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viernes, 28 de octubre de 2011

La superficie de las nubes-19

17. UNA TORMENTA FELIZ

“¡Oh alma mía, en ninguna parte hay ahora un alma que sea más amorosa y más comprensiva y más amplia que tú! El futuro y el pasado ¿dónde estarían más próximos y juntos que en ti?
Oh alma mía, te he dado todo, y todas mis manos se han vaciado por ti: ¡y ahora! Ahora me dices sonriendo y llena de melancolía: ¿Quién de nosotros tiene que dar las gracias?” (Así habló Zaratustra)

A veces Sebastián soñaba y era capaz de mantener un verdadero diálogo con la vida, casi un combate dialéctico, consigo mismo. Era una tormenta de arena, de nubes, de nieve, todo se estaba haciendo y rehaciendo, nunca deshaciendo.

Y yo te digo: eres la criatura más delicada que pueda conocerse y gracias a ti veo, contemplo y miro lo que antes no veía, y siento lo que antes no... y vivo lo que... y respiro... y...
Y tú me dices: eres un exagerado, un traficante de palabras seductoras (y así crees que las neutralizas)
Y yo pienso: tal vez tengas razón en todo, la belleza nunca se equivoca
Y tú piensas: hay que ver qué cosas más bonitas dices a veces, pero es irreal casi todo
Y yo te susurro: ¡vive conmigo en el cielo!
Y tú me insinúas: vivo en el “paraíso”, en mi casa
Y yo me pregunto si no estaré haciendo el idiota
Y tú me contestas, interiormente, si no estaré insistiendo y exigiendo demasiado
Y yo te comento: mi corazón apenas puede contener esta pasión desorbitada
Y tú me respondes con tu célebre sonrisa, con esa, sí, precisamente con esa, con la que me vuelve absolutamente loco: no te creo mi amor ni la mitad de lo que dices
Y yo reflexiono: el verdadero mundo sólo puedes ser tú (y también el nuevo mundo, y en eso se confundió Cristóbal Colón)
Y tú te preguntas: tal vez tenga razón insistiendo tanto
Y yo te escribo: te dedico todo el amor que puede sentir un hombre, un superhombre, un héroe, un Dios enamorado, y más, todavía más y más y más ... y nada
Y tú no te fías de tantas palabras bonitas, y eso suponiendo que sean bonitas y que sean palabras
Y yo sugiero que la realidad que nos separa puede tener remedio
Y tú me pones plazos de seis meses
Y yo te aseguro que nuestros brazos son un buen lugar para vivir y hacer proyectos y que las sensaciones nunca mienten
Y tú sospechas que habría que superar pruebas terribles para llegar hasta ese mundo tan lejano
Y yo insisto en que no está tan lejos
Y tú casi lo ves en la otra esquina del mundo y del tiempo
Y yo afirmo que jamás me adaptaré a vivir entre los resignados y los que se rinden
Y tú me dices que debería ir más despacio, relajarme, pensar un poco, estar menos tenso
Y yo pienso que tal vez tengas razón y que, incluso, no debería molestarte, que tienes derecho a seguir tu vida sin mis interrupciones
Y tú piensas en silencio
Y yo, siguiendo mi proverbial trayectoria de exageraciones, te regalo todos los mensajes de mi ser, tanto los que brillan como los que sólo son papel
Y tú casi me acusas de tener un alma demasiado soñadora...

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