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jueves, 10 de noviembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-13

Al día siguiente Luz se lo comunicó a todos:

—Hoy es un gran día, comeremos juntos y, eso, es mucho más de lo que podemos hacer habitualmente. Me alegro de que existan días así.
Nietzsche, con su habitual grandilocuencia:
“Y a quien todavía tenga oídos para oír cosas inauditas, a ése voy a abrumarle el corazón con mi felicidad." (Así habló Zaratustra).
Yo, de momento, estoy abrumado por la felicidad que me regalan, es decir, encantado de la vida.
“En sánscrito disponen de más de ochenta palabras para referirse al amor. Nuestra penuria verbal es ahí desoladora... a cada término psicológico en inglés le corresponden cuatro en griego y cuarenta en sánscrito”.
Siento envidia de lo que dice Salvador Pániker, me gustaría saber sánscrito para expresar de ochenta maneras el amor, con magnolias hermosas y ailantos del cielo, con puentes sonrientes y alegresferas dinámicas, con coches diseñados para hacer más atractivas y sugerentes las curvas, con universos móviles y cristales de colores, con besos que te pueden, con abrazos de mil dimensiones, con sonrisas envolventes, con miradas de oro, con flores, con regalos, con libros, con ventanas que se abren para que entre volando el aire nuevo, con alabeos del ánimo, con góndolas venecianas de Peggy, con Zinnia Belli, con las majestuosa hojas impresionistas, con la música que siempre desea, con la Luna y las estrellas, con frutas para saber a frutas, con almas que se despliegan e invaden el mundo con sus palabras gozosas, con el cariño de un ángel, con la ternura del cielo, con la atención con la que se deposita la nieve para dejar más blanca la belleza, con la seda del alma…

Lo siento, sólo me salen enumeraciones...
Una última cosa, ¿sabes por qué una casa es bonita y tiene "duende"?
“Sólo se puede construir una casa bella si detrás de la `buena arquitectura´ hay seres felices, no alienados por la civilización industrial” (Umberto Eco).

Sebastián reconoció haber escrito estas palabras:

—Me encanta estar al lado de la vida, a su alrededor y casi no me gusta nada alejarme de su aura.
es maravillosa y mimosa hasta el grado más superlativo... quiero estar vivo y no sé lo que puedo y debo hacer...
me encanta que exista la vida, que sea así
Todos estaban igual de afectados, tal vez por eso Alejandro les dijo:

—Hay días que me hago una idea de lo que quiero -sólo una, mi mente no da para mucho más- y, entonces, me pongo a escribir y salen estas cosas con las que, tantas veces, te hago derrochar el tiempo.
Pienso en la vida, y veo que es posible una grácil combinación de elegancia y de espontaneidad redondeada que compone siempre una forma de ser privilegiada; a veces además está liberada de horarios, deberes, tareas, responsabilidades y trabajos... y (entra la imaginación en funcionamiento) se llena de posibilidades, dejan de llover molestias, cesan los exámenes y los quebrantos, vuelven a florecer los proyectos...
No sé si desaparezco cuando no está la vida o si continúo soñando; a veces me dan ataques de realismo y sé lo difícil que es hacer compatible el deseo de la Humanidad de construir P con la atención de nuestros deberes respectivos; pero con el animo adecuado el realismo es siempre mágico y todo es Buendía y no aparece nunca el pelotón de fusilamiento; como mucho, algún examen de Ciencias Naturales que debe prepararse como si las fanerógamas y las dicotiledóneas fuesen realmente interesantes... cuando todos sabemos que lo importante es cuando nos llevan a ver el hielo, cuando visitamos los volcanes, cuando estrenamos la mirada en un telescopio, cuando sube la marea de risas alegres y nos bañamos incluso vestidos porque, en ese ataque de entusiasmo, la vida es de cine, el amor de película, el placer pura apoteosis en el libro de la Felicidad custodiado en el Cielo y, lo de menos, es la hora exacta a la que hemos empezado.
No sé si es necesario conocer el futuro para disfrutar el presente. No sé, no sé casi nada, pero lo que siento es tan perfecto que no quiero suspender nada de esta vida y, si suspendo, quiero recuperar y recuperarme.
Si hasta ahora hemos vivido lo que hemos VIVIDO, y recuerda que en esto de la vida soy, sobre todo calderiano y nietzscheano, es decir, que no necesito saber la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad... lo que sé es que lo que hemos vivido hasta ahora nos ha hecho tal y como somos (la vida es perfecta); por eso no quiero saber ni ignorar, sea lo que sea, lo acepto y lo quiero. Casi es puro egoísmo, la magia me conviene.
El gran filósofo Espinosa estaba convencido de que su filosofía, si no era la mejor de todas, al menos era verdadera. Y a mí me parece que, de todas las formas de vivir, he encontrado la mejor, la más hermosa, la verdadera Vida. De todos los modos de ser he hallado el más emocionante, de todos los hipotéticos estados de la materia elijo cada día lo hiperestético y megasensible, de todos lo bueno quiero las sorprendentes atenciones luminosas, de todas las utopías prefiero la alegría, la más predispuesta a crecer en todos los sentidos.

La verdad es que me gusta ver la vida y, aunque llueva a mares, como ayer, ver que llega estrenando la mayor sobredosis de alegría, y que sonríe aunque se mojen sus maravillosas plantas, elevando así el listón de la elegancia, llena de vitalidad, riéndose asombrada de que tanta lluvia sea posible, como si no se pudiera enfadar uno nunca con el mundo.
Quiero encontrarme siempre así, incluso que siguiese siendo viernes por la tarde y que el tiempo no empujase tanto y que la vida con cada uno de nosotros se entretuviese años en esas tardes en las que llega a su culminación el Cosmos; sí, ese, el que se empeña en mantener la entropía, que es el mismo que, sin que casi nadie lo note, restaura cada día una sonrisa perfecta.
Hay que agradecerle a la vida esta existencia y que se interconectase tantas veces. La vida es bella, y la extrema vejez, la enfermedad y la muerte no lo son; creo que era Safo la que decía que, si la muerte fuese buena, los dioses serían mortales y casi todo el mundo imagina a los dioses bien alejados de lo que se acaba.
Se me ocurre una idea más, tal vez para despedir una vida que se acaba sería bueno que sonase la Música para el funeral de la reina Mary, de Henry Purcell. Creo que puede utilizarse tanto en el momento de la entrada o de la salida de una ceremonia. Es absolutamente solemne (los timbales nunca fueron mejor usados en la historia de la música), grandiosa, sublime, para recordarla mejor, para sentir y llorar, para emocionarse hasta volver a estrenar el alma.

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