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martes, 29 de noviembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-27

Simón, el santo, les dijo:

—Los paraísos siempre se pierden, demasiados infiernos nos acechan y algunos están a punto de abrirse, existen demasiadas realidades grises, monótonas y aburridas, demasiados seres adormecidos, demasiada tristeza y muy poco significativa, demasiadas molestias...

Más tarde les leyó este fragmento:

DESCUBRIR LA ALEGRÍA
—Ahora voy descubriendo que no se puede vivir sólo con la virtud (Aristóteles) ni sólo con la verdad (Nietzsche), que no se puede seguir adelante sólo con el amor ni sólo con el arte, que tampoco se puede existir plenamente sólo con el placer ni con el alma ni siquiera con el tiempo, ni el pensamiento ni... tal vez sólo con la alegría.
Los hechos y la realidad no tenían muy buena pinta, sospechamos y empezamos a buscar otro punto de vista, pensamos en levantar la alfombra y verlo todo desde otra perspectiva, pero el revés también estaba enrevesado.
Desinventamos el dinero, dejamos de utilizar los sellos, nos olvidamos de casi todas las palabras, y ahora, ajenos ya a todo ese torbellino de objetos y tráfico incansable de cosas y más cosas, estamos por fin en silencio, solos, pero en nuestro interior sigue latiendo la inmensidad del Paraíso Perdido; no sabemos si existió, pero lo deseamos.
De repente ya todo estaba acabado, no había incómodos andamios ni obras interminables ni desvíos provisionales, pero esa versión definitiva del cosmos nos dejó sin ritmo y sin vida, como si haberlo terminado todo no fuese más que un nuevo peldaño.
Hay tantas y, a la vez, tan pocas personas interesantes, tantas cosas que ver y, simultáneamente, tan pocas que nos emocionen y nos encanten.
Como buen surrealista metódico es posible que no entendiese nada.


Juan le contesta:

—Siempre se vive y se ama demasiado poco, que la vida siempre aspira a más, a lo más alto, a lo más grande, a lo más hermoso, que VIVIR ES SAGRADO.
En Polombia todos, incluso los que se sienten abandonados, se mantienen en la dulce esperanza de una vida mejor. Sonríen como si lo que más desean estuviese a punto de llegar, albergan su ilusión en el interior de su corazón y no permiten que se ensucien ni envejezcan sus pasiones entusiastas; los extranjeros que llegan no acaban de entender este comportamiento tan extraño, este ser feliz a toda costa, este mostrarse alegres incluso en el peor de los momentos, reír como si fuera tan obligatorio como necesario, importante, lo más urgente, como si de ellos dependiese la estabilidad emocional del mundo.
Al ser preguntados se puede observar que son conscientes de que tal vez su actitud sea irrelevante en el Universo, que todo lo que acontece sea indiferente a su buena y hermosa voluntad, pero se sienten orgullosos de vivir gozosos, de cuidarse, de transformar en armonía tantos y tantos motivos de discordia y distanciamiento.
Tampoco pretenden convencer a nadie de sus propósitos, simplemente viven así, no se trata de hacer obligatorio ese modelo para cualquier espectador, ciudadano o visitante; cualquiera que esté algo atento sentirá una especie de encaje perfecto en esas vidas dedicadas a la serenidad de los deseos que se acarician, a la agradable tarea de vivir bien con los demás.
Saben que vivir así es casi sagrado, lo más cercano a la sencillez de la perfección. Caminar, hablar, sonreír, se cuentan cosas agradables, miran el lado positivo de la vida, recuerdan que en el mundo hay niños sensibles e inteligentes, y otras personas educadas, sintonizan con los enamorados y, en el fondo, toda su sociedad está organizada para que se ilumine el amor absoluto entre los humanos. Para conseguirlo procuran ser cuidadosos y sensibles, tiernos y delicados y algunos, los más brillantes, pueden llegar a ser como dioses sensuales y sólo verlos es el mayor placer que a uno le puede ser concedido.


Miguel recuerda aquellas palabras de Jacques Lacan: “amar es dar lo que no se tiene a quien no es”. Y pretende decirles algo SIN PRISAS:

—En Polombia aconsejan no recorrer en tres días el camino de Santiago, ni creer que es posible todo lo que uno se imagina; aconsejan aprender a esperar, dominar la ansiedad que nos produce no haber conseguido lo que tanto perseguíamos, es posible que también insinúen que no es conveniente necesitar demasiado.
La Dirección General de Tránsito de este país poblado de diosas, dioses y colibríes, sugiere que correr mucho no es importante, que lo decisivo es llegar a uno mismo procurando alegría a todos los seres con los que nos encontremos en el largo camino.
También se sabe que hay algo imposible, que cuando los dioses se enamoran es mejor ponerse a salvo, tales y tan inmensas locuras se les ocurren que lo más prudente es no ponerse en su trayectoria; no es que sean egoístas, es que no ven más allá de sus ojos y es tal la intensidad de los desatinos que viven y provocan que nadie querría perdérselo por nada del mundo. No es que los envidien, los estudian, los admiran, toman nota y así se van preparando para cuando les toque protagonizar el ritual de los excesos.
En Polombia no aconsejan vivir toda la vida de repente, recomiendan dejar algo de infinito para el próximo encuentro, entonces, con la vida ya preparada, todo es posible y amanecen los placeres gloriosos y llega la Alta Comisión de los Gozos Unidos y el mundo está lleno de una luz exquisita.
Dicen en los países nórdicos que el mejor modelo de vida está en ese territorio situado al Sur de las sonrisas, ellos no quieren reconocerlo, no les gusta presumir de lo que han conseguido, simplemente son y se transforman y festejan y celebran y se alegran y conmemoran cada enamoramiento, cada ritual de la perfección. Sólo por eso merecerían ser nombrados Seres Superiores del Universo.
También admiten a gente despistada, seres un poco alocados y perdidos, artistas del corazón y palabristas que lanzan sus escrittos al Olimpo.
Algunos dibujan y pintan para curarse, porque siempre han amado demasiado y han acabado por estropearlo todo, sin mala intención, pero lo cierto es que todo lo que empiezan termina saliéndoles regular o mal; sospechan que algo en ellos no debe estar bien constituido o que deben relajarse...
Pero, como en cualquier otro lugar, para perderse bien en Polombia es necesario un plano, y para planificarlo es preciso dedicar toda una vida a calmarse y a encontrarse.


Alejandro quería contarles la historia de aquel profesor que pensaba que no debería enseñarse el amor, el encanto, la esperanza, la ilusión... porque así ni sus alumnos ni nadie se desilusionaría. De todos modos el optimismo le podía y a la mínima hablaba de la próxima INAUGURACIÓN:

—Polombia se inauguró cuando llegasteis, cuando se mencionó la palabra y la risa os inundó de felicidad, cuando las manos os llevaron al éxtasis divino de los cuerpos. Empezó siendo una palabra fantástica, después fue un reino irreal, más tarde navegaba entre los países de geografía más literaria; ahora está situada en la desembocadura de un hermoso río sobre el que cruza un puente santo, hay islas poéticas apenas separadas por un mar indeciso que va y viene, como todos, y que en sus mareas no sabe si es playa o coral.
También es la interpretación más bondadosa de la realidad

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