Hace poco he visto una película muy interesante y demoledora, "Melancholia", de Lars Von Trier. Más que un director de cine me parece que es un poeta que ha creado un sueño tan enigmático que puede ser a la vez atractivo y diabólico.
Desde el comienzo se respira la fascinación de unas imágenes que muestran al planeta Melancholia que se acerca peligrosamente a la Tierra, como una amenaza física y metafísica, hasta que choca con nuestro planeta; y otras escenas de la novia enredada en un laberinto de raíces que le impiden moverse, la caída de un caballo...
No es un documental de ciencia ni una película de ciencia-ficción, pero logra ser poética y maravillosa, sugerente como pocas.
Parece un relato sobre el amor y la vida, el desamor y la misteriosa irrupción de la melancolía que, según Savater, es el único sentimiento que piensa y, según Aristóteles, es propio de personas dedicadas a labores intelectuales y creativas.
Ese impactante apocalipsis se muestra a través de la historia de dos hermanas cuyos padres se han divorciado, con una madre amargada que asiste a disgusto al banquete nupcial de una de sus hijas y que no cree en el matrimonio, y un padre que está en la ceremonia en plan hedonista vulgar, acompañado por dos mujeres.
La primera parte cuenta la historia de Justine que está celebrando su banquete de bodas (una especie de mujer angelical, rubia, sonriente a veces y deprimida en otros momentos, muy atractiva y con un vestido de novia que casi recuerda al ángel del grabado "Malancolía" de Alberto Durero, absorto en la contemplación de una gran esfera y rodeado de números e instrumentos geométricos). Pero todo es extraño y esa misma noche su marido acaba marchándose de su lado porque ella parece que no puede o no sabe estar con él. Un extraño mensaje para la humanidad, las parejas ya no llegan ni a la noche de bodas.
En la segunda parte su hermana Claire, casada con un millonario que tiene un palacio de ensueño y un campo de golf que parece un escenario surrealista para vivir ensueños placenteros, tampoco parece estar a salvo del desastre. Tiene miedo de ese planeta amenazante e intenta proteger a su hijo pequeño y a su hermana Justine que parece absolutamente desamparada, tal vez tanto como la Humanidad entera.
Como diría Platón cuando empieza a relatar el mito de la caverna: "¡Qué extraña escena describes y qué extraños prisioneros son esos! Iguales que nosostros". Tal vez somos nosotros, los humanos, los que vamos a la deriva, los que nos tememos la gran catástrofe.
Las imágenes son alucinantes y es una lástima que el director sea tan pesimista y considere que el único final posible para este planeta y esta humanidad sea el desastre total. El choque del planeta puede ser un símbolo de una amenaza planetaria (sea el cambio climático, la contaminación, el colapso económico del capitalismo, las endebles relaciones humanas...).
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