12. LA INFORMACIÓN DEL ESTADO DE LAS DUNAS EN EL DESIERTO
“Levantad vuestros corazones, hermanos míos, ¡arriba! ¡más arriba! ¡Y no me olvidéis las piernas! Levantad también vuestras piernas, vosotros buenos bailarines, y mejor aún: ¡sosteneos incluso sobre la cabeza!”
(Así habló Zaratustra)
Sebastián continuó solo su camino y por su mente, como casi siempre, las divagaciones sustituyeron a las ideas y todo fue un fluir de disipaciones, efluvios, vapores y ensoñaciones, pero todo entre nebulosas, todo sin claridad ni distinción. Y así siguió caminando durante semanas por la inmensa e interminable pasarela hasta divisar a otra persona, al acercarse más le pareció que era una hermosa mujer y se sintió algo perturbado e inseguro, ahora sabía que su pasado no le permitía asegurar ni siquiera un diálogo relajado en relación con una mujer, tal vez su eterna inmadurez emocional no le sirviese para otra cosa que para equivocarse de nuevo. Pero era una mujer, tenía un periódico en la mano, llevaba chaqueta, camisa y corbata; le pareció que su manera de andar delataba su inseguridad y su deseo de agradar, su escepticismo superado. Mientras tanto él se mantenía en el convencimiento íntimo de que no quería pensar si había sido derrotado o vencido por la vida. La misma mujer, la misma caminante de antes, la misma persona, ahora con un periódico en la mano. Lo saludó amablemente.
—Mujer del periódico (P): ¡Buenos días!
—Sebastián (S): ¡Buenos días!
—P: Parece que es agradable estar por aquí.
—S: Sí, es cierto, parece que se está bien en esta parte del mundo— dice calculando la posible reacción de su interlocutora.
—P: Es cierto, el periódico de hoy cuenta algunos desastres internacionales, las guerras de siempre en el tercer y el cuarto mundo, terremotos y maremotos, huracanes, pero de aquí no cuenta nada preocupante.
—S: Parece que no aprendemos nada, seguimos en guerra como siempre y a mí no me consuela nada que sea en otro país o en otro continente.
—P: La historia lo explica todo o casi todo.
—S: Pero no explica por qué los seres humanos se empeñan siempre en equivocarse, siempre, siempre, y así durante siglos y milenios enteros— dice irritado.
—P: El periódico de hoy dice que ..., Sebastián lo interrumpe.
—S: ¡Hace mucho que no me preocupa lo que dice el periódico de cada hoy!, todos conocemos el mito creado por esa industria de la información para hacernos creer que existen noticias de interés todos los días, a todas las horas y en todos los minutos. A efectos humanos lo importante es la dirección y el sentido, no las anécdotas diarias de una actualidad de la que se selecciona lo que se quiere vender y lo que se quiere meter en las cabezas de los consumidores, clientes y ciudadanos— dice casi enfadado.
—P: Pero, mira, el periódico indica que algo tremendo puede pasar si continuamos produciendo y consumiendo de esta forma.
—S: ¡Sabes lo que te digo!, los periódicos, las radios, las televisiones, todos los medios de comunicación de masas que existen y que puedan existir en el futuro deberían aparecer durante años con inmensas páginas en blanco, con vacíos de información, con lagunas conscientes, con descansos visuales. Algún tipo de verdad surgiría también de esos silencios, tal vez si no dijésemos nada más no aumentaría el caos, el desorden y la confusión. Mira, algo nos puede pasar y algo nos ha pasado ya, por algo estamos aquí, por algo estamos así.
—P: Podría estar bien eso que dices.
—S: Sí. Por ejemplo al escuchar esas falsificadas noticias por la radio y la televisión podemos gozar de la felicidad de estar incomunicados por la nieve; tal vez al estar incomunicados de la ciudad y de los grandes centros comerciales tengamos la oportunidad de encontrarnos a nosotros mismos, de dialogar de verdad, de descubrir lo importante, de disfrutar de la nieve como los niños,...
—P: Sí, parece que estar incomunicados también tiene sus ventajas.
—S: No lo sé muy bien, pero tengo la sospecha de que nos ocultan lo más importante, de que nunca se nos dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad,... es como si estuviesen siempre remodelando el pasado, fabricando el presente y diseñando el futuro.
—P: ¿Fabricando el pasado?
—S: Sí, es como si toda la sociedad de la información rabiosamente actualizada fuese un inmenso tinglado, nos venden una comunicación urgente y planetaria, con una difusión tan acelerada de todas las nuevas tecnologías (nuevas sólo en el momento de venderlas) que, en realidad, están fabricando el envejecimiento prematuro de todo, “gastando” el ayer y el mañana hasta convertirlo en pasado rápidamente.
—P: Eres muy radical.
—S: Es que es así, juegan a vendernos el futuro en este cada vez más delgado presente para pervertirlo todo rápidamente y sustituirlo por una actualidad envejecida, por pasado devaluado, pero no por un “pasado” histórico, digno, honorable y merecedor de respeto, sino por un tiempo anterior, gastado, pasado de moda, consumido ya, vacío, que no merece estudio, recuerdo ni consideración histórica de ningún tipo y que, como mucho, se recupera comercialmente como la moda de los 80, la música de los 70, la decoración de los 60, en fin ...
—P: No todo el mundo aceptaría tu diagnóstico.
—S: Sin embargo, creo que es así. Esta enfermedad cultural apenas se manifiesta como tal, muestra sus aparentes ventajas, como el avance ilusorio de todos los logros tecnológicos, y tiene sus inconvenientes, sus efectos secundarios, sus contraindicaciones,... que casi nunca aparecen y se encargan de silenciar muy bien.
—P: El periódico nos da una versión, una selección, una interpretación,...
—S: No me interesan las versiones parciales ni las selecciones interesadas ni las interpretaciones privadas, lo que me interesa es conocer y saber todo, no me conformo con menos.
—P: Para eso sirven los periódicos.
—S: Algunos periódicos hacen algo, lo que pueden y les dejan, pero también nos ayudaría a conocer la realidad y a saber más hablar con las personas, con todas, respetándolas siempre, procurando que estén protegidas y amparadas y no perdidas por este laberinto marino en forma de pasarelas.
—P: Ahora que lo dices tengo que contarte que esta zona de aquí no es muy complicada, el periódico dice que hay zonas del mundo en las que las pasarelas son múltiples, tienen muchos niveles y están llenas de cruces de caminos y de sentidos, y nadie se aclara; lugares donde unas pasarelas se elevan por encima de otras para evitar cruzarse y no provocar retenciones ya que todo está abarrotado de personas que no pueden pasar; lugares en los que las pasarelas se sumergen y por una especie de túneles de cristal transparentes se contempla la intimidad del mar; lugares en que se elevan las pasarelas por encima de las nubes y parece, aunque casi nadie lo sabe con certeza, que no hay puntos de apoyo; lugares en los que cada persona va por su propia pasarela privada, y otros donde hay millones de pasarelas, laberintos de pasarelas que se bifurcan y que nos permiten realizar todas las posibilidades de la vida, todas las vidas, porque en cada bifurcación elegimos y nos duplicamos, ahora podría haber más de 10.000 personas como tú y como yo viviendo todas las encrucijadas, porque todas las posibles vidas son reales y se están viviendo ahora mismo; también hay lugares donde las pasarelas ascienden y descienden por las dunas y otros donde son tan anchas que parecen desiertos; lugares donde todo funciona perfectamente y todos están cómodamente instalados y lugares donde las pasarelas se pudren, se abandonan y a casi todos los paseantes les llega el agua hasta el cuello y donde muchos se ahogan,...
—S: Esa es la parte más interesante de la información del periódico, y la más insensata.
—P: ¿Por qué dices eso?
—S: Digo que es la más interesante porque conocer cómo es y cómo está el mundo es conveniente y necesario para no ser un perfecto imbécil; pero también es a la vez la más insensata porque una vez que conocemos esas diferencias, esas injusticias, esas humillaciones, esas atrocidades, esos equivocados modos de ser y de construir,... no hacemos nada, no cambiamos nada, no modificamos nada, no mejoramos casi nada.
—P: ¿Qué podemos hacer?
—S: No permitirlo, no consentirlo, protestar, manifestarse, quejarse, elegir a nuestros representantes políticos con coherencia, exigir que el mundo sea al menos una pasarela decente, presentable y bien hecha.
—P: No sé si lo conseguiremos.
—S: Lo conseguiremos si nos atrevemos a cambiar el mundo y a cambiar las pasarelas, menos pasarelas de modas y más pasarelas humanas, para que caminen por ellas todos los que las necesiten, para que lleguen a nosotros los necesitados o para pasar nosotros a ayudarlos, pasarelas por todos los estrechos de Gibraltar del mundo, por todos los Ríos Grandes y pequeños, para compartir con alegría cada paso.
—P: Puede que llegue ese día.
—S: ¡Tiene que llegar!, ¡debe llegar!, si no es así nunca podremos vivir en paz. Necesitamos a los mejores ingenieros para construir los delicados puentes de la paz.
—P: ¡Ten, lee esto!, le da un papel, creo que te puede interesar, y S lee:
—S: “¡Corred, corred, malditos; enchufaros a Internet, cambiad de canal de televisión y de emisora de radio, acelerad por vuestras autovías y autopistas, construid sin parar trenes de alta velocidad, surcad el cielo con la mayor aceleración posible, a todas horas y en todas las direcciones, cambiad de moda, no os detengáis nunca, no penséis, modificad vuestra vida, vuestras ropas, vuestros cuerpos y vuestras ideas, moveros, sed siempre jóvenes acelerados, vivid en la inquietud y en el movimiento constantes, no descanséis, no os soseguéis, no salgáis de las zonas de ruido; corred, seguid moviéndoos, que a nadie se le ocurra parar y pensar, que nadie se atreva a pensar y parar, que nadie huya del mundanal ruido, que nadie escuche, que nadie mire, que nadie saboree la paz y la palabra; que nadie se atreva a crear y que todo el mundo consuma; atolondraos, moveros, vivid las sensaciones adolescentes e infantiles de un planeta a punto de convertirse en un parque incesante de atracciones, de informaciones, de sugerencias, de viajes, de conocimientos; que nadie digiera nada, que nadie disponga de tiempo, corred, acelerad, más deprisa y más “deprisas”, más trabajos, más correos, más comunicaciones, más mensajes, más intercambios, más influencias, más terremotos, más contaminaciones; que nadie se pare, que todo fluya, que nada permanezca, trabajad, corred, bailad, trabajad a todas horas para nosotros, moveros, seguid subiendo y bajando el mismo peso de la misma roca a la misma altura de la misma montaña del mismo mito de Sísifo; corred, corred, más potencia, más caballos, más aceleraciones, más brutos, más adelantamientos, más consumos, más competencias, más celebraciones, más trabajos, más descansos frenéticos, más vacaciones agotadoras, más sueños inoportunos, más sobredosis de todo, más tiendas y más grandes superficies comerciales más caras y más baratas, más rebajas; corred, corred, porque sino todo se pierde, sed solidarios con la prisa, corred, no os agotéis, cada día guarda sus prisas, sus fatigas y sus suplicios, corred, desconfiad de todos, no os unáis para nada, seguid juntos y solos, pero sobre todo corred, corred malditos, y odiaros los unos a los otros como os hemos enseñado, los más a los menos, los ricos a los pobres y los pobres a los que se atrevan a desear ser tan pobres como ellos; corred, corred, transformadlo todo, no os detengáis por nada,...!
—P: ¿Qué te parece?
—S: Estoy de acuerdo.
—P: En todas partes se puede encontrar algo interesante, hasta en un periódico diario.
—S: La vida también la vamos viviendo cada día.
—P: Esa es nuestra tarea.
—S: También debería ser nuestro placer.
—P: Eso ya lo daba por hecho. Ahora creo que me voy a marchar.
—S: Como tú quieras.
P se despide de Sebastián, se aleja.
(...
—Parece que no confía demasiado en los medios de comunicación y de información.
—O de incomunicación y de desinformación, o simplemente “medios” y no fines, o de masas y no de personas.
—Sí, tal vez tengan tantos inconvenientes como ventajas.
—Siempre juegan con las apariencias.
—Juegan, en el peor de los sentidos, manipulan, seleccionan, ocultan, distorsionan, engañan, seducen...
—Con lo fácil que sería “incomunicarse” de vez en cuando y disfrutar de todo.
—¿Y dónde queda el hedonismo?
—El hedonismo es difícil y complicado, a veces es estar con la persona que quieres, cuidándola, sonriendo siempre, aprendiendo esa lenta lección del placer que no se da entero de una vez, sino que se distribuye a lo largo de la vida y, si hay algo de suerte, te fertiliza y te hace fructificar.
—¿Eso es el hedonismo?, ¡eso suena a sacrificio!
—Es que el sacrificio es también un placer cuando lo sientes profundamente como un bien, y es un castigo cuando lo percibes como una injusticia.
—Entonces todo dependería de cómo percibieses lo que te pasa, el deseo ...
—El deseo existe, y la pasión, pero también existen la responsabilidad, el compromiso, el deber, la sensatez, la cordura, la razón,...
—¡Cuántas cosas buenas se habrán perdido en el mundo por estos excesos del deber y de la razón!
—¡Y cuántas se habrán logrado!
—Me da la impresión de que el fanatismo de la razón y del deber es un poco más peligroso, más intolerante, más restrictivo!
—Puede ser, pero los humanos somos así, no funciona en nosotros sólo la ley de la atracción y del deseo.
—Siento, creo, estoy convencido, sé que cada vez que alguien renuncia a lo que desea el cielo se encoge un poco.
—No puedes ser tan irresponsable como para creer y hacerme creer que todo el negocio está en satisfacer los deseos.
—Llámalo realizarlos, hacerlos posibles, darles la oportunidad de manifestarse, mostrarlos a la luz del día.
—No es tan sencillo, te repito que no todo es placer, gozo, éxtasis, vida,... también hay heridas, deberes, tareas, obligaciones.
—Me conformaría con que, al menos, siempre permaneciese la esperanza.
—Ya sabes lo que dice el refrán sobre la esperanza.
—No estoy seguro, creo que hay gente que pierde la esperanza mucho antes de morir, no es lo último que se pierde.
—Y entonces, cómo se vive.
—Como dice la expresión popular, como decimos todos a veces, vamos “tirando”, tirando de las cargas que nos han caído y que nos hemos puesto.
—Como el “camello” del Zaratustra de Nietzsche.
—Que debe ser superado por el león que quiere y el niño que juega, querer el placer, jugar con la inocencia de todos los goces, reír más alto.
—Me gusta todo eso, pero no me atrevo a vivirlo, no sabría por dónde empezar.
—Por el principio, por sentirte bien, por tener buenas sensaciones, por reír, por alegrarte hasta por el aire, por impregnarte de emociones sonrientes.
—¡Así cualquiera!
—No creas, no es tan fácil, requiere un sutil entrenamiento.
...)
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