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viernes, 28 de octubre de 2011

La superficie de las nubes-28

26. SERENIDAD EN EL AEROPUERTO

“¡Ay, el hombre retorna siempre! ¡El hombre pequeño retorna siempre!”
“Amigos míos todos, dijo el más feo de los hombres, ¿qué os parece? Gracias a este día yo estoy por primera vez contento de haber vivido mi vida entera ... Merece la pena vivir en la tierra: un solo día, una sola fiesta con Zaratustra me ha enseñado a amar la tierra.
¿Esto era la vida? Quiero decirle yo a la muerte. ¡Bien! ¡Otra vez!”
(Así habló Zaratustra)

“Pese a esta creatividad, se veía condenado a vivir en un mundo lleno de sufrimiento, un mundo contra el que en definitiva su poder creativo no servía para nada. Su autorretrato caracterizado de Cristo es el retrato de un creador en el lado equivocado de la creación, un creador que no ha tenido parte en su propia creación.”
John Berger: “Durero: retrato del artista”, en “El sentido de la vista”.

A Sebastián se le ocurrían historias que demostraban que no había superado todavía su pasado más reciente. Un día imaginó una historia en un aeropuerto y la escribió de este modo:

Dejó su trabajo, abandonó su casa y sus pinturas, su música y su jardín, sus libros y sus dibujos, sus esculturas y sus espacios, sus fotografías y sus películas, cogió el primer avión hacia cualquier destino, allí, al llegar al aeropuerto se sentó en una sala de espera y se limitó a observar a las personas que pasaban, aparentemente atareadas, aparentemente con sentido, aparentemente seguras de sí mismas. Eso le tranquilizaba, eso de que existiesen personas que parecían enteras, sólidas, seguras e inmunes a los desasosiegos le consolaba de alguna manera. Así estuvo unos días hasta que llamó la atención de los policías de seguridad del aeropuerto que lo veían siempre sentado en el mismo banco. Lo llevaron a la Enfermería y él no se resistió. Antes de que llegara el médico pudo leer esta cita que estaba escrita en un cartel de su despacho:

“El hombre es partícipe de un mundo que no dominará nunca, al igual que es dueño de un cuerpo que siempre se le escapará. Y de un alma inalcanzable.”
Edmund Jabés: “Un extranjero con, bajo el brazo, un libro de pequeño formato”.
—Médico (M): ¿Qué le sucede?
—Caminante (C): No lo sé.
—M: Pero, qué hace aquí, en el aeropuerto, sin salir durante días y días, ¿le pasa algo?
—C: No, no me pasa nada, se está bien sentado, sin hacer nada.
—M: Algo tendrá que hacer, no va a estar así toda su vida.
—C: No me interesa nada eso que llama “toda mi vida”, simplemente me siento en un sillón y ya está.
—M: Eso no es muy normal.
—C: No me interesan mucho las estadísticas, no será normal pero es lo único que puedo hacer.
—M: ¿Le ha sucedido algo?
—C: Estoy algo cansado, erosionado, escéptico, es como si no fuese capaz de creer ya en nada, desmantelado, desfondado, sin estructura, sin fondo y sin forma, sin columna vertebral, sin imagen de mí mismo, sin ganas de nada, ni de morir ni de vivir.
—M: ¿Quién es usted?
—C: No sé, he llegado hasta aquí y aquí estoy.
—M: No se puede estar así sin más, usted tiene que ser alguien y tiene que hacer algo.
—C: Sí, sí, muy bien, yo soy yo y estoy sentado en esta silla.
—M: Me refiero a que tendrá que ir a su casa.
—C: No quiero ir a mi casa, no quiero saber si tengo casa.
—M: O ir a su trabajo.
—C: No tengo ningún interés en volver a mi trabajo, no quiero ni oír hablar de él.
—M: ¿En qué trabajaba?
—C: Era profesor.
—M: ¿Y?
—C: No me interesa enseñar en un mundo donde casi nadie quiere aprender ni escuchar. Educar es una inversión arriesgada, no hay relación entre las horas dedicadas y los resultados obtenidos. No me interesa ahora mismo educar, si no me sostengo yo cómo voy a ayudar y educar a los demás.
—M: Podría cambiar de trabajo.
—C: Una actividad a cambio de dinero, no gracias, no me interesa.
—M: ¿Por qué no le interesa?
—C: Mire, han llegado a convertir a casi todos los seres humanos en “individuos” y los individuos, así, de uno en uno, son fácilmente manipulables. A continuación lograron diseñarlos a medida, se les enseñó a consumir, a desear lo que se les mandase: dinero, casa, coche, grandes superficies comerciales, consumo, más dinero, cine, música, bebida,... y como los ciudadanos son obedientes y como están bien domados atienden a todo lo que se les mande, consumirán lo que consuma la mayoría y así se obtiene esta abundante cosecha de hombres—masa, de rinocerontes, de hombres unidimensionales, con una existencia inauténtica.
—M: ¡Menudo diagnóstico!
—C: ¿Usted ha visto alguna vez una mula con orejeras dando vueltas y vueltas alrededor de una noria para sacar agua o un burro con una zanahoria delante de los ojos y atada a su cabeza de tal modo que, por más que camina, nunca llega a alcanzarla?
—M: No, no lo he visto, pero puedo imaginarlo.
—C: Pues así veo yo a la mayoría de los seres humanos, como pobres animales siempre atareados y siempre corriendo detrás de esas zanahorias—dineros—migajas que les ofrece este sistema económico. No me interesa esto.
—M: ¿No le interesa vivir bien, cómodamente?
—C: Aquí estoy bien, estoy vivo.
—M: Me refiero a vivir en una buena casa, un buen coche, viajes, vacaciones,... no sé, disfrutando de la vida. El hedonismo es la mejor terapia.
—C: No me interesa ser un esclavo de mis necesidades, me interesa más ser libre.
—M: ¿Libre de qué?
—C: Libre de este sistema, de este mundo, libre de mis propias necesidades porque yo las tuve y muchas.
—M: Eso es muy raro.
—C: Libre de mí mismo.
—M: Demasiado despojamiento.
—C: Demasiado imbécil suelto.
—M: En eso tiene razón, pero, qué va a hacer.
—C: ¡Nada!
—M: Y, ¿qué espera?
—C: A nadie, no espero nada.
—M: No me lo creo, aquí, en el aeropuerto ya nadie espera a Godot.
—C: Ni a Godot ni a nadie.
—M: Es usted muy curioso.
—C: Estoy ya muy harto. Mire, parece un juego de palabras pero es verdad, a la larga la vida es corta, breve, a veces indecisa, demasiado discreta, tímida tantas veces, casi siempre caduca y, lo peor de todo, con la sensación de que estás siempre sin alcanzar lo más importante, de que uno siempre está lejos de lo que más necesita, de que uno sólo es un montón de palabras.
—M: ¿Necesita ayuda?
—C: Todos necesitamos ayuda, pero yo no la he pedido.
—M: De todos modos parece que la necesita.
—C: Sólo quiero estar sentado.
—M: Tendrá que levantase alguna vez.
—C: Sí, voy a los aseos y vuelvo.
—M: Tendrá que comer algo.
—C: Sí, un bocadillo de vez en cuando, tomo algo en la cafetería.
—M: Tendrá que dormir.
—C: Me tumbo sobre unos sillones de cualquier sala de espera.
—M: ¿No quiere hacer usted nada más?
—C: ¡Nada!
—M: Parece que ha llegado a una posición sin salida. Mire este texto del libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” de Oliver Sacks, “Nosotros tenemos, todos y cada uno, una narración interna, cuya continuidad, cuyo sentido, es nuestra vida. Podría decirse que cada uno de nosotros edifica y vive una “narración” y que esta narración es nosotros, nuestra identidad.” Usted también tiene una historia, una memoria, y debe recuperarla.
—C: Sin salidas ni entradas.
—M: ¿Desea morirse?
—C: Ni deseo vivir ni morir, como decía Epicuro ni la vida es siempre el mayor de los bienes ni la muerte el mayor de los males.
—M: ¡Curiosa filosofía!
—C: Tranquila y sabia, prudente, poco ruidosa. Decía Luís Cernuda en “Primavera vieja”: “Cuán bella fue la vida y cuán inútil.”
—M: ¿Y eso es suficiente?
—C: Para mí, ahora, sí.
—M: ¿Y no piensa hacer nada?
—C: Pienso bastante, pero lo de hacer algo parece que, de momento, no. Leo, por ejemplo a Francisco Brines, “Yo sé que olí un jardín en la infancia una tarde, y no existió la tarde.”
—M: ¿En qué piensa?
—C: En la vida en general, en el mundo, en nada concreto. En cuando era niño y me regalaron un pequeño león dorado, que yo creía de oro, entraba en mi mano de niño, pero lo perdí muy pronto; desde entonces lo he estado buscando, sólo creí ver sus huellas en Venecia.
—M: ¿Y por dónde están sus pensamientos?
—C: Están cansados y tristes por contemplar como vamos despreciando la vida humana para valorar más cualquier otra cosa material.
—M: ¿Qué más recuerda de su niñez?
—C: Jugábamos con la realidad, con la naturaleza, con las piedras del río, con los árboles y arbustos del monte Pajariel, jugábamos con las pequeñas montañas de arena que dejaban los camiones en las obras para hacer cemento; jugábamos con coches de juguete, con las manos, con el trineo de madera que construimos aquellos días de invierno que nevó y heló tanto. No sabíamos lo que era la realidad virtual, ni que toda la realidad en el fondo es virtual, ni veíamos demasiado la televisión, seguramente éramos felices y no lo sabíamos, jugábamos en una ciudad bastante destartalada, con calles sin pavimentar ni asfaltar, mal iluminadas y llenas de baches y de charcos cuando llovía, todos los días nos ensuciábamos jugando, todos los días hacíamos algo para seguir saltando entre los troncos del aserradero y colocábamos puntas en los raíles del ferrocarril que, después del paso del tren, se convertían casi en chapas aplastadas y alargadas con forma de pequeñas espadas,...
—M: ¿Está deprimido por eso?
—C: Por mi niñez no, pero ahora estoy harto, confuso, cansado, abrumado por todo. Es como notar que todo se tambalea y se resquebraja, que la entropía aumenta, que el entusiasmo se agota y que la colección de síntomas crece. Como no he logrado ningún objetivo he decidido vivir sin objetivos, sin metas, sin fines, completamente inocente.
—M: Necesita descanso.
—C: Seguramente sí.
—M: De momento lo voy a ingresar en la enfermería, le daré un calmante para que duerma y descanse profundamente, mañana volveremos a hablar.
—C: Haga lo que deba hacer, yo no me opondré.
—M: Cumplo con mi deber.
—C: Eso está bien.
—M: ¡Descanse!, nosotros cuidaremos de usted.

Después de tomar el calmante quedó dormido y relajado en una camilla de la enfermería, pero su mente siguió maquinando y podemos ser conscientes de sus actividades mentales porque el médico encendió un magnetófono para grabar su voz en cuanto él comenzó a hablar en sueños y, aunque todo esto sea difícil de precisar, pues parecía un monólogo solipsista, de alguna manera tienen que aparecer sus palabras porque eran reales.
“Romper la inmaculada virginidad de la nada, acceder al secreto más íntimo del no ser, descansar del todo en la ausencia, dejar que se asiente el caos diluido en las neuronas ... Siempre había creído que la responsabilidad y la culpa eran asuntos externos a mi vida, que los demás se equivocaban, que no se ajustaban al horario de mis manías, que no sabían hacer lo oportuno en cada momento ... Ahora creo percibir en mi interior, cada vez con más claridad, que tal vez siempre he estado equivocado, que de mí y sólo de mí surgían, como de un pozo siniestro, culpas, frustraciones y faltas continuas de confianza en mí mismo. Tal vez lo que veía antes como desatenciones no era nada más que la vida improvisando, lo que percibía como fallos eran diferentes ritmos para hacer las cosas. Tal vez todo estaba mejor hecho de lo que creía y un raro resentimiento era el que me hacía creer lo contrario ... Era posible, como decía Rousseau, que el mundo estuviese bien al salir de las manos de Dios o del Cosmos, en la naturaleza no manipulada, y era posible que se estropease en mis manos y en algunas manos humanas.
Está claro, yo no soy la mejor compañía para nadie, ni siquiera compañía para nadie. Soy maniático, autoritario, caprichoso, solitario, incapaz de conseguir auténticos amigos, con verdaderas insuficiencias sociales,... siempre he disfrazado mis limitaciones y mis deficiencias con extrañas teorías tomadas sin sentido de célebres intelectuales y artistas. Por ejemplo Ionesco y su obra “El rinoceronte” me sirvieron mucho tiempo para justificar mis posiciones, todos los demás se estaban transformando en brutos, en bestias, en seres insensibles, incultos, masificados, adictos al consumo, obedientes a la sociedad del bienestar televisado, dependientes de la continua satisfacción e insatisfacción de los objetos y objetivos publicitarios ... Mientras tanto yo era capaz de mentirme y de considerarme un personaje poco frívolo, poco alegre, poco propenso al consumo, que se sentía superior sólo por el hecho de vencer pequeños deseos y de disfrutar con los “Nocturnos” de Chopin. Podía disimular y refugiarme en cualquier vanguardia y estar muy bien con Sócrates y su sentencia “¡Cuántas cosas hay en el mercado y qué pocas necesito!”; todo esto le venía muy bien a mi ego herido y maltratado, mi venganza sobre el mundo y mis conciudadanos consistía en sentirme superior en esas memeces y tonterías, en ese vencer la tentación para no caer continuamente en caprichos sin sustancia ... es decir, era, o sigo siendo, un perfecto gilipollas. Y lo realmente preocupante es que el que no tenía sustancia era yo, por eso me callaba y tenía miedo, por eso estaba convencido de que si hablaba un poco todos se darían cuenta de la superchería y del engaño, yo era una seudo-persona, un seudo-hijo, un seudo-padre, un seudo-marido, un seudo-compañero, un seudo-amigo, un seudo-profesor y siempre sin compromisos, sin implicarme en nada en exceso a no ser en mi mezquino narcisismo y en mi refinada complacencia en un solipsismo cada día más ridículo y ramplón ... ¡Patético!, ¡ridículo!, extraño para mí mismo, capaz de creerme alguien por no ser capaz de creer en nada, desmontando las teorías ajenas sin conocer ninguna idea propia, apropiándome de cualquier filosofía de la sospecha para ahorrarme el esfuerzo de sospechar cualquier pensamiento en mí mismo, en suma, soy un fracaso bien organizado, aderezado y envuelto, prácticamente un genio inverso, una vocación para la nada, un sinsentido ambulante, una sensación de fracaso que colecciona malestares y síntomas de enfermedades, una sima de agobios, de prohibiciones y de malas resoluciones ... Saber esto me podría permitir cambiar, modificar mi conducta, ser humilde, generoso, un ciudadano normal, ninguna eminencia olvidada, ningún genio por descubrir, ningún ser sobresaliente en nada. Pero es duro ser consciente de la propia insignificancia cuando se ha querido toda la vida salir del montón de los grises repetidos y ser reconocido como alguien decisivo; claro que la importancia siempre es relativa, puedes llegar al Instituto y a la Universidad y ser licenciado y doctor y profesor de Instituto y profesor de Universidad y Ministro de Educación y Ciencia, pero hasta el más insigne y merecedor de los Premios Nobel puede temblar si se compara con Cervantes, con Galileo, con Platón, con Bach, con Durero, con Miguel Ángel o con Gandhi. Podrías llegar a ser Dios y comprobar que hasta los dioses son mediocres y siguen aspirando a más, es posible que lo más importante es algo que siempre has querido hacer y que has dejado pasar, tal vez la vida sea precisamente aquel momento pero ni Dios sabe si llegará a darse otra oportunidad.
Pero vivir, “¡vivir!”, es el premio más importante ...
Si eres orgulloso yo seré un soberbio, si llegas a ser soberbio me volveré absolutamente engreído de mí mismo, si lo consigues me convertiré en un dios egoísta, solitario e intratable; si me alcanzas me disolveré en un punto insignificantemente denso y microscópico, si me sigues seré nadie en medio de la nada y, si eres capaz de no ser nada, entonces volveré a ser lo que era y descansaré tranquilo. Volvería a empezar ahora mismo.
Reposa tu cabeza en mi hombro y dame la mano, descansa, estás cansado y necesitas tranquilidad para que toda la melancolía se convierta en arena de la playa, de las dunas, de los terribles relojes de arena que siempre saben convertir el tiempo en polvo, la vida en arena, la estatua en viento policromado, la existencia en perpetuo movimiento.
Descansa, sé que no entiendes lo que hay a tu alrededor, pero casi todo te gusta, te alivia ver a las personas sentadas en una terraza en la plaza tomando un refresco, te recompensa ver a un joven patinando por la calle, y a los niños intentando ser más ágiles que las ardillas, y a los adultos olvidándose de su eterna seriedad por unos momentos mientras ven una actuación callejera, te gusta ver como vuelan por los aires las preocupaciones y como las palomas y las gaviotas describen juegos de líneas entre los aleros y las calles; sí, sé que no lo entiendes, pero te gusta, sé que admiras la maravillosa inconsciencia de la vida, sé que cuando te mueras no dirás “Rosebud”, dirás “Nubes, más nubes”, casi como Goethe. Todo te conmueve, demasiado diría yo, demasiado sensible; peor aún, sensiblero; peor, sentimental; peor todavía, ridículo y patético; peor, siempre peor, gilipollas. Pero así eres, te diluyes en la música y sólo quieres consistir en el abrazo que te dan, presente eterno, dicha merecida por los dioses,... Tú que eres capaz de ver oro, joyas, diamantes, tesoros,... allí donde nadie percibe nada más que una duna, un árbol, una flor, una mujer, un sol que es estrella a todas horas y que siempre sabe multiplicarse, ser la aurora y la luz del mediodía, cuando no hay sombra y todo está inundado de ser, de presencia y de pálpitos ...
Sé que eres así, tan delicado como proteico, tan lógico como un hexaedro que no se conforma con tener todos los lados cuadrados y todos los ángulos rectos y, por eso, a veces eres un prisma de cristal, pirámide de arenisca en el desierto, cono de luz, cilindro emocionado hasta decir ¡basta!,... Pero ¡basta!, sí, ¡basta!, es suficiente, lo que te han dado es tanto y tan puro, tan perfecto y armonioso, tan elegante y sugerente, tan verdadero y tan bello, tan divino y tan sublime, tan cima del mundo y tan inspirado, que ahora te va a costar trabajo volver a la realidad, regresar al mundanal ruido, retornar a un origen que ya no es más que ausencia, vacío, soledad y nada. Sí, sé lo que piensas, no quieres resignarte, antes te dejarás morir de alegre melancolía que creer en la prosa rutinaria y sin efervescencias de cada día; tú quieres vivir en verso, en la Luna, en el hilo que deja la música, en la emoción que te llena de lágrimas los ojos; sí, sabes que si existiese Dios sería sólo un pobre aficionado, y sabes que para ser todo real el mundo es bastante mediocre, y que la virtud no es suficiente para sonreír. Tenías que haber llegado antes, tal vez antes de que empezase todo para ver que no era tan bueno y así sólo darías paso a lo más hermoso que ha sucedido jamás y lo harías eterno, único, admirable, modélico y desde esa perfección no serían necesarias las imitaciones ni las copias, ni las criaturas ni las posibilidades.
Duerme, descansa, estás agotado, es exagerado vivir miles de millones de años sólo para verla, para estar a su lado, para coincidir un tiempo tan breve; es una barbaridad existir tanto tiempo para esperarla y, cuando llega el momento, sentir que algo os separa, que algo hace imposible el encuentro, la reunión, el viaje conjunto. La vida que camina a veces tan despacio ahora ha dado un requiebro y sólo la puedes ver a distancia. Es incomprensible que hayas creado el universo sólo para ella, cuántos rodeos, cuántos circunloquios, cuántas evoluciones de materia a vida a conciencia a alegría, cuántos matices tectónicos, cuántos meandros biológicos, cuántas circunvoluciones cerebrales, cuánta música a la espera. Eres un dios de mentira, con minúsculas, ¿dónde se ha visto a un creador absolutamente enamorado de una de sus criaturas?, eso no puede ser, los dioses siempre han estado por encima de esas cosas; pero tú no, tenías que haber sido tú el que acumulase tantos excedentes de fuerza, de energía y de potencia para crear esa maravilla que ahora se independiza de ti, que tiene vida propia, que tiene su vida y tu vida, tu poder y tu riqueza. Es el primer caso en el que un dios le ha dado todo a su criatura y se ha quedado perfectamente alienado, se lo has dado todo, le has dado demasiado y te has quedado vacío, desolado, deshabitado, enterrado en la arena, pero todavía puedes ver a través de todos los infinitos trillones de moléculas de agua de los miles de millones que componen sus manos.
Advierte que debes respirar, ¡respira!; recuerda que puedes caminar, ¡camina!, ¡levántate y anda!, ¡muévete!; ¡no te olvides de que toda la realidad te necesita, sí, te necesita y tienes que ayudar! Tienes la edad suficiente, y adecuada, para ser un cínico, un aprovechado, para pensar sólo en pasártelo bien, para perseguir tu propio placer y tus propias satisfacciones y, sin embargo, no haces más que pensar que, aunque no obtengas ninguna ventaja, ningún beneficio, aunque sus decisiones no te incluyan ni te agraden, aunque no obtengas ninguna recompensa, seguirás esperando el lado dulce de la vida.
En una ocasión te pregunté qué te llevarías a una isla desierta y me dijiste: “Me llevaría a mi mismo y seguiría desierta, porque no consisto en nada, mi ser se ha diluido en una desintegración difícil de sostener; en realidad nada me importa ya o me importa tan poco que apenas se nota mi deseo, mi esfuerzo o mi objetivo. Pero me llevaría las nubes, las dunas y las olas.” Nunca mejor dicho si se trataba de ir a una isla.
En otra ocasión hablamos sobre qué llevarías a un planeta deshabitado y me contestaste: “Me llevaría a mí mismo y seguiría deshabitado, porque sólo conozco dificultades para encontrar el sentido, sólo veo lo que nadie mira, sólo me esfuerzo en pasiones inútiles, absurdas y disparatadas. Pero me llevaría la alegría.”
La última vez te pregunté qué te llevarías de esta vida a una vida mejor y me respondiste: “Me llevaría el silencio, la paz y la serenidad de los colores de la naturaleza y algunos, muy pocos, buenos seres humanos; los icebergs y la nieve, los desiertos, las altas montañas donde tan difícil es vivir, donde tan complicado es sobrevivir; me llevaría la melancolía y la alegría que proporcionan el conocimiento, las risas, la música que es capaz de darle esa infinita elegancia al tiempo, la lluvia de estrellas, el deseo satisfecho, la duración y el descanso, la eternidad de las miradas generosas que no son como los neutrinos, que nos atraviesan y nos vuelven totalmente locos. Y me llevaría nuestras ilusiones.”
Sólo por la existencia de algunas personas el mundo está redimido, justificado, explicado, salvado, incluso para el hombre más feo del mundo.”

(...
—¿Qué le pasa a este hombre?, ¿es por este episodio por lo que está en el sanatorio de las nubes y de las dunas?
—Puede ser, sobre todo parece que se pregunta qué es la vida cotidiana.
—Y qué es la vida.
—Nadie lo sabe, a veces parece un proyecto inacabado, incompleto, inexacto, inseguro, inconcluso e incierto, sobre todo para los que viven rodeados de las músicas de las esferas soñadas desde el cielo.
—¿Y qué es la vida sino un ir más allá de lo que está dado y puesto a tu alrededor?
—La vida es superar lo que simplemente sucede, lo que ocurre y pasa.
—Es comentar, hablar, valorar hacia arriba todo lo que nos rodea.
—Sí, desde este fragmento miramos a la totalidad, desde este efímero existir sabemos donde está la eternidad, desde esta fragilidad llegamos a lo que permanece inalterable.
—Sí, todos queremos más vida, más disparates, más atrevimientos, más aventuras y más deslices, más deseos y más alegrías.
—Y más fiestas y más recreos, más cielos en la Tierra, más paraísos cercanos, más presentes, todos los presentes en el maravilloso y eterno presente de indicativo.
—Y más índices y más direcciones, más catálogos y más atlas de alegrías y placeres, de hedonismos y energías, más música perfecta, más sabiduría para todos.
—Y más entusiasmos y más risas, sobre todo más risas y menos ridículos, más desnudos y más vacaciones, más playas y más montañas. Que la Tierra te diga que te quiere, que brote toda la Naturaleza de pura alegría, que te dé fuerza, calor, vida, entusiasmo, amigos, valor, confianza, amor y enhorabuenas, que te feliciten simplemente por ser.
—Y más vínculos y más relaciones, más y mejores amigos y vivirlo todo con más intensidad, más duración, más eternidad en cada instante, más inmortalidad para el que la solicite, la pida, la quiera o la merezca.
—Y más paz y más lunas y dunas de miel, más días y noches de encuentros apasionados, más colores, más viajes.
—Decía James Lovelock que “de entre todos los privilegios que se le otorgan a uno cuando sobrevive más de 50 años, el mejor es el de la libertad de ser excéntrico”. Me gusta ser excéntrico.
—Lo eres.
—A veces me pregunto, como él, quién soy yo.
—¿Y?
—Un pobre diablo, un individuo frustrado, un espécimen con pocos deseos satisfechos, un ser a veces intratable, un pobre sujeto miope y desgarbado; un pobre hombre, un montón ambulante de defectos, un cúmulo ambicioso de sinsentidos que hasta se arrepiente de los muchos años que ha vivido sin saber que existía la vida plena y gozosa.
—No será para tanto.
—Peor lo que no se ve en el espejo, porque entonces me noto con una sana envidia de la alegría y de la felicidad que pasan a mi lado sin poder cogerlas, me veo harto de dificultades, de conflictos, de frustraciones, de obstáculos, de deficiencias, de insuficiencias; con poca memoria y mal trabajada, con una mente dispersa y sola, que no sabe compartir ni comunicarse. Además, por si fuera poco, me imagino y me sitúo en el mito de la expulsión—exclusión del Paraíso.
—Exageras.
—Y, si prescindimos de mi biografía, entonces sólo soy una mente que piensa poco, que lee mucho y entiende menos de lo debido; me veo capaz de llegar a los confines más alejados del universo, de recorrer mesetas heladas, de soñar, de volar, de imaginar; quiero saber y conocer, tengo una curiosidad universal, pero no la sé realizar.
—Hoy estás en un plan bárbaro.
—En realidad casi no somos nada, quita las fantasías y las creencias, las opiniones y las razones, y sólo queda un ser que desea perseverar, darle forma a alguno de mis proyectos: escuchar música, ir al cine, perder el tiempo, escribir, hacer móviles, pintar, leer, vivir tranquilo y excitado, en silencio y huracanado, con poca luz y deslumbrado, con pocas necesidades e infinitos deseos. Pero se puede salvar el sentido del mundo, encontrar el origen, la causa, la esencia y el principio de todo; la razón y la pasión de ser. Por eso quiero llegar hasta lo esencial antes de que lleguen los historiadores y los que insisten en definirlo todo.
—Nosotros no sabemos y por eso lo nuestro, lo que nos sucede ahora, es efímero, cambiante, móvil, inseguro. Vivimos al día, con propuestas poco definitivas, con instalaciones que han de ser desmontadas antes de ser conocidas. No sabemos pensar como El Bosco o como Brueghel, por eso pintamos colores y formas que pasan de moda y caducan antes de madurar. Ahora sabemos que el pensamiento es débil, que la filosofía, la ciencia, la tecnología,... son insuficientes. Sabemos que el mundo tiene fecha de caducidad, apenas podemos ser inocentes.
—Nadie quiere ser “yo”. Queremos vivir como Dios o ser dioses, vivir como un rey, como un cura, como un rajá, como un príncipe; pero todo el que desea vivir tan bien lo desea para él, no quiere cambiarse, es él el que desea vivir como otro y nadie quiere tu “yo”, nadie envidia tu “yo”. Este personaje actual sólo es capaz de envidiar y de copiar a los otros.
—En realidad no queremos ser “yo”, demasiada vida consciente, por eso inventamos tantas cosas para evitarlo, rezar, trabajar, soñar, leer, ir al cine, ver la televisión, distraerse, atarearse, lo que sea con tal de no ser consciente, de no pensar, de no sacar conclusiones.
—Es complicado, siempre nos pasa algo.
—Siempre.
—Siempre podemos imaginar algo de nuestro pasado, parece una historia que demuestra que no ha superado todavía su pesimismo anterior.
—Como si nada le “consolase”.
—Es como si siguieran resonando en el presente todos sus fracasos anteriores.
—Le falta la agilidad necesaria para vivir con fluidez.
—Sí, se interrumpe demasiado.
—Vivir es más sencillo.
—Tendría que disfrutar más y pensar un poco menos.
—Y estar satisfecho con lo que es y con lo que tiene. Pero todavía tengo que contarte algo.
—¿Otra cosa que le sucede a Sebastián?
—Sí.
—Pues parece aquello que decía Cervantes en el capítulo XXXIII del Quijote, “pasa tanta infinidad de agua, tanta diversidad de climas, tanta extrañeza de gentes”, siempre le pasa algo raro.
—Siempre nos pasa algo, tienes razón y si no tenemos problemas, los inventamos.
—Pero no debemos resignarnos y reducirnos a un simple suceder.
—¡Eso nunca!
—¡Qué bonito es estar bien sin que pasen los días y te dejen esa sensación de estar absolutamente desaprovechado.
—Tal vez estamos deseando todos superar la monogamia y la “monoandria”, el monoteísmo, el “monotonoteismo”, el “monógono”, el “monoedro”,...
—Y llegar a la poliandria y a la poligamia, al politeísmo, a la pluralidad cambiante, a los polígonos, a los poliedros, sean regulares o irregulares,...
—Al acuerdo entre todos, al consenso consentido.
—Es una fórmula que podría experimentarse, vivir en grupos entrañables, amistosos, afables, encantadores, astutos, felices.
—Podría ser una solución.
—No debe ser más difícil que estar atentos a todos los componentes de una familia con hijos.
—¡Hermosa dedicación!
—¡Y difícil!
...)

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