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viernes, 28 de octubre de 2011

La superficie de las nubes- y 30

28. Y... LA VIDA SIEMPRE SE LO PASA BIEN.

“La vida es un manantial de placer” (Así habló Zaratustra)

Sebastián siguió caminando hasta encontrarse con un enorme iceberg, el denominado 10A, que se desprendió de la plataforma de hielo de Ross y avanzó hacia el norte, después salió del mar de Ross y siguió a la deriva hacia el este en la corriente circumpolar, el que estaba cerca de la isla Georgia del Sur; era verde y azul turquesa y “flotaba” entre las dunas enfrente de la pasarela, para continuar debería ascender y atravesarlo. Parecía que no se terminaba nunca, tendría unos cien kilómetros de longitud y unos 48 kilómetros de ancho, y una altura de unos cien metros sobre el nivel del mar de las dunas. Sebastián no tenía frío mientras caminaba por encima y a través del iceberg del sur, el sur existe realmente y debe ser recorrido, reconocido y recuperado.
Se sentía satisfecho, siempre le habían fascinado los icebergs y las zonas del mundo donde los hielos flotantes son y están tan presentes que se imponen a los humanos, por fin un lugar donde la prepotencia de algunos representantes de su especie no podía manifestarse demasiado. Al fin y al cabo no era más que otro desierto, otras dunas fascinantes, otras temperaturas y otras formas solidificadas con colores azules y verdes emocionantes.
Después de unos días descendió del iceberg y llegó a la costa de las dunas en un país muy cálido. Ascendió a la duna más alta y más inmensa y, desde allí, contempló lo que parecía un inmenso continente de hielo, el que había atravesado. Se sentía feliz, alegre, tranquilo, casi realizado.

Viviría en las nubes, entre las dunas, se dejaría inundar por su afectuosa arena, ya no habría más tormentas en el desierto, ya no habría desierto, ahora estaba dulcemente habitado. Nubes de hedonismo recorrían el cielo, olas y ondas de felicidad dibujaban la superficie marina, las dunas de la alegría se encontraban con él definitivamente. Vivirían eternamente juntos.

(...
—¿Y así acaba la historia?
—¿Cómo quieres que acabe?
—No sé, ¿no se van a encontrar?
—Sí, por supuesto.
—¡Sí!,¡qué sea un buen final y que sea feliz!
—¡Qué sea un buen final feliz para los dos juntos!, ¡qué sea una fantasía emocional y emocionante, una fantasía sentimental, física, mental, también sensual, intelectual, vital!, ¡qué sea una fantasía poética, existencial, filosófica!, ¡qué sea una fantasía completa, feliz, divinamente terrenal!,...
—¡Qué sea una fantasía real!
—¡Sí, qué sea una fantasía física y sensible, cariñosa y mística y qué sea una realidad fantástica, musical, armoniosa!
—¡Qué no se quede en lo que es hasta ahora, en una fantasía literaria!
—¡Qué sea el comienzo de la más hermosa historia de amor!
—Eso es mucho.
—Tenemos que ser ambiciosos.
—Sí, pero, ¿no me digas que no habías pensado el final?
—Tal vez sí, pero siempre me gusta más el tuyo.
—Siempre estás exagerando, pero vale, acepto la invitación para el principio y el final, te ayudaré también en esto, en todo.
—Un millón de gracias. Ahora podíamos pensar: ¿y si hubiese muchos finales, todos felices e inocentes?; Sebastián piensa en todas las posibilidades y en todas está con ella.
—¿Y ella?, ¿dónde está ella?, ¿qué hace?
—Es verdad, sólo habíamos pensado en él, ella tiene que aparecer, se necesitan más que a nada en el mundo. Él descubre que toda su vida sólo tiene interés si se encuentra con ella, si está acompañado por ella. Recorre el camino de nuevo para encontrarla. Ya están adivinándose, se ven, se acercan más y se abrazan. ¿Te gusta así?
—Entonces debe recorrer de nuevo el camino para encontrarla.
—Y se encontrarán y permanecerán juntos siempre.
—Y serán felices ...
—Parece aquel final de los cuentos para los niños, “y fueron felices y comieron perdices”.
—Algunos graciosos añadían aquello de que “y a mí me dieron con los huesos en las narices”.
—Otros decían, “y a mí no me dieron porque no quisieron”.
—Y otros, para variar, se atrevían a decir: “y fueron felices porque tú lo dices”, es posible hacer muchas variaciones más sobre este final.
—Lo más importante es que puedan vivir siempre juntos, ilusionados y apasionados.
—Si tú lo dices será así.
—Eso suena algo escéptico.
—No, sólo intento decir que depende de ella, la mujer es siempre la que decide y entonces es cuando la vida se hace y se pone interesante.
—¿Estás seguro?
—Totalmente.
—Eres muy amable.
—No sé si soy muy amable o muy extraterrestre.
—¡Déjame imaginarte a mí¡
—Todo lo que quieras.
—Ya sabes que yo siempre me lo paso bien, siempre me divierto.
—¡La vida siempre se divierte!, ¡a la vida nunca le duele la cabeza!
—¡Gracias!
—Pero eso no significa que sea despiadada, ni sádica ni indiferente.
—La vida surge siempre nueva y reluciente, resplandeciente y radiante, incluso entre los restos y residuos de las peores destrucciones, batallas y guerras.
—Inevitablemente es vida, es emergente, feliz, dinámica, exagerada.
—Por eso respira y crece, a pesar de la desolación y del sufrimiento.
—Por eso ha de sonreír y sentir, a pesar de la muerte.
—Lo que está bien “hecho” es la vida, a pesar de su caducidad, de su temporalidad, de su fugacidad,...
—A algunos les “queda” demasiado grande, y no se dan cuenta de que el defecto está en ellos, que son pequeños y raquíticos, fragmentos desacoplados que no saben insertarse en la corriente vital. Algunos confunden sus limitaciones, sus frustraciones y sus resentimientos con los límites de la vida y de lo que se puede desear y realizar.
—La vida alberga en su interior todas las posibilidades, todas las emociones, todas las sensaciones que nos hacen temblar de felicidad.
—Pero la “vida” tampoco ha de ser la excusa para la opresión y la injusticia, para el darwinismo social y la explotación, para que se dé todo.
—La vida siempre es vida y exige más.
—Más pasión, más emoción y sentimiento, más conocimiento, más humanidad, más ...
—Más grande, más fuerte, más ágil, más alto, más arriba, más placer, más amor, más obras de arte, más intensidad, más atrevimiento.
—Así debe ser, así me gusta.
¿Te acuerdas de cómo empezaba esta historia?
—Creo que con una cita sobre el desierto.
—Pues debería terminar con otra.
—Puede ser. ¿Qué te parece esta?:
—“Cuando miles de millones de años han convertido la materia en mármol, entonces se puede concebir y realizar una estatua; cuando una escultura se arruina, su vida como piedra y roca vuelve a comenzar y, cuando millones de erosiones de viento y nubes pulverizan las piedras, se nos abre el gran laberinto del desierto poblado de dunas y de posibilidades. Cuando millones de presiones han convertido de nuevo las arenas del desierto en la roca más dura, entonces reaparece la estatua de la piedra de la arena de la duna del desierto. El desierto también es escultor y sabe lo que hace.”
—Puede servir.
—¿Y si te pido una respuesta para todo?
—Entonces casi no sabría contestarte, pero Martín Garzo en su famoso “Libro de los encargos” dice: “Dar la opción a los que amamos de que se aparten de nuestro lado. Librarles del peso terrible de nuestro amor.”
—Tú no eres peso ni carga, eres la liberación.
—Eso suena muy bien.
—Y, más fácil, si te pregunto por qué hay repeticiones de citas, de frases y de palabras en este libro.
—Creo que no es por descuido, es para señalar y subrayar lo más importante, porque el placer repetido no aburre, nos revive, no cansa, nos emociona, no agota, nos llena de la alegría de los seres dichosos y creativos, porque el placer no es para mí, es para ti, es para los dos, es para todos, es para los mismos dioses si existieran, para los mismos demonios que, mediante el placer, la felicidad, la risa y la alegría, llegarían a ser diablos, ángeles caídos, en definitiva ángeles perdonables, casi humanos, superficiales y elevados, terrenales y celestes.
—Es posible entonces que, igual que se han imaginado ángeles caídos, existan “humanos caídos”.
—¡Es cierto¡
—Los humanos caídos serían y son los que han vivido sin el placer y la alegría de vivir, caídos en la depresión y en la represión, habitantes del subsuelo, ahorrando siempre en entusiasmo y vitalidad, cargando sólo con trabajos, los peores deberes, tareas, esfuerzos y responsabilidades, alimentándose de rencor, de amargura y de resentimiento, tristes, desconfiados, solos, los que se empeñan en seguir registrando el viejo prejuicio de la influencia melancólica de Saturno.
—Los humanos elevados serían aquellos que hacen algo más que caminar, caminan hacia el despertar, hacia la vida, hacia el encuentro.
—Cuando encienden un fuego desean que todo lo que es negativo sea quemado y eliminado de la existencia.
—Cuando comen disfrutan de todos los sabores y desean que todos puedan disfrutar del sabor de la contemplación serena.
—Cuando abren una puerta consideran que las distintas puertas de la liberación deben abrirse para todos.
—Los humanos serían los que han ascendido a la alegría de ser y de existir, al placer de la alegría y del optimismo, habitantes de la luz y de los colores, derrochando energía, viviendo el deber de las felicidades, alimentándose de belleza, alegres, confiados, bien acompañados, los que se divierten encantados en ese inmenso tío vivo formado por los anillos de Saturno.
—Y si te pregunto por qué este libro se titula “La superficie de las nubes”.
—Porque lo que contiene está lleno de páginas que pretenden ser como nubes,... “Páginas de signos alineados, apretados como granos de arena, representan el espectáculo abigarrado del mundo en una superficie siempre igual y siempre diferente, como las dunas que empuja el viento del desierto.” (Italo Calvino: “Seis propuestas para el próximo milenio”).
—¡Buena cita!, ¡y muy expresiva!
—Y porque quería demostrar que Nietzsche se equivocaba al afirmar: “No hay superficie bella sin una profundidad horrible.” Hay belleza en la superficie y en la profundidad, las nubes y las dunas no mienten ni esconden nada maligno en su interior, son siempre deliciosas. ¿Sabes una cosa? Hay personas y realidades que son necesarias, son milagros que parecen sueños, que se manifiestan en una visita inesperada, en unas palabras perfectas, en una actitud mágica, en una presencia inolvidable, en un derroche de cariño, en una sonrisa que trasciende el presente,...
—Habría que pensar todo eso más despacio, con más lentitud.
—Sí, es como si con su intensidad vital nos ayudasen a vivir más despacio, como si supieran siempre lo que hay que hacer y no temiesen nunca al silencio, como si respirasen una dulce, serena, amable, absoluta e imprescindible alegría.
—Por una realidad así lo daría todo, lo dejaría todo.
—Es difícil, complicado, pero no imposible; de todos modos, y mientras logramos ese cielo es mejor disfrutar con las nubes que empujan al viento del desierto.
—¡Como el viento que empujan las nubes del desierto!, pero ¿insinúas que son las nubes las que mueven al viento?
—Sólo lo sugiero, no lo aseguro.
—Como cuando dices que los puentes crean orillas y riberas a las que unen.
—Sí.
—Pero ¿estás diciendo que primero se hacen los puentes y después se colocan las tierras y que así se unen?
—Más o menos. Sólo lo indico, no sé si eso es posible. Tal vez ninguno de nosotros logre entender ni siquiera una nube del desierto, un puente, una mujer. Como decía la poeta Yosano Akiko: “De los innumerables escalones/ que conducen a mi corazón/ él subió tan solo/ quizás dos o tres.”
—Creo que te has aproximado mucho, más de lo que te imaginas. Como decía la misma poeta: “Viniste al fin,/ y por eso dejé ir a las libélulas/ que conservaba cautivas/ entre mis cinco dedos/ este atardecer de otoño.”
—Eso es maravilloso, “¡viniste al fin!”. Como aparece en el cartel de la película “Lost in translation”: “Todos queremos que nos encuentren”.
—Y que nos busquen, que nos descubran, que nos mimen, que nos necesiten.
—Todos estamos esperando siempre el encuentro con un ser delicioso, que haga reales todos los deseos posibles y que logre que todas las caricias sean interminables.
—Siempre he deseado encontrarte, descubrirte, cuidarte.
—Yo también te he descubierto.
...)

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