntarnos: ¿cuándo dejamos de vivir? (Por eso se debe respetar tanto el placer, por algo la evolución de la vida nos lo ha dejado, regalado y puesto tan cerca).
XXV. El Hedonismo es ecologista y protector de la Naturaleza, de toda la Naturaleza y de todos los seres naturales (a excepción de algunos virus y bacterias, del cáncer que produce la muerte precipitada, pero que, afortunadamente, no nos deja sin ganas de hablar).
XXVI. El Hedonismo es la forma felizmente radical de expresar los mejores deseos fosforescentes de la Humanidad. (¡Feliz día nuevo!, ¡Feliz semana nueva!, ¡Feliz mes y “mesario”!, ¡Feliz año nuevo y feliz aniversario!, ¡Feliz siglo nuevo!, ¡Feliz milenio!, ¡Feliz eternidad nueva!).
XXVII. El hedonista puede ser amorosamente fiel o infiel, si entendemos que la fidelidad y la lealtad se deben a un principio superior: que es mejor ser felices que desgraciados. Dejar de vivir sólo nos hace resentidos, pesarosos, enojosos, molestos, rencorosos, tristes y perversos; no podemos pasar el resto de la vida diciendo “si hubiera, si hubiéramos ...” y, si sale mal, tampoco vamos a arrojarnos arena ni a rasgarnos las vestiduras, no va a ser el crujir de dientes ni vamos a arrancarnos el pelo. Es mejor vivir lo posible que renunciar al alma de los besos. (No hay que renunciar a lo mejor).
XXVIII. El Hedonismo de Gran Nivel es Universal, como las mejores intenciones de las mejores Declaraciones Universales de los Derechos Humanos Hedonistas (tanto Derechos Hedonistas como humanos hedonistas, como hedonistas derechos,...).
XXIX. La muerte, la enfermedad, el dolor y el sufrimiento multiplicados (y aquí entran terremotos y maremotos y actos terroristas y guerras) son graves errores en la construcción—creación de la realidad mundana, pruebas constantes de la inexistencia de un dios bondadoso. Por eso el hedonismo valora, lucha y trabaja por un mundo mejor, por vencer a la muerte (por vivir más y mejor, y con más intensidad, para dar más vida a los años y más años a la vida, hasta conseguir la eterna juventud para el espíritu y el cuerpo entusiasmados), por eliminar toda enfermedad (más salud por y para todos para que realicen todos sus proyectos de alegría, placer y felicidad), por superar y evitar el dolor (bienvenidas las unidades médicas contra el dolor y las futuras unidades médicas para el placer) y por vivir sin sufrimientos (luchando contra todas las causas sicológicas, familiares, sociales, económicas, políticas, históricas, religiosas, filosóficas,... que provoquen algún tipo de sufrimiento que, siempre, es inútil).
XXX. La educación es la oportunidad de avanzar, desde la plastilina hasta Wittgenstein, por la maravillosa senda del placer, de la alegría y de la felicidad que nos proporcionan viajar y conocer, conversar, estudiar y leer, gozar del arte y disfrutar de la literatura, del cine, de la música, del teatro, de la pintura, de la escultura, de la danza, de la arquitectura, de la ciencia,... (de las dunas, de las montañas, de J. S. Bach y de los móviles de Calder).
XXXI. El hedonista es viajero y turista y caminante en el mejor de los sentidos, le gusta conocer, valorar, disfrutar, paladear, gozar cada una de las formas de placer que va descubriendo, ¡y nuestro planeta es tan generoso en formas, en sugerencias, en paisajes, en placeres, en sabores, en lecturas, en músicas, en fluorescencias, en vidas y en culturas! (¡Interesantísimo!)
XXXII. “No hay nada malo en mejorar, lo malo es creerse mejores”, decía Rousseau; no hay nada malo en disfrutar de la vida, lo malo es creerse con más derecho a disfrutar que los demás. (“Gocémonos, amado”, dice San Juan de la Cruz en el “Cántico Hedonista Espiritual”).
XXXIII. Todos los principios de la presente declaración deben ser interpretados siempre a favor de la alegría de la humanidad, “tanto en tu persona como en cualquier otra”, que diría Kant. (Siempre hay que darle una oportunidad a la alegría).
XXXIV.”Escribo para que me quieran más”, decía Gabriel García Márquez. Vivo para querer y para que me quieran, dice el hedonista. (Mejor no digo nada, que luego todo se sabe).
XXXV. “Lo máximo que se puede sacar –obtener y conseguir— sea de lo que sea, es alegría”, dice Fernando Savater en su “Ética para Amador”. Amador, el que ama. (Alegría, uno de los mejores nombres).
XXXVI. “Es un capitalista puritano y yo siempre he sido un socialista voluptuoso”, de la película “Las invasiones bárbaras”. (El socialismo alegre y voluptuoso, concupiscente y festivo también es hedonismo).
XXXVII. Todos los placeres deben distribuirse entre todos, para que lleguen a todos los sentidos, para que se disfrute de todas las riquezas, para que se desarrollen todas las habilidades humanas y divinas, para que sean posibles todas las amistades, para que todos sean reconocidos, para que existan en todos la compasión, la benevolencia, la inteligencia, la generosidad, la memoria, el altruismo, la imaginación, la belleza, la voluntad, el arte, la esperanza y todas las cosas positivas y espléndidas para la humanidad. (Y distribuir bien el amor, la pasión, el cariño, la ternura, la piedad ...).
XXXVIII. Podemos ir y estar “más allá del bien y del mal”, pero no más allá del placer, de la alegría, de la felicidad, de la euforia del gozo, de la risa esperanzadora. (Y quedarnos allí, es decir, aquí).
XXXIX. O, como decía Catulo: “Vivamos, querida .., y amémonos,/ y las habladurías de los viejos puritanos/ nos importen todas un bledo./ Los soles pueden salir y ponerse:/ nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera vida,/ tendremos que dormir una noche sin fin./ Dame mil besos, después cien,/ luego otros mil, luego otros cien,/ después hasta dos mil, después otra vez cien;/ luego, cuando lleguemos a muchos miles,/ perderemos la cuenta para ignorarla/ y para que ningún malvado pueda dañarnos,/ cuando se entere del total de nuestros besos.” (Amémonos, vivamos, démonos millones de besos y, esto es seguro, el mundo sólo mejorará por ello.)
XL. ¡Háganse el placer, la sonrisa, la alegría y la felicidad!, ¡cúmplase el hedonismo desde el cuerpo placentero hasta la mística más gozosa!, ¡hasta conseguir la alegría sagrada, resplandeciente para todos!
XLI. El hedonismo utópico también se tiñe de espiritualidad laica y es el deseo de que todos los seres, humanos y no humanos, encuentren la felicidad y las causas de la felicidad, y que sean eternamente felices. En este sentido el budismo también es un hedonismo elevado de gran estilo, sonriente y pacífico, que practica la dulzura y la benevolencia; en este mismo sentido el hedonismo no es sólo el nirvana como placer egoísta indiferente a todo, una preocupación exclusiva por el propio placer, sino como compasión y amor infinitos hacia todos los seres.
XLII. El hedonismo no es un apego pueril y egocéntrico a la fascinación que nos producen las pasiones exaltantes, los placeres hirvientes, los bienes superlativos, es un apego superior que, sin renunciar a la superficie, espera alcanzar las máximas alturas de los Cielos . Se puede desear ardientemente y estar libre a la vez de ese deseo, disfrutar de la belleza sin ser una marioneta emocional manejada exclusivamente por las pasiones. Por eso debe existir una educación hedonista, para luchar contra la ignorancia y la superstición puritana de que la represión siempre es superior, para llegar a ser mejor persona, para curar mediante la sonrisa.
XLIII. Incluso un amor, un deseo, una vida, que no espera recibir tanto como da o como cree que da.
XLIV. Alegrarse de la felicidad de los demás, alegrarse con la felicidad de todos. Nadie se equivoca cuando sonríe, nadie se confunde cuando se ríe.
XLV. El hedonismo exige amplitud de espíritu, magnanimidad, no necesita mucha tecnología.
XLVI. Se puede y se debe hacer poesía después de Auschwitz, se debe y se puede ser hedonista después de todos los Auschwitz. Los placeres y los goces espirituales, mentales, sensuales, físicos,... superan el sufrimiento inhumano.
XLVII. La naturaleza de la vida es esencialmente perfecta, aunque la vida no quiere ser mortal ni efímera ni alejarse del deseo de perfección.
XLVIII. Deberíamos vivir en una eterna “guerra de convites”, en una dulce competición de agrados y de regalos, de presentes y de fascinaciones, deberíamos vivir en una interminable disputa de bondades, bienes, bellezas y verdades.
Una vez expuestos, algo actualizados, nuestros fundamentos, podemos pasar a discutir el caso que nos ocupa y que no es otro que el de un grupo de disidentes que pretende abandonarnos. Hablamos con su representante:
—No sé cómo empezar, porque tampoco estoy seguro de que quiera o deba convencer a nadie para que haga lo que pueda, lo que quiera o lo que deba.
—Es difícil decir algo, ahora, en este momento.
—Voy a leer una frase de F. Savater que dice “Uno deja de ser libre cuando no se atreve a hacer lo que quisiera por miedo a las consecuencias.” Este puede ser el primer argumento, yo no quiero dejar de ser libre, ¡quiero ser libre! Y no le tengo miedo a las consecuencias.
—Sí, eso es muy bonito pero existe la conciencia y da ciertos problemas.
—¡Existe la felicidad y da muchas y verdaderas alegrías y satisfacciones!
—¡Ya empezamos!, también existe la sensatez y nos da cordura.
—¡Sed hedonistas!, la cordura no es incompatible con la pasión. Savater decía que “la felicidad es una herencia que se nos debe” y seguramente la hemos merecido.
—No estamos tan seguros.
—La felicidad es esa alegría que podemos disfrutar, nos la hemos ganado, nos hemos esforzado, nos la merecemos, nos la debemos a nosotros mismos, sobre todo si queremos y podemos.
—No debemos hacer todo lo que deseamos.
—Si no lo hacemos entonces también nos engañamos y nos mentiremos a nosotros mismos.
—No es lo mismo.
—No es idéntico, pero nadie debe engañarse ni traicionarse a sí mismo, nadie debe traicionar su propia vida, la vida misma que nos empuja y nos anima, que nos llama y nos reclama.
—No se debe.
—Insisto en que tampoco nos debemos traicionar a nosotros mismos.
—No podemos ser egoístas.
—Tenemos que elegir, sabéis bien que los hedonistas queremos y debemos amar la vida, y amar la vida es sentirse mal cuando notas que la estás perdiendo, es rechazar la posibilidad de que se pierda. ¡Esta es la vida!, ¿debemos perderla? O, como dice John Updike en “Busca su rostro”: “Cuando todo esté decidido, será demasiado tarde. El momento es siempre ahora. Resulta que no existe ningún después. Todo lo real es algo que se da ahora”.
—No todo debe ser elegido egoístamente, tenemos que ser responsables. No todo se puede vivir aquí y ahora.
—Sí, pero también somos responsables de nosotros mismos, tan responsables como para aceptar estos encuentros preparados por el más dulce de los destinos.
—¡Exageras!
—No intentéis resolverlo diciendo que exagero, sabes que ahora no exagero, podemos recuperar el tiempo no vivido, debemos completar nuestra biografía, debemos asumir también nuestros cálidos deberes con el placer.
—¡Qué bonito lo pones!
—Es que es bonito, ¡es hermoso!
—Es verdad que sentimos la necesidad de vivirlo todo.
—¿Cómo soportaríamos, en el futuro, no haber vivido esta alegría?
—¿Cómo lo soportaríamos?
—¿Alguien se ha arrepentido alguna vez de los placeres y de los amores que ha tenido?
—La verdad es que no.
—La verdad es que son lo mejor de cada biografía.
—Puede ser.
—¿No sería mejor recordar maravillosas historias de amor que actos de cobardía?
—En eso parece que tienes razón. ¡La tentación!
—¡Si esto es un regalo del cielo!, ¡una maravilla!
—¡Bueno, bueno!
—¡Que sí!, ampliar la alegría de todo el universo sólo puede ser positivo, inaugurar el brillo de una nueva estrella sólo puede ser resplandeciente, no hacerlo sería un pecado, una ofensa grave contra el orden establecido.
—¡Menudo defensor del orden establecido!
—Es así.
—Sí, muy poético y muy poco práctico.
—Lleguemos a un acuerdo.
—¿A qué te refieres?
—A establecer un pacto, acerquémonos al placer y a la alegría una vez, una sola vez como alguien sugería, repetida miles de veces como si fuera la primera vez, en el mejor lugar, en el más indicado y, con una condición esencial e irrenunciable, que, pase lo que pase, seguiremos todos siendo amigos.
—¡Qué peligro más grande!
—Yo estoy dispuesto a aceptarlo.
—Tengo que pensarlo, sigue siendo peligroso.
—Alguien dijo que si era una sola vez no había peligro de enamorarse, de obsesionarse, de engancharse, y aunque todos se enamorasen de todos los goces y placeres ¿no es natural y humano?, ¿no es lo más conveniente? Mira lo que dice el poeta Francisco Brines: “Poesía es todo aquello que tiene espíritu, y también carne. Y, por ejemplo, hay pocos momentos tan extraordinarios como el acto acordado y armónico del amor físico. Eso es carne, y sin embargo es gran poesía. Si uno pudiera elegir no elegiría nada más que eso.”
—¡Muy oportuno!, pero ¡no sé, no sé!
—En “El libro de los encargos” de Gustavo Martín Garzo se dice que cada amante “ no sabrá por qué se le pide precisamente aquello, ni para qué; sólo que por nada del mundo debe dejar de hacerlo”. Y, aunque creo que sé por qué y para qué no deben, no debemos dejar de hacerlo, no sabría expresarlo mejor que él.
—No es tan fácil ni tan poético.
—Es una decisión paradójica, nos atrae y nos aleja, ya sabemos que nos produce ciertos problemas de conciencia y angustias diversas pero, recuerda que “esas tareas les hacen disfrutar como locos”.
—Disfrutar siempre es apetecible, ya sé que sólo se vive una vez, que hay que probarlo todo.
—Tenemos un secreto y podemos tener un secreto lleno de sentido, hagamos que ese secreto sea maravilloso y digno de ser guardado en lo más íntimo de cada ser humano.
—Sí, puede ser magnífico, no lo dudo, pero ...
—“Lo que les vemos hacer es incomprensible y, sin embargo, verles tan ocupados nos proporciona una irreprimible felicidad”, dice M. Garzo. Es así, y aunque nos cree algún problema también acrecentará nuestra felicidad y la de todo el mundo. Con más amor es seguro que habría menos guerras.
—¡Qué astuto eres!
—¡Sí, tienes razón! Pero la felicidad nos obliga a seguirla, a obedecerla, a venerarla, a adorarla sin vacilaciones, sin condiciones. Si le ponemos obstáculos a la felicidad, ¿qué haremos con el resto de la vida?
—¡No te pongas tan lírico!, no es eso, sabes que hay peligros y son evidentes.
—¡Claro que los hay!, pero “¿cómo podríamos a partir de ese instante seguir despiertos sin tenerlo en cuenta?”, afirma M. Garzo. Ahora, para nosotros, eso es lo más importante del mundo. No hacemos daño a nadie, y mucho bien a nosotros mismos.
—Eso es importante, pero siempre que no se ponga en peligro la ilusión.
—Hay muchas ilusiones distribuidas por el mundo, la ilusión de ser, uno para el otro, el ángel de la guarda, tu “ángel de palabras”, capaces cada uno de hacer con sus palabras “cosas en el cuerpo de quien las escucha”.
—¡Qué atrevido!
—Es M. Garzo el que habla. “Hablar es salir a buscar esa parte que nos falta” y todos nos hacemos falta, al menos ahora, en el presente de indicativo de esta eternidad. Todo lo está indicando.
—¡Eso es difícil!
—¡Sí, tienes razón, es bastante difícil conseguir aceptar plenamente la alegría!
—Yo también puedo sentirlo, pero no lo digas más.
—Sí, os lo diré: “El amor es una pregunta, pero sobre todo una operación de rescate”, lo dice M. Garzo y me convence.
—Nos hacemos preguntas, muchas preguntas.
—Y yo quiero que nos rescatemos, por eso lo que no podemos hacer, una vez lanzados a surcar el mar y el océano, es olvidarnos del rescate.
—Podemos regresar a la ilusión, aunque ya no exista la pasión.
—¿Qué traición será mayor, la de la persona que regresa a casa cuando estaba a punto de descubrir un tesoro, tal vez porque le daba miedo descubrirlo, o la de quien, una vez que ha descubierto el tesoro, vuelve a su hogar más feliz, más real, más rica, más sabia, más hermosa, más buena, más alegre, más realizada, más consciente, más experimentada?
—Esa es una pregunta tramposa.
—Pero adecuada.
—No, está mal planteada.
—Piensa tu respuesta.
—También se podría preguntar al revés.
—¡Hazlo!
—¿Por qué me pones en este compromiso?
—No me refiero a las dificultades, sino a cierta obligación de la humanidad entera.
—No tenemos obligaciones.
—No, pero también formamos parte de lo que hemos creado juntos, porque de alguna manera también lo que ha conseguido nuestra civilización hedonista es un tesoro y no debe ser volátil.
—Puede ser.
—Porque no debe marchitarse la flor más hermosa del mundo.
—¡Palabras!
—De acuerdo, y con palabras construimos el sentido de lo que hacemos, sobre todo nuestros proyectos de felicidad.
—No es tan fácil.
—Por eso es tan interesante, porque nos obliga a utilizar los recursos más escondidos del alma y las habilidades más exquisitas del cuerpo y del espíritu.
—Sigues embriagado por las palabras.
—Sigo necesitando lo que sólo los humanos poseemos.
—Eso no lo sabes.
—Por eso lo supongo, y acierto, por eso a mí me gustaría llegar a ese nivel en el que cuando respiro me siento feliz de poder inspirar nuevamente, aunque sea una felicidad ficticia, frágil, superficial, de esta vida, aunque no resuelva la vida eterna,...
—Porque tal vez la eternidad es ahora.
—Sí, por eso, aunque la vida no haya sido ni sea, ni llegue a ser más que tiempos que se han deslizado como sutiles granos de arena entre nuestros dedos, ante nuestros ojos.
—Pero al menos que tenga sentido cada instante de nuestra vida, porque cada instante es precioso.
—Y no sucumbir jamás en el encadenamiento de pensamientos negativos, alejados de la alegría y del marasmo de placeres posibles.
—Todos los seres aspiran a la felicidad y tienen el mismo derecho y deber de ser felices, todos aspiran a ser liberados del sufrimiento y tienen el mismo derecho y deber de no sufrir que nosotros.
—Por eso debemos vivir en la compasión, en la ternura, en el cariño, en el abrazo y en las caricias.
—Pero con tanto placer como sagacidad.
—Sin terminar en las amargas discusiones de siempre.
—En realidad quien sabe contentarse con lo que tiene posee un tesoro en el cuenco de la mano, al menos eso dice una sentencia budista.
—De acuerdo, pero sin resignación.
—Con una aceptación de la vida maravillosa que se nos ofrece, porque nadie puede vivir por otro ni recorrer su camino.
—Podría ser algo así: “Al principio nos damos todo, en el centro queda todo, al final somos todo”.
—Pero las dificultades existen, a veces, en el mejor de los casos, son una ceremonia, un saludo, parte inexcusable de la alegría, a veces el sufrimiento quiere ser más y es el esfuerzo que hacemos para merecer la alegría.
—Pero habría que desprenderse de las bajas pasiones y de las ambiciones superficiales, reservar la energía para las pasiones más elevadas, de orden intelectual, espiritual, filosófico, ético, moral, estético, sensorial, del orden de la ternura.
—No sé si sabremos ganar esa vida.
—Lo que ya sabemos es cómo no perderla. Ya no es necesario huir hacia delante, ya podemos estar conformes con nosotros mismos.
—No hay guijarros en una isla de oro.
—No hay más vidas, y si las hay: ¡bienvenidas!
(...
—¿Qué les pasa?
—No les es fácil acercarse.
—¿Por qué?
—Porque no se atreven a romper con el pasado y lo cierto es que a cada generación le toca ir un poco más allá para encontrar, crear, inventar, descubrir o fabricar el cielo en la tierra.
—¡Dulce tarea!
—¡Maravillosa!
—¡Deberían ser más listos y disfrutar más!
—Eso creo yo.
—Como si fuésemos dioses que inauguran universos nuevos de placer y emoción.
—Como si nuestro deber y principal tarea fuese contagiarnos y expandir la alegría y la humanidad para todos.
—Como si estuviésemos encargados de enseñar a reír a todos los bebés y a todos los niños.
—Y a todos los jóvenes, y a los adultos y a los mayores, y a los viejos y ancianos.
—Pero no es sólo risoterapia, es más.
—Es la alegría primordial de la persona que siempre sabe lo que hace, que pinta la casa para prepararla para la fiesta.
—Es como aproximarse al Juicio Inicial y Final del Placer.
...)
Sebastián siguió caminando por la senda de madera, durante días meditó sobre todo lo que le había ocurrido hasta ahora, le parecía casi posible que los hedonistas algún día pudieran conseguirlo, de todos modos deseó intensamente que lo consiguieran. Una tarde encontró una botella en la arena con un mensaje, estaba al lado de la pasarela, la cogió, quitó el tapón y leyó:
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