18. UN ACUERDO DIFÍCIL
“Su dolor es lo que ella rumia, en sueños, la vieja y profunda medianoche, y, más aún, su placer. El placer, en efecto, aunque el dolor sea profundo: el placer es más profundo aún que el sufrimiento.” (Así habló Zaratustra)
Días más tarde Sebastián se encontró con una mujer y un hombre, la mujer era la caminante de siempre, la de antes, la que se había encontrado tantas veces y con la que había hablado de tantas cosas. Se acercó a ellos y los saludó.
—Sebastián (S): ¡Buenos días!
—Mujer (M): ¡Buenos días!
—Hombre (H): ¡Buenos días!
—M: ¡Estupendos días!, nos viene muy bien haber encontrado a alguien.
—H: Sí, será preciso que esté aquí con nosotros, como testigo.
—S: No sé, estoy encantado de estar aquí, pero no entiendo nada, si os puedo ayudar en algo,... — dice en tono servicial.
—H: Necesitamos un testigo.
—S: ¿Para qué?
—M: Para realizar un acuerdo amoroso.
—S: Curioso asunto, con sumo gusto serviré de testigo o de lo que queráis.
—H: Mira, se trata de establecer las condiciones que hagan posible nuestra felicidad, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, sin hijos y con hijos, en la riqueza y en la pobreza, con contrato y sin papeles, tanto en el encuentro como en el desencuentro.
—S: De acuerdo, me interesa, seré con mucho gusto testigo en este acto tan transcendental.
—M: Tampoco hay que exagerar.
—H: Bien, dejémoslo ahí, es muy importante que estés atento y nos des tu valoración, que nos corrijas si es necesario, no sé, tú verás.
—S: Cuando queráis, soy todo oídos.
—M: Es como una representación, no te sientas incómodo, todo está ensayado y más o menos pactado.
—H: Así es, comencemos.
—M: Empiezo:
Espero volver a soñar lo mismo que soñé ayer.
—H: ¿Qué soñaste?
—M: Que tú y yo llegábamos a un pacto amoroso.
—H: ¿Te refieres a que podríamos hacer un acuerdo afectivo para el futuro?
—M: Sí, y además respetarlo.
—H: Intentemos ponernos de acuerdo y respetemos siempre lo que digamos y acordemos.
—M: Bien, me parece perfecto y emocionante.
—H: Empiezo yo, aunque no sé muy bien en qué orden. Bueno, a mí me gustaría amar a una mujer inteligente, sensible, cariñosa, buena, muy hermosa, simpática, alegre,...amarla, ya lo sabes, pensar en ella, recrearla, renacerla. Quiero vivir una vida que contenga todas las vidas posibles. Quiero estar contigo, a tu lado, hablando juntos, siempre acompañándote, mirándote, contigo, a la derecha y a la izquierda, delante y detrás y abajo y dentro y fuera de ti, fundido contigo y admirándote; gozando de tu presencia, de tu alegría, de tus ganas de sonreír y de vivir, sin perdernos nada, disfrutando de todo, dedicándonos de lleno a la expansión del universo del placer, del amor y de la alegría. Por eso quiero estar contigo, deseándote, abrazándote por todos los puntos celestiales, recorriéndonos por todos los caprichos cardinales, aplicándonos euforia y júbilo a cada instante, despertándonos desde el mejor sueño, soñándonos en el mejor mundo de todos los posibles (gracias a ti, no a Leibniz), viviéndonos desde la más admirable, bella, risueña y despierta de las alegrías. Porque tú has ensanchado y creado el universo, el único que interesa, el que es victorioso, excitante, ilusionante, el que nos hace reír y nos llena de ánimo, de alma, de cuerpo, de caricias, de cielo, de éxtasis,... porque los mismos místicos sabrían, si conociesen la experiencia del amor físico en la más íntima de las uniones, que ese es el verdadero encuentro con Dios, la unión mística, lo más sagrado.
—M: Yo también quiero vivir contigo la vida en ebullición, exuberante, pura embriaguez dionisíaca, excesiva, con todos los antiguos pecados reconvertidos en virtudes, que sea capricho de los dioses, exultante, transgresora, inolvidable, irresistible, siempre deseada, deseosa y deseante, apasionada, apasionante, satisfactoria, siempre festiva y desbordada, en el éxtasis más impulsivo, una vida creadora y genial, bella, atrevida, fascinante, ardiente, acogedora, optimista, siempre presente, inocente, amorosa, sorprendente, admirable, bella, buena, verdadera, disfrutadora, gozosa, placentera, celestial, abundante, generosa, divertida, risueña, liberadora, salvadora, juvenil, abierta y hermética, fantástica e ilusionadora, esperanzada, despierta y soñadora, eterna, apoteósica, puro despliegue de posibilidades, consoladora, primaveral y veraniega, en el sol, terapéutica, curativa, saludable, primordial, esencial; nunca dispuesta al ocaso, al dolor, a la desesperación o a la muerte; necesaria, excitante, sensual, sensible, sentimental, sexual, victoriosa, vital, voluntariosa, motivadora, feliz, excitante, estimulante, con alegría estética, vivaz, polifónica, plural, armoniosa, llena de días de goce y de fiesta, embellecedora, con invitación constante a los placeres, siempre en grado de excelencia. Una vida de euforia, de júbilo, siempre atenta.
—S: Tenéis que perdonarme, pero esto suena un poco exagerado, no sé, un poco cursi o ridículo, habría que mejorarlo un poco. Da algo de vergüenza ajena, no se pueden decir estas cosas sin que te caiga la cara de vergüenza.
—M: No, yo podría decir lo mismo y sólo cambiaría la palabra mujer por la de hombre. También creo que la vida es libre y no quiere demasiados deberes ni obligaciones, que desea y disfruta de todo lo que se pone a su paso, es valiente, decidida, siempre en su tiempo, ni se adelanta al futuro ni se queda varada en la tristeza ni en el fracaso ni en el pasado; la vida es más que bella, es atractiva, sugerente, afirmativa, se reafirma a sí misma porque es indómita y salvaje, llamativa, incendiaria, apasionante; no está quieta ni se detiene, a veces se olvida de todo y se pone a vivir a tu lado y te amplía hasta límites insospechados por ella misma; si no quiere, no quiere, pero si quiere entonces elige siempre reírse y saltar y embriagarse de dicha; es tan fascinante que no puede prescindir de sí misma, es tan caprichosa y curiosa que desea saberlo todo; todos sus puntos cardinales son cálidos y no tiene inconvenientes ni efectos secundarios; la vida es soleada, se desnuda con naturalidad y ofrece todos los dones de la belleza a los que la merecen. La vida, esa sí que es la verdad.
—S: Sigo viéndolo ridículo, casi cómico, esto no se puede decir así. Recordad lo que decía Augusto Monterroso “la mujer es el ser más maravilloso de la creación; pero no deja de dar sus problemas”. Se puede aplicar al hombre también. Pienso que deberíais ser más críticos. “Que no os vendan amor sin espinas”, cantan Joaquín sabina y Chavela Vargas; aunque las espinas, a veces, sean blandas y comestibles, y hasta apetitosas.
—H: Sí, se puede decir, aunque suene ridículo y patético, nosotros somos así. Prosigo: me encantaría que todo fuese hermoso, alegre y feliz, lleno de serenidad y de entusiasmo, porque tú has entendido mi cuerpo y encendido mi alma, porque estás hecha a mi medida, creada a mi imagen y semejanza, formada a base de dedicación y de cariño.
—M: Sí, a mí también me encantaría que todo fuese con encanto y mucho cariño, con infinita ternura, con amabilidad, con elegancia y con paciencia, con interés y con calma, porque tú has ajustado mi cuerpo y elevado mi alma. Esa es la vida que queremos, la que es, transcurre, sucede, ocurre, existe, cuando no echas absolutamente nada de menos, cuando todo está bien, cuando nada te falta; cuando, por más esfuerzos que hagas, no logras imaginar nada mejor ni mayor ni más perfecto; la vida es ese estado superlativo de perfección que crece día a día, que día a día se ensancha, que crea y se recrea en la sonrisa y en la alegría y en el placer y en el saludo y en la celebración y en la fiesta; es ser y estar de tal modo que sea imposible algo mejor, así está bien; no es un “me conformo”, “me resigno”, “es suficiente”, “tampoco se puede pedir demasiado”, es absolutamente complaciente con todo.
—S: ¡Exageradísmo!
—H: ¡Perfecto!, porque tanto al comienzo como al final, durante el transcurso de nuestra relación, todo debería ser humano, sensible y educado, sin gritos, sin llantos y sin discusiones, sin esas aburridas disputas domésticas.
—M: Sí, estoy deliciosamente de acuerdo contigo.
—H: También me encantaría que si, por desgracia, en algún momento uno de los dos deja de amar o de querer al otro, sea tan tolerante, tan humano, tan admirable y tan tierno como para no rechazar jamás su presencia, la insistencia del que no puede, no sabe o no quiere dejarlo; fíjate que te digo no rechazar jamás al otro, en ningún momento y sean las circunstancias las que sean. Ayudarle hasta llegar a ser los mejores amigos, aunque sea exagerado.
—M: De acuerdo, seamos tan amables como dices, nos comprometeremos a mantener ese infinito y exquisito tacto, tan agradable como humano, tan hermoso como tierno y mimoso, con el sufrimiento del otro y tendremos que intentar consolarlo por todos los medios. Y seremos, en el peor de los casos, amigos.
—H: Pero qué pasa si uno se cansa de soportar al otro.
—M: Su placer y su deber será ayudarle a separarse, hablar con él o con ella todas las infinitas horas que necesite, llenarlo de cariño en las despedidas, inundarlo de suaves atenciones,... amarte hasta para decirte que ya no te quiero como antes, cuidarte como si fueras un niño pequeño.
—H: ...Y llenarte de mimos, quererte sin miedo, cuidarte hasta en los más pequeños detalles, llenarte de orgullo y permitirte que pases todas las noches conmigo, a mi lado.
—M: ...Y todas las mañanas y las tardes.
—H: ...Y todas las vidas, las infinitas vidas compartidas.
—M: Sería maravilloso poder y querer y desear respetar un pacto así, ser más humanos de lo que somos, compasivos, bondadosos, cariñosos,...
—H: Parece un sueño.
—M: Pero sería un magnífico sueño, un ideal realizable. El cielo.
—S: Permitidme que intervenga, porque estoy a punto de desmayarme, esto es empalagoso, todo está lleno de alegría, risa, placer, felicidad, color, amistad, amor y pulsaciones de las más recónditas teclas del alma, una sensibilidad sensiblera al borde mismo de cada palabra, de cada gesto. En fin, qué queréis que os diga, tal vez aquello que decía Martín Garzo “los libros también nos ofrecen ese cielo tan anhelado. Pero, deben hacerlo de la única forma que puede ofrecerse el cielo, sin decir que lo es”. Vuestro pacto es imposible, irrealizable, todo confuso y mezclado, amor, sexo, pareja, matrimonio, familia, esto es impracticable. No sé si no sería mejor un acuerdo entre tres o más. Además no habéis hablado nada de los hijos.
—H: Pues a mí me parece un acuerdo precioso, cuidadoso, elegante, tierno y muy humano.
—M: Es estupendo.
—S: ¡Es irrealizable!
—H: Si somos capaces de cumplirlo nos mereceremos más todavía uno al otro.
—S: El pacto es justo, es valiente, pero es imposible. Nadie se va a comportar de esa manera tan cariñosa cuando ya no hay cariño, nadie va a ser tan amoroso cuando ya no haya amor, nadie va a querer hablar, ni ver siquiera, a la persona de la que se quiere separar, con la que ya no quiere hablar.
—H: Que sea difícil no quiere decir que no sea posible.
—S: Es un ideal, una utopía sentimental, un castillo en el aire.
—M: Pues bien, que lo sea; intentarlo ya tiene valor, es suficiente.
—S: Os envidio por desearlo, pero os envidiaré mucho más por conseguirlo. Sería una revolución en el mundo de los sentimientos. Es como si todo desease indicarnos que hay que vivir y hablar y regalar alegría.
—H: Al menos lo intentaremos. ¡Hasta luego!
—M: Y gracias por servirnos de testigo. ¡Hasta pronto!
—S: ¡Hasta pronto y suerte! Pero no os olvidéis de analizar el tema de la maternidad y de la paternidad. Leed esto, y les entrega un pequeño texto:
(...
—Sí que es difícil despedirse con tanta amabilidad, de todos modos es completamente ridículo.
—Pero habría que intentarlo.
—Sí, tendríamos que aprender a hacer las cosas bien, pero no tan bien que parezcamos extraterrestres, en este planeta no se hacen las cosas así.
—Puede ser, de todos modos hay que intentarlo, se puede empezar proponiéndoselo a la otra persona.
—Eso estaría bien.
—Sí.
—Preparar el final con la misma exquisitez con la que preparamos el comienzo.
—Eso es una utopía.
—Por eso es todavía más hermosa y necesaria.
—Además podría ayudar a reducir la violencia machista, doméstica, sentimental, matrimonial o como se quiera llamar.
—Sería oportuna esta educación emocional para las despedidas.
—Pero, hay que ser realistas, lo bonito es preparar una fiesta.
—Y la fiestas deben terminarse con educación y armonía.
—¡No!, las fiestas nunca deben terminarse.
—Me refiero al final de la comida, de la tarde o de la noche, me refiero a que cuando todo el mundo se retira después de una sobredosis de alegría para descansar, debemos seguir siendo amables, educados y complacientes.
—Deberíamos ser capaces de cuidarnos tanto unos a otros como cuidamos a los bebés y a los niños pequeños, aunque se porten algo mal.
—Esa exquisita atención es maravillosa.
—¡Brindo por eso!
—¡Brindemos por todo lo que nos aporta energía y salud y fuerza, por lo que nos hace delicados!
—Y por lo que nos hace merecedores de lo perfecto.
—¡Idealizas demasiado!
—O simplemente intento elevar el nivel de lo real y hacer posible el milagro de ver cada día.
...)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario